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Publicado 12 enero 2016



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Barack Obama utilizará su último discurso del Estado de la Unión para poner en la mesa la agenda política del Partido Demócrata. 

Este martes, los ojos de los ciudadanos estadounidenses y el mundo estarán puestos en el discurso del Estado de la Unión que el presidente Barack Obama pronunciará frente al congreso de su país. De acuerdo a funcionarios de la Casa Blanca, se espera que el mandatario hable acerca del legado de su gobierno en los últimos siete años.

“Este es el mayor escenario en toda la política estadounidense”, señaló el secretario de prensa Josh Earnest. En este caso, el presidente Obama quiere enfocar la mayor parte de su alocución en las oportunidades y retos que el país tiene a futuro y cómo las opciones que hoy elegimos tendrán un impacto significativo en el éxito de las generaciones futuras de estadounidenses”.

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El congreso de Estado Unidos está controlado por los republicanos, por ello Obama parece reconocer que cualquier idea o ley que se sugiera al congreso sería una pérdida de tiempo.

Así, el Comandante en Jefe tomó la decisión de usar su último discurso del Estado de la Unión para poner en la mesa la agenda política de su partido y asegurarse de que su sucesor sea alguien del Partido Demócrata, por ejemplo Hillary Clinton.

Dejando de lado la usual “lista de puntos” de propuestas políticas deseadas para el congreso, Obama se enfocará en resaltar su legado con el fin de aumentar sus niveles de aprobación, que ahora son de 45 por ciento. Eso, de acuerdo a los analistas políticos, se traducirá en mejorar las oportunidades de Hillary Clinton en las venideras elecciones presidenciales a fin de año.

“Que se elija a Hillary Clinton es lo mejor que él puede hacer para proteger a su legado”, señaló el diario Financial Times en un artículo editorial del lunes. “Si él logra evitar la letanía sobre la aprobación de leyes – un compromiso que su burocracia tratará de enmendar hasta el último minuto – el discurso de Obama se evaluará desde el punto de vista del cambio que pueda lograr en las encuestas”.

Dicho discurso incluirá un espectro de políticas que su administración ha implementado en el ámbito nacional e internacional. Si consideramos el impacto de Obama en el mundo, él es responsable de la expansión de unos de los más mortíferos programas en la historia de la humanidad: el de los drones estadounidenses.

Obama lanzó en 2007 una campaña en la que expresaba que acabaría con la presencia estadounidense en Irak y Afganistán y que impulsaría una política de Estado distinta al enfoque de su predecesor George Bush, en la que privaba en el envío de tropas terrestres.

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De hecho, Estados Unidos oficialmente puso fin a la guerra de Irak y retiró todas la tropas de combate de ese país en diciembre de 2011; es conocido públicamente que solo permanecieron en Irak un grupo de asesores para el “entrenamiento y asesoría” del Ejército iraquí, entre otro apoyo limitado.

Obama mantuvo sus tropas fuera de Siria con la excepción de las fuerzas especiales que, de vez en cuando, desarrollaban operaciones limitadas dentro del país. En Afganistán, Estados Unidos también retiró gran parte de sus tropas, pero Obama no cumplió la promesa de retirarlas totalmente, eso debido, según su gobierno, a la amenaza de la insurgencia talibana. 

Sin embargo, Obama consiguió una alternativa para continuar la “guerra mundial contra el terrorismo”: el uso de drones.

Uno de los legados más trágicos y controversiales de Obama es la guerra de drones. La política del envío de tropas terrestres fue vigorosamente rechazada, pero Obama pudo hallar una alternativa para que Estados Unidos continuará con su “guerra contra el terrorismo”; los bombarderos no tripulados se encargaban de proseguir con la guerra a distancia y al mismo tiempo mantenían las tropas estadounidenses a salvo.

En mayo de 2013, Obama defendió los ataques de sus drones y tomó la responsabilidad de supervisar el programa.

Él declaró que los ataques se limitaban a los terroristas que planteaban “una amenaza constante e inminente a los ciudadanos estadounidenses” y que estos “solo se ejecutaban cuando existía una certeza casi absoluta que había un objetivo, una certeza casi absoluta que ningún civil resultaría herido o muerto y que la captura no era viable en ese momento de las operaciones”.

No obstante, en octubre de 2015, las declaraciones de Obama fueron desmentidas cuando un informante filtró algunos documentos al sitio de Internet, The Intercept. Allí se revelaron unos detalles alarmantes sobre el programa estadounidense de drones. Dicha información señalaba que para un dron un objetivo simplemente consistía en “una amenaza a los intereses o personal de Estados Unidos”, eso contrastaba con la afirmación de “amenaza inminente” del gobierno estadounidense.

