Otra mirada al merengue de Wilfrido Vargas
7 de abril de 2024 Hora: 21:45
Hace algunas semanas la noticia de hospitalización urgente del músico dominicano Wilfrido Vargas disparó las alarmas. Si algún músico dominicano es querido y seguido continentalmente es el nacido en Altamira, al noroeste de la República Dominicana.
Los cruces de información y la búsqueda actualizada acerca de su estado de salud pusieron de nuevo a Wilfrido en la cresta de la ola. Una de las aristas para reflexionar acerca de su obra y trayectoria fue la del contenido social y político en su accionar, comercial o no. Esa obra ha generado debates, controversias, críticas y apoyos. Detengámonos entonces en esa arista tan valiosa en un amigo dominicano para todo el Caribe y más allá, desde donde también le admiran y respetan.
Preámbulo
A pesar de la cantidad de éxitos acumulados durante su trayectoria profesional, hay que detenerse en una etapa donde Wilfrido Vargas, dominicano, ya conocido como músico, arreglista, director de orquesta, además de trompetista, se convirtió en una opción de merengue frente al estilo de Johnny Ventura y también frente al merengue a lo tradicional de Joseíto Mateo o el Trío Reynoso, siendo Wilfrido incisivo con planteamientos políticos y sociales de los que no abdicó aunque ello supusiera alguna censura para él, algo que afortunadamente no ocurrió: los tiempos habían cambiado políticamente en su país.
Wilfrido Radhamés Vargas Martínez nació el 24 de abril de 1949 en la población de Altamira, en la zona de Puerto Plata, al noroeste de la República Dominicana. Sus padres estaban vinculados a la música y teniendo Wilfrido diez años de edad comenzó estudios musicales. Dos años más tarde era solista de un grupo musical ejecutando la viola y la trompeta.
Además de musical, la familia de Wilfrido era altamente politizada y sabía de la represión de las tiranías que se habían enquistado en la República Dominicana. En ese ambiente también se formó el de Altamira.
Desde allí lo próximo sería Santo Domingo, buscando horizontes para sus ideas. A los 23 años ya había estructurado su orquesta Los Beduinos, que era una banda para amenizar locales nocturnos con instrumentales y ritmos variados.
Los Beduinos grabaron por primera vez en 1974 y el impacto fue inmediato tanto por la aceleración del ritmo en el merengue como por la melódica y las letras. Era como revivir al Johnny Ventura de 1964 diez años después. Y aunque tanto como Ventura como Vargas tenían por qué, las maneras de proponer fueron distintas. A decir verdad muchos músicos dominicanos han tomado el merengue para hacer denuncias cotidianas o cuestionamientos de fondo hacia las estructuras de poder.
En el caso de Wilfrido Vargas, no dejó de abordar esa temática social aunque sus orquestas, discos y presentaciones estuvieran marcadas por lo económico, mediático, el mundo del entretenimiento y lo publicitario. Él mismo ha dicho en reiteradas oportunidades que se siente comprometido con las causas sociales que ha defendido con su orquesta, con contenido político desde que comenzó su carrera profesional en 1972.
Bastaría dar un vistazo a la discografía de Vargas, sobre todo en las décadas de los 70 y los 80 para ratificar lo que él afirma. Se encuentran en las diferentes producciones temas en honor a héroes de Quisqueya, implacables críticas a políticos corruptos y tiranos, y denuncias del drama social de su país.
Algunos temas
Muchísimas veces ha estado Wilfrido Vargas en Venezuela como parte de sus giras internacionales. Siempre conversador y sencillo, no tiene problemas para hablar de su infancia, de las persecuciones políticas en su familia y hasta de cuando le tocó vestirse de mariachi para poder trabajar con su trompeta.
Al abordar su recurrencia con algunos personajes dominicanos, Wilfrido señaló: “Hacen parte de nuestra historia y de alguna manera tratan de pasarlos al olvido. Modestamente, con las herramientas que tengo a mano no permito que eso se concrete, para que las nuevas generaciones conozcan algo de quienes fueron abanderados de la dominicanidad”. Y van algunos ejemplos.
Desiderio Arias
El colega Farid Kury, dominicano, hizo una semblanza en torno a este personaje que fue traído de vuelta masivamente con la música por Wilfrido Vargas. Escribe Kury: “El 20 de junio de 1931, su último día vivo en esta tierra, encuentra al general Desiderio Arias en la loma de Gurabo de Mao, sublevado contra el régimen de Trujillo, que él había ayudado a triunfar en las elecciones de mayo de 1930. De origen campesino humilde, nacido en Puerto Plata pero llevado desde niño a la Línea Noroeste, el general, tenido por los vivos y muertos como un hombre de valor y honor, no era un trujillista. Era, eso sí, un decidido enemigo del presidente Horacio Vásquez, contra quien había guerreado, primero bajo el mando de Juan Isidro Jimenes y luego por su propia cuenta, los últimos 30 años. Y como Trujillo se había levantado contra Horacio no vaciló en apoyarlo. Su animadversión a Horacio lo empujó a los peligrosos brazos de Trujillo. Se incorporó al incívico ‘Movimiento Cívico de Febrero’, que postulaba a Trujillo como presidente y a Rafael Estrella Ureña como vicepresidente. El 21 de marzo de 1930 acordó con Trujillo apoyarlo, a cambio del 30 por ciento de los cargos. Se trataba de la clásica repartición del botín del Estado entre políticos y militares que aún prevalece.
