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  • José Martí es todavía un universo en crecimiento. Lo es ante los ojos de cada lector nuevo o revisitador, porque su obra se mantiene incólume ante el paso del tiempo. Aunque la profesión que más ejerció durante su existencia fue la de periodista, no podemos desconocer, ni separarlo de su incursión literaria.
    En Profundidad

    José Martí es todavía un universo en crecimiento. Lo es ante los ojos de cada lector nuevo o revisitador, porque su obra se mantiene incólume ante el paso del tiempo. Aunque la profesión que más ejerció durante su existencia fue la de periodista, no podemos desconocer, ni separarlo de su incursión literaria.

En el singular ejercicio del periodismo, durante la corta y audaz vida de José Martí (1853/1995) dejó una huella de originalidad y exposición de criterio propio, con un lenguaje depurado.

No es casual que el mismo día de la fundación del periódico Patria por José Martí -14 de marzo de 1892- se celebrara el día de la prensa en la mayor de las Antillas; ni que el principal premio por la obra de la vida en el país, dedicado al Periodismo, tenga el nombre del Apóstol.

Al recibir el Premio Nacional, la periodista cubana Arleen Rodríguez Derivet, lo definió como el intelectual que más profundamente caló en sus sentimientos, por su hondura, ternura y emoción que provoca leerlo. 

El Premio Nacional de Periodismo José Martí, por la Obra de la Vida, es el más alto reconocimiento individual, que concede la Unión de Periodistas de Cuba, por una contribución de excepcional trascendencia social, a la información, a la cultura y la conciencia nacional y como expresión de la herencia ética del periodismo revolucionario cubano.

“Desde los Versos Sencillos hasta Nuestra América, ensayo estremecedor y deslumbrante. Desde la Edad de Oro hasta la Carta inconclusa a Manuel Mercado y su misterioso mensaje final: “hay afectos de tan delicada honestidad”(…) “Sólo Martí y García Márquez han podido sacarme de los episodios de baja creativa, que más de una vez me han asaltado a lo largo de 42 años de ejercicio periodístico. Los leo y la inspiración brota. Ya puedo escribir, como decía el Apóstol en la carta que interrumpió la muerte aquel fatídico 19 de mayo de 1895”, afirmó la homenajeada, cuya trayectoria, aportación y carácter, han hecho notable su impronta entre los cubanos.

El discurso terminó con el fragmento de su texto favorito, escrito por “el más universal de los cubanos” que –en su personal entendimiento de esa idea- descansa su compromiso con el periodismo.

“Cree el aldeano vanidoso que el mundo entero es su aldea, y con tal que él quede de alcalde, o le mortifique al rival que le quitó la novia, o le crezcan en la alcancía los ahorros, ya da por bueno el orden universal, sin saber de los gigantes que llevan siete leguas en las botas y le pueden poner la bota encima, ni de la pelea de los cometas en el Cielo, que van por el aire dormidos engullendo mundos. Lo que quede de aldea en América ha de despertar. Estos tiempos no son para acostarse con el pañuelo en la cabeza, sino con las armas en la almohada, como los varones de Juan de Castellanos: las armas del juicio, que vencen a las otras. Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra. No hay proa que taje una nube de ideas”.

Bien lo supo el estudioso de la obra martiana, Cintio Vitier. “Entiendo claramente que no todo puede ser una batalla contra lo que nos viene encima, desde afuera, porque la victoria afuera depende mucho de cuanto avancemos dentro. Pero no olvidemos lo que Martí escribió en Patria para la hora del peligro”:

“(…) Eso es Patria en la prensa. Es un soldado. Para el adversario mismo será parco de respuestas, y en vano se le querrá atraer a escaramuzas inútiles, porque cada línea de los periódicos de la libertad es indispensable para fundarla; aun el adversario hallará en nosotros más bálsamo que acero. El arma es para herir, y la palabra para curar las heridas […]”.

