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    A partir del conocimiento que varios intérpretes fueron teniendo de sus composiciones, la obra de Otilio Galíndez se expandió con naturalidad, como una mariposita volando libre y plena de colores.

Venezuela celebra el 86 aniversario del natalicio de Otilio Galíndez, inmenso compositor que tuvo una estrecha identificación con su pueblo.

Un pintor en la música. Fue así como describió la cantora Lilia Vera la obra de Otilio Galíndez, el inmenso compositor venezolano a quien estuvo tan vinculada.

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No se puede obviar que con este creador musical, de cuyo natalicio Venezuela celebra 86 años, aconteció el milagro de la más hermosa colecta para que Lilia Vera grabara un disco con temas de él, de Otilio, el nacido en Yaritagua, población del estado Yaracuy, el 13 de diciembre de 1935. Siempre será un regocijo saber que hizo de la Navidad una de las razones de su creación.

No es casual lo que se hereda. El ser humano hereda traumas, privaciones, resentimientos, enfermedades, complejos y también curaciones y alegrías. Y de lo que se hereda hay que estar pendientes. Otilio recibió una hermosa herencia: recibió todas las bendiciones, el afecto y el amor de su familia por el campo, la tradición y la música. “No desarrollé una vida de amarguras ni de rencores, por muy pobres y por mucha hambre que hubiéramos pasado. Lo negativo no me hubiera servido de nada”.

Fue evidente que la pobreza económica no hizo mella en él, de tan permeado que estaba, cubierto por la belleza del campo, por la faena de su padre agricultor, Santiago Galíndez y de su madre costurera, Felícita Gutiérrez, y por la maravillosa música que salía de los labios maternos. Fue feliz junto a sus hermanos Eugenia, Mercedes y Jesús. Y eso se tradujo en poesía y música, al observar la naturaleza y sus maravillas.

Otilio Galíndez

“Mi infancia estuvo llena de mucho amor…Soy un campesino; no se me ha quitado ni se me quitará. Tengo el orgullo de haber vivido con los animales, con las matas y con la gente. Fue mi papá y mucho más mi mamá quienes me indujeron a tener amor a la música, a la naturaleza y a todo el trabajo del ser humano. Las canciones que mi mamá cantaba tienen una gran categoría, un buen gusto, son exquisitas... yo no sabía que en realidad mi mamá me estaba dando una clase de estética, además del placer de la música diaria (...) Vino otra mujer hermosa, tan hermosa como ella, fue la madre naturaleza: los ríos, los montes, los campos, la gente, los árboles, las matas, las flores, todo eso que ayudó a mi mamá cuando estaba pequeña también me ayudó a mí. Lo primero que a uno lo asombra y que uno ama, es la madre y la naturaleza… Esa es la raíz de mi vocación. La formación musical se desarrolla en la medida en que uno vaya viendo la naturaleza, el medio que lo rodea, el hombre, la mujer, los niños, a uno mismo, descubriéndose. Todo dependerá del grado de sensibilidad que uno tenga para captar las imágenes bellísimas que nos ha dado Dios, toda su creación: el sol, la luna, la montaña, el monte, la sabana, los ríos, la lluvia. El que ama la música ama a su prójimo, a sus amigos, ama a su familia y es el amante eterno”. De esta forma se refería Otilio a sus principales motivaciones, madre y naturaleza.

Sin duda alguna Otilio Galíndez tuvo una estrecha identificación con su pueblo, con el entorno campestre donde nació. Jamás lo olvidó y su obra será prueba fehaciente de lo sustentado. Galíndez volcó en su trabajo su memoria y su querencia, tal vez buscando preservarlas aunque fuera en canto y versos. “Lo bucólico, siempre caigo en el monte, en el campo, en la agricultura, en lo campesino. Algo debió haber pasado, claro. Nací en Yaritagua y mi papá era agricultor”.

Caracas y Trujillo

No había alcanzado todavía los ocho años cuando la familia decide trasladarse a la Caracas de 1943, ciudad que a pesar de ser capital del país mantenía un entorno rural. Ese momento de mudanza marca un punto muy importante en lo que será la obra de Otilio, porque surge la añoranza, el amor y el deseo por lo que se deja atrás y porque además, de alguna manera, surge la incertidumbre.

Hizo de todo en Caracas. Las populares zonas de Catia, San José y El Valle fueron escenarios para los diversos oficios que desempeñó junto a sus hermanos. Uno de los oficios fue el de aprendiz de carpintería con su papá; también fue vendedor de lotería y no es difícil imaginarlo cantando para ofrecer los boletos. No dejó de ser feliz, pues seguía siendo arrullado por el canto de su mamá, Felícita, la mujer más importante de su vida.

Para 1953 Otilio fue al servicio militar y el reclutamiento lo llevó al estado Trujillo. Él mismo dijo que mientras estuvo en el cuartel hizo algunas composiciones, pero ninguna le pareció de calidad, razón por la cual las desechó por siempre. Sería luego del paso por la milicia que Otilio Galíndez llegaría nuevamente a Caracas y al tiempo, para 1957, ingresaría en calidad de mecanógrafo a trabajar en la Universidad Central de Venezuela (UCV).

Otilio Galíndez

El Orfeón Universitario

Ahí comenzó el ciclo visible de su gloria. Así lo contó él: “Mi vida, digamos intelectual comenzó en el año 1957. Comencé a trabajar en la UCV en enero del 57. Ingresé como mecanógrafo en la oficina de control de estudios. Había que hacer grandes listados y había muchos políticos como profesores en la Universidad Central. En cuanto al ingreso al Orfeón, fue Raúl o Miguel (Delgado Estévez). Me hicieron una pequeña prueba en el piano para que yo pusiera las notas, me aceptaron y bastante que me regañaron, como a todo el mundo, y Antonio Estévez también. Gracias a Estévez muchos de nosotros no hacemos las cosas planas, canciones de poca monta y punto. Mis canciones han obtenido reconocimiento positivo por parte de grandes personalidades y hasta se les va la mano, gracias a mis profesores”.

