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  • Desde su indiscutido liderazgo político y cultural, Raúl Roa sentó las bases de una diplomacia moderna, cuyo mayor reto fue llevar adelante los principios que enarbolaba la Revolución.
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    Desde su indiscutido liderazgo político y cultural, Raúl Roa sentó las bases de una diplomacia moderna, cuyo mayor reto fue llevar adelante los principios que enarbolaba la Revolución.

Fue un profundo conocedor de la historia, el arte y la literatura; bagaje con que promovió su labor, cuando fue designado Director de Cultura del Ministerio de Educación en 1948.

Cualquier contienda internacional donde se intenta mancillar la dignidad del pueblo cubano, recuerda a Raúl Roa.

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Un extraordinario pensador político, de los más importantes del siglo XX en Cuba, y un exponente muy destacado de la posición del socialismo en la isla antillana.

En Raúl Roa García (La Habana, Cuba, 18 de abril de 1907 - 6 de julio de 1982), como en varios de los compañeros de su generación, se conjuga la vanguardia intelectual y política.

Tempranamente supo que la unidad es la clave para la permanencia de un proyecto político, y en el caso de Cuba, garantizar su supervivencia ante los cruentos desafíos.

Uno de los fundadores del Directorio Estudiantil Universitario (DEU) en 1927, organización que abandonó más tarde por divergencias ideológicas, para fundar con Pablo de la Torriente Brau, Gabriel Barceló y otros compañeros, el Ala Izquierda Estudiantil (AIE) en 1931.

Los cambios intelectuales que provocó en Cuba la Revolución de 1930, convirtieron a Raúl Roa en una pluma respetada, a pesar de que fuera un rebelde. Durante extensos períodos de clandestinidad y encarcelamientos como joven revolucionario, hicieron que sus labores más relevantes fueran las de ideólogo y agitador, descollando como una personalidad sobresaliente de ideología transformadora.

Roa García fue graduado de doctor en Derecho en 1935. Este año publicó su obra más relevante “Bufa subversiva". Para 1940 obtuvo una cátedra en la Universidad de La Habana. Tuvo que ver en su formación, que procediera de una familia de gran tradición patriótica, la cual dio una contribución combativa en la etapa de las luchas independentistas.

Sus dotes oratorias elevadas, estuvieron sustentadas por su amplia cultura universal, que lo expusieron como una de las figuras más singulares de las hornadas revolucionarias antillanas.

Fue un profundo conocedor de la historia, el arte y la literatura; bagaje con que promovió su labor, cuando fue designado Director de Cultura del Ministerio de Educación en 1948.

Sus concepciones políticas, como su actuación por servir a la lucha revolucionaria, eran expuestas en sus escritos de verbo encendido. Tal vez lo diferenciaba de otros pensadores que no cultivó la poesía, como lo hicieron los próceres cubanos Rubén Martínez Villena, Juan Marinello, Julio Antonio Mella y hasta Carlos Rafael Rodríguez.

Un hombre de criterio propio forjado en un caudal versátil. “Estimo que se puede ser marxista y admirar a un escritor no marxista. ¿No admiraba Marx a Aristóteles, Epicuro, Demócrito, Heráclito, Heine, Schiller, Shakespeare, Diderot y Balzac? ¿Y Lenin no se deleitaba con Tolstoi? Si Marx propugnó la transformación del mundo, éste no empieza ni acaba con él. Nadie tuvo más clara conciencia de eso que el genial tudesco”; dijo Roa en la entrevista aparecida en la revista Cuba. La Habana, octubre de 1968.

Para Roa, “en el largo, enmarañado y turbio proceso que va desde 1940 hasta el taimado golpe militar del 10 de marzo de 1952, mantuve consecuente con lo que juzgué mi deber revolucionario, la difícil posición del francotirador hostilizado por tirios y troyanos. El único partido del que he sido miembro es el actual Partido Comunista de Cuba. Huelga añadir que ese es también el más alto honor de mi vida revolucionaria”.

Para especificar sobre la formación de su conciencia antimperialista, razonó: “se nutrió de varias fuentes: la revelación de la realidad semicolonial en los hechos inmediatos y en el conocimiento de la historia republicana, jalonada sombríamente por la Enmienda Platt, la penetración económica y financiera y las intervenciones yanquis directas o indirectas en Cuba y en América Latina, el redescubrimiento de Martí a partir de las “glosas” de Mella, el bloqueo norteamericano a la Revolución Mexicana, las lecturas de Ingenieros, Sanguily, Varona, Mariátegui, Marx y Lenin, y, singularmente, la epopeya de Sandino en Nicaragua. La primera vez que conocí un calabozo de la policía fue precisamente por haber suscrito, recién llegado a la Universidad, un manifiesto contra la invasión imperialista en la patria de Darío”.

Roa en Revolución

Desde el triunfo de la revolución del 1ro de enero de 1959, Fidel Castro lo llama a participar activamente, y pronto fue el canciller en el Gobierno Revolucionario: designado Ministro de Relaciones Exteriores.

En 1965, cuando Fidel dio a conocer la carta de despedida del Che, Roa fue presentado como miembro del Comité Central del Partido Comunista de Cuba.

Quien antes de 1959 criticó el uso dogmático del marxismo impulsado desde la URSS, fue entonces un agudo cuestionador del estalinismo y abrazó en la Revolución cubana “la aplicación creadora de las ideas de Marx”.

