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Peña Nieto: el león herido

| Foto: Reuters

Publicado 22 marzo 2017



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La celebración del 88° aniversario de la creación del PRI (Partido Revolucionario Institucional) coincidió con la llegada de Trump.

Peña Nieto se encontró en un escenario impensado: el PRI no pasa por su mejor momento, como tampoco la relación con los Estados Unidos desde la llegada del nuevo presidente. La idea de relanzar al PRI –que volvía al poder de la mano de este presidente, después de ser derrotado por el PAN (Partido Acción Nacional) de Vicente Fox- se ve erosionada tanto por los acontecimientos locales (problemas económicos y fuerte aumento del precio de los combustibles), como por las medidas que ha tomado y piensa tomar el mandatario norteamericano. Enrique Peña Nieto, por ahora, se ha transformado –por decisión propia- en el pato rengo de la política mexicana. No expresa una mayoría social frente a los otros partidos y no sabe cómo lidiar con Trump.

El contexto no es el mejor. Este año se celebrarán elecciones en cuatro Estados y en 2018 se realizarán las presidenciales. Peña Nieto debe consolidar a su propio partido que, al momento, posee una desaprobación –según una encuesta de Reforma[i]-[1] del 86%. El mismo sondeo indica que el PRI quedaría en un tercer lugar como opción para las elecciones de 2018. Primero se ubicaría el espacio MORENA (Movimiento Regeneración Nacional, dirigido Andrés Manuel López Obrador) con un 27%, luego el PAN con 24% y en tercer lugar el PRI, con solo 17%. Ahora bien, cuando se consultó sobre intención de voto presidencial, Morena obtiene un 27% (tendencia que va en ascenso), el PAN 24% y el PRI un 17%. Los últimos partidos vienen desde diciembre de 2016 perdiendo adhesiones y con una tendencia negativa.

López Obrador tiene una ventaja frente a la “prudencia” de Peña Nieto: rápidamente se ha colocado en contra de las políticas de Trump y ha interpelado en un mismo movimiento al nacionalismo mexicano –bandera histórica del PRI- y a los migrantes. El deseo de éstos por ascender socialmente se articula con las expectativas de los mexicanos que no han migrado.

Con respecto a Enrique Peña Nieto, si bien colocó al PRI nuevamente en la presidencia, su política puede poner en juego el bastión histórico de este partido: el Estado de México. Desde 1925 el Estado, conocido como EDOMEX es gobernado por los priístas, y existen serias posibilidades de que el PAN y su candidata, Josefina Vázquez Mota, puedan ganar este distrito. El candidato del PRI es primo del presidente, por lo cual, una derrota electoral se asociará directamente a su figura. 

Peña Nieto reconoció sus problemas: “a diferencia de los últimos gobiernos de la oposición nosotros sí nos atrevimos a asumir los costos de transformar al país […] entendimos que la popularidad es efímera mientras que la responsabilidad trasciende”. Advirtió que “están surgiendo amenazas que representan la parálisis de la derecha o el salto al vacío de la izquierda demagógica”.

Sus problemas políticos provienen de lo que parecía la “joya” del cambio y la “llave” para continuar en el gobierno teniendo un poder limitado: el Pacto por México. De este compromiso realizado en 2012 por el PRI, el PAN y el PRD (Partido de la Revolución Democrática)[2]surgieron las reformas estructurales demandadas por los organismos internacionales de crédito, fundamentalmente, en las áreas de telecomunicaciones, política fiscal y en la energética. Uno de los efectos no deseados –por Peña Nieto- de sus reformas “transformadoras” fue el llamado gasolinazo, un incremento sustancial en el precio de la gasolina que ha tenido un impacto importante en su ya descendiente aceptación pública, y que posiblemente afecte el desempeño electoral del partido tricolor.

El PAN, pese a que lo acompañó en reformas estructurales, ha comenzado a “despegarse”. La candidata a gobernadora por el Estado de México criticó la idea de cambio si esta trae problemas, o se cambia por cambiar o para que nada cambie. Posiblemente en México podamos observar que las derechas discutirán sobre los “cambios” y sobre el “cambio”. Ya no será con la izquierda o el progresismo, también ellas pondrán en el laboratorio discursivo dicha palabra.

El inicio de un gobierno limitado, la necesidad de encontrar aliados y una gestión económica pobre prepara una dinámica incierta para el oficialismo. Es posible que el presidente mexicano inaugure prontamente dos escenarios críticos: la derrota en manos del PAN (demostrando ser una “mejor” derecha y más eficiente para la lectura de debilidades) y su retorno al poder, o la llegada de un partido progresista que parece ser –por ahora- el más opositor a las políticas conservadoras y al presidente norteamericano. La impericia del PRI y las políticas de Trump pueden provocar un giro progresista o una identificación con Andrés M. Lopez Obrador. También puede existir otra posibilidad: una renovación más pragmática en la relación con Trump y un relanzamiento del NAFTA (Tratado de libre comercio de América del Norte) con Canadá, intentando un bloque anti política norteamericana.

El PRI puede inaugurar ciertas condiciones para el retorno del PAN o para el triunfo de MORENA: hoy es el actor principal de una movida que puede modificarlo todo.

[1] La encuesta fue aplicada del 11 al 15 de enero, entre mil mexicanos adultos. Tiene un margen de error +/-4.2%, según Reforma.

[2] Posteriormente se incorporó el partido Verde Ecologista de México, en 2013.


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