En el singular ejercicio del periodismo, durante la corta y audaz vida de José Martí (1853/1995) dejó una huella de originalidad y exposición de criterio propio, con un lenguaje depurado. 

Su obra periodística, también fue profundamente educativa, especialmente se menciona la de México, calificada por el gran intelectual cubano Cintio Vitier, como analítica y consejera. El estudioso de la obra martiana, definió la  escrita desde Estados Unidos, como “multifacética, poemática, profética; la ceñidamente ideológica de Patria, con la bienhechora sección En casa”.

Incluía editoriales, artículos de fondo escritos Martí y de diferentes colaboradores, notas de diversa índole. El periódico Patria contenía también cartas anónimas de lectores de las emigraciones, de Cuba y Puerto Rico. José Martí estaba abierto a quienes se definían fuera de la censura de prensa del colonialismo español, como de los imposibilitados en los periódicos insulares, de exponer sus criterios acerca de una patria libre.

La carta de Martí a Gonzalo de Quesada, abogado de profesión y esencial participante en la fundación del Partido Revolucionario Cubano (PRC) en Tampa y Cayo Hueso (junto a José Martí) es considerada su testamento literario. 

En la misiva, Martí escribió: “Aquí han guardado los En Casa en cuaderno grueso: resultan vivos y útiles”. Cataloga, como una autoevaluación, su labor en esa sección del periódico, redactada a pesar de sus tareas urgentes y múltiples viajes, fuera de Nueva York. Se trataban de manuscritos originales, aparentemente atesorados en el domicilio de Carmen Miyares, donde Martí residió desde tiempo atrás, hasta su salida definitiva en enero de 1895, hacia República Dominicana y Cuba.

Porque  “En Casa”, era una suerte de crónica social que los relacionaba. Hablaban de la cotidianidad de las emigraciones. En fin, sucesos de cualquier naturaleza, que el hábil comunicador que hubo en Martí, conjugó con el ejercicio de su opinión, como siempre caracterizó sus escritos para la prensa.

El Partido Revolucionario Cubano es su gran obra política. Patria es la culminación de su quehacer periodístico, el periódico que fundó y dirigió para formar conciencia patriótica. Una herramienta para divulgar la marcha unitaria de las emigraciones y del Partido Revolucionario cubano. Igualmente son vehementes sus versos, discursos, cartas, recogidas por editoriales cubanas, en 27 tomos de sus Obras completas.

Martí forjó desde su niñez, una espléndida cultura de la que nunca presumió. Foto: Cubadebate

El 10 de abril de 1892, fue el día de la fundación del Partido Revolucionario Cubano. En esa ocasión, fueron publicadas ocho notas en la sección, con variada extensión, puntualiza Pedro Pablo Rodríguez, director general de la Edición Crítica de las Obras Completas de José Martí. 

Resalta el estudioso, una la dedica a José Jacinto Luis, médico cubano residente en Nueva York, “en quien ni nieves, ni faenas, entibian el entusiasmo que prendió en su corazón en aquellos días gloriosos.” Relata cómo peleó en la guerra a las órdenes de Agramonte y cómo su testimonio le permitió a Martí, en ese mismo número, hacer el relato minucioso de la Asamblea de Guáimaro en 1869.

 “La palabra es fuerte y bella cuando sale de un corazón que conoció la gran virtud.” Martí  periodista, comenta sobre su entrevistado: “Luce de gloria su rostro. La mano se tiende al aire, y se sacude, como avivando las riendas del caballo”. 

No puede desligarse el verbo útil y la palabra exacta del periodismo martiano, de su amplio bagaje cultural, explorado también en la poesía, el teatro diverso y su novela única, con las que abarca zonas insondables. 

Plenos de información y estímulo intelectual, aparecen sus Cuadernos de Apuntes. Especialmente formadores de carácter moral y del decoro artístico, son sus últimos Diarios, como dijera el célebre escritor cubano, José Lezama Lima, “uno de los más misteriosos sonidos de palabra que están en nuestro idioma”.

