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    El bolero no es una música vieja, por suerte hay una nueva generación que se arrulla con el bolero y es para ella este momento.

El bolero es el rey de la canción en toda América Latina y para los cubanos, prácticamente desde su surgimiento nos identifica como nación. Es emoción y poesía.

Para quienes la banda sonora de sus vidas, han estado inspiradas por boleros, la inscripción de su práctica popular en la lista representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, es de gran relevancia. 

El patrimonio cultural inmaterial, sólo puede serlo si es reconocido como tal por las comunidades y con ello se contribuye a la permanencia de tradiciones, al acervo cultural que se transmite de generación en generación. Pese a su fragilidad inmaterial, es un importante factor del mantenimiento de la diversidad cultural, frente a la creciente globalización.  

En este caso, hablar de la música y no hablar de bolero, es como hablar de nada, ya lo dijo el Premio Nobel Gabriel García Márquez, gran amante del género. Durante la crianza de nuestros padres, algunos fuimos “obligados” a escuchar al Benny, a Pacho Alonso, a Lucho Gatica, Leo Marini, Fernando Álvarez, Los Panchos, Taicuba. Orlando: Vallejo y Contreras, Blanca Rosa Gil. Feliciano: Cheo y José. Omara Portuondo, Nelson Ned, Moncho, José José, Luis Miguel.... pero no fue por eso que le cantamos un bolero para dormir a nuestros hijos, sino porque son la enciclopedia del amor.

Así de apasionante

Lo que no está en los boleros, no existe, dijo un buen cubano. Así de apasionante suena que este género, como pocos estilos musicales, ha estado tan arraigado en la cultura y el espíritu latinoamericano. 

El bolero no es una música vieja, por suerte hay una nueva generación que se arrulla con el bolero y es para ella este momento. La decisión adoptada por el Comité Intergubernamental del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Unesco, integrado por 24 Estados miembros, fue definida en la sesión 18 de Kasane, Botswana a finales del año 2023. Allí se dio el visto bueno a la candidatura presentada por Cuba, donde surgió el género musical en el siglo XIX, de conjunto con México, a donde llegó hace más de 100 años.

 “Bolero: identidad, emoción y poesía hechas canción”, fue el nombre del expediente conjunto, resaltando que la decisión de la UNESCO reconoce una práctica, usos y saberes transmitidos por generaciones presentes en comunidades portadoras de Cuba y México. No es propiamente al género musical, va mucho más allá.

Cuba es uno de los Estados parte de la Convención para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial, que conmemoró en 2023, dos décadas de aplicación. Importante labor de la UNESCO, que estimula la protección del caudal de saberes culturales.

La embajadora de la isla ante la UNESCO, Yahima Esquivel, dijo que Cuba trabaja en candidaturas multinacionales, y anunció que en el 2024 se examinará la propuesta relacionada con el casabe. En particular, manifestó la tradición en la elaboración y consumo de este ancestral alimento, un expediente conjunto con Venezuela, República Dominicana, Haití y Honduras.

También en México celebran esta declaratoria de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), primera binacional de la región, orgullosos de sus vínculos culturales con Cuba.

Orígenes

Fue en Santiago de Cuba en 1883, cuando de la tristeza por amor surgió el primer bolero. A partir de ahí, la elegancia poética musical cantada, se extendió por toda Cuba. 

Pepe Sánchez, el autor de “Tristezas”, también es considerado creador de la Trova cubana, junto a Sindo Garay. Según Leonardo Acosta, entendido del pensamiento literario y musicológico cubano, consideró que fue el primer bolero impreso. Así lo corrobora Lino Betancourt, acucioso investigador de música, quien afirmó encontrar un bolero similar escrito anteriormente. 

Como quiera que fuera, solo a partir de Pepe Sánchez, los demás compositores estructuraron los temas con 32 compases y dos partes, lo que dio forma definitiva al género que ha sostenido su trascendencia, imponiéndose como la canción más representativa de América Latina. 

