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«El colonialismo visible te mutila sin disimulo: te prohíbe decir, te prohíbe hacer, te prohíbe ser. El colonialismo invisible, en cambio, te convence de que la servidumbre es tu destino y la impotencia tu naturaleza: te convence de que no se puede decir, no se puede hacer, no se puede ser». Eduardo Galeano, extracto de El libro de los abrazos (2000)

La mayoría de las personas consideran que el colonialismo es un asunto del pasado, superado por los siglos y el sistema de democracia electoral existente en la mayoría de los países.

El 12 de octubre de 1492, hace exactamente 524 años, grandes barcos provenientes de España invadieron a la Pachamama.  Arribaron a la isla que hoy comparten Haití y República Dominicana, y a la que bautizaron como “Española” (su nombre originario era Bohío). Con ellos inició el proceso de exterminio y colonización de América, que le costó la vida a unos 80 millones de aborígenes y el saqueo de sus riquezas.

“América no solo carecía de nombre. Los noruegos no sab ían que la habían descubierto hacía largo tiempo, y el propio Colón murió, después de sus viajes, todavía convencido de que había llegado al Asia por la espalda. En 1492, cuando la bota española se clavó por primera vez en las arenas de las Bahamas, el Almirante creyó que estas islas eran una avanzada de Japón. Colón llevaba consigo un ejemplar de libro de Marco Polo, cubierto de anotaciones en los márgenes de las páginas”, escribió Eduado Galeano en su aclamado libro “Las venas abiertas de América Latina”.

Hoy, más de medio siglo después, potencias como Estados Unidos, Francia, Reino Unido, Alemania, y otras, han proclamado un nuevo concepto que reemplaza el de “colonización”: globalización.

En palabras de Hugo Chávez, líder de la Revolución Bolivariana de Venezuela, la globalización, lejos de crear un mundo unido y al alcance de todos, ha traído pobreza.

“La globalización no ha traído la supuesta interdependencia, sino una acentuación de la dependencia. Lejos de globalizarse la riqueza, se ha extendido la pobreza. El desarrollo ni se ha generalizado ni se ha compartido. Por el contrario, el abismo entre el Norte y el Sur se ha hecho tan gigantesco que es evidente lo insostenible del orden económico actual y la ceguera de los que pretenden justificarlo para continuar disfrutando de la opulencia y el despilfarro”.


Neocolonialismo 

Ese colonialismo visible del que habla el eterno Galeano, utilizó la violencia militar, religiosa, linguistica y cultural para someter a los indígenas en América; y por supuesto, sin olvidar a los pueblos africanos y asiáticos, quienes por siglos no tuvieron la oportunidad de constituirse en independientes y soberanos.

Previo al final de la Segunda Guerra Mundial en septiembre de 1945, con una Europa prácticamente en ruinas luego de años de conflicto y un Japón que pronto sufriría las consecuencias de dos bombas atómicas, Estados Unidos albergó la Conferencia de Bretton Woods en Nueva York, de la que surgió un nuevo orden financiero-económico mundial, impulsado por dos instituciones: el Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario Internacional (FMI), esta última una especia de policía económica internacional.

Tanto el FMI y el BM se convirtieron en los garantes de la mundialización del sistema crediticio con el dólar como moneda hegemónica, ejerciendo las funciones de monopolio de la financiación externa y asegurando para Occidente el poder y control de los mal llamados países del “tercer mundo”. Este, es la expresión más visible del colonialismo invisible; el sometimiento económico.

De acuerdo al filósofo cubano, Fernando Martínez Heredia, “la generalización del neocolonialismo como forma de dominación imperialista en su expansión mundial a mediados del siglo XX fue un indicador de madurez del capitalismo como formación social: el funcionamiento mismo de su modo de producción se convertía en su principal mecanismo de explotación y de obtención de ganancias procedentes de los países subalternos, aunque ventajas extraeconómicas y medios políticos, militares e ideológicos siguieran desempeñando papeles importantes en la relación neocolonial”.

En cuanto a medios, la dominación moderna en la región se orquestó a través de varios frentes político-militares:

Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR, 1947). Un pacto de defensa mutua entre varios países de la OEA, que le permitió a Estados Unidos defender sus intereses geopolíticos en la región, en el contexto de la Guerra Fría y de la lucha contra el comunismo.

Según el artículo 3.1 en caso de (...) “un ataque armado por cualquier Estado contra un Estado Americano, será considerado como un ataque contra todos los Estados Americanos, y en consecuencia, cada una de las Partes Contratantes se compromete a ayudar a hacer frente al ataque en ejercicio del derecho inmanente de legítima defensa individual o colectiva que reconoce el Artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas”.

