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    Nacida en Londres y nacionalizada chilena, Joan Jara dedicó su vida a preservar y dar a conocer la obra artística de Víctor Jara, su esposo, a través de la Fundación que lleva su nombre.

El amor, el arte y el compromiso político, fueron parte del acompañamiento a Joan Jara y son inspiración para cientos de chilenos agradecidos por su ejemplo.

Incluso ahora, después de la muerte, se les ve como eternos enamorados. La sonrisa ancha de Victor Jara pareciera adivinar a Joan en su icónico verso. “No importaba nada,
ibas a encontrarte con él (…)”.

Avanzada la tarde del domingo 12 de noviembre, dejó de existir a los 96 años Joan Turner de Jara, destacada bailarina y activista por los derechos humanos. Nacida en Londres, nacionalizada chilena, dedicó su vida a preservar y dar a conocer la obra artística de Víctor Jara, su esposo, a través de la Fundación que lleva su nombre, cuya existencia estuvo estrechamente ligada al movimiento de la Nueva Canción Chilena y a la resistencia contra la dictadura de Augusto Pinochet en Chile. Aunque Joan fue mucho más que la custodia de la memoria de Víctor. 

“Ha partido una mujer que luchó medio siglo por justicia y que nos deja un legado imperecedero en las artes y la defensa de los derechos humanos”, expresó el presidente chileno, Gabriel Boric en su cuenta de X (antes Twitter). El Instituto Nacional de Derechos Humanos recordó su incansable búsqueda de la verdad, en un caso que los tribunales tardaron medio siglo en resolver. La sienten como una gran pérdida para la comunidad de la danza, la cultura, la Universidad y el pueblo de Chile; una incansable defensora de la justicia.

En 2016, Joan Jara presentó una querella en contra de quienes fueron responsables de la muerte de su esposo. Pasados 50 años del crimen, el Supremo de Chile impuso sentencia a los siete exoficiales del Ejército, que participaron en el asesinato de Víctor Jara Martínez, cantautor, y Littré Quiroga Carvajal, abogado, director de Prisiones.

Como justicia poética, sus familiares han sido testigos del momento en que el Gobierno de Estados Unidos extraditó a Chile, al autor material del asesinato de Víctor Jara, el teniente en retiro Pedro Barrientos.

A dos semanas

Durante este año, a dos semanas de conmemorarse el aniversario del 11 de septiembre de 1973, medio siglo del brutal derrocamiento del Gobierno de Salvador Allende, la Corte Suprema de Chile decretó sentencia definitiva por el crimen de una de las voces más reconocidas de la música popular de América Latina.

Siete antiguos oficiales deben pagar prisión de entre 8 y 25 años, tras analizar un recurso de revisión presentado por los acusados y aumentar sus sanciones. Los jueces también condenaron -dentro del mismo caso- por el asesinato y el secuestro del exdirector de prisiones Littré Quiroga, detenido junto a Víctor Jara en el Estadio Chile, instalación que llegó a albergar unos 5.400 detenidos, según el teniente coronel Mario Manríquez Bravo, comandante del campo. Aunque realmente calculan unos quince mil prisioneros.

Los exoficiales del Ejército, Raúl Jofré, Edwin Dimter, Nelson Haase, Ernesto Bethke, Juan Jara y Hernán Chacón, según el fallo judicial, deberán pagar 15 años por el asesinato de Jara y Quiroga, además de 10 años por ambos secuestros. El militar Rolando Melo recibió una pena de ocho años como encubridor. Con edades entre los 73 y 85 años, los condenados siguieron en libertad durante el proceso judicial, por lo deberían ser conducidos a prisión en los siguientes días. 

