Se cumplen 35 años del asesinato de Monseñor Óscar Arnulfo Romero, un hijo del pueblo salvadoreño, “la voz de los sin voz. Un mártir latinoamericano que entregó su vida por los sueños de justicia social, paz y los derechos humanos de los pobres de la tierra.
El 24 de marzo de 1980 cayó asesinado Monseñor Óscar Arnulfo Romero. El crimen quedó impune; no obstante el pueblo conocía a los responsables: la oligarquía que desde el poder empleó las Fuerzas Armadas para reprimir, asesinar y desaparecer a la oposición política, con el apoyo del gobierno de Estados Unidos.
Los mismos que el día 18 de febrero destruyeron la emisora radial “YSAK- La voz Panamericana”, medio que transmitía la voz del prelado en defensa del derecho de los salvadoreños a la paz con justicia social y a la vida. El 24 de marzo, día del asesinato de Romero, en horas de la mañana, el Alto Mando Militar había declarado que el Arzobispo se había colocado fuera de la ley. En la tarde se produciría el magnicidio...
¿Por qué fue asesinado Arnulfo Romero? teleSUR te ofrece un recorrido por el legado de Monseñor Arnulfo Romero...
La conversión personal para la defensa de los pobres
Óscar Arnulfo Romero Galdámez nació el 15 de agosto de 1917 en Ciudad Barrios, departamento de San Miguel. Su padre era Santos Romero, de profesión telegrafista; su madre Guadalupe de Jesús Galdámez se dedicaba a las tareas de un modesto hogar con ocho hijos.
A sus tempranos 13 años manifestó su deseo de hacerse sacerdote. Al cumplir 19 años partió a Roma para estudiar teología donde fue educado bajo los preceptos tradicionales de la Iglesia Católica. En 1942 regresa a El Salvador tras su ordenamiento como sacerdote, tenía 19 años.
En 1970 es nombrado Obispo Auxiliar de Monseñor Luis Chávez y González. Durante este tiempo conoce al padre jesuita Rutilio Grande, quien habría de contribuir a su comprensión de la vida de los pobres de El Salvador.
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En 1977 es nombrado Arzobispo de San Salvador, cargo máximo en la jerarquía eclesiástica de ese país, al cual no se accedía a menos que se contara con el beneplácito de los sectores conservadores de la sociedad salvadoreña.
A dos semanas de haber asumido el cargo, el 12 de marzo de 1977, es asesinado el P. Rutilo Grande junto a dos campesinos. Este hecho habría de impactar la conciencia de Romero para erigirse como “la voz de los sin voz”, un apostolado en defensa de los pobres, víctimas de la represión gubernamental.
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Del conservadurismo a la Doctrina Social de la Iglesia para la Revolución
A partir de este trágico evento se apoya en la Doctrina Social de la Iglesia forjada durante el Concilio Vaticano II, la III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano de Puebla y el Encuentro de Medellín, durante los cuales se produce una revisión del papel de la Iglesia Católica y se orienta su opción por los pobres.
Una crítica al rol de la jerarquía católica que se había prestado al juego del poder y cuestionaba el clamor popular de justicia y fin de la pobreza y la represión. Durante su homilía del 12 de diciembre de 1977 explicaría los contenidos de la Iglesia de los pobres que defendía:
Una Iglesia que redime al continente latinoamericano, con la potencia del Evangelio pero con característica propia, caracterizada por:
1º. El espíritu de pobreza
2º. Su inserción en la historia de nuestros pueblos
3º. La unión inseparable entre la evangelización y la promoción.
Romero no pensaba sólo en satisfacer las necesidades inmediatas de los pobres, o en programas asistencialistas para solventar coyunturalmente la crisis. Su concepción reconocía estos problemas en toda América Latina.
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La Revolución y el socialismo en el pensamiento de Arnulfo Romero
El proyecto social de Monseñor Romero parte de un análisis de la situación salvadoreña y de los modelos de desarrollo propuestos. En enero de 1980 identificaba por lo menos tres proyectos económicos-políticos en pugna:
a) El proyecto oligárquico que “pretende emplear todo su inmenso poderío económico para impedir que se lleven adelante reformas estructurales”. Según Romero este modelo se pretendía imponer mediante “presiones económicas, políticas y aún con la violencia, mantener la actual estructura económica-oligárquica evidentemente injusta y que ha llegado a ser insoportable”.
b) El proyecto gubernamental promovido por las Fuerzas Armadas y el Partido Demócrata Cristiano, “incapaz de aglutinar a los sectores, organizaciones populares, y se ha dedicado más bien a reprimir y masacrar indiscriminada y desproporcionadamente a los campesinos y otros sectores del pueblo...”
c) El proyecto de las organizaciones populares y político-militares; forjado en la “unidad de las organizaciones democráticas, personas progresistas, pequeños y medianos empresarios, militares consecuentes” para la democracia y la justicia social. Proyecto popular, según sus propias palabras.
