Honduras: Movilización popular y manipulación | Blog | teleSUR
9 junio 2015
Honduras: Movilización popular y manipulación

Honduras vive momentos de gran expectación; la cobertura mediática de las grandes corporaciones de la derecha al escandaloso caso de corrupción que llevó a la quiebra al Instituto Hondureño de Seguridad Social, y su cuasi elogio a la creciente movilización en rechazo al saqueo practicado contra la institución, han dado la impresión de que algo puede suceder. Desafortunadamente, la historia reciente en otras partes del mundo, y los resultados de grandes movimientos de masas, nos hacen ser escépticos ante algo que bien podría convertirse en un inmenso desengaño.

Honduras: Movilización popular y manipulación

La cínica postura del gobierno de Juan Orlando Hernández de “apoyar” el derecho ciudadano a la protesta, nos mueve a ver con inquietud como la derecha manipula y convierte un asunto de rechazo colectivo a la figura más conspicua de la corrupción hondureña, su fraudulento presidente, en un simple asunto de indignación que se resuelve con mínimas o ninguna concesión por parte del poder real del país.

El discurso “indignado” que hace común la cruzada contra la corrupción, no tiene objetivos concretos, y su único planteamiento, la renuncia de Juan Orlando Hernández, está muy lejos de poder materializarse. Es falso que exista una crisis politica en este país, por lo menos por ahora, y bajo las circunstancias, un llamado gubernamental al Gran Dialogo Nacional, más que una concesión de este, sería una victoria del status quo que terminaría sin que haya pasado nada.

Los órganos ideológicos de dominación: prensa, iglesia, etc., se han decantado en buena parte a apoyar las movilizaciones, que hoy convierten a la corrupción en un sujeto con características propia, sin rostro, y apto para ser repudiado, sin ningún castigo. La promoción de protestas despolitizadas que hace la derecha, y apoyadas por buena parte de la izquierda, lleva necesariamente a un callejón sin salida, del que no es posible obtener resultados.

La población civil se está manifestando a diario en todas las ciudades del país, miles de personas se unen constantemente a una consigna, que bien podría enfocar el desastre que ha ocasionado la administración neoliberal del estado, que ha dejado en ruinas a Honduras, y a su pueblo al que pretenden robarle la memoria para que haga un ejercicio de catarsis, liberando su descontento sin ningún propósito colectivo.

La derecha, consciente de que la ideología dominante prevalece en escenarios despolitizados, maneja el asunto con mucha audacia. Han reactivado casos judiciales contra ex funcionarios de la administración de Jose Manuel Zelaya, con el propósito último de formarle causa criminal a este, dictarle auto de prisión y con ello inhabilitarlo de la politica. Con ello, la lucha por la Asamblea Nacional Constituyente, podría transformarse en un mecanismo de validación para el sistema bipartidista, dejando impunes las muertes ocasionadas en el seguro social, y estigmatizando de corruptas a personas que se atrevieron a buscar formas de compensación social lejanas a la clásica limosna, y que tendían a democratizar la participación de los individuos.

Desde hace varias semanas se nota la intensificación de un ambiente anti corrupción, bajo una estructura que evita la polarización (demonizada por la derecha con todos sus medios), y que bien podría terminar si el gobierno decide poner tras las rejas a varios de los miembros de su Partido Nacional, acción que, después de todo, no le caería mal a un Juan Orlando Hernández, ávido de un pretexto sólido para limpiar su camino a la reelección.

Debería llamar la atención el hecho de que el gobierno, represivo hasta el límite de la bestialidad, no haya recurrido a la violencia para frenar las movilizaciones más publicitadas por los medios de la derecha en toda nuestra historia. Existe una visión clara en el lado del gobierno, de que esta es una oportunidad de oro para generar una crisis que no le vendría nada mal, dado el descalabro de toda la institucionalidad del país.

Hace pocas horas, un banquero del occidente del país, asociado al Golpe de Estado Militar de 2009, y militante del Partido Liberal de Honduras (uno de los que promocionan las movilizaciones) expreso que en las mismas no debería participar el ex presidente Manuel Zelaya Rosales, argumentando que este estaría mezclado en la corrupción de la cuarta urna. Nótese que el proyecto de Cuarta Urna, era un proceso legítimo de consulta popular, que por primera vez tendría al pueblo hondureño como actor principal, y que la derecha ha insistido en manchar como acto criminal.

La repetición constante de la Cuarta Urna como un evento de corrupción equivalente al saqueo del IHSS, es un acto de complicidad de los medios de comunicación, nacionales e internacionales, estos últimos liderados por CNN en español, que juega a que desaparezca del imaginario colectivo todo vestigio de pretensión democratizadora, y en su lugar aparezca la más manejable idea de indignación, lejos del ámbito de la politica, muy cerca a mantener las cosas como están.

Claro está, la apuesta de movilizar a la sociedad es también un arma de doble filo; si las masas descontentas entienden la naturaleza estructural del problema; si se percatan de que la corrupción es un asunto inherente al modelo. Si se fijaran que aquellos que tienen concesiones del Estado para hacer pingues ganancias, son tan corruptos como cualquier pillo menor, y se plantearan la necesidad real de cambiar todo de verdad, entonces es muy probable que la correlación de fuerzas se inclinaría a favor de los intereses de las mayorías, hoy vejadas por el grosero e inhumano neoliberalismo que ha dejado en harapos a un país que ya había sido condenado a la miseria desde hace siglos.

La utilización de jóvenes, especialmente de la clase media, agobiada ya por todos los males que la empujan irremediablemente a la pobreza (su peor pesadilla), plantea el desafío de trascender la discusión coyuntural. Estos jóvenes se sienten muy a gusto exacerbando su espíritu de rebeldía, más si de por medio no existe ningún compromiso y no violan ni su individualismo ni su derecho sagrado a consumir con frenesí.

Por superfluo que parezca, el lenguaje, incluso, juega aquí un papel. El nombre de “indignados” (cualquier parecido…), abre muchas posibilidades de construir una lucha amplia anti sistema, sin desafiar la naturaleza misma de los problemas ni su origen. Por esa razón, hasta ahora es la clase dominante la que parece  más proclive a explotar con éxito este movimiento que se siente feliz pareciendo y siendo dócil y apolítico.

Muchos dirán que así se hacen las luchas; también podríamos responder: así se matan los sueños de los pueblos. La misión es grande, y el mundo, ese que está más allá de CNN, de El País; de Univisión, del Nuevo Herald, debe estar atento, mucho más de lo que perciben está sucediendo.


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