A este ruso con pretensiones de nuevo Stalin soviético se lo puede comparar con el amante que reemplaza al marido de la adúltera, que está ausente. También se lo puede comparar con el que le tiene puesto el ojo a una cimbreante mujer y sólo espera que enviude para galantearla y echársele encima. Vladimir Putin es ropavejero, se pone los pantalones y calzoncillos usados por George Bush y Barack Obama, que aterrorizados por los Yihadistas-Estado Islámico-Isis, abandonaron a los sátrapas gobernantes de Iraq y Siria a su suerte. Fue entonces que el ruso, a través de sus plenipotenciarios embajadores y agentes de la guerra les ofreció sus servicios de mercenario, no se sabe si a cambio de jugosa paga petrolera o de nueva geopolítica en el Mediterráneo.
Cualquier analista de política internacional puede darse cuenta que “el poder en el mundo está cambiando de manos”, que la antigua Asia, cuna de las grandes culturas y civilizaciones, ansía reivindicar su histórico derecho a gobernar en cualquiera y todos los lugares donde haya un hombre y una mujer. El mito del dragón chino toma vida y reemplaza al del arcángel Gabriel anunciando una nueva era de promisiones. Ya no es un mito sino una realidad. Confucio y Buda, un día no muy lejano, llegarán a mi patria americana , y tal vez le den su lugar, el que perdió en la barbarie judía , a ese otro gran asiático que predicó una Buena Nueva sólo por tres años, porque la vida no le alcanzó para la eternidad, pues lo mataron en una cruz.
Mitt Romney, gerente ejecutivo de la “Corporación Religio$a Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días” (Mormona) alarmado por el apocalipsis político y económico-la recesión del 2008-que sufre Estados Unidos, ha visitado al presidente Barack Obama para compartir lamentaciones por la pérdida de liderazgo de la nación que por espacio de medio siglo estuvo considerada como la más poderosa del mundo. A mister Romney le lacera el alma saber que su país, que hasta hace veinte años atrás, fue un imperio, ahora ha caído en la desgracia de ser nada más que “El Gendarme del Mundo”, ¡una catastrófica degradación de su poder e influencia política y militar!. Estados Unidos ha arreado su otrora temida bandera y su lugar en el asta lo han ocupado las banderas de la Rusia militarista y la China de la chequera de fondos infinitos.
Pienso que si a Vladimir Putin no hay quien le detenga en su ambición de darle a Rusia por lo menos un poco del poder que tuvo durante el tiempo que duró la URSS, La Segunda Guerra Mundial, la Era Staliniana y el Pacto de Varsovia, el Mundial de Futbol 2018 verá a Rusia, su sede, cogida por una guerra que se la harán los “terroristas” Yihadistas-Estado Islámico-Isis, en su propia casa y en respuesta a la que ahora Putin les hace a ellos en la suya. O Putin se retirará del polvorín árabe tan pronto como en una de las hermosas estaciones del Metro de Moscú estalle una poderosa bomba que la destruya y mate a 300 usuarios, y por otro lado los ucranianos le derroten, como ya una vez lo hicieron los afganos que a la Rusia invasora le hicieron morder el polvo del desierto.
En cuanto a la China, Obama está hincándole las nalgas con vuelos de aviones y buques espías sobre su espacio aéreo y marítimo, para ver cómo reacciona el milenario dragón, saber si todavía arroja lenguas de fuego capaces de atravesar el océano Pacífico hasta llegar a la estatua de la Libertad en Manhattan. Es pues un ingenuo jugar con fuego que el presidente de USA busca quemarse las manos. Pero que las llamas pueden alcanzarle de cuerpo entero, y quemarlo vivo.
