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Mundial 78: Cuando la política abusó del fútbol
Publicado 22 marzo 2016



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El régimen militar instaurado en 1976 buscó imponer el disciplinamiento de la sociedad y terminar con el llamado "flagelo subversivo".

Repensar la manipulación que se hizo de la práctica deportiva para el fortalecimiento de un proyecto político, económico y social en tiempos de dictadura resulta interesante a días de cumplirse 40 años del golpe genocida en Argentina.

El régimen militar instaurado en 1976 tuvo entre sus objetivos imponer el disciplinamiento de la sociedad, terminar con el llamado “flagelo subversivo” y establecer un sistema de claro tinte liberal.

Al dictador Jorge Rafael Videla nunca le interesó el fútbol hasta que halló en él una herramienta para difundir pautas de comportamiento que afianzaran una nueva concepción de sociedad. El denominado Proceso de Reorganización Nacional se ejecutaría también desde el deporte, por lo que el XI Campeonato Mundial se tornó una obsesión para los militares. 

Bajo la responsabilidad del general Omar Actis, la Junta Militar creó el Ente Autárquico Mundial 78. Días antes de presentar su proyecto mundialista, el general fue asesinado. Tras su dudosa muerte, la entidad quedó en manos del almirante Carlos Lacoste, amigo íntimo de Emilio Massera.

La remodelación total del edificio de ATC y la construcción de un faraónico centro de producción significó un gasto millonario. Además, la construcción de los estadios en Córdoba, Mar del Plata y Mendoza, así como la realización de obras en River Plate, Rosario Central y Vélez Sársfield costaron alrededor de 700 millones de dólares. 

En la inauguración de la Copa el 1 de junio, Videla condecoró a Joao Havelange presidente de la FIFA. Como si fuera poco, dirigentes fascistas (como Henry Kissinger, secretario de Estado norteamericano) se florearon por el palco oficial.

El día en el que empezó el horror

El 24 de marzo de 1976 quedará grabado en la historia del fútbol nacional. La selección se encontraba de gira por Europa y el itinerario marcaba que ese día debía enfrentar a Polonia. Este fue el escenario en el que los dirigidos por el Flaco Menotti se enteraron del golpe de Estado.

Ante la noticia, algunos jugadores expresaron la necesidad de regresar al país, pero el secretario general de la AFA, Pedro Orgambide, recibió un llamado: se debía cumplir con el partido y continuar con la gira. En medio de la conmoción, Argentina salió al campo de juego y venció 2-1 a Polonia.

La Junta Militar que había interrumpido la programación de radio y televisión para difundir los comunicados por cadena nacional sorprendía con su comunicado número 23: la transmisión del  partido Polonia-Argentina. Aquel día, Massera y Videla ratificaron su sueño de montar un proyecto político a partir del fútbol.

El modelo deportivo

Nadie podría negar que la selección argentina de Menotti tuviera la capacidad para salir campeón, pero la conquista de la Copa quedará empañada de algunas sospechas. La historia pondrá en duda eternamente el 6-0 frente a Perú.

El trabajo realizado por la albiceleste contó con un prolongado tiempo de preparación, algo atípico en el fútbol local. El supuesto proceso de modernización por el que atravesaba el país se vio reflejado en el modelo deportivo. El periodismo de aquellos tiempos aseguraba que el jugador argentino era bien dotado técnicamente pero que carecía de ambición. Las mejoras llegarían con la incorporación de valores tecnocráticos: se descartaría la improvisación y los jugadores estarían sujetos a las normas de trabajo y de disciplinamiento fijadas por los expertos. 

Resulta interesante visualizar cómo el régimen militar tejió un discurso monolítico acerca de los motivos por los cuales se consiguió aquel campeonato. Para llevar adelante su plan, la Junta contó con el apoyo incondicional del diario Clarín, la revista El Gráfico y el periodista José María Muñoz.

A partir de conceptos como eficiencia, organización, disciplina y modernización, los militares creyeron dar un mensaje hacia el interior y el mundo. Los triunfos obtenidos en 1978 y el campeonato mundial juvenil 1979 fueron aprovechados por el gobierno de facto.

La final del mundo fue contra Holanda en el estadio Monumental, a tan solo mil metros de la Escuela de Mecánica de la Armada, el mayor centro de tortura y exterminio. Los locales se consagraron en tiempo de alargue por 3 a 1. En la ceremonia de premiación, los jugadores holandeses se negaron a saludar a los jefes de la dictadura.

El otro Mundial

La Copa arrancó el 1 de junio con una fastuosa ceremonia pero, en ese mismo momento, otro derby se jugaba frente a la Casa Rosada. El arquero de la selección sueca Ronnie Hellstrom acompañaba en su ronda a las Madres de Plaza de Mayo.

Periodistas de Holanda y Francia encabezaron una campaña para obstaculizar el Mundial. Se creó así el Comité Organizador de Boicot contra la Argentina (COBA), encabezado por el periodista Francois Geze con el objetivo de denunciar las atrocidades de las fuerzas armadas.

El holandés Johan Cruyff, considerado uno de los cuatro mejores jugadores del siglo XX, decidió no participar del campeonato denunciando la violación de DDHH y las desapariciones forzadas de personas.

El 23 de junio, días antes de la final del mundo, Adolfo Pérez Esquivel, preso por la dictadura, era liberado gracias a la presión internacional. Un día después del partido final, en el Hospital Militar, nacía Guido, el nieto de Estela de Carlotto.

Tanto en tiempos de dictadura como en democracia, el fútbol es un poder en disputa y la capacidad de mimetización con la política es una constante a lo largo de la historia. Basta pensar en el Fútbol para Todos o el recorrido biográfico del actual presidente Macri para encarnar esta indisoluble relación. Con tan solo conocer los aportes que la AFA ha percibido de los distintos gobiernos y las enormes deudas que acorralan a los clubes argentinos, es posible comprender el hilo de plata que mantiene irremediablemente la dependencia fútbol-política.


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