Con todos y para el bien de todos, Los pinos nuevos, el Manifiesto de Montecristi, sean discursos o documento oficial, contienen abundante educación política, recia y perdurable. “Síntesis de los principios fundadores que nutren la raíz de la escuela nacional por él soñada, la que nos corresponde realizar cada día”, señaló Cintio Vitier en el VIII congreso de los trabajadores de la Educación cubana.

Igualmente destaca a Martí como periodista, porque le injertó al periódico, antes que la generación del 98, la savia del ensayo, según es evidente en “Emerson”, “Darwin ha muerto” y, cenitalmente “Nuestra América”. 

Abrió el compás de la crónica y el reportaje hasta dimensiones pictóricas, muralistas o de un detallismo sorprendente, e incluso pre-cinematográficas por las amplitudes panorámicas, los súbitos close-ups y el contrapunto de  Martí –desde 1976– se sitúa intuitivamente “dentro de la obra”, en su centro cordial, y desde allí descubre “las leyes que la rigen”, que es lo mismo que pediría Spitzer. Al margen de la crítica normativa y preceptiva, que se practicaba en su tiempo junto con la caprichosa o denigrante, analiza el destacado narrador y poeta, Cintio Vitier. 

Cita dos ejemplos: “El poeta Walt Whitman”, también crónica ensayística, que instaló al gran rapsoda norteamericano en nuestra lengua, y “Nueva exhibición de los pintores impresionistas”, con una comprensión artística y social de aquella escuela que no ha sido superada. Desde el memorable estudio de Enrique Anderson Imbert en 1953, y especialmente durante la última década del siglo XX, ha crecido el interés de la crítica hacia Amistad funesta o Lucía Jerez, escrita por encargo de una amiga, Adelaida Baralt, en siete días, y calificada por el propio Martí de “noveluca”. Paradigma de novela modernista, transparenta – sin embargo-  verdaderos abismos del alma femenina.

El ensayista Vitier nos acerca a una no tan conocida obra -ocasional aún- el drama indio Patria y libertad. Precisa fue escrito para una representación escolar sobre la independencia de Guatemala, anticipación de un cristianismo revolucionario o actualmente, Teología de la Liberación. 

Los que saben querer

Martí forjó desde su niñez, una espléndida cultura de la que nunca presumió. Obviamente, le permitió abordar por igual en sus escritos diversos temas políticos, artísticos, deportivos, científicos y sociales. De acontecimientos de Cuba, de América Latina, de Europa y Asia, y de donde transcurrió casi toda su corta e intensa vida, Estados Unidos.

En 1889 Martí encara un proyecto de singular envergadura al crear, escribir y dirigir, La Revista La Edad de Oro. En el primer número detalló: “Este periódico se publica para conversar una vez al mes, como buenos amigos, con los caballeros de mañana, y con las madres de mañana; para contarles a las niñas cuentos lindos con que entretener a sus visitas y jugar con sus muñecas; y para decirles a los niños lo que deben saber para ser de veras hombres.”

José Martí escribió centenares de textos para periódicos y revistas iberoamericanos. Foto: Cubadebate

Especialmente delicado. “Para los niños trabajamos, porque los niños son los que saben querer, porque los niños son la esperanza del mundo”. La Edad de Oro, con cuyos cuentos, versos, semblanzas y evocaciones, crecimos jugando con la imaginación muchos niños cubanos y latinoamericanos, expresa ternura, ética, historia, imaginación y ciencia. 

Su argumento precioso, “no sería el milagro que es si no fuera por la gracia de la forma, a la vez conversacional y escrita de modo indeleble”, describe el estudioso de Martí. 

Desde “Los tres héroes” (Bolívar, siempre el primero) hasta “Un paseo por la tierra de los anamitas”, el universo se abre para el niño y el adolescente como la granada de la sabiduría. En cada grano distinto brilla la unidad del hombre. 