Nadie quiere decir que la Tercera Guerra Mundial está a las puertas. Los acontecimientos bélicos, políticos, religiosos, y económicos que la vienen anunciando desde 2008, con la recesión económica norteamericana, que afectó a todo el Occidente capitalista, y 2014, curiosa y fatídicamente, cien años después del inicio de la Primera Guerra Mundial, al parecer, no tienen la menor importancia más que para los que por no tener otra cosa en que pensar, nos ocupamos de las lecciones de la historia. El primer cañonazo de la Segunda Guerra Mundial lo disparó la recesión económica norteamericana de 1929, que se unió al Tratado de Versalles, de 1919, para crear a Adolf Hitler. Todos tienen miedo de reconocer lo que para los espíritus conservadores no debe decirse por el temor a que se realice, “pájaro de mal agüero”, “tocar madera” “Dios nos libre” Y quien lo dijese, se ganaría el rayo del cielo, y la cárcel por atentar contra la paz. Los móviles de las dos guerras mundiales están encubiertos por la palabrería cursi e interesada de echarle la culpa al socorrido chivo expiatorio de siempre. El verdadero chivo expiatorio de la Primera Guerra Mundial no fue el croata que le disparó y mató al archiduque Francisco Fernando de Habsburgo, sino el yugo del imperio católico opresor, de los Habsburgo. Pero como es normal, la historia se ahorra la verdad, evita los antecedentes, prefiere los clichés a sabiendas que impactan y gustan mejor que el análisis. La causa de la Segunda Guerra Mundial , para la historia oficial, que es tuerta de un ojo y estrábica del otro, y que a la verdad la esconde como algo demasiado peligroso para los intereses políticos de los que mandan escribirla por un salario, fue el Tratado de Versalles, que ataba de pies y manos a Alemania, que la obligaba a resignarse y renunciar a su pasado de gran potencia europea. Ni pío sobre la recesión económica norteamericana, que fue determinante para la guerra, y tampoco sobre “El Problema judío”, que Hitler denuncíó como el factor político que a él le llevó a tomar el poder para combatirlo con las armas.
Son muy pocos los historiadores independientes, que no viven de un vergonzoso e infame salario, que les coarte su libertad, que sostienen que “La Segunda Guerra Mundial fue judía” Y es que abundan las razones para decirlo así, sin miedo a los convencionalismos “éticos”y políticos hipócritas. Judía fue la recesión económica mundial de 1929, que pareció dedicada a Alemania, por ser el país capitalista de Europa más susceptible de sentir sus efectos en el orden social, que se vieron durante los primeros años del ascenso de Hitler al poder (1933) .Los judíos norteamericanos contaban con que esta recesión económica, más el Tratado de Versalles, y Hitler, un furibundo anticomunista, estarían dadas las condiciones para la guerra contra la URSS.
La Tercera Guerra Mundial, a mi modo de ver las cosas con un realismo bien poco común, se base en dos factores que hacen que los judíos norteamericanos sean sus promotores y únicos interesados. Estados Unidos se siente muy mal por haber perdido su poder e influencia política en el mundo. Con la Unión Europea, el Mercado Común Europeo, y el Euro, Europa tomó su propio rumbo; y América Latina, con la Celac, el Mercosur, la Unasur, y otros organismos políticos y económicos de integración (está en carpeta la creación del Banco del Sur), busca su propio poder. Estados Unidos se ha quedado solo, si en su invasión a Iraq en 2003 tuvo la ayuda de Inglaterra, su tradicional aliado, de la que el judío Tony Blair era entonces el Primer Ministro, ahora no la tiene, al menos del mismo modo. No se trata ya sólo de las conveniencias políticas y económicas sino también del orgullo y la vanidad heridos pues el país que hasta hace diez años atrás era tenido como la primera potencia política, económica y militar del mundo, hoy está amenazado por el peligro de pasar a ser una potencia de segundo orden, después de Rusia y China, que están minándole su “liderazgo”. La recesión económica de 2008 ha sido un boomeran que a los judíos de Wall Street les ha dado en la cabeza. “OCUPE WALL STREET” y “LOS INDIGNADOS” debieron revelarle al pueblo norteamericano que tienen en su casa, conviviendo con sus mujeres e hijos, a unos enemigos siniestros, que se cubren con el antifaz constitucional masónico, que en 1776, los hizo Padres de la Patria. La histórica ciudad de Filadelfia se ha reducido a una calle de Nueva York, que por sus características políticas ha alcanzado la fama que algún día tuvo el infierno, donde mandaba el diablo Astaroth, gobernador de las riquezas de Occidente.
