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La presentación de Clinton también incluyó un trastabilleo en cómo exactamente es que DAESH recluta a sus miembros.

La presentación de Clinton también incluyó un trastabilleo en cómo exactamente es que DAESH recluta a sus miembros. | Foto: Reuters

Publicado 27 septiembre 2016



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Rusia, que no se llevan tan bien con Turquía y forma parte del nuevo eje del mal de Clinton, ha tenido más éxito destruyendo los convoyes de DAESH que contrabandean petróleo.

Si el New York Times tomara forma humana, con su manera sutil de disfrazar las políticas internacionales que generan desastres como problemas de gerencia, sembrando el terror como contrainsurgencia y su capacidad inconfundible de venderle la guerra a los liberales como si fuese la paz, definitivamente sería como Hillary Clinton. Por otra parte, ¿qué periódico podría encarnar la figura de Donald Trump? Despojado de su peculiar bronceado naranja, pero ocasionalmente articulando frases completas, ofreció una presentación que seguramente terminará de convencer a los liberales costeños simpatizantes de Hillary, que Trump es un auténtico bufón.

Estos costeños, sin embargo, no representan la mayoría de los habitantes del país, aunado a esto la política exterior planteada por Trump – una confección idiosincráticamente americana e imposible de aislamiento y brutalidad a lo “atropéllenlos ya” – va a ser más popular que la exacerbación de Clinton para torturar a Irán hasta que se rinda y una bien pensada pero imposible propuesta de vencer al DAESH quitándoles su acceso a la web.

El primer debate presidencial comenzó con Trump lanzando una ráfaga de acusaciones en contra de Clinton por su apoyo a la legislación del acuerdo TLCAN que dejó devastadas las zonas del Medio Oeste y Nueva Inglaterra en el cinturón industrial, convirtiéndolas en un conjunto de ciudades espectrales y fábricas silentes. Trump señaló algo sin sentido, que Hillary habría estado “combatiendo al DAESH toda su vida adulta”, pero esto no se compara con su afirmación incontestable “gastamos 6 billones de dólares en Oriente Medio, con lo que podríamos haber reconstruido la nación dos veces”, en referencia a los estimados del gasto de la guerra en Irak y en otras latitudes.

Aparte de ese golpe certero, las ideas de Trump acerca de lo que debe hacerse con el tema de Oriente Medio, se pasean entre las ideas de la tradición antigua estadounidense de borrarlos del mapa y dejarlos que resuelvan sus asuntos.

Los comentarios de Clinton fueron notorios en varios de los intercambios, el primero fue la reacción a un hipotético cyberataque en contra de los intereses estadounidenses. Luego de haber discutido los supuestos cyberataques rusos en contra de organizaciones estadounidenses, acusó a Rusia, China e Irán de sembrar el caos y señaló que Estados Unidos tiene una capacidad “mucho mayor” y que los iraníes lo saben bien, habiendo sido víctimas de la cyberguerra por parte de Estados Unidos y su laboratorio exterior de fuerzas militares, el Estado de Israel. Ambos estados se aliaron para atacar las centrífugas iraníes con el virus STUXNET.

Clinton también mencionó de la última encarnación de las organizaciones antiestadounidenses, el DAESH; expuso la necesidad de intensificar los ataque aéreos estadounidenses en contra del DAESH – excursiones ilegales que utilizan bombas inteligentes que caen con mucha frecuencia en pueblos sirios. Estados Unidos también tiene un problema de enfoque cuando se trata del DAESH, recientemente alcanzó un puesto militar sirio que había estado estático por varios años y el cual estaba en confrontación directa con DAESH.

La afirmación de Trump acerca de que Hillary habría estado combatiendo al DAESH toda su vida adulta fue una tontería deliberada, pero al asestarle por la marcada inefectividad de los bombardeos fue adecuado. La ineptitud de Estados Unidos para neutralizar los movimientos de tropas del DAESH y abastecer a sus convoyes en el desierto no pasa desapercibida.