Otro de los acusados como autor material, Pedro Barrientos, fue requerido en extradición desde Estados Unidos. La Corte Federal de Florida lo declaró -en junio de 2016- como responsable del asesinato de Jara. En lo civil, se ordenó al fisco de Chile, pagar -a cada uno de los demandantes- al cónyuge e hijos de Littré Quiroga, la suma de 150 millones de pesos, y a cada uno de sus hermanos la suma de 80 millones. En tanto a la familia de Víctor Jara, la viuda e hijas, se les deberá pagar 150 millones a cada una.

Jara y Quiroga fueron llevados a lugares diferentes en el sector de camarines del recinto deportivo y fusilados en el estadio que hoy lleva el nombre del mártir, Víctor Jara. Los asesinos fueron autorizados a disparar a discreción, con proyectiles de 9, 23 milímetros. Víctor recibió 44 balazos y Littré Quiroga, 23. 

Víctor Jara fue ultimado días previos a cumplir los 41 años. Hijo de un inquilino -trabajador de una finca a cambio de regalías- y una cantora popular, Víctor Lidio Jara Martínez, llegaría a convertirse en uno de los principales referentes de la música chilena y en un testimonio vivo de la creación artística popular. 

Víctor y Joan Jara junto a sus hijas. Tomado de: Fundación Víctor Jara

Por su parte, Littré Abraham Quiroga Sandoval fue un abogado que ejerció como Director General del Servicio de Prisiones -máxima autoridad de la actual Gendarmería- en el Gobierno de Salvador Allende. Al ser asesinado tenía 33 años. En su honor -desde 2015- la Dirección Nacional de Gendarmería lleva su nombre. 

Ambos eran militantes del Partido Comunista de Chile y sus cuerpos fueron encontrados -en un terreno baldío próximo al Cementerio General, el 16 de septiembre de 1973 por algunos pobladores que, al limpiar sus rostros, pudieron reconocerlos.

Tras el análisis de las 342 páginas, el ministro en visita para causas por violaciones a los derechos humanos de la Corte de Apelaciones de Santiago de Chile, Miguel Vázquez Plaza, mostró un profundo y arduo trabajo, que incluyó las investigaciones policiales, declaraciones de imputados y de sobrevivientes del Estadio Chile, así como informes de pericias médicas, para llegar a este nivel de justicia.

Un periodista chileno y prisionero de la dictadura de Pinochet narró cómo el 16 de septiembre los obligaron a formar fila con manos en la nuca, con rumbo desconocido. “Camino al camión frigorífico, me saludó la sonrisa de Víctor Jara. Una luz le daba en el rostro. Se le veía entero y con esa actitud de dignidad que caracterizó a la mayoría de los prisioneros políticos de la dictadura. ¿Por qué sonreía? A lo mejor quería alentarnos y compartir con nosotros su valentía ejemplar. Quizás desafiaba a los que serían sus asesinos. Vaya uno a saber… pero nunca olvidaremos esa sonrisa”. Así lo describió Manuel Cabieses Donoso, periodista chileno y exdirector de la revista Punto Final.

Fundación Víctor Jara

Tener a Víctor presente ha sido un trabajo de años. Y fue el pueblo quien primero lo sacó de la clandestinidad para cantarlo en guitarreros familiares, en las peñas de amigos, en cantares de barrios populares. También se reconocen como dos importantísimos pasos en el rescate de su obra, el programa radial de Miguel Davagnino, quien transmitió su música por primera vez durante la dictadura y el sello Alerce, de Ricardo García, primera publicación de los discos de Víctor en Chile, después del 11 de septiembre de 1973.

Surgieron espacios para el arte popular local en resistencia, como el Café del Cerro, El Trolley o Matucana. En enero de 1987, aun con la presencia de Carabineros -policías de las Fuerzas de Seguridad- y miembros de La Central Nacional de Informaciones (CNI) afuera del recinto, las juventudes comunistas produjeron el primer Festival Víctor Jara. Al año siguiente y bajo un frío intenso, se instaló una carpa circense detrás del Pedagógico, con una convocatoria tan masiva, que quedó público afuera; así fue el segundo festival. El tercero, porque ya se necesitaba esta tradición, fue en el Estadio Santa Laura.