El problema de Israel es un poco parecido al de los Estados Unidos pues en ambos casos se trata de ampliar el territorio geográfico y político: especie de geopolítica judía, tal como la concibió Henry Kissinger, judío alemán nacionalizado norteamericano. Estados Unidos ha perdido influencia y poder político y económico en el mundo, necesita la guerra para recuperarlo; Israel tiene un territorio demasiado pequeño( 20.700 k2), dos veces inferior al del departamento o provincia colombiana de Antioquia, de 62.870 k2; más acorde con la provincia argentina de Tucumán, de 22. 254 k2. Por lo tanto este pequeño Estado judío necesita la guerra, como principio religioso y de espacio vital, para crecer y desarrollarse. Partamos de la enseñanza idiológica y teológica a los judíos, que figura en la Biblia: “Multiplicaos y Creced, Creced y Multiplicaos”, para hacer la guerra. El nombre Israel significa “Dios Combate”. En el siglo X, conocido como “El Período de los jueces”, el juez Samuel determinó que el Dios Judío Jeová era el “Señor de los ejércitos”; y bueno es saber que el Gobierno del Estado judío ordena que el segundo hijo varón de las familias judías, sea destinado al servicio del Ejército, o sea, de la guerra. Podemos concluir que sin la guerra el Dios judío Yavé o Jeová muere. En 1948-49 la Organización de Naciones Unidas les concedió a los israelitas el terreno donde crearon su Estado político…para que allí se dedicaran a vivir en paz, dejaran de codiciar los bienes ajenos tal y cual fue de capital preocupación de Moisés, y de andar “como el proverbial judío errante por el mundo”, haciéndose sentir indeseable en casa ajena, aunque debido a la pequeñez del espacio, no tan vital, tendrán que ajustarse más el cinturón y quitarse menos los calzoncillos al acostarse, no importa si contravienen el mandato de multiplicarse y crecer para la guerra, según la doctrina castrense de su Dios. Este es pues el leitmotiv judío norteamericano-israelita que ya ha encendido la mecha de la Tercera Guerra Mundial.
Sobre lo que vendrá en los próximos seis meses, o hasta junio del 2016, hay suficiente material para hacer cábalas y toda clase de artificios adivinatorios. Estados Unidos ya ha puesto en el frente occidental a la OTAN, y Israel se bate contra los Palestinos en una lucha muy desigual pues se da entre el ejército judío y una fracción de la población palestina, compuesta de gente joven, armada de piedras y palos. Rusia en Iraq, Siria y Afganistán es una valla de contención a cualquier invasión norteamericana en el Medio Oriente. Irán observa, y las demás naciones musulmanas tomarán decisiones a su debido tiempo y en cualquier caso contrarias a los intereses políticos judíos y norteamericanos. Sin lugar a duda que Corea del Norte aprovechará la coyuntura bélica para irse contra el paralelo 38 y atacará a Corea del Sur, aliada de los Estados Unidos. Paquistán y la India esperarán la oportunidad de que se las llame para hacer pingues negocios políticos, diplomáticos y económicos, venderán muy caro la sangre que derramen unas cuantas divisiones de sus ejércitos. Japón, todo lo que podrá hacer es poner en estado de alerta máxima en sus fronteras a lo más selecto de su bravío ejército, descendiente sanguíneo del gran mongol Gengis Khan. China lanzará, como cíclicos fenómenos naturales, gigantescos aluds de nieve y hielos eternos, terroríficas tempestades , tifones, ciclones, torbellinos, tornados, trombas y huracanes devastadores, un ejército de cinco millones de expertísimos ninjas, que sorprenderán a los judíos yanquis, que no sabrán cómo ni cuándo llegaron e invadieron las costas este y oeste y se tomaron Nueva York, Los Angeles, San Francisco, Dallas, Chicago, Washington, y para refrescarse y quitarse el cansancio, se zambullirán en las tranquilas aguas del río Mississippi. La Palestina mahometana volverá a las manos de sus auténticos dueños, los Palestinos, del gran Yasser Arafat pues la ONU, en 1948 cometió el abuso y la arbitrariedad de regalarle a los judíos ese mojón de tierra arenisca al que pusieron el nombre de Israel. En el siglo VII Abu Bakr, suegro de Mahoma, conquistó Palestina para los árabes palestinos, no para nadie más, y menos para los judíos, que se sirven a mesa puesta gracias a los pendejos ecuatorianos , colombianos, uruguayos, franceses, ingleses, ugandeses, rusos, polacos, italianos, etc., etc., que conformamos la ONU.
