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  • En los últimos treinta años, las catástrofes, definidas como graves interrupciones en el funcionamiento de una comunidad o sociedad, han causado las mayores pérdidas relativas en países de ingresos bajos y medianos bajos.
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    En los últimos treinta años, las catástrofes, definidas como graves interrupciones en el funcionamiento de una comunidad o sociedad, han causado las mayores pérdidas relativas en países de ingresos bajos y medianos bajos.

Los agricultores, especialmente los pequeños productores que trabajan en condiciones de secano, son las partes más vulnerables en los sistemas agroalimentarios.

Nunca antes en la historia, los sistemas agroalimentarios habían enfrentado una diversidad tan extraordinaria de amenazas nuevas y sin precedentes. Entre ellas se incluyen incendios de gran magnitud, fenómenos meteorológicos extremos, proliferación inusual de enjambres de langostas del desierto y amenazas biológicas emergentes, como la pandemia de la enfermedad por coronavirus (Covid-19).

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El informe señala que estos peligros no solo cobran vidas, sino que también devastan la producción agrícola y ganadera, con consecuencias negativas en cadena que afectan a hogares, comunidades, y tienen un impacto a nivel nacional y regional que puede perdurar durante generaciones.

De acuerdo con un nuevo informe difundido por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), en las últimas tres décadas se estima que se ha perdido una producción agrícola y ganadera valorada en aproximadamente 3.8 billones de dólares debido a catástrofes, lo que equivale a una pérdida promedio de 123,000 millones de dólares al año o un 5% del producto interno bruto agrícola mundial anual.

Países con ingresos bajos y medianos en mayor vulnerabilidad

El informe revela que, en los últimos treinta años, las catástrofes, definidas como graves interrupciones en el funcionamiento de una comunidad o sociedad, han causado las mayores pérdidas relativas en países de ingresos bajos y medianos bajos, llegando a representar un 15% de su Producto Interno Bruto (PIB) agrícola total. Además, estos eventos han tenido un impacto significativo en los Pequeños Estados Insulares en Desarrollo (PEID), con pérdidas de casi el 7% de su PIB agrícola.

El informe principal de la FAO, titulado "Repercusiones de las catástrofes en la agricultura y la seguridad alimentaria", proporciona la primera estimación global de cómo las catástrofes afectan a la producción agrícola, centrándose en cultivos y ganado.

Se subraya en el informe la urgente necesidad de mejorar los datos y la información relacionados con los efectos de las catástrofes en todos los subsectores de la agricultura, con el fin de establecer sistemas de datos sólidos que puedan servir como base para la implementación de medidas eficaces.

“La agricultura es uno de los sectores más expuestos y vulnerables en el contexto del riesgo de catástrofes, dada su gran dependencia de los recursos naturales y las condiciones climáticas. Los desastres recurrentes pueden menoscabar los logros en materia de seguridad alimentaria y minar la sostenibilidad de los sistemas agroalimentarios”, señaló el Sr. QU Dongyu, Director General de la FAO, en el prólogo del informe. “Aprovechando el conocimiento técnico especializado de la FAO, en la publicación se exponen las oportunidades para abordar proactivamente los riesgos existentes en la agricultura y se muestran maneras de integrar el riesgo de catástrofes en las prácticas y políticas agrícolas”.

De acuerdo con el informe, en la actualidad, la incidencia anual de catástrofes supera en más del triple lo registrado en las décadas de 1970 y 1980. En lo que respecta a los sectores que engloban agricultura, industria, comercio y turismo, la agricultura en solitario enfrenta un desproporcionado 63% de las repercusiones derivadas de las catástrofes.

Los países más afectados por estos desastres son aquellos que se encuentran en la categoría de Países Menos Adelantados (PMA) y naciones de ingresos bajos y medianos.

El documento resalta que las amenazas plantean efectos en cascada en múltiples sistemas y sectores. Entre los factores subyacentes que contribuyen al riesgo de catástrofes se incluyen el cambio climático, la pobreza y la desigualdad, el crecimiento demográfico, las emergencias sanitarias desencadenadas por pandemias, prácticas insostenibles en el uso y manejo de la tierra, conflictos armados y degradación ambiental.

Los agricultores, especialmente los pequeños productores que trabajan en condiciones de secano, son las partes más vulnerables en los sistemas agroalimentarios y, por consiguiente, suelen verse más perjudicados por las consecuencias de los desastres. En situaciones extremas, las catástrofes pueden provocar el desplazamiento y la emigración de las poblaciones rurales.

Preparación para el futuro

La colaboración integral y la cooperación intersectorial son fundamentales para enfrentar las catástrofes. Los países deben adoptar un enfoque de gestión de riesgos sistémicos que considere múltiples peligros y sectores, permitiendo anticipar y prevenir los riesgos relacionados con catástrofes en la agricultura, así como prepararse y responder a ellos.

Estas estrategias deben abordar no solo los riesgos naturales, sino también las amenazas de origen humano y las amenazas biológicas, como la pandemia de la Covid-19, basándose en una comprensión de la naturaleza sistémica y las interconexiones de los riesgos.

Innovaciones como la teledetección, la recopilación de información geoespacial, drones, tecnología robótica orientada a catástrofes y el aprendizaje automático, son herramientas poderosas para evaluar y recopilar datos, y ofrecen mucho en términos de reducir el riesgo de catástrofes en la agricultura.

Además de una gobernanza eficaz, es esencial fomentar asociaciones entre los sectores público y privado para abordar con urgencia la necesidad de invertir en la reducción de la vulnerabilidad de la agricultura ante catástrofes y el cambio climático.


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