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Grecia amplia y profunda
Publicado 11 agosto 2015



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¿Qué lecciones deja este callejón sin salida griego para la estrategia de la izquierda en términos generales?

Comentarios recientes sobre Grecia son multitudinarios, variados y ricos. Sin embargo pocos han mirado más allá de los aspectos específicos, hay cuestiones más generales que están al acecho desde su interior.

Considere al PT en Brasil, los Bolivarianos en Venezuela, y Podemos en España, así como Syriza en Grecia. O si prefiere, considere muchas organizaciones más pequeñas y movimientos en diferentes lugares. El tema común es el siguiente.

Supongamos que ellos /nosotros estamos en condiciones de tomar la iniciativa y actuar de manera que tenga impacto en una gran circunscripción. ¿Debemos hacerlo?

Una cuestión que se plantea, por supuesto, es si la decisión propuesta sería digna y además facilitaría nuevas ganancias dignas. Si no es así, es evidente que lo mejor es evitarla. Tomando el caso de Syriza, creo que se puede desentrañar un problema general adicional con bastante facilidad. Syriza fue elegido para reducir las dificultades que afligen a la población griega. Se enfrentaron a los Amos de Europa. Negociaron. Lucharon. Llevaron a cabo un referendo ejemplar. Pero los Amos no cejaron y Syriza concluyó enfrentando una decisión que tomar.

¿Salimos de Europa, lo que afecta a toda nuestra población y quizás al mundo, o aceptamos una nueva serie de condiciones similares contra las que hemos estado luchando y que afectaran a los mismos electores?

Sabemos que la población votó por nosotros buscando conseguir mejores condiciones. Lo intentamos, pero no pudimos convencer, persuadir o coaccionar a los Amos de Europa para que reduzcan la austeridad. ¿Tenemos ahora que echar por la borda todos los objetivos indicados, firmar un acuerdo bárbaro bajo coacción extrema, e incluso nosotros mismos implementar las condiciones draconianas impuestas, mientras nos preparamos para dar pelea nuevamente cuando sea posible? ¿O nos ponemos de pie y decimos a los Amos de Europa que pueden irse al infierno, y luego resistimos las tumultuosas presiones y molestias que seguirán mientras buscamos un futuro deseable?

La respuesta de Tsipras fue firmar el nuevo memorando. Más allá de eso no sabemos sus intenciones (aunque con cada día que pasa la evidencia sugiere que no son las que yo esperaba). Lo que sí sabemos a ciencia cierta es que Tsipras nos dice que el acuerdo era horrible y que se vio obligado a firmarlo.

¿Entonces cuál es la controversia? Que muchos griegos, tanto dentro como fuera de Syriza han considerado la decisión de Tsipras no una capitulación ante la presión, sino una traición. Ellos creen que, para comenzar, Tsipras no debía haber firmado, inclusive después, si los Amos de Europa no se rendían, Grecia debía haber salido de la Zona Euro. Dicen que la población se habría sumado a la causa y habría soportado los horrores para emerger finalmente mucho mejor.

Tsipras, en cambio, dice que la población estaba en contra de la ‘Grexit’ (la salida de Grecia) cuando lo eligieron y que todas las encuestas demuestran que todavía están en contra, así que no tenía autoridad para decidir la salida, por lo tanto no lo hizo.

¿Cuál es el tema que trasciende en este caso? Es el siguiente: Supongamos una entidad que toma decisiones (Syriza o la que sea) cree con absoluta confianza que una decisión en particular es altamente recomendable para el bienestar y las perspectivas futuras de las personas. Supongamos también que su electorado no está (todavía) de acuerdo. ¿Qué camino debe seguir la entidad?

En una sociedad accesible y bien establecida, Tsipras, sin ninguna duda, tendría la razón. Sería autoritario para un partido o un gobierno, o incluso para un movimiento actuar en contra de la voluntad de su propio electorado. Es preocupante que la izquierda anti-autoritaria castigue a Tsipras por no tomar una decisión contraria a las preferencias de su electorado sin aportar la más mínima indicación de por qué creen que la imposición desde arriba estaría justificada en este caso, pero sería horrible en otros. ¿Es acaso porque la decisión antiautoritaria simplemente no se correspondía con su preferencia?

En términos más generales podemos preguntar, ¿qué debe suceder cuando una organización representativa - gobierno, partido, sindicato, movimiento o lo que sea - quiere hacer algo por su electorado y ese electorado y círculos más amplios de personas que serían afectadas, deciden que (todavía) no lo desean?

Creo que hay circunstancias excepcionales en las que se hace necesario violar la voluntad del electorado, pero éstas dependen de la entidad que toma tales decisiones, en este caso Syriza tenía conocimiento de que al electorado le faltaba información y tiempo suficiente para aclarar las dudas. En la mayoría de los casos, en cambio, me parece que obedecer la voluntad del electorado, mientras también se hace hincapié en ‘nuestra’ opinión, al mismo tiempo que se promueve esa opinión contraria y se organiza apoyo para la misma, es el mejor camino.

El caso de Grecia es complicado. El referéndum dio la impresión a muchas personas que respetando la voluntad de la mayoría, y evitando la ‘Grexit’, era más bien negar la voluntad de la mayoría.  Aun así, el error real de Syriza fue que durante meses de negociaciones, el público no estaba lo suficientemente educado sobre las posibilidades y cómo lidiar con ellas.

Si los miembros de Syriza hubieran estado antes o ahora recorriendo el país y Europa para así elevar la conciencia, si Tsipras estuviera alabando a la oposición de izquierda pero instándola a organizar la población y estuvieran ellos mismo liderando la organización de base, si el gobierno estuviera vigorosamente listo para usar sus recursos, incluyendo el ejército para aliviar los dolores provocados por la austeridad y más tarde para facilitar la salida, todos estos actos y otros que uno podría pensar serían realmente buenas señales y consistentes con los motivos de Tsipras de haber sido, no solamente anti- autoritario sino también con firmeza anti - austeridad. Esperemos que estas tendencias positivas emerjan y crezcan.

Por otro lado algunas de las señales que estamos viendo, aunque vagamente - como murmuraciones sobre la persecución a Varoufakis, amenazas a los disidentes y sobre todo no dar prioridad a la organización de medios de resistencia dentro de Grecia así como apoyo en toda Europa, son señales por desgracia incompatibles con el motivo dominante de anti-austeridad. Esperemos que estas tendencias negativas disminuyan y desaparezcan.

En términos generales, independientemente de nuestras evaluaciones a las implicaciones de esta o de cualquier decisión, hay que entender caballerosamente la importancia de que no imponer decisiones desde arriba sin primero acumular apoyo es arriesgarse a aprender la lección equivocada de los hechos.


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