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Fecha de publicación 27 noviembre 2015 - 06:21 PM

Mensaje a Chávez

 José Vicente Carrillo

Pueblo inmenso, duras penas que acompañan la tarea de la soledad. Algodón de trapo que arropa la marea baja del mar, casual encuentro que denota la tarea, hombre noble que posee poco; dios lo arrea. Hacia el imperio de las joyas, hechas pedazos por el tiempo, valen poco, valen más; según lo fue, o lo es; de allí su verdadero sortilegio. Es la historia del que fue, o existió, es mentira, tal vez una mera verdad. Simple coincidencia de un destino, al unir de mil formas un corazón, una cascada de agua fresca, chapuzón errante del hombre, de la mujer parida de buenas intenciones, delante un muchacho: joven, arrogante, galante, altibajos del destino, improvisto de ríos, una meta a seguir; buscar al hombre bondadoso que hizo grande a su país, el que le dio a su continente nombre propio. Frenesís intrépida en su ser, lucha propia del saber- cuando mucho le dijo el que ordeno- sin razón aparente su misión: sin preguntas que disculpar, llevar sin discusión; una carta al señor descrito sin pronunciación. ¡Carta a Chávez simplemente! -una voz se escuchó a lo lejos- ese soy yo, buscare al señor entregándole lo acordado sin vacilación. Salió volando como el viento, recogiendo sabores por la región, anduvo por el sur buscando entre bosques y praderas; pero solo encontró un inmenso puente de alegrías. Este gritaba con gran sabor: Orinoquia soy, Orinoquia seré, Orinoquia por siempre, el Auyantepuy crecerá, lágrimas brillaran por si sola hacia la eternidad. En su búsqueda se tropezó con un puyado de niños jugando pelota en la mira del grandioso Cachamay, templo divino que se alzó; y con voz ronca se dirigió a su creador: amor se paga con amor. Siguió su recorrido hacia la capital, tomo como transporte a un gran gigante que caminaba por los rieles, a lo lejos se escuchan espavoridos gritos de reconcomio por parte de los no creyente al observar a tanta gente en los lomos del veloz corcel, y de un solo empujón alcanzar los valles del Tiuna, campeón de campeones: derrota segura de su oponente. Busco por la región, entre brisas del mar, se detuvo a mirar un paisaje hermosísimo que encontró bajo un puente que sombra le dio, este le dijo: -me caí, nadie me recogió, un día pasó ese señor que buscas y la mano me tendió. Lágrimas de sol encontró en la misión:-vuelvan caras- dijo un paisano en la orilla del riachuelo, Negra Hipólita tal vez lo crio, una anciana se pronunció: -Ribas educación le dio- y con fuerza Sucre lo catapulto hacia su grandeza; esto se llama: gloria. Siguió su camino ansioso de encontrarlo, herido en noble corazón; barrio adentro lo ayudo. Sin pedir nada a cambio, solo un poco de amor a sus semejantes para encontrar a dios, más adelante ciego del cansancio se quedó, un milagro le recupero la visión. En su noble andanzas conoció todo el continente, de aquel gran hombre elogios solo escucho, gritos de alegrías, esperanza, añoranzas, indudable el mejor; pero en su inocencia al desconocer el contenido del mensaje, olvido por completo el sitio exacto donde se presumía estuviese, dé pronto se acordó, sensato error de un hombre tal vez, o simple coincidencia en su vejez, buscarlo donde mismo estaría después de su brillantez. Su pueblo natal: Santa Inés. Hasta el sitio exacto se dirigió, en el camino una tumba consiguió, nublado de amargura busco reflexionar; nombre no tenía esta, una cruz casi sucia en su disimular, de pronto un campesino le hizo temblar al tocar su espalda sin avisar: -Buen día amigo mío - deje de llorar- que por su cara me imagino a donde va. -Usted como lo sabe- le replique por si acaso me quería influenciar; de esta manera equivocar mi destino al improvisar. -En la esquina encontrara un samán el mejor de por acá, y en su espaldar; al hombre singular que usted quiere encontrar. En esto me descuide, de pronto se desapareció como el rayo fulminante. Casi ciego quede, en el espumante manantial de aquella región: solo me encontraba yo. Seguí mi camino, apresurando el paso como lluvia tormentosa; donde las aves cogen vuelo, las plumas ni se mojan, las nubes ni se apiadan de mí ser. De pronto al voltear lo vi. : Pálido quede de la emoción tan sonriente en su expresión. Estuve a punto de correr en esa dirección pero su voz pausada algo melodiosa me contesto:- joven usted que hace por esta región- además interrumpe mi reflexión, yo anciano ya, con el espíritu de un león- aunque por su noble presencia como que busca conversación: - hablo mucho si sabrá, si busca consejo lo tendrá; diga usted no más y un buen amigo tendrá-. Sin pestañar la carta le entregue, luego poco a poco me marche. De reojo observe que la abrió, la leyó; en su cara se notaba una emoción inmensa, como un gran placer; lagrimas caer, pude ver en ese gran ser: la carta decía en letras de oro puro: –GRACIAS-. A lo lejos escuche su voz, me llamaba tal vez: - oiga joven por favor, su nombre- para recordarlo siempre en la eternidad, su valor incondicional. -Simplemente dígame: Simón - Simplemente y nada más- le conteste. Todo era lluvia ese día, todo era alegría -Carta a Chávez simplemente……. -GRACIAS, SIMPLEMENTE GRACIAS……..POR AHORA.



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