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Soy Reportero
Fecha de publicación 1 octubre 2018 - 03:16 PM

Por Roberto Marra

Cada año, en septiembre, se concentra el Mundo entero en un solo lugar. La Asamblea de las Naciones Unidas se convierte en el único ámbito de expresión transversal de los representantes de los países que la conforman, a pesar de las evidentes diferencias que existen entre ellos. Todos pueden hablar para manifestar sus posiciones ante la situación de sus propias naciones, las relaciones interestatales y los problemas planetarios.
Allí se visualizan, con claridad meridiana, las disparidades entre los llamados “países centrales” y los “periféricos”, denominaciones que ya están proponiendo categorías que dictaminan el poder de unos sobre otros. La centralidad que muestran solo la tienen por el poderío económico y militar, con el cual imponen sus culturas y transforman al resto en expectadores de sus propias ruinas para mantener y profundizar esas divergencias.
Pero también se pueden observar a quienes no se manifiestan proclives a aceptar el status quo que imponen los (por ahora) dueños del Mundo. Allí, la dignidad suele aparecer con tanta fuerza, que transforma la monotonía discursiva en luminosa visión de realidades que se ocultan detras de hipocresías pusilánimes, conveniencias miserables y cobardías infinitas. Ahí es cuando se ponen sobre la mesa el valor de las palabras que vienen a mostrar lo que todos saben y callan con temor reverencial ante el “amo internacional”.
Entonces, aparece Evo Morales. El extraño estadista del que fuera, hasta no hace demasiado, el más pobre país de Sudamérica, con su hablar pausado, con su castellano atravesado por su orígen aymara, explicando la realidad con fascinante seguridad. Ahí está, con su sencillo modo y sentida pertenencia, asegurando lo evidente, lo que no se quiere ver, iluminando esa Asamblea timorata con razones ancestrales, demostrando que no hay vallas para ejercer las razones y no hay poder que pueda callar a los pueblos libres.
En la cara misma del jefe del imperio, pone negro sobre blanco, muestra las razones de las desigualdades, las mentiras que sublevan, las inmoralidades que suprimen la justicia, las invasiones que aniquilan pueblos enteros, las hambrunas provocadas por ambiciones perversas, los ataques a las democracias reales y la destrucción de la naturaleza.
Honesta y coherente, su voz retumba en los oidos amilanados de los representantes alcahuetes del “emperador”. Saben que están escuchando lo irrefutable, pero callan convenientemente para no enojar al capataz de sus pobres gobiernos. Ninguno de ellos quedará en la historia, salvo el propio Evo. Nadie podrá hacer sentir en sus pueblos el orgullo de ser representados con el honor que lo hace Morales. Jamás serán capaces de elaborar una frase, aunque más no sea, con la profundidad preclara que él lo realiza.
Impávido, el pretendido dueño de nuestras almas, el “diablo en persona”, al decir del gran Hugo Chávez, no puede sino enrojecer de ira contenida ante semejante demostración de Poder popular expresado por una persona que se anima a decir lo que sienten miles de millones en el Planeta. Saldrá de esa reunión dispuesto a acabar con el odiado “indio” que supo ponerlo en evidencia, tal y como han hecho desde siempre por sus engreimientos, sin otro fundamento que la fuerza bruta de sus armas.
Bolivia ya se puso a caminar. Casi como un tren, acelera su crecimiento atravesando ríos de dificultades y generando montañas de enemigos de dentro y de fuera. Con el poder de su modestia y la sabiduría de sus ancestros, Evo encabeza, junto al intelecto brillante de García Lineras, esa revolución diferente y provocativa, capaz de elevar a su pueblo del postergamiento sufrido desde su colonización.
Bolivia será atacada de mil maneras. Será el blanco seguro de un imperio cuya decadencia arrastra a la humanidad a los peores escenarios. Pero es imposible que semejante experiencia la puedan aplastar definitivamente. Nada ni nadie podrá ya borrar de la memoria colectiva de su Pueblo y de todos los luchadores del Mundo, las palabras y la acción de este hombre, que ha sido capaz de demostrarle al Mundo que los patriotas, todavía existen. Y que la Patria, tarde o temprano, será Grande.



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