El nacimiento de este género musical, fue sin dudas inspiración de su apasionado autor de tan solo 29 años. El apuesto y elegante mulato cubano, José Viviano Sánchez, conocido por Pepe, nació en Los Hoyos, uno de los barrios más criollos de Santiago de Cuba y cuna de la conga y el carnaval, un 19 de marzo de 1856 y falleció el 3 de enero de 1918.

Sin saberlo, hasta hoy ha sumado a miles de intérpretes y millones de seguidores del género musical en todo el mundo. En Cuba, además se le homenajea desde 1964, con la celebración en Santiago de Cuba, del Festival de la Trova Pepe Sánchez, en cuyo estreno estuvo presente Sindo Garay, Rosendo Ruiz Suárez, el Trío Matamoros y Vicente G. Rubiera.

“Tristezas”, el bolero modelo para obras posteriores, ya suma 141 años de antigüedad. Como parece que la musicología, vive de estas precisiones, sobre ello el musicólogo Pepe Reyes dijo que, “la primera grabación fonográfica de “Tristezas”, fue realizada a un trovador cubano, dado el caso que la misma fuera registrada entre los años 1906 y 1907, al legendario dueto de trovadores mexicanos Abrego-Picazzo, bajo el título de ‘Un beso’, prensado en un disco de una sola cara por el sello Victor (Vi-98212) en México, aunque algunos aducen, no sin cierta autoridad, haberlo escuchado también en un cilindro fonográfico con fecha anterior. 

Por su parte, el escritor Rafael Lam refiere una interesante afirmación de Vicente G. Rubiera y Rosendo Ruiz Quevedo. “El bolero constituye, sin duda alguna, la primera gran síntesis vocal de la música cubana, que al traspasar fronteras, registra permanencia universal”.

Se conoce, y su porte no lo desdice, que Pepe Sánchez, vivía de su oficio como sastre de la burguesía santiaguera. Tenía una clientela de alto nivel, entre quienes se contaban nombres y personalidades históricas: Antonio Maceo, Sindo Garay, Brindis de Salas y Jorge Anckermann, entre otros. También -dicen- fue un precursor “como promotor cultural”, en tanto es considerado como creador de “jingles”, o sea, propaganda comercial.

El “Maestro del Bolero” o el trovador de los trovadores, tuvo importantes discípulos, grandes boleristas de Santiago de Cuba como: Alberto Villalón, Sindo Garay, Rosendo Ruiz Suárez, Emiliano Blez, Salvador Adams, Pepe Figarola y Roberto Moya. 

Tristezas

Tristezas me dan tus quejas, mujer

Profundo dolor que dudes de mí,

No hay prueba de amor que deje entrever

Cuanto sufro y padezco por ti…

La suerte es adversa conmigo

No deja ensanchar mi pasión

Un beso me diste un día

Lo guardo en el corazón.

Siempre va a vivir.

El bolero es el rey de la canción en toda América Latina y para los cubanos, prácticamente desde su surgimiento nos identifica como nación. Es emoción y poesía.

Por haber nacido ambos en Santiago de Cuba, es lógico que convivieran en la misma calle dos géneros trascendentales;  así que el Bolero-Son, no fue propiamente una creación de Miguel Matamoros, según afirma la musicóloga cubana María Teresa Linares.

Muchos poemas también fueron musicalizados, para elevar el lirismo de las letras cantadas, de modo que en la década de 1920, se mostraron ejemplos que conspiraban con el cinquillo melódico, que en general, los instrumentistas consideran difícil de ejecutar. Su definición en música, dice que ‘cinquillo’ es un grupo de valoración especial, constituido por cinco notas musicales que pueden equivaler a seis o a cuatro de la misma especie. Ejemplo: en compás de 2/4 un cinquillo de semicorcheas, equivale a una negra (5 en vez de 4).

Mencionemos al bolero En el sendero de mi vida, conocido como Ella y yo, de Oscar Hernández, con versos de Urrico Ablanedo (1916). Cinco años después Eusebio Delfín con su obra ¿Y tú qué has hecho? (conocida como En el tronco de un árbol). 