La fantasía ilustra la historia. Pilar se despoja de “los zapaticos de rosa”; todo es lámina y lección; El Padre Las Casas contempla desolado “Las ruinas indias”; los pueblos reunidos en la Exposición de París echan a andar como en un desfile, cada uno con su rostro único, hacia la coralidad unitiva del amor. Definitivamente -apunta el más importante conocedor de la obra del Héroe Nacional de Cuba- es la expresión pedagógica de la libertad latinoamericana.

La Musa nueva

José Martí es todavía un universo en crecimiento. Lo es ante los ojos de cada lector nuevo o revisitador, porque su obra se mantiene incólume ante el paso del tiempo. 

Aunque la profesión que más ejerció durante su existencia fue la de periodista, no podemos desconocer, ni separarlo de su incursión literaria. “Su fulgurante poesía, que lo encumbra entre los más grandes escritores hispanoamericanos del siglo XIX, como su arduo y sacrificado quehacer político, que coronó con su muerte y lo enaltece hoy como Héroe Nacional de Cuba, bastarían por sí solos para reverenciarlo”.

Próximo a cumplir 16 años, escribió lo que se ha considerado su primer trabajo de carácter político, en enero de 1869. Un viaje profesional en crecimiento, desde que comenzara en su adolescencia con El Diablo Cojuelo, hasta la culminación de su periodismo político en Patria.

Dos años después de haber padecido el presidio y trabajo forzado en Cuba, deportado hacia España, escribió un trabajo titulado “Castillo”, apellido de un hombre muy viejo que se hallaba encarcelado, y posteriormente el titulado “El Presidio Político en Cuba”. Tenía 18 años.

Martí describió: “Si los dolores verdaderamente agudos pueden ser templados por algún goce, sólo puede templarlos el goce de acallar el grito de dolor de los demás. Y si algo los exacerba y los hace terribles, es seguramente la convicción de nuestra impotencia para calmar los dolores ajenos.”

Toca a la prensa guiar

Después de proclamada la Primera República española, en 1873 Martí elaboró otro significativo trabajo, donde expuso sus consideraciones acerca de la lucha por la independencia de Cuba y cuál debía ser la postura de los nuevos gobernantes.

Apenas un mes después de su llegada a México en 1875, ocupó una plaza de periodista en la Revista Universal de Política, Literatura y Comercio. Poco tiempo después colaboró con El Socialista, órgano del Gran Círculo Obrero de México y al final de su estancia en tierra azteca, publicó varios trabajos en el periódico político El Federalista.

Martí ejerció profundas críticas a la oposición, en particular a la figura de Porfirio Díaz y sus seguidores, hasta que el periódico cerró. Movido por las difíciles circunstancias políticas y requerimientos de índole familiar, José Martí salió de México con destino a La Habana el 2 de enero de 1877.

Deja constancia sobre cuál debe ser la misión de la prensa; escribe Boletines con el seudónimo de Orestes. Desde Ciudad de México produjo centenares de artículos, gacetillas y reseñas teatrales y boletines de sesiones parlamentarias. Fue importante juntarse con notables literatos como Juan de Dios Peza, quien comentaba que Martí era el primero en llegar y el último en salir. De Martí, Guillermo Prieto, afirmaba que si hubiesen faltado anuncios, el cubano los habría inventado. 

Desde Escenas mexicanas, Revista Universal, México, expresó: “… toca a la prensa encaminar, explicar, enseñar, guiar, dirigir, tócale examinar los conflictos, no irritarlos con un juicio apasionado, no encarnizarlos con un larde de adhesión tal vez extemporánea, tócale proponer soluciones, madurarlas y hacerlas fáciles”. 

Esta primera estancia mexicana, le permitió identificar potenciales amenazas para América Latina, como la creciente agresividad norteamericana. Así como la necesidad de consolidar la identidad y autoctonía latinoamericana y caribeña.