Los judíos de Israel y de Wall Street no tienen otra opción que la de jugarse el todo por el uno en esta guerra, son como el jugador que habiendo perdido hasta la esperanza apuesta en la ruleta las últimas monedas, las pierde y luego se suicida. Trágico destino el de los judíos, que por creer en absurdas promesas religiosas se enemistaron con la razón. Moisés quiso corregir el entuerto que Abraham legó a sus descendientes bastardeados por el adulterio de Sara, su mujer, escribió un sucinto decálogo de leyes que al darse cuenta de lo inútil que es enseñarles ética y urbanidad a las bestias, furioso de su fracaso, lo rompió. Por haberles traído a los judíos una Buena Nueva, Jesús fue apresado, juzgado sumariamente como subversivo, y condenado a morir crucificado. A través de la historia los judíos han pagado, pagan y pagarán todas sus deudas por el daño causado a la humanidad. Dice Federico Nietzsche: “Los judíos nos robaron los frutos del Mundo Antiguo (Grecia y Roma), luego nos robaron los frutos del Islam (la España mora)” Yo también digo: Los judíos nos robaron los frutos del mundo antiguo americano, destruyeron las culturas y civilizaciones Maya, Azteca e Inca, robaron sus riquezas y sometieron a la esclavitud a sus habitantes. Esta Guerra Mundial, la Tercera de la historia contemporánea, será el Gran Tribunal de Justicia que a la humanidad la librará para siempre de las siete plagas que se escaparon de Egipto. Esta guerra no sólo es inevitable- la fruta está demasiado madura todavía prendida en la rama del árbol , debe caer por sí sola- es necesaria. Sólo los espíritus domesticados por el ocio y la negligencia de pensar libre e independientemente de los que a la paz le levantaron altares y monumentos, le temen al purgativo de la guerra; la paz sirve al sátrapa, al politicastro o político corrupto, al reyezuelo coronado de vicios, al sacerdote vividor de la ingenuidad y la ignorancia del pueblo creyente en supersticiones de Dios y del Diablo, y al cobarde que le teme hasta a su propia sombre. La guerra sirve a la libertad y a la justicia, al honor y la dignidad humanas, sirve al hombre que no se humilla, que se rebela y toma las armas porque prefiere vivir libre y no de rodillas.
No veo ningún modo de que la Tercera Guerra Mundial, que ya tiene en llamas a una muy importante región del mundo asiático- donde duerme , sereno y tranquilo, el codiciado petróleo- , y se pelea en una Ucrania que quiere ser europea a como dé lugar, regrese a sus fríos cuarteles de invierno. En el noticiero matinal de la televisión de hoy, 29 de octubre del 2015, me entero que el Gobierno Chino ordena a sus mujeres con sus maridos a tener dos hijos. Como no me falta imaginación, veo al trasluz del tiempo a esos nuevos vástagos chinos de reserva biológica de la patria. También me entero que el general John Kelly, jefe del Comando Sur, con asiento en Panamá, ha hecho declaraciones belicosas contra la República Bolivariana de Venezuela, que han sido respondidas por el Gobierno, las Fuerzas Armadas y el Embajador de este país en la ONU. Me entero que “Estados Unidos e Israel fueron los únicos que en la votación en la ONU por el levantamiento del bloqueo a Cuba se opusieron. 193 países votaron a favor, dos en contra: el caballero feudal, montado en un rocín tan flaco como él, y el infeliz escudero, que carga los aperos bélicos de su patrón. Y es que en la realidad el pequeño y servil Estado judío es un arsenal de las armas norteamericanas. Lo curioso, que sorprende, es que el presidente Barack Obama ha pedido al Congreso de su país, dominado por los judíos del Partido Republicano, que levante el bloqueo a Cuba. Y ahora aparece ¿el mismo presidente Barack Obama? votando en contra. ¿Quién es el Jefe del Gobierno Norteamericano que tiene la facultad de decidir sobre política internacional, ¿acaso es el Congreso?