Seguimos con Rosendo Ruiz Suarez Pobre corazón. Otro ejemplo es Miguel Matamoros Olvido, primer bolero comercializado. Y finalmente,  la obra cumbre de Nilo Menéndez, con letra de Adolfo Utrera Aquellos ojos verdes (1929) que lo cambió todo en el bolero moderno. Esta década de 1920 tiene la influencia de la zarzuela y el sainete cubano (Ernesto Lecuona, Jorge Anckermann, Gonzalo Roig), Eliseo Grenet, Rodrigo Prats, Moisés Simons, José M. Mauri, E. Sánchez de Fuentes.

Para 1930 destacan en Cuba, Margarita Lecuona, Graciela Párraga,  Lili Batet, Cristina Saladrigas, Cora Sánchez, Carmelina Delfín, Sarita Jústiz. También Félix B. Caignet, Electo Rosell, Tomasito Villoch, Panchito Carbó, Joaquín Codina, Salazar Ramírez, Servando Díaz, Vicente González- Rubiera “Guyún”, Arturo R. Ojea y Armando Beltrán.

No olvidar los boleros de Panchito Carbó, Guyún, Julio Brito (Mira que eres linda, El amor de mi bohío, Flor de ausencia), Jorge G. Allué, Ernesto Lecuona (Siboney, Como arrullo de palma, Noche azul, Siempre en mi corazón), Armando Valdespí (Orgullo, Sola y triste, Como una rosa); así como los reconocidos intérpretes Fernando Collazo y Pablo Quevedo, el primer divo del bolero.

El investigador Rafael Lam dice que en la década de 1940, despegan los boleristas intérpretes de piano, entre tanto definen enlace entre la trova inicial y el movimiento Feeling. Isolina Carrillo (Dos gardenias), Bobby Collazo (Vivir de los recuerdos, La última noche, ¿Qué te has creído?, Tenía que ser así), Orlando de la Rosa (Viaje luna, Nuestras vidas, No vale la pena).

Inolvidable fue Pedro Junco (Nosotros), Mario F. Porta (Mentiras tuyas), René Touzet (La noche de anoche, Conversación en tiempo de bolero), Candito Ruiz (Vete), Julio Gutiérrez (Inolvidable, Llanto de luna), Ignacio Villa (Si me pudieras querer), Facundo Rivero (No me quieras así).

Evocación especial para Osvaldo Farrés, un compositor empírico que deja una obra de enorme aceptación internacional (Tres palabras, Quizás, quizás, quizás. No me vayas a engañar, Acércate más).  Esta generación de pianistas, luce con una obra antológica y excelentes arreglos musicales.

Destacan Pepé Delgado (Cosas del alma), Juan B. Tarraza (Alma libre), Fernando Mulens (¿Qué te pedí?, Espérame en el cielo, Aquí de pie, es una letra de Olga Navarro), Humberto Suárez (Con mi corazón te espero), Adolfo Guzmán (No puedo ser feliz, Profecía, Al fin amor, libre de pecado). 

Pasado 1946 surge el Movimiento Feeling, toda una transformación en la manera de componer y de interpretar. La canción temática se hace íntima, llena de imágenes, poética. Más que cantarse, se expresa, se dice [...] dando libertad al intérprete". 

El Feeling, influenciado por el jazz norteamericano, desde su nombre deja claro el vínculo indisoluble a la emoción y el sentimiento. La melodía es consecuencia de la amplia gama de recursos técnicos, que caracterizan a la trova tradicional y el impresionismo debussista. Al igual que el impresionismo pictórico y literario, el impresionismo musical intenta representar la fugaz impresión de un momento. 

Pocos recuerdan cómo a solicitud de Lázaro Peña, fundaron una disquera que salvó muchos temas, nombrada Musicabana. El llamado Capitán de la Clase Obrera, como era reconocido el líder sindical cubano, fue esposo de la excelente compositora y promotora cultural,Tania Castellanos ( En nosotros, Recordaré tu boca y Canción a mi Habana).

Por esta época descollaron igualmente, cantantes como Elena Bourke y Omara Portuondo, más conocida como la novia del feeling.

