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Soy Reportero
  • Cambio de hábito
Fecha de publicación 21 abril 2016 - 11:20 AM

A 50 kilómetros de Capital Federal, en la ciudad del árbol como la llaman sus habitantes, Damián Esteban Rolando de 57 años, ex sacerdote, sociólogo y escritor,  me recibió en su casa de Marcos Paz, donde vive desde el año 1987 después de haber dejado los hábitos por el amor de la mujer con quien actualmente comparte su vida.

Nació en Capital y se mudó junto a su familia a Chivilcoy cuando tenía dos años. Su práctica religiosa se inició a los 18, cuando conoció a un amigo que era parte de la parroquia y lo invitó a participar de un retiro espiritual, “la verdad que fui porque me insistió tanto que fui, y eso significó que tomara la comunión en ese retiro”, expresó el ex ministro de Eucaristía.

A partir de entonces, sus actividades se consolidaban en visitas al hospital, a charlas con ancianos, y a practicar el catecismo con jóvenes más chicos interesados en acercarse a “las cosas de Dios”. Su interés por la sociedad hizo que la vida parroquial le llenara todos los aspectos y lo hiciera sentirse realizado como persona, a pesar de tener que dejar su deporte preferido como era el yudo, una chica con quien salía hacia algún tiempo, y a su familia.

“Un día vino un cura de Mercedes que se llamaba monseñor Bescos y dijo ‘porque para ser sacerdote lo único que hay que ser es varón, entonces cualquiera de ustedes puede ser’ y me quede pensando y empecé a preguntarme por qué no, y empecé a meditar rezando, y se fue tornando más que en un por qué no, una posibilidad, y después en una decisión y después en interpretar que esa era la voluntad de Dios”, confesó Damián o el ex padre “Tobi”.

Así fue que en su mayoría de edad ingresó al Seminario Mayor San José, de La Plata, donde estudió durante ocho años que estuvieron atravesados por la nefasta dictadura militar y donde “uno ahí estaba entre algodones, no te metían noticias, vos no recibías diarios, no veías televisión, no escuchabas radio, lo único que teníamos eran cassettes; cuando salimos y vimos todo lo que era, fue realmente una sorpresa”.

Su primera misa la realizó en Marcos Paz, y en las actividades parroquiales del lugar conoció a Graciela, una mujer que era parte de la Pastoral Juvenil, con quien empezó a hablar de desinteresadas cuestiones hasta que ambos descubrieron que más allá de lo que parecía un juego, había sentimientos de por medio; a Dios no lo podía engañar y menos a él mismo, por lo que se fue un mes de la ciudad a pedido del obispo.

En su corta estadía en Junín, donde fue enviado, descubrió que lo que sentía no era cosa del momento, y recibió una señal: “Ahí fue cuando falleció mi papá. Yo digo, rara manera en que Dios te dice las cosas, pero trate de entenderla y bueno, deje una gran familia como era estar sin mis hermanos sacerdotes, pero formé mi familia más chiquita con mi señora, a quien amo, y con dos hijos: María Clara y Esteban”

Sin arrepentirse de las decisiones que tomó, del camino que eligió, el ex cura cuestionó fuertemente a la iglesia ya que a su criterio los sacerdotes deberían poder estar casados y de esta manera el afecto no estaría tan malversado, no habría violaciones en un ámbito tan puro y tan rígido, ni errores de otro tipo que “uno al sentirse acompañado y con otro punto de vista no cometería”.

No dudaría en volver a ejercer el ministerio, aunque confiesa que tendría que volver a estudiar ya que él es parte de otro pensamiento. Sin embargo, adhiere a la idea del matrimonio igualitario, de hecho lo ve como una evolución de la humanidad, e insiste en que el amor tiene que ver con la complicidad, no con una cuestión de órganos.

En cuatro años, mientras estudiaba su profesión, murieron sus padres y su único hermano con quien era muy apegado. Conoció la falta de compañía y el aislamiento que produce quedarse solo en el mundo, pero en el convento no pudo amparar su dolor, y entre otra de sus elecciones “decidí especializarme en el afecto”, remarca en alusión a Graciela.

No estaba entre sus planes abandonar los hábitos, pero Damián afirmó que “Hay una gran preparación intelectual desde el punto de vista de contenidos, nosotros estudiamos 4 años filosofía y 4 años teología, lo que me parece es que no nos preparan para la soledad afectiva”.

Excomulgado de la iglesia católica y sin intenciones futuras de enviar dispensas al Vaticano para volver a ser parte, Damián Ronaldo, el ex Padre Tobi, asegura ni siquiera tener la oportunidad de preguntarse si se siente arrepentido de haber abandonado el sacerdocio o no.

“Peronista de base”, tal como se define, Damián cumple su tercer año como concejal electo del Frente Renovador, en el Honorable Concejo Deliberante de Marcos Paz, e integra el Partido Justicialista de esa ciudad desde que tiene memoria. 

El ex sacerdote afirma haber encontrado en la política “la manera de canalizar” su vocación de servicio, que fue en un principio lo que lo motivó a creer en el sacerdocio como forma de vida, y “ponerse a disposición” de los “vecinos que son los que más nos necesitan”. 

En una misa convencional, luego de leer el evangelio, el cura párroco interpreta la palabra de Dios para que los creyentes que asistieron se lleven el mensaje a su casa o simplemente se sientan identificados. Es que dicen que la Biblia se aplica a todas las cotidianeidades

Tobi habla así. En continua interpretación de la Palabra, evalúa a cada sílaba que se le desprende de la boca cómo lo va a decir, con qué tono, cuál es la manera más indicada. Es un vicio que le quedó. Como el cigarrillo. Hay hábitos que no se pueden cambiar.

Damián Rolando ceba un mate, se tilda en una ventana que atardece, y arrastra la mirada hacia los cuadros que le devuelven los recuerdos de unas vacaciones en la costa y en la montaña. Se remonta a aquellas épocas. No vuelve. 

“Tiene que haber sido cosa de Dios”, agrega al final. Y vuelve a repasar con sus ojos las fotografías de su familia, de sus hijos, de Graciela.



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