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Trump designó pro cónsul para Uruguay

| Foto: El País

Publicado 24 marzo 2018



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Donald Trump sustituyó a la embajadora de EEUU en Uruguay, Kelly Kerdeling, por un embajador de confianza política “plenipotenciario”, el ex legislador republicano de Texas, ultraconservador, Ken George.

No es que los embajadores yanquis anteriores fueran buenos, no lo eran, pero la designación de George es un cambio en calidad. En primer lugar, porque es un embajador de confianza política, designado directamente por el presidente de EEUU, un enviado personal, no un funcionario de carrera. En segundo lugar, por su historia y características personales, que lo hacen claramente peor y más peligroso, que, por citar solo los dos últimos antecedentes, Julissa Reynoso, la llamada “embajadora pop”, de origen dominicano, e intensa actividad pública en Uruguay; o la hasta hace poco embajadora, Kelly Keiderling, que venía de haber estado en Venezuela, en Cuba, en Yugoeslavia y haber sido Jefa de Gabinete en la Oficina de Asuntos Iraquíes, nada menos.
Ken George es mucho peor. 

¿Quién es el pro cónsul de Trump?
El embajador “plenipotenciario” designado personalmente por Trump se llama en realidad Kenneth S. George, aunque en el Partido Republicano y en el mundo de los negocios se lo conoce como Kenn George. Nació en 1948, fue compañero de universidad de George W. Bush, funcionario del gobierno de Ronald Reagan, legislador republicano por Texas y referente central del Partido Republicano en ese estado. Es empresario de inversiones y fue financista de varias campañas republicanas. También es veterano, al igual que Bush hijo, de la Guardia Nacional de Texas.

Entre los años 1981 y 1985, George fue subsecretario de comercio durante el primer mandato del presidente de los Estados Unidos, Ronald Reagan. 

Fue uno de los principales responsables de la Iniciativa de la Cuenca del Caribe, un mega programa de exenciones fiscales y beneficios arancelarios para las empresas norteamericanas y los países de la región que “no atacaran los intereses de EEUU”. El denominado CBI fue una iniciativa estratégica, político-comercial, para buscar consolidar la hegemonía yanqui en el Caribe y Centroamérica y enfrentar la influencia de la revolución cubana, la revolución sandinista en Nicaragua y las luchas revolucionarias en El Salvador y Guatemala.

George tuvo un especial papel en lo que según su biografía se define como “la estabilización específica de la isla caribeña de Granada después de su liberación en 1983 de un régimen de izquierda, respaldado por Fidel Castro”.

La realidad es muy otra, en 1979 triunfa una revolución en la pequeña isla caribeña de Granada, liderada por Maurice Bishop. Granada basaba casi todos sus ingresos en el turismo, pero no tenía aeropuerto. En el marco de la colaboración internacionalista, y a pedido de Bishop, Cuba apoya con fondos y con obreros la construcción del aeropuerto. EEUU bloquea a la pequeña isla de Granada y fomenta la división interna. Un grupo da un golpe contra Bishop, acusándolo de poco revolucionario. EEUU aprovecha las divergencias internas y en 1983 invade Granada. En el transcurso de la invasión, Estados Unidos utilizó 7.000 marines y se aseguró la participación de 300 soldados de la Organización de Estados del Caribe Oriental, OECS. Organización inventada por los yanquis con países que, casualmente, habían sido beneficiados por la CBI, la que creo y dirigió George.

Un puñado de obreros y colaboradores civiles cubanos resistieron la invasión heroicamente, pero esta triunfó. Ken George, el nuevo embajador en Uruguay, fue el encargado de “estabilizar” Granada luego de la invasión.

George luego de dejar el Capitolio se dedicó de lleno a los negocios y tiene inversiones en la zona de Centroamérica y el Caribe, seguramente viejos contactos que le quedaron en la zona, ¿conflicto de intereses?, no, no hay que ser mal pensados. Tiene varios negocios en Honduras, por ejemplo. Si, el mismo país donde hubo un golpe en 2009 contra Mel Zelaya y ahora hubo un fraude electoral y EEUU, sin importar los 1.500 presos políticos y los centenares de muertos, reconoció al presidente Hernández. Lo mismo hicieron los empresarios hondureños y los yanquis, entre ellos Ken George.

Durante su desempeño político tiene dos joyitas. La Asociación de Negocios y Cámaras de Comercio de Texas distinguió a George con un "récord de votación 100 por ciento favorable a los negocios. No se equivocó ni una vez, el 100% de sus votos en el Congreso fueron a favor de los empresarios y sus negocios. Se merece la distinción todo un récord de coherencia reaccionaria.