Dicen que la sala de prensa del Universal fue un laboratorio de periodismo, donde aprendió a escribir velozmente sobre diversos temas y cubrir el espacio vacío de una página. También lo enamoró el olor de la tinta, la corrección de las pruebas, la composición de las planas y el ruido de las prensas. 

“Es la labor de la imprenta misteriosa: / Propaganda de espíritus, abiertos/ Al Error que nos prueba, y a la Gloria, / Y a todo lo que brinda al alma un cielo, /Cuando el deber con honradez se cumple, /Cuando el amor se reproduce inmenso. /Es la imprenta la vida…/” Publicado en De noche en la imprenta, de la Revista Universal en México, el 10 de octubre de 1875.

Igualmente, José Martí escribió centenares de textos para periódicos y revistas: La Soberanía Nacional, de España; la Revista Universal, de México; La Opinión Nacional, de Venezuela; La República, de Honduras; y La Nación, de Argentina; El Progreso, de Guatemala; entre otros. 

Posteriormente residió en Guatemala, entre abril de 1877 y agosto de 1878. Allí escribió un trabajo en el que analizó los Códigos nuevos que se aplicarían en el país y además elaboró un folleto titulado con el nombre de este país centroamericano. Redactó el proyecto de la revista Guatemalteca, aunque no le fue posible publicarla.

Así desarrolló su lúcido y abarcador periodismo, con una pulida, pero no sencilla escritura. Divulgó su proyecto transformador, la alerta ante el hegemonismo de Estados Unidos. Era “guerra de pensamiento”. Por eso sus temas recurrentes, fueron la “guerra necesaria”; la “república nueva” y la unidad de acción latinoamericana frente a Estados Unidos.

El periódico contribuía a fomentar el sentimiento patriótico, en su sentido más amplio. También a apreciar los valores de la cultura, artística y espiritual de nuestra América. 

Sensible, perspicaz, con gran capacidad de observación y análisis, sobre su más constante oficio, comentó: “El periodista ha de saber, desde la nube hasta el microbio”. Para aprender sobre su estilo, hay que escrutar los esenciales textos periodísticos, su gran prosa creativa y la mayor proporción de su obra escrita. Todo en él es un mensaje coherente. 

El valor de trabajar juntos

El líder del grupo de investigación de la Edición Crítica de las Obras Completas de José Martí, del Centro de Estudios Martianos, el Dr. Pedro Pablo Rodríguez, reseñó la habilidad martiana para reunir a un selecto grupo de patriotas, como colaboradores en el periódico Patria. 

Destacan Gonzalo de Quesada Aróstegui (47 textos); el puertorriqueño Sotero Figueroa (41), dueño de la imprenta donde se tiraba el periódico; Fernando Figueredo Socarrás (34), combatiente e historiador del 68 y prominente entre los emigrados de la Florida; Fermín Valdés-Domínguez (19), su amigo de siempre; Juan Fraga (19), presidente del Cuerpo del PRC en Nueva York; Serafín Sánchez (18), oficial  mambí y líder en Cayo Hueso.

También incluyen a Enrique Loynaz del Castillo (15), joven huido de Cuba al ser descubierto como conspirador; Martín Rodríguez (14) el puertorriqueño Francisco González Marín (14);  y otros más como Gualterio García, de Cayo Hueso; Benjamín Guerra, el tesorero del PRC; Rafael Serra, brillante escritor siempre leal a Martí; y Esteban Candau, ambos residentes en Nueva York; y Tomás Estrada Palma, hombre del 68 que fuera presidente de la República en Armas, quien ocultaba su postura anexionista. 

A lo largo del siglo XIX, un elevado número de publicaciones insulares, semanarios y diarios abrieron el paso al periodismo, estableciendo una diferencia con las publicaciones seriadas estrictamente literarias. 