Los drones han sido utilizados por Estados Unidos como parte de sus esfuerzos contra el terrorismo desde los ataques del 11 de septiembre de 2001. Recientemente, dichos artefactos se han mejorado tecnológicamente y su costo ha disminuido, de allí que se hayan convertido en la punta de lanza de la guerra contra el terrorismo que libra Washington.

Estos aparatos están llevando a cabo ataques en diferentes partes del mundo: Afganistán, Pakistán, Yemen, Somalia, Irak y Siria.

Sin embargo, Yemen, Somalia y algunas áreas de Siria e Irak no son consideradas, de acuerdo a la definición de Estados Unidos, campos de batalla; por lo tanto, según acuerdos internacionales, es ilegal llevar a cabo operaciones militares, además de los asesinatos extrajudiciales por parte de los drones.

De acuerdo a los documentos del Intercept, cerca del 90 por ciento de las muertes por los ataques de drones en Afganistán “no fueron los objetivos que se habían planificado”.

Yemen ha sido uno de los países más afectados por el programa de drones de Obama. El gobierno de Bush comenzó los ataques con drones dirigidos a la filial de Al Qaeda en ese país y considerada como una de las más peligrosas franquicias del grupo extremista.

Obama amplió las operaciones de Bush en Yemen y otros lugares. Sin embargo, a pesar de las afirmaciones de su gobierno, existen analistas y expertos militares que dicen que el programa de drones en Yemen, en realidad está fortaleciendo a Al Qaeda y otros grupos extremistas en ese país.

Jillian Schwedler, profesor de ciencias políticas en Nueva York, sostuvo en una entrevista para la revista The Atlantic, el pasado septiembre, que para Al Qaeda, “el programa de drones es un obsequio de los cielos. Su narrativa reclutadora explota las ideas erróneas, muy comunes, de la omnipotencia estadounidense y ofrece una alternativa a la justicia y el empoderamiento”.

Schwedler, que ha pasado las últimas dos décadas investigando y viajando por Yemen, resaltó que esas operaciones son vistas por los yemeníes como una guerra no declarada contra sus países. “Sin importar la percepción de los estadounidenses sobre la legitimidad o eficacia de los ataques, ¿cuál yemení pudiera negar que Estados Unidos está librando una guerra no declarada en Yemen?

De acuerdo a la data que recopiló el Buro de Periodismo Investigativo, un sitio de Internet que posee un banco de datos sobre los ataques de drones, Estados Unidos ha lanzado unos 200 ataques en Yemen en el que han muerto más de 160 civiles entre 2002 y 2015.

En Pakistán, el número total de ataques está sobre los 420 entre 2004 y 2016, de los cuales, más de 370 han ocurrido en el gobierno de Obama.

Pero, lo más alarmante del programa de drones de Obama es el hecho que otros gobiernos en el mundo están copiando este modus operandi debido al uso extendido y sin cuartel de estos asesinos a control remoto por parte de Estados Unidos.

En septiembre de 2015, Reino Unido y Pakistán anunciaron que habían atacado con drones a sus propios ciudadanos en Siria por la sospecha de que estaban luchando del lado del Ejército Islámico. Los ataques ocurrieron fuera del campo de batalla que estableció la coalición liderada por Estados Unidos contra el grupo extremista en Siria e Irak, es decir fuera de la declarada zona de guerra.

“La proliferación de un método secreto para asesinar y que los críticos consideran asesinatos del siglo 21, probablemente no es como Obama vea su legado”, escribió Spencer Ackerman, editor de seguridad nacional del Guardian en Estados Unidos, en un artículo en septiembre del año pasado.

Mientras tanto, el gobierno de Obama también tendrá que responder por sus fallidas estrategias en Siria e Irak a raíz del ascenso del Ejército Islámico.

Obama intentó mantenerse formalmente alejado del conflicto en Siria, pero finalmente cedió a las presiones de los republicanos para que Washington se involucrara. Y en septiembre de 2014, dio inicio a los ataques aéreos contra el grupo extremista.

En total, 250 civiles han muerto desde septiembre de 2014, según el Observatorio Sirio para los Derechos Humanos (SOHR), y no se ha conseguido ninguno de los objetivos previstos para erradicar al grupo extremista que ya controla casi un tercio de Siria, el mismo territorio que poseía antes de iniciarse las operaciones de la coalición liderada por Estados Unidos. Pero el gobierno de Obama no presta atención a la realidad. Un resumen de los logros del Departamento de Estado, escrito por el vocero John Kirby y publicado el mes pasado, señala con orgullo que “han traído la paz y seguridad a Siria”. 

Obama quizá mantenga esta parte de su legado fuera de su discurso del Estado de la Unión, pero el programa de drones continuará impactando a las poblaciones de Yemen, Pakistán, Afganistán y Somalia. Mientras tanto EE.UU., ya sea bajo el liderazgo de los demócratas o republicanos, continuará con sus asesinatos extrajudiciales que en todos los casos cobra vidas inocentes.


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