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El Gobierno de Venezuela inició desde la llegada al poder del expresidente Hugo Chávez una serie de medidas de alimentación favorables al pueblo, las cuales ha mantenido el actual mandatario del país, Nicolás Maduro (Foto: Archivo)

El Gobierno de Venezuela inició desde la llegada al poder del expresidente Hugo Chávez una serie de medidas de alimentación favorables al pueblo, las cuales ha mantenido el actual mandatario del país, Nicolás Maduro (Foto: Archivo)

Publicado 2 junio 2014



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Luego de los varios meses que han transcurrido desde la aparición pública y mediática de las autodefensas michoacanas, el panorama empieza a clarificarse en cuanto al potencial insurreccional y revolucionario de esos grupos armados.

Ese panorama en trance de esclarecimiento muestra primeramente que las autodefensas responden a la legítima necesidad de la población, sobre todo rural, del estado de Michoacán de protegerse de las acciones de la delincuencia organizada. Víctima de ésta y ante la indiferencia o complicidad de los gobiernos federal, estatal y municipal, esas comunidades rurales no tuvieron otra salida que organizarse en milicias populares armadas.

Y parece, hasta el momento, que merced a la existencia y actividades de las autodefensas el grave fenómeno delictivo en Michoacán se ha visto notoriamente atemperado. Tal cosa, desde luego, no es sólo fruto de la actuación de las autodefensas; también lo es de que las acciones de estos grupos obligaron al gobierno federal a hacerse presente en Michoacán para buscar una solución al grave deterioro de la seguridad pública.

Es claro que sin el nacimiento y desarrollo de las autodefensas, el gobierno federal no se habría visto en la necesidad de cumplir su obligación legal de proteger a la ciudadanía y combatir la delincuencia. Es obvio que el gobierno federal decidió intervenir ante la súbita aparición de una situación insurreccional o al menos preinsurreccional. Y con su presencia, antes inexistente en Michoacán, el gobierno de Peña Nieto decidió golpear con las dos manos. Con una, reducir las actividades de la delincuencia organizada; y con la otra buscar la reducción, eliminación, cooptación, domesticación o represión de las autodefensas.

También hasta el momento, la estrategia gubernamental ha tenido éxitos. Sobre todo por la vía de la cooptación, la domesticación y la franca represión policiaca y judicial.

Pero a veces, como se dice popularmente, donde menos se espera salta la liebre. Y la liebre ha saltado en la anunciada e incipiente conversión de las autodefensas de un movimiento armado a una organización política de lucha pacífica.

Digamos que por otras vías y en distintas circunstancias, las autodefensas han tomado el camino que 20 años antes tomó el movimiento zapatista. Y que ante la represión policiaca, judicial, mediática y militar desatada contra ellas, no les ha quedado otro camino que optar por la participación política.

Frente a la nueva situación, quizás a las autodefensas les sirva el lúcido ejemplo del EZLN y que puede resumirse o condensarse en su preservación y actividades a lo largo de dos décadas, sin haber sido cooptado, eliminado, destruido o desprestigiado.

De modo que por distintas vías y en diferentes circunstancias, se ha extendido a otras regiones de México el modelo de lucha, de resistencia y de autonomía (frente al Estado) del zapatismo. El tiempo dirá si las autodefensas prevalecen en este camino. Y si son capaces de dar las muestras de lucidez que a lo largo de cuatro lustros han dado los dirigentes y las bases del movimiento indígena chiapaneco.

Si este es el caso, y si las autodefensas logran resistir los indudables afanes represivos del Estado, es probable que logren su consolidación como fuerza política capaz de librar a sus comunidades del flagelo de la delincuencia organizada.

Y dando ese primer e importantísimo paso, es posible que logren dar forma y contenido a nuevas modalidades de organización popular y de autonomía frente al Estado.

A primera vista puede parecer un logro modesto. Pero indudablemente ahí se encuentra el germen de una nueva organización política del país. Una organización horizontal, democrática, libre y participativa. Como la anunciada, prefigurada y vigente en el movimiento zapatista.

Fuente: www.miguelangelferrer.mentor.com.mx


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