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La irritante retórica de ultra derecha de Trump se trata más bien de un discurso que no necesariamente se traducirá en acciones concretas.

La irritante retórica de ultra derecha de Trump se trata más bien de un discurso que no necesariamente se traducirá en acciones concretas. | Foto: Reuters

Publicado 7 mayo 2016



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Numerosos medios de comunicación han publicado artículos sobre la probabilidad cada vez más cercana de que Trump sea presidente.

Luego de las elecciones primarias llevadas a cabo en el Estado de Indiana, ocurrió lo que temía el establishment Republicano: Ted Cruz se bajó de la candidatura a presidente, dejando solitario a Donald Trump. A su vez, Bernie Sanders le ganó a Hillary Clinton en esta oportunidad y en varias contiendas anteriores, dejando no-tan-claro que Hillary sea la candidata más deseada por todos los demócratas, a pesar de que así desean mostrarlo los medios hegemónicos.

En este contexto, se vienen publicando una cantidad importante de artículos sobre la probabilidad cada vez más cercana de que Trump sea presidente. Ante esto, un primer aspecto a señalar es cuál sería el impacto de un presidente como Trump para América Latina.

Como ya hemos referido en escritos anteriores, la irritante retórica de ultra derecha de Trump se trata más bien de un discurso que no necesariamente se traducirá en acciones concretas en caso de que llegue a la presidencia. En cuanto a cuestiones importantes como los mecanismos de integración regional orientados a la liberalización del mercado, la reforma migratoria y la guerra contra las drogas, puede decirse, retomando las reflexiones de Alexander Main del Centro para la Investigación Política y Económica de Washington, que: es poco probable que busque desarticular los TLC firmados por EEUU con los países de la región, o desaliente a la Alianza del Pacífico, o que se oponga al TPP. Esto es poco creíble porque sus propias empresas se benefician de este tipo de acuerdos. Con respecto a la reforma migratoria, llegado ya a la presidencia, es probable que cambie su retórica anti inmigrante e incluso busque otorgarles algún tipo de amnistía –y que entonces no cumpla con la promesa de “hacer pagarle el muro” a los propios mexicanos. En lo relativo a la guerra contra las drogas, lo cierto es que ni él ni Hillary estarían dispuestos a terminar con esta guerra iniciada en los ’70 y relanzada en América Latina a fines de los ’90 con el Plan Colombia. Esto se debe, en parte, a la fuerte influencia del lobby del complejo industrial-militar en la política exterior estadounidense. Es posible, incluso, que Trump sea menos intervencionista que la propia Hillary Clinton y se avoque más bien a los asuntos internos. Main también aclara que lo más probable es que Hillary Clinton sea quien llegue a la presidencia.

El otro aspecto que parece relevante, es el tipo de crítica que se le hace a Trump. Uno de los artículos más inverosímiles pero seguramente muy leído es el de Javier Corrales “Beware of the Outsider” (Cuidado con el Outsider). Antes que nada, es fundamental señalar que Corrales es uno de los especialistas en Venezuela de la National Endowment for Democracy, organismo que desde su fundación ha funcionado como usina de desestabilización de gobiernos no “partners” (no aliados) en América Latina.

El título del artículo es sugerente porque ciertamente Trump se presenta como por fuera de la política y como anti-político, buscando dar cuenta de que él no está “corrupto” por el sistema. Esto inmediatamente nos remite a Mauricio Macri (empresario) presidente de Argentina, o al presidente de Guatemala Jimmy Morales (comediante). Sabemos que nadie que llegue a una carrera presidencial está por fuera de la política y está bien probado que justamente los empresarios de la talla de Trump son los “hacedores de política” por excelencia –especialmente en EEUU- más allá de que no ocupen la esfera política formal. Pero lo curioso es que nada de esto se menciona en el artículo.

Corrales, en cambio, hace referencia a que los outsiders que llegaron a gobiernos en América Latina terminaron “dañando la democracia” o llevando a cabo una mala gestión. Es por eso que invita a la gente a interiorizarse de lo que ha sucedido en América Latina que puede ser una gran lección para EEUU ¿Y quiénes son los ousiders?

