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Millones de colombianos siguen apostando por la paz definitiva y duradera.

Millones de colombianos siguen apostando por la paz definitiva y duradera.

Publicado 6 octubre 2016



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El día del plebiscito, los colombianos del Sí y toda la comunidad internacional quedamos paralizados frente a un resultado histórico que nadie esperaba: por primera vez un pueblo definió democrática y libremente, a través del voto mayoritario, que prefiere un conflicto armado violento por sobre un proceso de Paz que intente terminar con la violencia y reparar a las víctimas

La política es el arte de hacer lo imposible dentro de los márgenes de lo posible. La mesa de diálogo del Gobierno colombiano, las FARC y los estados mediadores trabajó durante seis años y logró algo que hasta hace poco nadie imaginaba posible: una sólida propuesta para terminar con el conflicto armado más largo de América para terminar de consolidar a Nuestra América como zona de Paz. Se firmó el acuerdo ante los ojos del mundo pero, tal como destacaba el Presidente Santos, esto no podía ser solamente decidido por una gestión presidencial porque afectaba a muchas generaciones futuras y, por lo tanto, debía ser sellado por la voluntad del pueblo, principal víctima de lo ocurrido en estos 52 años.

El día del plebiscito, los colombianos del Sí y toda la comunidad internacional quedamos paralizados frente a un resultado histórico que nadie esperaba: por primera vez un pueblo definió democrática y libremente, a través del voto mayoritario, que prefiere un conflicto armado violento por sobre un proceso de Paz que intente terminar con la violencia y reparar a las víctimas. Inmediatamente se me vinieron a la mente todos los dibujos y trabajos sobre la Paz que los niños y niñas en las escuelas habían estado trabajando en las últimas semanas, y que los adultos le habían congelado con sus votos.

Mucha explicaciones se escucharon. Ganó el No porque había descontento con la gestión de Santos; porque algunos consideraban que el innovador diseño de justicia transicional de los acuerdos era una especie de “aministía” a las FARC, o una especie de “amnistía” a los paramiliatres y funcionarios estatales; también hubo algunos que resaltaron el clientelismo municipal, y que ganó el No porque sus poderosos impulsores hicieron una campaña sucia para difundir información falsa sobre el contenido de los acuerdos; otros porque que las encuestas daban al Sí muy alto y por eso muchos decidieron no votar, dado que el resultado ya estaba decidido (algo que explicaría porqué hubo más voto negativo donde hubo más participación). Pero también otros dijeron que las zonas afectadas por el huracán, donde ganó el Sí, estuvo subrepresentada porque sólo pudo participar el 25% del electorado; mientras otros enfatizaron que el resultado no representó a los colombianos porque el abstencionismo de 67%, el mayor en 22 años, permitió que “pocos” colombianos resulten sobrerepresentados. Muchas pueden ser las explicaciones pero, por más que duela, la única verdad es la realidad: perdió el Sí.

Lo curioso de esta situación es que todas estas explicaciones pueden ser ciertas al mismo tiempo. El empate técnico resultado lo único que dejó en claro es que aún no hay consenso con respecto al diagnóstico ni a la propuesta entre los colombianos. O en otras palabras, que Colombia necesita un poco más de tiempo para consensuar una propuesta que tenga cimientos sólidos para una iniciar una Paz duradera, no entendida solamente cómo ausencia de conflicto y dejamiento de armas, sino como algo que se construye a través de consensos forjados en diálogo y el respeto irrestricto de los derechos humanos.

El plebiscito era vinculante asique el Poder Ejecutivo no puede aplicar los acuerdos, pero quedan distintas opciones sobre la mesa porque el Congreso podría aprobarlo modificado de la mano de un acuerdo nacional, o también se podría convocar a una asamblea nacional constituyente.

En este sentido, es muy importante que las partes beligerantes hayan decidido mantener el cese al fuego, y que todo el arco político e institucional colombiano haya tomado cartas para que los dificultosos consensos logrados permitan repensar nuevas opciones para iniciar un proceso de Paz en Colombia, que es también la de todos los pueblos de Nuestra América. La nueva propuesta tampoco será la ideal para ninguna de las partes -de eso se trata-, la pregunta importante seguirá siendo si lo que viene habilitará o no, una Colombia más justa e igualitaria, con un nuevo sistema político que permita a las mayorías postergadas tener participación efectiva para definir su destino y aportar sus conceptos de Paz. Por eso, más que ser legitimada por esta Colombia abstencionista, deberá reformar las instituciones estatales para que recuperen su legitimidad y nazca la Colombia participativa.


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