Recordemos que, acostumbrados a trabajar en comunión, muchos artistas chilenos se sintieron desorientados después de instaurada la dictadura. En tanto, se desarmaban varias organizaciones sociales que habían funcionado con fuerza en contra del régimen de Pinochet, grandes agrupaciones y artistas internacionales empezaron a actuar en Chile. 

En aquella circunstancia, el Estadio Chile continuaba en el sentir popular como un lugar de horror y muerte. Así surgieron en abril de 1991 las Jornadas de Purificación de aquel Estadio, “Canto Libre”, junto al productor Eduardo Alemany. Fue entonces que se visualizó la Fundación Víctor Jara. 

“Este acto inaudito, dirigido por Andrés Pérez, donde hubo un pasacalle con el Teatro del Silencio, donde alrededor de ochocientos artistas de todas las disciplinas tomaron parte, donde hubo una vigilia durante la noche bajo una carpa de circo instalada en los estacionamientos del Estadio, con Santos Rubio y otros cantores campesinos improvisando versos para las víctimas, ni una palabra de esto salió en los medios de comunicación. Este acto fue totalmente vetado por los medios, siendo que convocó a miles de espectadores y cientos de artistas después de la caída de la dictadura. Aun imperaba la censura”, narra la página de la Fundación, legalizada -tras largos trámites- en Octubre de 1993. 

Memoria Estadio

Tras años de conversaciones y negociaciones, el viernes 21 de abril del 2023, varios representantes legales del Instituto Nacional de Deportes (IND) y la Fundación Víctor Jara, firmaron el contrato del Sitio Memoria Estadio Víctor Jara.

Desde la Fundación que recoge la memoria del cantautor, señalaron que: “El traspaso administrativo parcial del edificio a la Fundación, tendrá una duración de 10 años renovable y va en línea con la finalidad de potenciar el estadio como sitio de memoria, centro cultural y espacio de promoción de los derechos humanos, objetivos que han sido el motor de la Fundación desde su origen”. Cristián Galaz, director ejecutivo de la Fundación Víctor Jara, expresó que tras más de 30 años, es un gran paso “para recuperar este espacio y convertirlo en un lugar de reflexión, de sitio de memoria, en un espacio también para las artes y la cultura como vehículo de promoción de los derechos humanos”.

Definitivamente va a “tener un impacto en la actividad del estadio, con visitas guiadas, permanentes, periódicas y, además, con actividades artísticas, culturales y de memoria que van a ser significativas para la comunidad de ese sector del barrio que está entre Estación Central y Santiago, como también para todos quienes quieren conocer un poco más de la historia de nuestro país y en particular de este sitio de memoria Víctor Jara”, señaló Galaz.

Amanda Jara, hija del cantautor e integrante del directorio de Fundación Víctor Jara, afirmó en la ceremonia: “Sólo para contextualizar, mi mamá, mi hermana y yo, después de 50 años, seguimos esperando justicia, igual que la familia de Littré Quiroga, pero este es un momento que debemos de celebrar, celebrar un esfuerzo colectivo, porque así ha sido, con muchas derrotas y muchas batallas ganadas, esta es una. Es ganada con el apoyo de todos y todas ustedes quienes están aquí y que han venido a llenar este estadio de vida, de alegría, de ansias de un futuro mejor, donde podamos reflexionar sobre lo que nos pasó y añorar un futuro mejor para nuestros niños, niñas, que esperamos llene este lugar”.

Al tiempo que la hija de Joan y Víctor, afirmó: “Que lo llenen de alegría, crítica, reflexión, de su propia identidad y que es lo que ellos y ellas quieren para el futuro. Es un paso más, como dice Cristian Galaz, es largo el camino, pero con los años hemos aprendido que el camino es tan importante para llegar a esa pequeña victoria, quizás no tan pequeña, pero en el camino nos vamos encontrando, nos vamos juntando y vamos aunando nuestro destino”.