Nada hizo el TIAR ante las distintas agresiones promovidas desde Estados Unidos, como la invasión de Bahía de Cochinos en Cuba (1961); el derrocamiento de Jacobo Arbenz en Guatemala (1954); el golpe de Estado a Joao Goulart en Brasil (1964); la invasión estadounidense a República Dominicana (1965); el envío de Boinas Verdes y personal militar a Guatemala (1966); la invasión a Panamá (1989), así como el financiamiento de EE.UU. a los grupos radicales que atacaron otros países latinoamericanos en los años 60, 70 y 80, e impusieron las más férreas dictaduras.

Una de las señales más escandalosas de la hipocresía del TIAR se dio cuando el Reino Unido invadió a las Islas Malvinas, territorio históricamente argentino.

Organización de Estados Americanos (OEA, 1948). Denominada certeramente por el líder de la Revolución Cubana, Fidel Castro, como “un ministerio de colonias yankis, un bloque militar contra los pueblos de la América Latina”.

La OEA se ha destacado por su sumisión a los intereses norteamericanos y a las directrices emanadas desde Washington. Este ente regional avaló las invasiones mencionadas, asesinatos políticos, golpes de Estado y campañas de desestabilización contra gobiernos democráticos y legítimamente elegidos.

Escuela de las Américas (SOA, por su sigla en inglés). Operada por el Ejército de Estados Unidos y ahora llamado el Instituto de Cooperación y Seguridad de Hemisferio Occidental (Whinsec), fue fundada en 1946 en Panamá con el objetivo de formar a soldados latinoamericanos en técnicas de guerra y contrainsurgencia, “la base más grande para la desestabilización en América Latina”, como la definiera el presidente panameño Jorge Illueca y tildada por la prensa de ese país como “la escuela de asesinos.”

No resulta una casualidad que los más connotados criminales y golpistas en América Latina y el Caribe hayan sido formados en la SOA, tales como Manuel Noriega, responsable de un gobierno militar en Panamá, y antaño colaborador de la Agencia Central de Inteligencia (CIA); Hugo Banzer, cabecilla de una sangrienta dictadura en Bolivia; Roberto D'Aubuisson, graduado en 1972 y acusado como líder de los escuadrónes de la muerte en El Salvador; Elías Wessin y Wessin, militar dominicano que llevó a cabo el derrocamiento del presidente Juan Bosch en 1963. 

También Manuel Contreras, exjefe de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA), máximo organismo de represión de la dictadura de Augusto Pinochet en Chile y condenado por múltiples causas de violaciones a los derechos humanos en ese país; Romeo Orlando Vásquez Velásquez, militar hondureño que participó en el golpe al presidente Manuel Zelaya Rosales en junio de 2009; y Efraín Vázquez Velasco, quien para el 2002 era General de división y comandante del Ejército de Venezuela y uno de los jefes golpistas contra el presidente de, Hugo Chávez.  


¿Descolonización?

Para el capitalismo estadounidense y europeo, ya las dictaduras militares no les eran factibles ni beneficiosas, en parte debido al auge de los movimientos insurgentes y a la creciente opinión pública internacional.

De acuerdo a Kwame Nkrumah, uno de los líderes de la independencia de Ghana, político y filósofo panafricanista, escritor del libro “El Neocolonialismo, la última etapa del Imperialismo”, el colonialismo y el neocolonialismo son consecuencias directas del sistema capitalista.

Nkrumah explicó en dicho texto que los países que son víctimas del neocolonialismo son relativamente independientes pero en realidad su economía y su sistema político es controlado por sus respectivas metrópolis.

El 14 de diciembre de 1960, la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas (ONU) aprobó una resolución que transformó el mapa del mundo: la Declaración sobre la Concesión de la Independencia a los países y pueblos coloniales, conocida como Resolución 1514 (XV).

En ese mismo año, 19 nuevos países -17 de ellos en África- alcanzaron su independencia y fueron admitidos en Naciones Unidas. Sin embargo, el proceso de descolonización había comenzado años antes. Sólo en 1955 se integraron a la ONU 16 nuevos Estados.

Los pueblos de África y Asia se liberaron de Europa bajo la consigna de "la igualdad de derechos de hombres y mujeres y de las naciones grandes y pequeñas".

Sin embargo, existen 16 "territorios no autónomos" que están pendientes de ejercer su derecho a la autodeterminación en los términos que expresó la resolución 1514. Entre ellos se encuentran Gibraltar, el Sáhara Occidental, las Islas Malvinas y Puerto Rico.