 

Algunos se acompañaron con guitarra, como José Antonio Méndez (Por mi ceguedad, Novia mía, La gloria eres tú, Si me comprendieras, Me faltabas tú), César Portillo de la Luz (Delirio, Contigo en la distancia), Angelito Díaz (Rosa mustia). 

Cuba exhibe un abanico de compositores como Marta Valdés (En la imaginación, Palabras, Tu no sospechas, No te empeñes, Deja que siga sola), Frank Domínguez (Tú me acostumbraste, Imagen, Pedacito de cielo, Cómo te atreves), Ernesto Duarte (Como fue, Bájate de esa nube), Jorge Mazón (Rosa azul).

Juan Pablo Miranda (Mil congojas), Armando Peñalver (Si me dices que sí), Humberto Jauma (Solo por rencor), Piloto y Vera (Añorado encuentro), Rosendo Ruiz (Hasta mañana vida mía), Yáñez y Gómez (Oh vida, Me miras tiernamente). Luis Marquetti (Plazos traicioneros, Amor qué malo eres, Allí donde tú sabes, Me robaste la vida, Desastre, Llevarás la marca), Pedro Vega (Hoy como ayer, Herido de sombra, Eligio Valera (Reverso).

Seguimos con Ricardo Pérez (Tú me sabes comprender), Juanito Márquez (Alma con alma, Como un milagro), Ricardo García Perdomo (Total, Todo se paga, ¿Qué te cuesta?), Grecia Domech (No serás de mí), Rey Díaz Calvet (Te falta corazón), Félix Reina (Si te contara), José Dolores Quiñonez (Vendaval sin rumbo, No te burles, Los aretes de la luna, Un lirio en un lago, Levántate), Rolando Raví (Cada noche que pasa, Humo y espuma), Virgilio González (Le dije a una rosa), Lilí Martínez (Esto si se llama querer).

Los famosos “50” llegan con el auge de la radio, la televisión, el cine, los discos con sus tocadiscos y victrolas. Con esta pléyade de compositores e intérpretes de boleros, entendemos por qué vale la pena conservar sus grabaciones, lo que permitirá que las nuevas generaciones beban de esa fuente clásica, cada vez que lo deseen.

En su indispensable ensayo El son no se fue de Cuba, la investigadora colombiana Adriana Orejuela califica los tres primeros años (1961-1963) como de “auge del bolero vitrolero y sus cultores”.

Cuando en 1964 surge la Empresa de Grabaciones y Ediciones Musicales de Cuba (Egrem), lo hace con el objetivo de unificar pequeños sellos disqueros, fundamentalmente establecidos en La Habana. Fue valiosa la contribución previa de la Imprenta Nacional, dedicada a la edición de libros de forma masiva,  para recopilar los boleros en sus catálogos.

Para esos años iniciales de la Revolución cubana, refiere Gaspar Marrero, investigador cubano, desde el primer momento atentó contra el desarrollo de la industria discográfica nacional, “la emigración de muchos expertos en la fabricación de discos, (expertos)  en el proceso de grabación y la falta de materia prima para asumir la producción, como consecuencia de las medidas unilaterales del gobierno de los Estados Unidos contra Cuba”.

Tampoco puede soslayarse el bloqueo a los mecanismos internacionales de distribución, difusión y publicidad, versus la atención privilegiada que se les daba a los músicos, cantantes y agrupaciones establecidos fuera de Cuba.

Sin embargo, a inicios de la década de 1960 resultaron muy populares grandes boleristas en Cuba: Lino Borges y Gina León. Les siguen Pacho Alonso, Fernando Álvarez, el Conjunto de Roberto Faz, Orestes Macías, Tejedor y Luis, Wilfredo Mendi, Frank Hernández, Kino Morán e Iluminada Zequeira. O sea, que aunque la Empresa disquera cubana se enfrentó a una crisis para producir discos, afortunadamente se conservaron muchas de las matrices de las grabaciones.

