Nuevas formas de texto y medios para presentarlos, han aparecido en los últimos diez años gracias al avance tecnológico, facilitando así la lectura en un mundo digital donde cada vez es más difícil inculcar este hábito en las nuevas generaciones.
Tanto docentes, como padres y madres, reconocen la creciente influencia de la tecnología y han respondido en consecuencia, generando más inversiones en medios electrónicos a disposición de niños y adolescentes, para aportar en su formación académica.
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Adaptándose a esta realidad, se puede suponer que la familiaridad de los estudiantes con la tecnología, se traduce en mejores resultados de aprendizaje. Pero un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Maryland (UM), sugiere que esa afirmación no es necesariamente cierta.
Lauren M. Singer, del Departamento de Desarrollo Humano y Metodología Cuantitativa de la UM y autora principal del estudio, asegura que "si bien las nuevas formas de tecnología en el aula, como los libros de texto digitales, son más accesibles y portátiles, sería erróneo suponer que a los estudiantes les servirá mejor la lectura digital simplemente porque lo prefieren. Nuestro trabajo ha revelado una discrepancia significativa".
Para explorar más estos patrones, los investigadores llevaron a cabo un estudio intentando conocer la capacidad de los estudiantes universitarios para comprender la información que leen en textos impresos y digitales.
Los resultados mostraron diferencias entre la lectura impresa y el contenido digital: efectivamente los estudiantes agotadores preferían leer en soportes electrónicos. Asimismo, se encontró que la lectura fue significativamente más rápida en pantalla que en papel.
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En general, los estudiantes consideraron que su comprensión era mejor en línea que en la impresión. Sin embargo, y paradójicamente, al momento de ser evaluados, comprensión general fue mejor en la lectura impresa.
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A partir de estos hallazgos, hay algunas lecciones que pueden transmitirse tanto a la comunidad educativa, como a los alumnos, sobre el valor de los textos impresos. Motivos económicos y ambientales impulsan el prescindir del uso de papel, pero aquella tradición lectora sigue concentrando mayor atención y aprendizaje, según los estudios.