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    Su voz siempre vuelve desde las entrañas del arraigo, el cúmulo de motivos y el compromiso social. Y en ella, el espíritu ejemplar de Victor Jara y su profético sacrificio.

Porque no puede haber una revolución sin canciones, la vida política de Chile tuvo las suyas, como expresión de la imperiosa necesidad de cambiar a favor del amor.

Hacer un alto en la vigencia de su legado, es pensar respetuosamente en Victor Jara, en este mes de su renacimiento. Noventa y un años de nacido y cincuenta años después de su trágica muerte, continuamos conmovidos por la hondura humanista de aquel poeta, de sentido arraigo popular.

¿Fueron necesarios 44 disparos para matar un cuerpo? Allí estaban los 22 balazos en su espalda, 14 en sus brazos, seis en sus piernas, dos en la cabeza. También insistieron en cortarle la lengua, como en destrozar y arrancarle sus manos. ¿A qué temían tanto sus asesinos?

Aun cuando la censura impuesta por la dictadura de Augusto Pinochet, hizo lo suyo en más de una generación chilena y la omisión intensionada, reveladora del odio fascista mandó a callar al cantor, su voz siempre vuelve desde las entrañas del arraigo, el cúmulo de motivos y el compromiso social. Y en ella, el espíritu ejemplar de Victor Jara y su profético sacrificio.

Así vuelan tanto los amores como las calamidades entre versos libres, en las comunes realidades latinoamericanas plasmadas en sus canciones. La miseria, la represión, las cicatrices, las marcas imperiales; hay tanta vigencia en su palabra, en su obra. Y si alguien lo duda, lo invito a escuchar la Plegaria a un Labrador.

 

Cito al crítico de arte cubano, Guille Vilar, cuando alude “Zamba al Che”, para enfatizar que Victor Jara comulgaba con idénticas razones por las que aquel hombre, entregara su vida a favor de una causa justa.

 

“Otras -canciones- expresan su pasión solidaria por conflictos en lejanas regiones, como “El derecho de vivir en paz”, dedicada a la lucha del heroico pueblo vietnamita en contra del ejército invasor estadounidense, canción que, a propósito, en cada aniversario del lanzamiento de la
bomba atómica en Hiroshima, es interpretada en japonés por un coro de dicha ciudad asiática”. refiere el Guille.

 

“Esta merecida expansión de la amplitud de su obra, que los asesinos no se podían ni imaginar, ha llegado hasta una figura mediática del rock como Bruce Springsteen, quien durante un concierto -hace varios años- en el propio Santiago de Chile, cantó en español, como para que nadie dudara de su compromiso con el autor, nada menos que la emblemática “Manifiesto”, una de las piezas en donde Jara conceptualiza el matiz de su ideología progresista”.

 

Vamos a evocar ahora y siempre, el amor de dos obreros de una fábrica, en cualquier lugar del mundo. Es sin dudas “Te recuerdo Amanda”, la inolvidable historia de amor que han cantado grandes artistas como Silvio Rodriguez, Joan Manuel Serrat, Mercedes Sosa, por solo citar a
tres inmensos.

 

Víctor Lidio Jara Martínez, nació en la Región de Ñuble, Chile, un 28 de septiembre de 1932. Su tarea autoimpuesta, fue la de rescatar el folklore popular, como bandera de identidad, libertad y dignidad del pueblo chileno. El cantautor fue militante del Partido Comunista y miembro del
Comité Central de las Juventudes Comunistas, durante el gobierno de la Unidad Popular. La cultura, el teatro y la canción, sus únicas herramientas de educación, pensamiento y lucha.

 

Porque no puede haber una revolución sin canciones, la vida política de Chile tuvo las suyas, como expresión de la imperiosa necesidad de cambiar a favor del amor.

Los movimientos culturales y sus emblemáticas figuras, nacen de forma inevitable del compromiso con la sociedad. Mencionemos como fruto de ello, a la gran Violeta Parra y a los grupos de música folklórica: Quilapayún e Inti-Illimani.

Recordemos a Victor Jara

El último viaje

En marzo de 1973, Victor fue invitado a nombre del Instituto Nacional de Cultura en Perú, por el poeta Arturo Corcuera, quien también era su amigo.

Tal como aparece celosamente guardada en la fundación del mencionado poeta, Víctor -tan atribulado de trabajo- le responde tardíamente una carta mecanografiada. “Mucho me ha alegrado saber que consideras mi nombre para efectuar algunos recitales. Claro que he sido un imbécil al
no proponerte una fecha inmediatamente”. Y propuso: “Si todavía hay tiempo y posibilidades, creo que podría permanecer allá alrededor de 10 días durante la segunda quincena de agosto o la primera de septiembre”. 