"¿Cuántos países que accedieron a la independencia entonces no lo son hoy realmente?", se preguntó la exvicepresidenta de Vietnam, Nguyen Thi Binh, en la conmemoración del 50 aniversario de la Resolución 1514. "El derecho a la libertad no da la libertad. El colonialismo es una forma de explotación suplantada por otra dominación más sutil y no menos pérfida: la dominación tecnológica, económica, comercial", añadió en ese entonces.  


Nuevas formas de colonización

A inicios de julio de 2015, el papa Francisco I advirtió durante su visita a Bolivia sobre las “nuevas formas de ejercer colonialismo”

Ese nuevo colonialismo “adopta diversas fachadas; a veces, es el poder anónimo del ídolo dinero: corporaciones, prestamistas, algunos tratados denominados ‘de libre comercio’ y la imposición de medidas de ‘austeridad’ que siempre ajustan el cinturón de los trabajadores y de los pobres”.

De las palabras de Francisco se puede determinar algunos elementos neocoloniales como la imposición de los distintos tratados de “libre comercio” impulsados por Estados Unidos (ALCA, TTIP, bilaterales, Alianza del Pacífico); los recortes sociales impuestos por los acreedores europeos a países como Grecia, España, Portugal, Islandia e Italia; y la influencia de las empresas transnacionales que logran ponerse por encima, incluso de los Estados soberanos (Monsanto, Barrick Gold, etc).

Un caso emblemático de actualidad, que intenta surgir como manifestación neocolonial, son los llamados fondos buitre.

Los fondos buitre arremetieron contra Argentina en 2014, amparados en la sentencia del juez neoyorquino Thomas Griesa; quien determinó que la nación suramericana debía cancelar primero a los fondos especulativos antes que a los bonistas que se adhirieron al proceso de canje desde 2005, en el marco del pago de la deuda soberana argentina.

"Las formas de colonialismo ya no son de toma de territorio ni, en la mayoría de los casos, de orden militar, son más sutiles, más invisibles, tienen que ver con la cultura, con la economía, con las finanzas, con el comercio", señaló la presidenta de Argentina, Cristina Fernández en junio de 2014.

El papel del liderazgo latinoamericano

Desde la llegada a la presidencia del Comandante Chávez en 1999, la región ha experimentado un repunte en su histórica lucha por la plena independencia y liberación de los yugos coloniales y neocoloniales.

Chávez fue el principal impulsor, junto a Fidel Castro y presidentes progresistas como Luis Inácio Lula da Silva, Evo Morales, Rafael Correa, Néstor Kirchner, y Daniel Ortega, de mecanismos de integración latinoamericana y caribeña como la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA); la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR); Petrocaribe; la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac); la Nueva Televisora del Sur (teleSUR), vocera de los pueblos oprimidos y excluidos; así como el Banco del Sur y el sistema de pagos Sucre, estas últimas instancias latinoamericanistas aún por concretarse pero en marcha.

Para citar dos ejemplos, Petrocaribe ha logrado proveer de petróleo a aquellos países caribeños que no son productores de crudo; sin imposiciones coloniales y en condiciones que han beneficiado la economía y el desarrollo social de los países firmantes.

En noviembre de 2010, luego de haber sido derrotado el golpe de Estado en Ecuador gracias a la rápida movilización de la Unasur, los mandatarios del bloque acordaron un Protocolo Democrático, que impone una serie de sanciones diplomáticas, políticas y comerciales ante eventuales rupturas del orden democrático en la región.

Además, la Unasur tiene entre sus órganos al Consejo de Defensa Sudamericano y el Centro de Estudios Estratégicos de Unasur, un avance histórico en lo político-militar que da al traste con el modelo neocolonial de la OEA, el TIAR y la Escuela de las Américas.

A propósito de la reciente reunión en Quito entre los presidentes de Venezuela, Nicolás Maduro, y de Colombia, Juan Manuel Santos, fuimos testigos de una resolución de un conflicto fronterizo desde un ente netamente latinoamericano. Otro estacazo a la vieja forma neocolonial de las soluciones guiadas desde la Oficina Oval, sin embargo, las pretensiones de reinstaurar el dominio en la región continúan.

Este 12 de octubre es válido para recordar que la lucha de nuestros aborígenes se mantiene viva. Ya no con lanzas ni flechas, sino con la conciencia y el conocimiento de que el colonialismo, parafraseando el principio de conservación de la energía “no se ha destruído, sino que se ha transformado”.


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