Es un proyecto para trabajar las distintas áreas del Estadio, utilizarlas en actividades artísticas-culturales, de derechos humanos, memoria y deportivas comunitarias, ligado al Sitio de Memoria Estadio Víctor Jara. Espacio y Comunidad de Arte y Memoria. “Esto es un desafío importante. Nuestro compromiso es estar con ustedes y también convocar que las personas se tomen el Estadio Víctor Jara y en ella, construyamos memoria, identidad, futuro, cultura y también alegría”, expresó el director del Instituto Nacional del Deportes (IND), Israel Castro.

El ex Estadio Chile, fue inaugurado en abril de 1969, como espacio deportivo y cultural, para actividades de boxeo y voleibol. También fue un excelente escenario del Festival de la Nueva Canción Chilena. En aquella ocasión, el público desbordó el gimnasio de la Universidad Católica (dos mil personas) en la primera jornada, y el Estadio Chile (seis mil) en la clausura, donde disfrutaron temas representativos de toda la gama temática y formal de la nueva música chilena. El jurado fue elegido por los propios compositores, para evaluar obras de gran calidad musical y la búsqueda de nuevos caminos para la canción folklórica.

Fue el 16 de julio de 1969, cuando Víctor Jara con su canción “Plegaria a un labrador” y Richard Rojas con “La Chilenera”, resultaron ganadores de la primera versión del festival. Al recibir la noticia Víctor dijo: “Dedico este triunfo a los campesinos y a los jóvenes de Chile. También a los que hacen de punta de lanza, para que los medios de comunicación difundan la música que el pueblo quiere oír”.

Le siguieron dos festivales, en 1970 y 1971. Quién podría imaginar que días después del Golpe de Estado de 1973, aquel estadio donde  resonaban las canciones, fuera un centro de detención, tortura y ejecución de sus propios hijos. Los subterráneos, bodegas, camarines y gimnasios, se convirtieron en zonas de interrogatorios, martirio y fusilamiento de prisioneros políticos, hasta junio de 1974.

La guitarra siempre sirve

El periodista Sergio Gutiérrez se encontró con Víctor Jara en la Universidad Técnica del Estado -hoy Universidad de Santiago de Chile (Usach)- el propio día 11 de septiembre cuando se inauguraba una exposición y varios músicos, también Quilapayún con la Cantata Santa María de Iquique, expondrían sus voces ante unas 600 personas incluyendo alumnos, profesores e invitados. 

Cerca de las diez de la mañana del día que se suponía feliz, la gravedad del momento les dio en la cara. La Armada se había alzado y controlaba la ciudad de Valparaíso. Entretanto, los tanques del Ejército tomaron posición frente a la sede de la presidencia de la república: La Moneda. Fue entonces que Gutiérrez le dijo a Víctor “compañero, parece que llegó el momento de cambiar la guitarra por el fusil”. El cantante contestó “no compañero, yo no sé disparar. La guitarra siempre sirve, aunque sea para animar a los combatientes”. 

A las seis de la mañana del 12 de septiembre, las centenas de personas que habían sido autorizadas por los militares a pernoctar en la Universidad (UTE), fueron detenidas y conducidas al Estadio Chile.

Presintiendo su trágico final en el Estado de Chile, Víctor Jara escribió el que se conocería como su último poema: “Somos cinco mil aquí. En esta pequeña parte de la ciudad. Somos cinco mil. ¿Cuántos somos en total en las ciudades y en todo el país? Somos aquí diez mil manos que siembran y hacen andar las fábricas. ¡Cuánta humanidad con hambre, frío, pánico, dolor, presión moral, terror y locura!”.

"Palomita, verte quiero..."