Varias semanas después, el diario “El Siglo”, anunció aquel viaje para finales de junio de ese año, con un ciclo dedicado a la Nueva Canción Latinoamericana, invitación extendida a otros invitados como Isabel Parra, Alfredo Zitarrosa y Daniel Viglietti. 

El mundo se movía a favor de la efervescencia latinoamericana, por lo que Isabel Parra se disculpó al no poder asistir a la misma convocatoria en Perú. Debía viajar con el grupo Inti Illimani y una numerosa delegación, al Festival de la Juventud en Berlín, RDA. Allí interpretaron a nombre de Chile, en una gala dedicada a esa nación en el Teatro Bertolt Brecht: “Canto para una semilla”. 

En Perú, Victor Jara tuvo una intensa actividad, en plena efervescencia del gobierno de Juan Francisco Velasco Alvarado. Así lo describió en el relato “Las raíces del canto”, publicado en la revista número nueve de La Quinta rueda. “Aquí la cuestión es más tremebunda, porque las manifestaciones de izquierda son multifacéticas. Alcancé a contar casi veinte grupos revolucionarios. Algunos de ellos ‘tan revolucionarios’ que consideran las teorías de Mao, Fidel o el Che totalmente obsoletas”, escribió Jara.

“Logré enseñar canciones a grupos universitarios, tuve intercambio con compositores nuevos, que ven en la canción comprometida el camino de salida a su vocación. Participé en un acto de solidaridad con Chile preparado por la CGTP (Confederación General de los Trabajadores del
Perú). Intervine en un pleno del Magisterio, conocí personalidades de la música y la literatura. Dí alrededor de veinte recitales en teatros y lugares al aire libre”. Contó Victor Jara, después de presentarse en las ciudades de Lima, Chiclayo, Cusco, Trujillo y Arequipa, en el sur del país. 

Algo normal en Jara, después de una presentación, fue aceptar la invitación de un hombre de pueblo, un obrero de las barriadas limeñas. “Nos entendimos rápidamente y tomamos ‘Once’, con huevos fritos. Mientras los niños jugaban y me mostraban sus tareas, conversamos de todo: casas, hijos, Perú, Chile, revolución, cambios, etc”. 

El 17 de Julio, Jara visitó -por última vez- un Estudio de Televisión y grabó entre otras canciones: El arado, El Cigarrito, Cuando voy al trabajo, El derecho de vivir en paz, durante la presentación para la estación Panamericana Televisión.

 

Victor llegó finalmente al inconmensurable Cusco. Aludiendo al antropólogo Marino Sánchez Macedo, a quien conoció en este andar, dijo: “me enseñó a mirar a través de las milenarias piedras incaicas de Cusco, Piquillacta, Sacsayhuamán y Machu Picchu”. 

Desde Perú, estuvo atento del Tanquetazo, un intento de golpe de Estado que ocurrió en Chile el 29 de junio de 1973. Aquella mañana, 16 vehículos armados se encaminaron hasta el Palacio Presidencial de “La Moneda”, para abrir fuego contra los edificios gubernamentales, contando con más de 80 soldados y oficiales intermedios. 

Entre los que lideraron la respuesta para sofocar la intentona, aparentemente resuelta en mediodía, estaba Augusto Pinochet. El Presidente Salvador Allende, llamó a los uniformados a integrar el llamado Gabinete de Seguridad Nacional y el Comandante del Ejército de Chile, general Carlos Prats, asumió el Ministerio de Defensa el 9 de agosto de 1973. 

Ante una manifestación de inconformidad por parte de las esposas de los generales, sobre la lealtad de Prats al Gobierno de Allende, el propio Prats solicitó a éstos, confirmaran públicamente su lealtad hacia él, a lo que la mayoría se negó. Ante estos hechos, el 23 de agosto de 1973, Prats renunció a la comandancia en jefe y a su cargo de ministro de Defensa y recomendó a Allende, que designara a Pinochet. 

No muy tarde, el 11 de septiembre de 1973, el propio Augusto Pinochet en contubernio con la CIA, protagonizan el sangriento Golpe de Estado de Chile, uno de los más crueles que se recuerden, que terminó con el derrocamiento y la muerte del democráticamente electo -tras el triunfo de la Unidad Popular (UP) en 1970- Presidente Salvador Allende (1908-1973). Luego vendrían 17 años de dictadura militar por el general Augusto Pinochet (1974-1990). 

Última actuación

Aquel 10 de septiembre de 1973, el solo hecho de encontrarse especialmente con niños y gente sencilla, en la Escuela Básica URSS, lo hizo feliz.

