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Soy Reportero
  • El negocio de quebrar
Fecha de publicación 16 marzo 2016 - 12:01 AM

Llevar un país a la lona no es solo un acto de perversidad. Es un negocio. Lo cual lo vuelve más perverso aún.

¿Por qué escribo esto? Para transmitirle a algunos compatriotas que quienes abrazamos la causa del campo nacional y popular no estamos en contra de “alguien” en particular… Estamos en contra de un modelo neoliberal que produce profundas injusticias sociales. Es precisamente detrás de esas injusticias que se esconde el beneficio de unos pocos.

¿Cómo? Ahí va bien sencillito.

El neoliberalismo sigue a rajatabla el Consenso de Washington (CdW), que consiste en 10 puntos que concibió John Williamson. Pero para no hacerla demasiado larga, dos de los puntos más sustanciales son el Estado mínimo y la Desregulación del Mercado. Resulta que este buen hombre, a su vez, se inspiró en otro economista llamado Friederich Von Hayek (sí, el asesor económico del genocida Pinochet).

Bajo la excusa de “liberar y democratizar al mercado”, los muchachos peregrinos del CdW promueven un Estado chiquito y bobo que no meta las narices donde no las tiene que meter. Dicen que hacerlo es un hecho autoritario y opresivo. Argumentan muy campantes que existe una “mano invisible” que regula la legítima competencia en el mercado. Pero no es tan así. Como dije antes, es una mera excusa. ¿Para qué? Para lograr que el pueblo avale un Estado ausente, mientras la muchachada más poderosa del mercado se devora a los más débiles. ¿Y la mano invisible? La vas a encontrar el día que 678 gane el premio Clarín.

Cuestión que con esa medida se logra el objetivo de los dos primeros puntos: Estado mínimo, y Desregulación del Mercado.

Llegado a este punto, seguro te estarás preguntando si acaso eso no lleva a que las pequeñas y medianas empresas nacionales fracasen y, en consecuencia, termine cayendo el trabajo. Ahí es justamente donde está el segundo negociado.

Con la competencia más débil derrotada y más gente sin laburo, la competencia más fuerte (los monopolios que devoraron al resto en el mercado) va a discutir el nivel de los salarios de sus empleados con todas las intenciones de aprovecharse. Hace esta lógica: si vos estás desocupado y te ofrecen un trabajo por $0,30 la hora ¿lo agarras o seguís sin llevar nada para comer a tus hijos? Otro caso: tenes laburo pero te dicen que te van a recortar el salario o si no te sacan de patitas a la calle ¿agachas la cabeza o te vas a casa sin un mango en el bolsillo?

A menor nivel de salario y mayores los índices de desocupación se genera una rueda donde el consumo cae y, por ende, el trabajo. Así nos vamos acercando a un país en crisis. Acá se viene la tercera etapa del negociado: Ajuste (igual a represión) - Devaluación y, la creme de la creme… El endeudamiento.

¿Escuchaste alguna vez hablar de Bono? No, no el cantante de U2. El otro.

Los Bonos son algo así como un instrumento que tiene una entidad, en este caso el Estado, para contraer deuda. En criollo, Pepe cree que necesita un préstamo para su empresa, entonces emite un Bono a venta libre para evitar los bancos. Raquel decide comprar uno de esos Bonos por el valor de $10.000 a vencer en 10 años, con una tasa de interés anual del 10%. Lo que quiere decir que Raquel va a cobrar por año el 10% de esos $10.000 que pagó por el Bono. Pasados los 10 años, Pepe le tiene que devolver a Raquel toda la tarasca junta.

Cambiemos… Perdón, sonó mal eso… Mejor, modifiquemos a Pepe por Estado y a Raquel por financieros de saco y corbata tomándose un café batido en un campo de golf en Suiza.

¿Entendes cuál es el negocio? El fin del neoliberalismo es quebrar al país para salir corriendo a pedir deuda. Pero no por diversión. Sino para asegurarse su buena platita todos los días. Porque, detrás de todo esto no está solo el Estado (Pepe) y los Acreedores (Raquel), también entran en juego los intermediarios que por mover dinero de un lado a otro cobran su comisión, los especuladores (buitres), los Jueces que reciben su parte por mirar para otro lado; y la lista sigue. Sin embargo, es grotescamente pequeña en relación a los hombres y mujeres que, a costas de estos negociados, se quedan en pampa y la vía.

Estos muchachos se disfrazan de gente de a pie para ganarse tu confianza. Total, ante cualquier chanchullo que se manden tienen el blindaje de los medios concentrados de comunicación (quienes también se benefician enormemente de la situación).

Ellos no tienen problema de llevar un país a las ruinas. Si total entra un gobierno “populista” que lo reconstruye y ya está. En otras palabras, ellos chocan el auto y nosotros no solo le pagamos el arreglo… ¡Se lo arreglamos!

Ahora, ¿cómo hacemos para revertir todo esto?

Dando la más importante de las batallas, la cultural. Construyendo cotidianamente la consciencia crítica de nuestra sociedad, y tratando de llevar nuestro mensaje y nuestras propuestas a la mayor cantidad de vecinos y vecinas como nos sea posible. Siempre con mucha humildad y mucho amor.

Porque, a la corta o a la larga, el amor termina venciendo al odio. 

-Ivan Di Sabato-



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