A 18 años del fallecimiento de Stanley Kubrick tanto su vida como su personalidad aún siguen despertando el mismo interés hacia sus magníficas películas. Obsesivo, innovador, minucioso, lector profuso, el estadounidense siempre plasmó su personalidad en la escena.
Conocido como una persona discreta entre sus familiares y compañeros de producción, siempre mostró un bajo perfil lleno de humildad, paz interior y bondadoso. Kubrick fue un perfeccionista y minucioso director, así lo dejó saber en el film The Shinning donde repitió una escena hasta 50 veces.
La secuencia de la mesa de billar de Eyes Wide Shut con Tom Cruise y Sydney Pollack, duró más de tres semanas en rodarse, ejemplo claro de que Kubrick buscaba llegar a una escena pulcra.
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Su cuantioso trabajo cinematográfico muestra a todos los amantes del séptimo arte que su deseo obsesivo por la perfección dejó una filmografía maestra.
Su visión hizo que el espectador se transportara en un viaje mental único. Trabajó no solo en búsqueda de su ego personal, sino también en deslumbrar y fascinar a sus seguidores.
Su personalidad siempre estará relacionada a su trabajo filmográfico, pero a este tema tan complejo solo se le tiene una respuesta: Kubrick formó su propia personalidad durante su infancia, adolescencia y juventud, sin tener frustraciones o tristezas en su vida familiar.
Kubrick fue un genio y su perfeccionismo no debe ser una obsesión para los que escudriñan su biografía, sino un factor importante y valioso para su gran obra.
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