La presentación de Clinton también incluyó un trastabilleo en cómo exactamente es que DAESH recluta a sus miembros: “Tienen soldados que vienen del extranjero y armas también”. La solución propuesta por Clinton es “tomar su liderazgo...necesitamos hacer todo a nuestro alcance para interrumpir sus esfuerzos de propaganda en la web”.

Un antiguo jefe turco de contraterrorismo ofrece perspectivas en cómo Turquía haciendo uso del aparato estratégico regional militar de Estados Unidos ha visto a estos soldados extranjeros: “El Gobierno de Erdogan se ha hecho la vista gorda frente a adocenas de miles de simpatizantes del DAESH que utilizan el aeropuerto de Estambul y la frontera turca para cruzar a Siria y unirse a la organización”.

Rusia, que no se llevan tan bien con Turquía y forma parte del nuevo eje del mal de Clinton, ha tenido más éxito destruyendo los convoyes de DAESH que contrabandean petróleo.

Trump, liberado por la maquinaria del partido y amarrado por las preguntas pautadas, también tropezó un poco pero más cerca a las causas de raíz. Denotó que DAESH emergió luego del caos que sacudió a Irak en la posguerra (aunque no mencionó el rol de los petrodólares sauditas y la ideología wahabita que reproducen, la cual prepara mentalmente a los reclutas del DAESH para una guerra racional, sin importar quien exactamente paga sus salarios).

Por otra parte, la geopolítica de Trump parece bastante extravagante – sugirió que si “hubiésemos tomado el petróleo, DAESH no habría podido conformarse” – su aislacionismo supera el intervencionismo que plantea Clinton, el caos gerenciado, y el control de daños en cualquier arena. Clinton no pudo retractarse de au apoyo a las guerras, tanto en Irak como en Libia, destrozando sus instituciones políticas por lo que Trump comentó sencillamente: “No debimos interferir en Irak”, luego mencionó a Libia como “otro de sus desastres”. Así ganaba Trump, con otro un atractivo para esos votantes indecisos desconcertados por repetidos errores en el Oriente Medio que solo parecen alimentar la guerra.

Sin embargo, Trump parecía solo un poco menos inclinado a infringir sus propios desastres en la región. Si bien llamó a Oriente Medio una región “en desastre”, culpando a Clinton por mucho de ello, también hizo un llamamiento a la OTAN para que “vaya a Oriente Medio con nosotros, para patear al DAESH de una vez” - un plan estratégico que podría encontrar más que a DAESH, dada la tendencia de la OTAN de confundir celebraciones familiares con militantes insurgentes.

Cada candidato compitió en su entusiasmo por la estrangulación cuidadosamente calibrada de Irán. Trump notó que antes del acuerdo “Irán se ahogaba en sanciones”, y ahora por lo visto, según él, está a unos pocos años de un dispositivo nuclear. Clinton, por su parte, anunció que votaría por “cada sanción en contra de Irán mientras estuve en el Senado...los llevamos a la mesa de negociaciones” y agregó que había puesto un “límite al programa nuclear iraní sin un solo disparo”. Cierto, exceptuando la cyberguerra, el asesinato de científicos nucleares iraníes y aviones que caen en picada debido a la violencia estructural impuesta por el régimen de sanciones.

Trump es el terror. No hay duda de ello. Pero si este debate indica algo – y hay suficientes indicios – la elección entre un candidato que jamás cuestionó las agresiones estadounidenses y otro que atrae como el dios de los inicios, a segmentos de la población de Estados Unidos que quisieran aplastar Oriente Medio, y otros más contentos con simplemente traer a los soldados de vuelta a casa. Quien pueda ser el mal de mayor efectividad está por verse, pero quienes viven en países al sur y al este del Mediterráneo, la zona que termina siendo el recipiente de esta cinética y sin final de los militares, uno de estos estará allí en enero y ninguna opción luce bien. Desde aquí, también, parece que seremos todos perdedores, no solo del debate de este lunes, sino de la elección también.


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