Además, George fue demandado en 2007 en el 192º Tribunal de Distrito de Texas en Dallas por la ex candidata demócrata, Harriet Miller. La frustrada candidata demócrata acusó a George de presentar una denuncia falsa en su contra en 2006 para perjudicarla en la campaña.

Completito el pro cónsul de Trump, no le falta nada, y además muy parecido a su jefe, no le importa nada, ni tiene límites.

El hombre y su contexto
La designación de George para Uruguay no es la única medida de Trump para la región, hay varios “plenipotenciarios” designados.

Parece claro que Trump, y los intereses que representa, el loby armamentista, especulativo, farmacéutico, petrolero e industrial yanqui, han decidido profundizar la coptación del aparato estatal de EEUU, y en particular del Departamento de Estado. Nada de diplomáticos de carrera, por más conservadores que sean, hombres de su confianza y vinculados a la CIA.
Como decíamos hace apenas diez días, Trump nombró a Mike Pompeo, nuevo Secretario de Estado, un matón, que además es fabricante de armas y de maquinaria para la industria petrolera. A Larry Kudlow, nuevo director del Consejo Nacional de Economía, que fue asesor de Ronald Reagan y economista en jefe de BearnStearns, un banco de inversiones que dominó por décadas Wall Street y que entró en crisis cuando estalló la burbuja global en 2008. Y a Gina Haspel, la nueva jefa de la CIA, una experimentada agente en acciones encubiertas, defensora de la tortura y torturadora ella. Supervisó un llamado “sitio negro” de la CIA en Tailandia en 2002 dedicado a la tortura de sospechosos en la “guerra contra el terror”. Estuvo presente cuando se aplicó a los detenidos el submarino, descargas eléctricas, palizas y también cuando fueron encerrados en ataúdes. Después ordenó la destrucción de las evidencias.

Cuando hablamos de imperialismo, hablamos de la forma real de existencia del capitalismo en esta época histórica. No hablamos de un entramado militar agresivo, estamos señalando la materialidad y la superestructura real con la que existe, se desarrolla y funciona el capitalismo hoy.

Hay una crisis orgánica del capitalismo.  Está en marcha un brutal ajuste global para poner todos los recursos de la humanidad y del planeta al servicio del capital y la recuperación de sus tasas de ganancia.

Hay, a escala planetaria, una contraofensiva del imperialismo y las clases dominantes para recuperar espacios de poder político y consolidar su hegemonía. Esta contraofensiva es económica, política, ideológica y militar. Tiene especial intensidad en nuestro continente porque aquí nuestros pueblos habían logrado construir las respuestas post neoliberales más avanzadas.

Estos factores y las respuestas de los pueblos a esta contraofensiva, heroicas y dignas, pero insuficientes aún, generan una agudización de la lucha de clases en el mundo, en nuestro continente y también en nuestro país.

Omitir esto al analizar la situación mundial, continental y nacional, es perder de vista lo central. EEUU la potencia imperialista hegemónica está en serios problemas. Apuesta a salir de ellos con la guerra, la venta de armas, la succión de recursos financieros del resto del mundo, el disciplinamiento comercial y está dispuesto a cualquier método para lograrlo.

Trump acaba de ampliar la orden ejecutiva de Obama contra Venezuela e incluyó en el bloqueo financiero, ese que algunos dicen que no existe, al Petro, la recién creada moneda virtual venezolana. Trump acaba de endurecer las acciones contra Cuba. Trump mana pro cónsules en toda la región.

No es que sea nada nuevo, es el imperialismo, solo que con su cara más descarnada. Se terminó el softpower, si es que alguna vez existió, ahora es el garrote descargado.
Las prácticas de la embajada de EEUU en nuestro país tienen historia. Los asesores en tortura, el impulso para la creación de centrales sindicales amarillas. El espionaje y la infiltración, como vuelven a probar los archivos de Inteligencia Militar que investiga el Parlamento, donde aparecen más de cien policías y militares uruguayos que estaban a sueldo de la CIA para espiar en plena democracia. Los millonarios programas de la USAID, para el “fortalecimiento de la Justicia”, nada menos, y la formación de “liderazgos democráticos”, con becas para jóvenes estudiantes y de los barrios, que tienen como requisitos no pertenecer a ninguna organización social.

Ser antimperialista es luchar contra todo eso. No se trata de ser paranoico, o de construir teorías conspirativas, no somos afectos a ellas. Se trata de asumir la realidad de frente para luchar mejor por transformarla. El antimperialismo es un imperativo de la hora, como tarea práctica, concreta. Ser antimperialista es parte sustancial de la lucha por defender la democracia y la libertad. Ser antimperialista, en definitiva, es tener, como decía Silvio en su himno a la dignidad que es “El Necio”: “La necedad de asumir al enemigo, la necedad de vivir sin tener precio”.


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