Es en el Orfeón donde comienza a adquirir, en forma, conocimientos musicales, no solo por parte de sus Maestros sino de sus propios compañeros pues muchos de ellos eran estudiantes de música.

Era tenor. Poseía un buen sentido del humor y una personalidad fresca, ingenua, muy observador. En el Orfeón se dieron sus primeros temas conocidos pues no se puede olvidar la etapa del servicio militar donde compuso, pero no le gustó lo que hizo.

Compañeros de él recuerdan que en el camino de Mérida a Tovar compuso “El poncho andino”. Luego “Muchacha”, luego “Luna decembrina”, y luego “La Restinga”, que se la grabaron en gaita y registraron otros, pero Otilio la pudo recuperar. Fue un aguinaldo y la difundieron como gaita. “Pescador embustero/ que sales en Navidad…”.

Pedro Ruiz, en “Semblanza de Otilio” escrito en el libro “Las canciones de Otilio Galíndez”, apunta: Su primera composición fue un aguinaldo de parranda titulado “La Restinga” (isla de arena en medio de una laguna) el cual, luego de ser interpretado por el Orfeón Universitario fue grabado por Rafael Montaño junto con los aguinaldos “Luna decembrina” y “El poncho andino”.

Quiere esto decir que sus primeras composiciones estuvieron orientadas hacia la música navideña, con un destacado contenido social. Otilio Galíndez y su talento especial para conjugar las melodías y las palabras, se expresó en diversos géneros musicales: vals, canción de cuna, danza, tonadas, merengue, joropo, danzón, bambuco, además de esos aguinaldos y parrandas, inolvidables.

A partir de la experiencia única que le dio su permanencia en el Orfeón Universitario de la UCV, sí, por los maestros que tuvo, sí, por la cultura musical que adquirió, sí, por su talento, pero sí por la convivencia humana entre seres afines a la música, al arte, a la naturaleza y a la ternura se puede afirmar que Otilio Galíndez es uno de los compositores más queridos del pueblo venezolano, como lo fue también Luis Mariano Rivera, campesino como él. Es que hay códigos en la sensibilidad de los pueblos, códigos que no se venden.

Universal

A partir del conocimiento que varios intérpretes fueron teniendo de las composiciones de aquel trabajador de la Universidad Central de Venezuela, la obra de Otilio Galíndez se fue expandiendo con naturalidad, como una mariposita volando libre y plena de colores.

Rafael Montaño, Lilia Vera, Jesús Sevillano, Simón Díaz, Cecilia Todd, Mercedes Sosa, Fabiola José, Pablo Milanés y decenas de grupos corales e instrumentales han puesto sus aptitudes al servicio del yaracuyano eterno, que jamás renunció a su sentir de campo ni a la alegría sencilla del hombre de pueblo, del venezolano.

¿Algunos temas? Flor de mayo, Candelaria, El Son de los no descubiertos, Caramba, Son chispitas, Ahora, Vaya un pecado, La Restinga, Mariana, Es la primavera, Esos ojitos, Suelo buscarte, Un niño catire, De Belén campanas, El poncho andino, Luna decembrina, Duerme mi tripón, Rizos de ondas, Ese mar, Pueblos tristes y A Víctor, entre otros.

“La poesía y la música de Otilio son una misma criatura. Podríamos decir que sus poesías son ramas colmadas del follaje de su música, creciendo siempre juntas, formando una unidad inseparable y nutriéndose de la savia de un robusto tronco de hondas cicatrices, raíces penetrantes y conocedor de duros inviernos y sequías”, señala el profesor y guitarrista Luís Ochoa.

Y es verdad, la recurrencia en torno al campo, al fin de los veranos, de los charquitos en el patio, de las gotas del agua que vivifica, en fin de lo que fue su determinante infancia campesina, se distribuyen a lo largo de su obra, casi toda escrita en modo menor, como analiza el profesor Ochoa. Ciertamente Otilio Galíndez, dicen quienes le conocieron, no tenía mayores conocimientos musicales y sin embargo su música y su poesía fueron muy bien elaboradas por él, con rigurosidad, pues, lo dijo muchas veces, no le gustaron ni lo complaciente ni lo mediocre, y mucho menos lo que lo alejara del paisaje latinoamericano, venezolano, campesino, que tanto impregnó su vida.

Otilio Galíndez recibió el Premio Nacional de Cultura, mención Música, en 2001.

Otilio Galíndez

El 15 de diciembre de 2007 la Televisora Venezolana Social le rindió un gran homenaje. Le correspondió a Jennifer Flores y Ramón Soto Urdaneta ser los presentadores de ese momento, que contó con la participación del Orfeón Régulo Rico de Guatire (estado Miranda), el grupo Candela (Zulia), dirigido por Jesús Morillo, Las Campanas de El Tocuyo (Lara), Las Voces Risueñas de Carayaca (del hoy estado La Guaira), Lilia Vera (Caracas), Los Tucusitos (también de Caracas) y Otilio Galíndez, el yaracuyano residenciado en Maracay (Aragua), que en ese inolvidable acto sintió el cariño y reconocimiento de los músicos y la gratitud del pueblo venezolano.

Otilio Galíndez fallecería el 13 de junio de 2009, día de San Antonio. Se despidió de la familia para ir a descansar, y se quedó dormido, dormido…

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