“El terror empujó a los adversarios de Trujillo, agrupados en la Alianza Nacional Progresista, que postulaba a la presidencia a Federico Velázquez, a retirarse. Trujillo acudió solo y ‘ganó’ las elecciones. Desiderio sería escogido senador por Santiago (de los Caballeros). Pero el hombre no era de escritorios y salones, sino de batallas. Ser senador daba prestigio, pero no a un espíritu guerrero como el suyo. Por eso meses después empezaría una turbulenta relación con Trujillo que terminaría cuando su cabeza fue literalmente cercenada por órdenes del primer teniente Ludovino Fernández”.
Desiderio pareció no darse cuenta de que ya Trujillo no pertenecía a la estirpe de los caudillos, como Desiderio mismo era, sino a la de los dictadores, y de los más crueles que haya conocido la América Latina, habiendo permanecido a sangre y fuego en el poder durante más de 30 años. El tema pertenece a Emilio Morell y música de Julio Alberto Hernández.
El Comandante
Este es un tema que Wilfrido Vargas hace en su orquesta con una pasión absoluta y permanente. Está dedicado al coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó, (Santo Domingo, 11 de junio de 1932- Cordillera Central, República Dominicana, 16 de febrero de 1973), quien fuera presidente constitucional en un período turbulento en su país signado por la invasión de los estadounidenses a la isla “para preservar a los ciudadanos gringos” corriendo precisamente abril de 1965.
Para el pueblo dominicano Caamaño siempre será el Comandante que devolvió dignidad y soberanía a la tierra dominicana.
Joaquín Balaguer era presidente cuando Caamaño cayó asesinado luego de ponerse al frente de una guerrilla para acabar con ese Gobierno, corrupto y entreguista. Se trató de engañar al pueblo con el tema de sus restos, falsamente sepultados, pero estos nunca aparecieron. Y es que fue fusilado, descuartizado y quemado. De ahí la contundencia del tema: “Así era Francisco Alberto que vive después de muerto. La muerte queda chiquita a un hombre de tu tamaño, Caamaño. De la montaña vendrán los frutos de la cosecha abundante y de allá vendrán los sueños que sembraba el Comandante”.
El Candidato
Este tema lo estructuró Wilfrido Vargas en 1978 con base en una composición de la venezolana Gloria Martín, aunque intercaló versos del argentino Bernardo Palombo. Esto ya indica el grado de politización del Beduino dominicano
Trujillo
Este es un tema que Vargas entona personalmente con mucha vehemencia, tal vez porque lo vivió de cerca.
Se trata de una suerte de crónica en torno al ajusticiamiento del dictador Rafael Leónidas Trujillo y del relato de todo lo que este hombre hizo en la República Dominicana durante más de 30 años.
“Aquellos hombres cambiaron el destino de la historia. A sus amigos les dio la guerra, y al campesino quitó la tierra.
Un hombre así tenía que morir así. Fue muy grande el sacrificio para conseguir la paz, hay que hacer el ejercicio de Dios, Patria, y Libertad”.
El funcionario
Se trata del vivo retrato de la metamorfosis de un funcionario cuando dejando de lado la honestidad da rienda suelta a la ambición y esta lo lleva a inimaginables niveles de corrupción. Es un gran retrato musical de antes y de ahora.
“Había una vez un funcionario. El presidente lo nombró de secretario de una empresa del Estado. Ya su tarea hábilmente había comenzado; pero de pronto pensó en el poco tiempo que le quedaba como secretario…”. El autor de la letra es Manuel de Jesús Jaime Shanlatte.
Somos
Bellísimo tema de José Antonio Rodríguez y Víctor Víctor Rojas, que llegó a abrir las transmisiones de la radio nacional de Nicaragua. Es un canto de esperanza centrado en este mundo nuevo que es América Latina.
Quién será el que se atreva
Se trata de un reto, el reto permanente frente al imperialismo, a quien tiene los botones de la destrucción. Solo que ese reto es enfrentado desde la alegría y la convicción en la historia de esta parte del mundo. El tema pertenece a José Antonio Rodríguez.
El merengue social en manos de Wilfrido Vargas demuestra que también, más allá de la llamada canción protesta o necesaria, hay un universo que hace serios planteamientos desde otros estadios de la música popular, salsa y merengue incluidos. Y al margen de cualquier consideración en torno a las diversas etapas que ha atravesado este músico, es innegable que el cuero lo puso al fuego defendiendo la historia de su país e innovando como lo hizo al estructurar “Los Hijos del Rey”, “Las Chicas del Can” o “Altamira Banda Show”, e inclusive su propia orquesta sometida a presiones externas y luchas internas, y a la diatriba eterna de los derechos de autor. Como quiera que sea, existe un merengue social en la República Dominicana y Wilfrido ha hecho aportes significativos al mismo.
Autor: Lil Rodríguez