Brinda el ejemplo de los gobiernos de Chávez en Venezuela, Morales en Bolivia, Correa en Ecuador e incluso el de Lugo en Paraguay. Los define como semi-dictatoriales porque utilizaron su llegada a la presidencia para deteriorar las instituciones democráticas. Interesante es que justamente los gobiernos de Chávez, Morales o Correa han sido de los primeros en llevar a cabo múltiples instancias de votación y referendos para que la ciudadanía participara en las decisiones del modo más directo posible. En el caso de Venezuela se han llevado a cabo 21 instancias de votación desde 1998 hasta 2016. Las reformas constitucionales que se aprobaron en Bolivia y Ecuador tienen por objetivo incluir política, económica y culturalmente a mayorías históricamente excluidas, lo que entre otras cuestiones ha quedado materializado en la “plurinacionalidad” otorgada al Estado. El caso de Bolivia es contundente con respecto a la participación de una mayoría indígena frente a la minoría blanca que hasta la llegada de Morales había monopolizado la esfera política formal, haciendo del Estado un ente para satisfacer sus intereses. El caso de Paraguay durante la presidencia de Lugo es otro ejemplo que debilita el argumento de Corrales, pues fue un “golpe constitucional” implementado por la oposición lo que terminó con su gobierno. Fue claramente la oposición la que se sirvió de las instituciones del Estado de Derecho para ir en contra de ese mismo Estado, derrocando a un presidente electo democráticamente.

Corrales continúa su reflexión afirmando que estos gobernantes, al igual que Trump, llegaron a la presidencia con un discurso de “enemigo común”. Este enemigo serían los EEUU en el caso de los gobiernos latinoamericanos mencionados, mientras que para Trump son los inmigrantes (mexicanos y centroamericanos). Mucho se puede decir sobre esta desafortunada comparación. Sólo apuntaremos que es bastante evidente la diferencia entre la crítica que los gobiernos latinoamericanos realizan al imperialismo estadounidense, basada en diversos hechos concretos (invasiones militares, presión económica, presión diplomática, espionaje en embajadas, etc.) y la “amenaza” implicada en familias inmigrantes que llegan a EEUU en busca de una vida mejor.

El “analista” también aduce que tales gobiernos se han negado al libre comercio, tal como Trump augura con respecto a cuidar la economía estadounidense de la competencia extranjera –asunto que como ya hemos señalado es pura retórica elaborada por un multimillonario que se beneficia diariamente del libre mercado. Para corroborar las intuiciones de Corrales, el New York Times (que le hace la campaña a Hillary Clinton) se ocupa de comentar que otro “especialista”, Nicholas Burns (ex funcionario del Departamento de Estado durante el gobierno de Bush) dijo que Trump “Lanza amenazas y vituperios a nuestros aliados, pero cuando se trata de Rusia y China casi parece hablar con delicadeza”. El colmo: un candidato Republicano pro sino-soviético ¡Cuidado!

Corrales teme que al llegar Trump a la presidencia pueda repetirse en Estados Unidos la historia de lo sucedido en países de América Latina como Venezuela, Bolivia y Ecuador.

A pesar de que esta comparación, como hemos esbozado, carece de fundamentos serios, nos sentimos interpelados a continuar con su argumento. ¿Qué tal si se repitiera en EEUU lo que se logró en Bolivia o Venezuela? ¿Qué tal si el Estado garantiza el acceso a educación y salud de los estadounidenses? ¿Qué tal si se logra de hecho una representación política de las “minorías” (afrodescendientes y latinos) tal como se ha logrado para las diversas comunidades indígenas en Bolivia? ¿Qué pasaría si en lugar de impulsar tratados de libre comercio se promueven acuerdos para satisfacer las necesidades de la gente? ¿Qué pasaría si se buscara ampliar la democracia, hacerla más participativa, en un país donde el aparato electoral hace todo lo posible para que la gente de a pie no sea la que decida en última instancia a su presidente?

Si estas serán las medidas de Trump como presidente, a Sanders no le queda más que alinearse a las filas del multimillonario y ponerse “manos a la obra” en la construcción de una “vía democrática al socialismo” en EEUU.

Disponible en:  http://www.celag.org/trump-el-temor-outsider-por-silvina-m-romano/


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