Uno de los ejes de su discurso estaba relacionado con la necesidad de alcanzar la paz. Así afirmaba que,
Para esto era necesario hacer la Revolución que definía como, “sub-vertir el orden moral que domina el mundo. El mundo no dice: ¡Dichosos los pobres! El mundo dice: ¡Dichosos los ricos!, porque tanto vales, cuanto tienes. Y Cristo dice: Mentira, ¡Dichosos los pobres!, porque de ellos es el Reino de los Cielos...”
Una Revolución contra la propiedad privada excluyente; citando a Pablo VI recordaba, “La propiedad privada no constituye para nadie un derecho incondicional y absoluto, no hay ninguna razón para reservarse en uso exclusivo lo que supera a la propia necesidad cuando a los demás les falta lo necesario”.
Un socialismo que es para él, “la realización de un evangelio de justicia social en el mundo" (9/12/79)
El Hombre Nuevo, la organización y la participación popular
Monseñor Arnulfo Romero sabía que el camino de la transformación debía recorrerlo el pueblo salvadoreño y latinoamericano, a partir de la organización. El rol de la Iglesia consistía en educar a los sujetos del cambio, acompañar el proceso organizativo y participar en la defensa de ese derecho fundamental a la vida feliz.
Predicaba a sus feligreses uno de los postulados más importantes del Encuentro de Medellín, “De nada sirve cambiar estructuras económicas, sociales, políticas, de nada sirven estructuras nuevas si no hay hombres nuevos... Un pueblo desorganizado es una masa con la que se puede jugar, pero un pueblo que se organiza y defiende sus valores, su justicia, es un pueblo que se hace respetar.”
La llamada a forjar estas transformaciones es la juventud, pero no la juventud cronológica, sino la de “gente madura” que siempre renueva su fe y su lucha por un mundo mejor, por el bien común que es base de la doctrina cristiana.
Valor para la lucha por el futuro
Pero había que vencer la represión de la oligarquía que pretendía inmovilizar por medio del terror a los salvadoreños. Y ese terror nace de la oligarquía,
Como parte de su estrategia para vencer el terror emprendió una cruzada desde la radio y con cartas directas para:
1.- Tratar de frenar el apoyo estadounidense al Gobierno y las Fuerzas Armadas en su política represora contra los salvadoreños; para esto dirigió una carta al presidente de ese país en la que reivindica con el espíritu de Puebla, “La legítima autodeterminación de nuestros pueblos que les permita organizarse según su propio genio y la marcha de su historia y cooperar en un nuevo orden internacional...”
2.- Enfrentar a los militares:
Conocedor de la historia del fundador del cristianismo y de los mártires que se han inmolado en defensa de los intereses de la mayoría sabía que debía infundir valor a los salvadoreños para la lucha.
“Cristo nos invita a no tenerle miedo a la persecución porque, créanlo hermanos, el que se compromete con los pobres tiene que correr el mismo destino de los pobres. Y en El Salvador ya sabemos lo que significa el destino de los pobres: ser desaparecido, ser torturados, ser capturados, aparecer cadáveres...”
En su prédica del 24 de febrero de 1980 anunciaba que había sido amenazado.
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La orden había sido dada; la CIA estadounidense había preparado el “Plan Modelo contra la Iglesia Latinoamericana”, un documento que contemplaba la eliminación física de los sacerdotes “molestos” que cuestionaba el orden injusto existente en la región.
Los sicarios cumplieron la fatal orientación el 24 de marzo de 1980. Romero es asesinado durante una ceremonia religiosa. Su sepelio también fue reprimido con un saldo de 40 muertos y 200 heridos. La multitud de más de 100 mil personas que acompañaban el féretro fue tiroteada por las fuerzas de seguridad del Estado.
Pensaron que con la muerte había callado la voz de Monseñor Romero.. Pero como dijera a su pueblo, “Si me matan, resucitaré en el pueblo salvadoreño”.
Y la lucha continúa…
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