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Argentina: de las PASO y más allá
Publicado 30 julio 2021



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El cierre de las listas que competirán entre sí en las elecciones primarias abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO) previstas para septiembre en Argentina ha mostrado la capacidad negociadora y las correlaciones de fuerza de los distintos sectores que componen los principales frentes políticos: el Frente de Todos (FdT) y Juntos.

Lo que está en disputa para las próximas elecciones legislativas generales, a celebrarse el 14 de noviembre, son 127 bancas (de las 257 existentes) en la Cámara de Diputados y 24 en el Senado (de 72). Actualmente, la cantidad de bancas ocupadas por los dos principales espacios políticos es de 41 senadores del FdT y 25 de Juntos, y de 119 diputados del FdT y 115 de la alianza amarilla. De las 127 bancas en juego en la Cámara Baja, 51 pertenecen al FdT (un 42 por ciento del total de las disputadas) y 60 a Juntos (53 por ciento); en el Senado el FdT deberá renovar 15 bancas y Juntos, 9. El oficialismo debe obtener diez curules más para alcanzar el quorum propio. Los cuatro distritos que mayor peso tienen en esta disputa son la provincia de Buenos Aires (35 diputados), la Ciudad de Buenos Aires (13) y las provincias de Córdoba y Santa Fe (con nueve escaños cada una). En esta oportunidad, las provincias de Catamarca, Chubut, Córdoba, Corrientes, La Pampa, Mendoza, Tucumán y Santa Fe renuevan sus senadores.

Como en todo armado de listas, la dinámica política puso en evidencia las tensiones propias de dos grandes coaliciones de partidos cuya resolución en las PASO signará no solo la próxima legislatura sino el mapa político que fungirá de escenario en la corrida hacia las presidenciales de 2023. En este sentido, el FdT logró construir una lista de unidad en dos de los distritos con más peso electoral: Buenos Aires y CABA. En la provincia, la lista única –anunciada en un acto protagonizado por las principales figuras de la coalición– está encabezada por Victoria Tolosa Paz y Daniel Gollan, y en la CABA la lista de unidad está liderada por el legislador porteño y asesor presidencial Leandro Santoro. Además de los consensos en torno a quienes encabezan ambas listas, el resto de los candidatos representan las voluntades de los principales “armadores” políticos del Frente: Alberto Fernández, Cristina Fernández y Sergio Massa, cuyo espacio en las pasadas legislativas compitió por su lado. Pero también están presentes candidatos de los movimientos sociales, del sindicalismo (especialmente en la provincia de Buenos Aires) y de La Cámpora.

El gran logro político del oficialismo en esos dos distritos le otorga ventajas electorales frente a la dispersión de opciones opositoras. La coalición de derecha que llevó a Macri a la Presidencia, Juntos por el Cambio –ahora reeditada solo como “Juntos”– paradójicamente no consiguió que sus facciones se pusieran de acuerdo para conformar listas de unidad, lo que al menos temporalmente y hasta la votación interna podría generar rispideces nada desdeñables; nadie compite para perder, y en ese camino se desata el fuego amigo y la incertidumbre sobre los escenarios por abrirse. En la provincia de Buenos Aires, la principal coalición opositora presenta dos listas, una que responde al PRO de Horacio Rodríguez Larreta y la otra a la Unión Cívica Radical (UCR).

Lo que pone en evidencia este armado provincial es que, por un lado, el gobernador de la ciudad de Buenos Aires, Rodríguez Larreta, se ha convertido en la principal figura política de la coalición desbancando a Mauricio Macri quien, desde Suiza y acosado por varias denuncias judiciales, solo consiguió colocar algunas figuras en puestos de menor relevancia electoral. Por otro, que el radicalismo, el otrora gran partido, está buscando un sello propio dentro de Juntos que comience a despegarlo de su mimetización con el lastre dejado por Macri, y recuperar el espacio político perdido desde la irrupción del kirchnerismo.

En la CABA la unidad tampoco pudo concretarse, y competirán dentro del espacio –que cada vez tiene menos de juntos y de cambio– la exgobernadora bonaerense María Eugenia Vidal (otra ficha de Larreta), el efímero ministro de Economía ultraliberal Ricardo López Murphy y el exsecretario de Salud de Macri, Adolfo Rubinstein, como representación de un sector del radicalismo inconforme con el armado de la lista patrocinada por Larreta. Una victoria de Vidal proporcionaría a este último un aval importante para la conducción del PRO y su lanzamiento a las presidenciales.

En Córdoba, el Frente de Todos consiguió conformar una lista única, aunque el peronismo va dividido, como era de esperarse. El espacio político “cordobesista” del actual gobernador Juan Schiaretti, presentó sus propios candidatos en medio de una retórica que tiene eco en un electorado bastante hostil al kirchnerismo y aliados: “no nos vamos a arrodillar frente a las imposiciones de Buenos Aires”. Sabido es que estos bríos provincialistas de “Hacemos por Córdoba”, opuestos a la gestión federal, no fueron iguales mientras esta era encabezada por Macri y su hiperporteño PRO. A pesar de la buena sintonía estratégica entre el schiaretismo y Juntos, fueron por caminos separados y la coalición de Larreta finalmente presentó en Córdoba cuatro listas, echando también por la borda la aspiración radical de conformar una lista “pura” de correligionarios.

Finalmente, en el último distrito de peso, Santa Fe, el FdT se presenta con dos listas, una encabezada por Agustín Rossi, actual ministro de Defensa, y otra por el senador y mano derecha del gobernador Omar Perotti, Roberto Mirabella. Juntos, como parece ser la tónica de la principal coalición opositora, acude dividida en cuatro listas, integradas por distintas combinaciones de figuras del PRO, la Coalición Cívica y la UCR.

Evidentemente, y a pesar de que en algunos distritos del país el oficialismo no consiguió la unidad, el hecho de que sí lo lograra en los dos más decisivos resulta un paso importante. Sin embargo, en estas elecciones de medio término suelen plebiscitarse las gestiones, y los desafíos para el Gobierno –con un legislativo ya sea más o menos favorable que el actual– son muchos de cara a retener la Presidencia en 2023. Lo óptimo sería que obtuviera quorum propio, pero no menos importante es conseguir una bancada frentista más homogénea que la que hoy posee, que le permita sacar adelante los proyectos y promesas que lo hicieron vencedor en 2019 y que reafirmó en su alocución en el Congreso durante el mes de marzo pasado: la reforma judicial, la (demasiado dilatada) ley de emergencia Covid-19, el préstamo apalabrado con el Fondo Monetario Internacional (que desde comienzo de año es obligatorio que se aprueben legislativamente), la Ley de Electromovilidad (que tiene al litio como un componente central), y una nueva ley de Financiamiento Educativo, entre otras.

El Congreso será clave para ayudar a gobernar los dos años de mandato que le quedan al Frente de Todos. Mejorar la cruda realidad social y económica –acelerada en 2018 y profundizada por la pandemia– que padecen millones de argentinos no será una tarea sencilla, máxime si la oposición no acierta en ofrecer a la ciudadanía algo más que el bloqueo sistemático de las iniciativas parlamentarias oficialistas. El éxito de la vacunación permitirá reactivar actividades y dinámicas deterioradas, pero el reto es monumental: ofrecer certezas y esperanza en medio del cansancio y la incertidumbre. Noviembre nos mostrará cómo queda el escenario político en el que se desarrollarán los próximos dos años de “nueva normalidad”.


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