Entre enero y julio de 1881, Martí logra una relación con el dueño y director de La Opinión Nacional, de Caracas, Venezuela. Además de escribir, hace realidad el sueño de crear y dirigir una Revista venezolana, aunque de esta solo pudo editar dos números, porque tuvo que salir de la capital venezolana. Posteriormente, ya arraigado en Nueva York, comenzó a escribir para La Opinión Nacional (Caracas), donde publicó unas diez crónicas mensuales, durante nueve meses.

Ya era notable el uso y desarrollo del espacio impreso y sostenida la calidad en la escritura. La prensa estadounidense sentó cátedra a finales de siglo, abriendo camino al periodismo moderno.

En Nueva York, fue valiosa la labor de José Martí en publicaciones como The Sun, y The Hour –donde escribía en francés, para ser traducido al inglés– también lo hizo en El Avisador Hispanoamericano, La Revista Ilustrada, El Economista Americano y El Porvenir y La América, que dirigió. 

La escritura martiana mostró sus galas, en las “Escenas norteamericanas”. Una de estas fue publicada en El Economista Americano, en octubre de 1888 y dedicada a los vendedores de diarios que él mismo conoció. Por la emotividad y detalladas descripciones, son consideradas de lo más brillante de su producción periodística y de la prensa de su época. 

Otras crónicas fueron asentadas, a través de su prolongada colaboración con La Nación (Buenos Aires), donde publicó casi 300 de sus “Escenas Norteamericanas”. En la edición del 28 de marzo de 1886, enfatizó. “No hay monarca como un periodista honrado”.

Unas 146, fueron impresas en El Partido Liberal (México), integran una voluminosa muestra del arte de narrar una historia real, como si fuese un cuento de ficción. Con la imaginación verosímil, es fruto autóctono del siglo XIX al XX, con la obra del cubano José Martí, el nicaragüense Rubén Darío y el mexicano Manuel Gutiérrez Nájera, a quienes el modernismo desbordó la poesía para fertilizar la crónica. 

La independencia intelectual es obligada, a fin de desarrollar una conciencia crítica:
“Criticar no es censurar, sino ejercitar el criterio”. El periodista, dijo Martí, “debe desobedecer los apetitos del bien personal, y atender imparcialmente al bien público. Debe ser coqueta para seducir, catedrático para explicar, filósofo para mejorar, pilluelo para penetrar, guerrero para combatir. Debe ser útil, sano, elegante, oportuno, saliente. En cada artículo debe verse la mano  enguantada que lo escribe, y los labios sin mancha que lo dictan. No hay cetro mejor que un buen periódico”.
En su paradigmático ensayo Nuestra América, publicado inicialmente en la Revista Ilustrada de Nueva York, el primero de enero de 1891 y reproducido el 30 del propio mes y año, por El Partido Liberal de México, Martí llegó a plantear que trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra. Resuelve la falsa contradicción entre civilización y barbarie. Expresa su juicio ante el problema de la relación de lo universal y lo particular. “...Injértese en nuestras repúblicas el mundo; pero el tronco ha de ser el de nuestras repúblicas...”.

Martí fue un periodista total, un referente. Un innovador con fuerza poética, objetividad reflexiva, conocimientos y humanismo. Desde esa labor defendió con fiereza a Cuba, por lo que su última misión periodística, fue la de reportar la guerra de 1895.

Desde la distancia, dirigía el periódico Patria. El 25 de marzo de 1895, día de la firma del Manifiesto de Montecristi, envió desde República Dominicana una carta, cuando se disponía  junto al generalísimo Máximo Gómez, para viajar hacia Cuba donde muere en combate el 19 de mayo de 1895.

 “Una es la prensa y mayor su libertad, cuando en la república segura se contiende, sin más escudo que ella, por defender las libertades de los que las invocan para violarlas, de los que hacen de ellas mercancía y de los que las persiguen como enemigas de sus privilegios y de su autoridad. Pero la prensa es otra cuando se tiene en frente el enemigo. Entonces, en voz baja, se pasa la señal. Lo que el enemigo ha de oír, no es más que la voz de ataque.”


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