El compositor Pedro Vega, primer director de la Egrem, viajó a Europa para adquirir la experiencia necesaria en ese campo. Entre otras gestiones realizadas entonces, se logró el surgimiento del sello disquero ‘Palma’, cuyas producciones de música cubana serían prensadas en instalaciones de Hungría. 

Los “cancioneros” impresos, dan a conocer composiciones firmadas por nuevos nombres: Juan Almeida, Olga Rosado, Rolando Vergara, Orlando Martínez Almaral, Isaac Fernández, José Sláter Badán y Leopoldo Ulloa, del cual el catálogo discográfico de la Egrem, desde 1964, muestra veintiséis (26) grabaciones de sus boleros.

Para 1966 se imponía la influencia de la música pop, aun así, el bolero estaba vivo en la memoria emocional del pueblo cubano. Recordemos otra vez a Gina León, Elena Burke, Lino Borges y Wilfredo Mendi quien participó en (1965) el Primer Festival de la Canción Popular en Varadero. 

Lo del bolerista José Tejedor fue algo fuera de lo común.  Ante su impacto, la emisora COCO-CMCK El Periódico del Aire, transmitía todos los días a las 5:00 de la tarde, un programa muy popular: “Tejedor en la tarde”; igualmente sucedió en la ya desaparecida Radio Marianao, porque sus discos eran muy solicitados. Por ejemplo “Escándalo”, de la autoría de Rubén Fuentes (1962). También Tejedor y Luis popularizaron “Como nave sin rumbo” de Leopoldo Ulloa. Hablamos del joven operario Luis Oviedo, con una peculiar voz, y una pequeña estatura, quien se convirtió en el compañero eterno de Tejedor, un hombre voluminoso y ciego, que cantaba con su guitarra en el portal.

En 1960, el compositor José Dolores Quiñones se encarga de las presentaciones mutuas entre Benny Moré y dos jóvenes hermanos, Rubén y Armando Bermúdez. Formaban un excelente dúo vocal. Orestes Macías, un veterano cantante procedente de la Orquesta de Rolando Aguiló y de los Hermanos Castro, logró varios triunfos musicales. Aurelio Reinoso, quien formó parte del Cuarteto de Orlando de la Rosa, grabó como solista exitoso con la Empresa Egrem.

Punto y aparte para quien brilló en escenarios de México, Brasil, Puerto Rico, Panamá, Venezuela, Haití, Estados Unidos y Colombia y decidió quedarse en su país: Benny Moré. Un icónico músico cuya voz permanece en la memoria latinoamericana. El Bárbaro del Ritmo, Bartolomé Maximiliano Moré Gutiérrez, dejó un catálogo de guarachas, sones montunos, mambos y sus inolvidables boleros.

 

En este pródigo escenario cubano, célebres tríos de voces y guitarras, como Los Cancilleres y Voces de Oro, encantaban a la audiencia. Igualmente el dúo romántico de Clara Morales y Mario Rodríguez, quienes apostaron por el estilo tradicional del bolero, cuando cambia el ambiente musical en Cuba. 

Bien dijo el periodista cubano Omar Vázquez “era el final de una época” en su reseña del  Disco Homenaje a Benny Moré, después de la muerte en 1963, del inigualable “Bárbaro del Ritmo”.

Para la inscripción de la práctica popular del Bolero en la lista del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, la investigadora y coautora Alicia Valdés, junto al director de orquesta y musicólogo José Loyola, fundamentaron la nominación. Loyola, también es creador del Festival Boleros de Oro, que deleita desde 1987 a todos los amantes del género. Es "muy significativa para salvaguardar la historia del género y la de sus creadores, cantantes, instrumentistas acompañantes, músicos de atril, directores e intérpretes", definió la Ms.C. Alicia Valdés Cantero.

Como una forma de honrar al bolero, al que los cubanos le debemos demasiados romances evocados con voces de nostalgia, donde nos reconocemos como cubanos, también la Nueva Trova e intérpretes de todas las edades, ayer y hoy, tienen que cantar “un bolero”, que siempre suena con el latido de un corazón enamorado.

 


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