Joan y Víctor se casaron en 1960 y al poco tiempo tuvieron que separarse por primera vez, porque él iniciaba un viaje de cuatro meses, como director del Conjunto folclórico Concumén. Al regreso de ese viaje, él le mostró unas letras que había compuesto: 

"Paloma quiero contarte 

Que estoy solo, que te quiero,

Que la vida se me acaba 

Porque te tengo tan lejos... 

Palomita verte quiero"

Joan tenía a Manuela, hija del matrimonio con Patricio Bunster, para cuyo nacimiento ya no estaban juntos. Al poco tiempo, Víctor y Joan tuvieron a Amanda y en la década siguiente, el rumbo de sus vidas cambió para siempre. 

Joan publicó un libro -escrito en Londres entre 1980 y 1983- titulado “Víctor Jara. Un canto truncado” (2001, Argos Vergara), una suerte de biografía del cantautor y una autobiografía de ella y sus 20 años juntos. Cuenta que llegó al país sudamericano en 1954, casada con Bunster. 

“Víctor tenía una gran capacidad de expresión corporal, pero no era un alumno que llamara especialmente la atención. Hasta unos años después, cuando mi matrimonio ya había fracasado y él pasaba por un momento de soledad, no se produciría nuestra unión”, narró Joan Jara. 

A partir de entonces, fueron inseparables. “Social y políticamente teníamos una gran afinidad y, profesionalmente, cada cual siguió con sus actividades con el apoyo del otro y sin intromisiones”, escribió Joan, quien destacaba el tiempo que su marido dedicó al teatro. “Como director teatral trabajó desde 1957 hasta 1970. Dirigió toda clase de obras buscando siempre el contenido social que a él le interesaba. Fue una etapa muy fructífera, silenciada por su importante éxito posterior como cantante”.

Cinco días después del golpe de Estado, fue asesinado Víctor Jara. Su cuerpo mutilado, tuvo que ser reconocido por su esposa, en la morgue. A partir de ahí, experimentó en carne propia la dureza del régimen de Pinochet, dictadura que mató a sangre fría a su marido y que le hizo exiliarse a Gran Bretaña junto a sus dos hijas, donde iniciaría una intensa labor como defensora de los Derechos Humanos, en la búsqueda de la justicia. 

Joan Jara e hijas. Tomado de: Fundación Víctor Jara

Pudo regresar a Chile en los 80. Allí colaboró con la creación del Grupo de Danza Calaucán, en Concepción y junto a Patricio Bunster Briceño (1924-2006) -quien vivió el exiliado en Dresden, Alemania integrado a la enseñanza en la Palucca Schoule - a su regreso, crea el Centro de Danza Espiral, piedra angular en la formación de bailarines chilenos.

En 1993 se creó la Fundación Víctor Jara, entretanto Joan desempeñó una importante labor universitaria y popular, en la difusión de la danza en Chile. La nacionalidad chilena llegó en 2009, como un reconocimiento a su labor. También recibió la Orden al Mérito Artístico y Cultural Pablo Neruda en 2016 y la Medalla Rectoral de la Universidad de Chile, en 2018; además del Premio Nacional de Artes de la Representación y Audiovisuales de Chile, en 2021.

Después de décadas de trabajo, en el año 2009 se identificó al autor material del crimen de Víctor Jara. El 27 de junio de 2016, un Tribunal Federal de Orlando (Estados Unidos), determinó que el exmilitar chileno, era culpable de tortura y asesinato extrajudicial del cantautor. Sin embargo, no detuvieron al condenado hasta el pasado mes de octubre del 2023. Pedro Barrientos fue extraditado a Chile el 28 de noviembre del presente año, acto de justicia que Joan no pudo ver, pero que sus seres queridos le agradecen emocionados por no cejar en su empeño.

Por eso parece difícil decirles “descansen en paz”. La despedida a Joan fue con canciones y danzas, también para Víctor. El amor, el arte y el compromiso político, fueron parte del acompañamiento y son inspiración para cientos de chilenos agradecidos por su ejemplo.


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