Bofetada a la esperanza | Blog | teleSUR
3 octubre 2016
Bofetada a la esperanza

El “No” al refrendar los Acuerdos de paz en Colombia venció al “Si”, que aspiraba a cerrar la puerta a 52 años de guerra. Sabíamos que los opositores se atrincheraban en las clases medias urbanas, pero nos alentaba el gran despliegue de las fuerzas políticas de avanzada por todo el precioso territorio colombiano, principalmente en las castigadas zonas rurales. Nos ganó el optimismo y repetimos la palabra “irreversible” pero hoy amanecimos con la certidumbre de que las fuerzas oscuras han dado una bofetada a la esperanza en Colombia y en Nuestra América.

Bofetada a la esperanza

En mi sorprendidísima reacción – quizás irreflexiva – exclamé: “¡Con razón la guerra se prolongó medio siglo, los titiriteros de la parapolítica frenaron el proceso!” Las preguntas se agolpan ¿A quién le conviene frenar el proceso pacificador? ¿Qué rol jugó Washington? ¿Geopolítica mata pacificación? ¿La polarización es tan grave que los unos ya no se reconocen en los otros? 

En todo caso, al revisar las cifras no parecen tan catastrofistas: 50.22 por ciento de los colombianos votó “No” y 49.77 votó “Sí”. La aprobación se expresó en las zonas de conflicto y el rechazo, en regiones con menor índice de violencia. Algunos afirman que detrás del triunfo del “No” en el referéndum, estarían los colombianos cuya posición es la de: “Ni perdón ni olvido”. Es decir, consideran que los Acuerdos de Paz les otorgan excesivas garantías a la guerrilla. Me atrevo a decir que se equivocan.

Los Acuerdos no son garantía de impunidad para las Fuerzas Revolucionarias Armadas de Colombia (FARC), ni deben serlo para las fuerzas que sistemáticamente violaron los derechos humanos de los colombianos. Hoy es válido recordar que en cuatro años de debates y negociaciones en La Habana, las delegaciones del gobierno y la guerrilla examinaron el recuento de daños infligidos por cada una de las partes en cinco décadas de confrontación. 

El documento final es un claro análisis de causas, efectos, políticas encaminadas a evitar su repetición y las consideraciones judiciales respectivas. Ahí también se observa la intacta permanencia, en poder e influencia, de la oligarquía colombiana. Son esas cúpulas agroindustriales, ganaderas, mediáticas y rentistas las que no dudaron en aliarse al sector más medieval del Ejército y de las trasnacionales extractivistas, para perseguir y masacrar a sindicalistas y campesinos con ese engendro incontrolable que crearon al estilo del creado por el doctor Frankenstein: los paramilitares.

Los opositores a los Acuerdos de Paz están de plácemes. La cara visible del “No” es el expresidente Álvaro Uribe, que rechazó el diálogo como cuando también rechazó las denuncias de sus conciudadanos, sobrevivientes de masacres ocasionadas por los paramilitares. Los seguidores de Uribe, esas élites que ayer se hicieron ver en las urnas, son las que cerraron los ojos ante los aullidos de dolor de cientos de campesinos mutilados por paramilitares en veredas de los poblados colombianos. A ese terror es al que aspiran a poner fin los Acuerdos, pero es claro que no gusta esa salida a los terroristas.

No, no es momento de un réquiem para la paz; la Corte Constitucional prevé una nueva consulta. Mientras los actores buscan otras salidas al conflicto, la sociedad también puede avanzar en identificar nuevas formas de combatir al terrorismo. Con toda mi confianza en el hermanísimo pueblo colombiano.


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Perfil del Bloguero
Internacionalista con investigaciones en: Política Exterior, Seguridad Nacional, Inteligencia, Energía y Militarización. Articulista en diarios y revistas. Colaboradora en programas de radio y televisión.



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