Roa define su militancia en el Partido Comunista de Cuba, liderado por Fidel como “el más alto honor de mi vida revolucionaria”, dice al ensayista Ambrosio Fornet, en la entrevista “Tiene la palabra el camarada Roa”, publicada por la Editorial Letras Cubanas en 2007.

“El marxismo, bajo la égida de Fidel Castro, se concibe y aplica con un ímpetu creador y una independencia de criterio que jamás antes tuvo, sin que se altere su sustancia, se soslaye su carácter internacionalista, ni se detenga su expansión. De eso le viene su frescura, su vitalidad, su audacia, su firmeza, su autoctonía y su universalidad a la Revolución Cubana. Por eso, ahora se es y no se es marxista como se era diez años, veinte años atrás.”, apuntó.

En el libro: “En pie”, publicado en 1959, Roa comienza diciendo “Cuba ha retornado al futuro y se enrumba hacia la estrella de su destino (…) Es la revolución que demandan los tiempos”.

La fuerza de la razón

Desde el primer día en que Roa traspasó el umbral de un foro de la OEA, nunca ocultó su desconfianza ante el manual de esa institución, que calificó posteriormente como “Ministerio de Colonias”. Cuánta razón tiene todavía esa afirmación.

Con el objetivo de difundir el pensamiento, la obra y la vida revolucionaria de Raúl Roa: “un “treintero” que no se fue a bolina”, su hijo Raúl Roa Kourí, preside de una Cátedra Honorífica “Raúl Roa García”: “que aspiro -como Roa mismo de la suya, en la Facultad de Ciencias Sociales y Derecho Público- tenga el rumor de la colmena y no la aridez insulsa de lo trillado”, dijo en la inauguración el  7 de julio de 2021.

 

Pocos años antes, el Premio Nacional de Ciencias Sociales, Fernando Martínez Heredia expresó sobre Roa, que era justo llamarlo canciller de la dignidad, pero es totalmente insuficiente para caracterizarlo y añadió: “Tenemos necesidad y urgencia de desarrollo del pensamiento y el conocimiento sociales, para que los problemas principales del país se vayan convirtiendo en objeto de debate y de atención prioritaria de las mayorías del país. Si logramos ese objetivo será mucho más abarcadora y profunda la unidad de los cubanos en su diversidad, dispondremos de más fuerzas que las que pueden palparse y medirse, y ejerceremos la única defensa eficaz del socialismo, que es profundizarlo y convertirlo en una creación de las mayorías. La vida y la obra de Raúl Roa constituyen una de las reservas y las lecciones más valiosas que tenemos a nuestro alcance”.

“Termino con una oración extraída de un trabajo primerizo suyo, de brillantez y hondura inusitadas en un joven de veinte años, y también demasiado audaz, como se debe ser a esa edad. Dice Roa de José Martí algo que cabe enteramente decir de él: "Todo el que cumple ampliamente con su tiempo, lleva en sí una partícula de eternidad", sentenció el filósofo y ensayista cubano, Martínez Heredia.

Desde su indiscutido liderazgo político y cultural, Raúl Roa sentó las bases de una diplomacia moderna, cuyo mayor reto fue llevar adelante los principios que enarbolaba la Revolución. Un ente gubernamental comprometido y capaz de articular la posición del proceso revolucionario en el complejo escenario internacional.

La locura indispensable

El líder e intelectual puertorriqueño, Pablo de la Torriente Brau escribió en su artículo “¡Arriba Muchachos!”, sobre la presencia de Roa, en una de las encendidas asambleas estudiantiles en la que participaron: “Es recibido también por una enorme ovación. La masa grita: “¡Se soltó el loco!”, nombre con que es conocido generalmente el estudiante izquierdista […]. Al terminar Raúl Roa su sólida estructuración del problema, recibió una gigantesca ovación”.

Al estrenarse como Canciller de la Revolución cubana, dio en la ocasión una merecida respuesta a una nota prepotente e irrespetuosa del embajador estadounidense. A partir de la reunión de la OEA realizada en Costa Rica, en 1960, Raúl Roa recibe el sobrenombre de Canciller de la Dignidad cuando, convencido de que los justos reclamos de Cuba, nunca iban a ser atendidos, se levantó del foro y dijo “que se iba con su pueblo y junto a ellos, también se marchaban los pueblos del continente”.

Adlai Stevenson, jefe de la delegación norteamericana durante los días de la invasión a Playa Girón, también recibió una impactante respuesta, cuando Roa dejó literalmente atónito al funcionario yanqui, al desmontar con hechos verídicos, la sarta de mentiras jefe del jefe de la delegación norteamericana. De esta forma, Roa denunció la agresión mercenaria organizada y entrenada por la CIA en 1961.

 

Su amplia cultura e ingeniosidad, le permitió exponer su antimperialismo raigal, cuando desmintió a un diplomático estadounidense en la ONU, enarbolando una Biblia.

También es recordado, cuando en 1976 resultó electo Vicepresidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular, en su I Legislatura, y miembro del Consejo de Estado. Durante esta función  -genio y figura- Cuba presidió una Conferencia Interparlamentaria Mundial que sesionó en La Habana. Al conceder la palabra a un representante estadounidense que insistía en intervenir, Roa le espetó: “Tiene la palabra el delegado de Estados Unidos, pero sin guapería”.

Un hombre revolucionario con gran sentido del humor y fina ironía, algo que disfrutaba y utilizaba muy puntualmente en su función. Así se asumió cuando caracterizó a la generación del 30. “No me queda otra alternativa que reconocerlo: el tipo más simpático soy yo”.


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