Brasil juega contra todos y contra su propia historia

Brasil está iniciando una de sus más serias aventuras, conquistar el hexacampeonato, y volver a ser campeón luego de que desde el Mundial de Japón-Corea 2002 no consigue levantar la preciada estatua de ganador, y para conseguir el título se ha puesto en manos de Luiz Felipe Scolari, Felipão para sus conocidos.

Scolari tomó el mando de la canarinha luego de los inmensos fracasos de Dunga, eliminado por Holanda en el Mundial de Sudáfrica, y de Mano Menezes, su sucesor durante dos años, en los que sólo recibió palos y virulentas críticas.

La canarinha no ha cambiado mucho desde la llegada de Scolari, pero al menos el público tiene mayor respeto por el técnico que consiguió el pentacampeoanto en aquel partido contra la Alemania de Oliver Khan.

El equipo del pueblo que no juega como al pueblo le gusta, sino como quiere Scolari, que pega, empuja, traba, lucha y después confía en Neymar.

Scolari forma parte de la banda de técnicos que piensan en el factor resultado por encima de cualquier cosa y esta mucho más cerca de Claudio Coutinho y Dunga que de Tele Santana o Zagallo, para citar nada más estos defensores de la pelota bien cultivada.

Está claro, y todos en Brasil lo saben: El único mitigante válido es que Brasil gane, pues como dice Roberto Carlos, aquel simpático y excepcional marcapunta, el segundo puesto será otro fracaso como el mítico e inolvidable Maracaná.

Brasil juega contra todos y contra la leyenda del pentacampeón.