El atentado terrorista del 11 de septiembre de 2001 a las torres gemelas en la ciudad de Nueva York no solo afectó al pueblo estadounidense.
Afganistán y su pueblo siguen padeciendo las consecuencias del atentado terrorista, pues Estados Unidos y sus aliados occidentales mantienen su presencia militar en el país asiático bajo el argumento de luchar contra fuerzas insurgentes y criminales.
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Con 17 años en actividad, la guerra de Afganistán es la más larga en la historia de EE.UU. Son varias las causas que motivan a que el país norteamericano forme parte de un conflicto que le ha generado un gasto de más de 700.000 millones de dólares en 17 años.
De acuerdo a cifras conservadoras las bajas civiles en Afganistán desde la invasión se estiman en alrededor de 110 mil muertos.
Según cifras oficiales, en 2016 murieron 3.498 civiles y resultaron heridos 7.920, solo en los primeros seis meses de 2017, resultaron muertas 1.662 personas y 3.581 heridas. En unas semanas recién estarán listos los cómputos totales del año pasado.
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El número de efectivos de las fuerzas de seguridad muertos en 2017 llegó a los 10 mil mientras que 16 mil resultaron heridos, asimismo, las bajas producidas al talibán, serían similares.
A pesar de la presencia militar de EE.UU. los atentados terroristas por parte de facciones talibanes se han incrementado.
La situación de seguridad en Afganistán, el Gobierno encabezado por el presidente Ghani controla poco más del 50 por ciento del territorio, mientras los grupos insurgentes operan prácticamente a su antojo en Kabul, la ciudad más vigilada del país, y además en provincias como Nangarhar, Herat, Ghor, Kunduz y Helmand, donde la guerra se ha incrementado de manera exponencial.
Una consecuencia directa de la guerra, aunada al número de muertos y desplazados afganos, es el aumento del cultivo de opio, prohibido por la estricta interpretación del islam.
En la actualidad Afganistán produce más del 90 por ciento de la heroína del mundo, en mayores cantidades que antes de 2001.
Más allá de poner fin a la invasión, la visita del secretario de defensa de EE.UU. la pasada semana pone en evidencia la intención de Washington de continuar en el país asiático.