El centro escolar estaba ubicado en medio de una villa habitada por militares, del sector de Tejas de Chena en San Bernardo, Santiago de Chile; por lo que se aglomeraron no solo los estudiantes, sino también sus padres. Una vez culminaron las actuaciones infantiles, leído el mensaje del alumno homenajeado, comenzó lo que sería la última actuación pública de Victor Jara. 

Con su simpatía y calidez, encantó al auditorio que lo apreciaba por primera vez, guitarra en mano. Fue fácil la comunicación a través de la música, las personas siguieron la melodía, canturrearon algunos estribillos, mientras daban alegres palmadas. 

En algún momento tocó el turno a la canción “El hombre es un creador”, que tenía como introducción el sonido de una peineta y un papel, por lo que Victor pidió ayuda al público. “Necesito un acompañante”, dijo y explicó cómo podrían hacerlo. 

En el ambiente, ya festivo, dio un paso al frente el padre del alumno homenajeado, vestido de completo uniforme. Victor no salía de su asombro, al tiempo que lo recibió con agrado y logró que el suboficial cogiera el ritmo sin equivocarse. Para admiración de todos, resultó un dúo completamente afinado y empático. Por lo que la actuación terminó con un fuerte abrazo entre ambos, coronado por una ovación. 

Finalizado el acto sobre la una de la tarde, Victor no se quedó al cóctel del cierre, aludiendo a otros compromisos de trabajo y regresó a Santiago por la carretera Norte-Sur. Cuentan que iba completamente eufórico, esperanzado por la energía vivida en el lugar, donde vio a los habitantes civiles, unidos a los uniformados, como un mismo pueblo. 

Dieciocho horas después, la noticia de que el gobierno de Salvador Allende, fue asolado por una traición, recorrió el mundo. 

Las últimas horas

Aquella mañana amaneció fría, nublada y melancólica: como describió Joan Turner (esposa de Victor, conocida como Joan Jara), al fatídico 11 de septiembre de 1973. 

“En el camino de vuelta enciendo la radio del coche y me entero de que Valparaíso ha sido acordonado y está teniendo efecto un movimiento de tropas desacostumbrado. Los sindicatos convocan a todos los trabajadores a reunirse en los lugares de trabajo porque se trata de una emergencia, una alerta roja. Me doy prisa para contárselo a Víctor.

Cuando llego le encuentro levantado y manipulando la radio, con la intención de sintonizar Magallanes u otra emisora partidaria de la Unidad Popular. ‘Parece que ya empezó’, nos decimos”.

Tras la asonada golpista, se produjo una breve conversación con su esposa, donde determinaron qué harían después de aquel bombardeo en La Moneda y posterior al toque de queda. Victor partió con rapidez hasta la Universidad Técnica del Estado y desde allí, llamó a Joan para que estuviera tranquila, asegurando que en cuanto le fuera posible iría para la casa con ella y las niñas. Familia conformada con Manuela, del primer matrimonio de Joan y Amanda, de ambos.

"Fue imposible despedirnos como correspondía. Si lo hubiésemos hecho, me habría aferrado a él, y no le habría dejado marchar", rememoró Joan al recordarlo. "Volveré en cuanto pueda, mamita... tú sabes que tengo que ir... mantén la calma";, fueron las últimas palabras de Victor para su amada.

Joan siempre elogió su preocupación por la familia, por sus colegas profesores de la UTE (actualmente USACH) y por los estudiantes, a quienes dedicó su texto final ("pero todos con la mirada fija en la muerte"). Su poema Estadio Chile (o Canto que mal me sabes), posteriormente musicalizado por varios artistas y agrupacionesinternacionales.

 

La noche del 11 de septiembre de 1973, la Universidad fue rodeada por carros blindados llenos de soldados, preparándose como si tuvieran que atacar a una fortaleza militar. Ante la inminencia del asalto, los estudiantes y algunos profesores fueron trasladados a la la Escuela de
Artes y Oficios, un edificio con paredes más resistentes. 

Después de un continuo cañoneo, irrumpieron en el edificio golpeando a culatazos a todo el que se atravesara. Cuentan que el camarógrafo Hugo Araya, quien había entrado previamente a filmar una exposición, al situar la cámara de frente, fue ultimado al instante. Victor Jara fue obligado a permanecer boca abajo en el piso, junto a otros estudiantes, con la amenaza de volarles la cabeza si la levantaban. 

Desde allí, estaba previsto que con una visita de Salvador Allende, se anunciaría su decisión de realizar un plebiscito y Victor Jara, abriría con su canto aquella alocución. Pero lo que sucedió después, fue un dramático desenlace. El presidente se mantuvo en La Moneda tras el ataque. 

"Pagaré con mi vida la lealtad del pueblo", fue parte de aquel discurso final, transmitido por Radio Magallanes.

El 16/09/1973 el fascismo asesinó a Victor Jara. Cincuenta años después, él aún canta.


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