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Producción cultural en la era de la austeridad

| Foto: Archivo

Publicado 27 enero 2015



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Primeros planos radicales de la austeridad en múltiples medios, pueden ayudarnos a tener una pista de sus reglas inadvertidas y, lo que es más importante aún, de las abundantes posibilidades de transformación social.

Al otro lado de la calle de esas farmacias y de vendedores errantes de dinero por oro, un puñado de latas de sopa recientemente expiradas descansan al lado de un contenedor de basura de supermercado, recolecciones rechazadas por una multitud de recientes refugiados económicos sin hogar por la crisis. Este es el paisaje, la geografía física de la austeridad.

Manchas de lápiz labial rojo. Colas de gente fuera de las tiendas de dinero por oro. Latas de sopa caducadas rebotando por una acera solitaria.

Veo, veo por el rabillo del ojo... fragmentos, pequeños rastros de este curioso momento presente: la edad de la austeridad. Mientras que los políticos empujan el papeleo para recortar inversiones en cualquier vestigio de la salud pública o la educación, las mujeres ansiosas están llegando a los limpios pasillos de farmacias y centros comerciales para conseguir el lápiz labial rojo, un lujo barato cuyas ventas, se dice, están en auge en esta crisis. Como documento en mi libro recientemente publicado, La Venta de Nuestras Máscaras de Muerte: Dinero por Oro en la Era de la Austeridad (Zero 2014), una radical, etnografía histórica surrealista, el número de tiendas de compra de oro, donde las personas que luchan por intercambiar sus joyas de oro y recuerdos por algo de dinero, se ha disparado en Occidente desde 2008. Y al otro lado de la calle de esas farmacias y vendedores errantes de dinero por oro, un puñado de latas de sopa recientemente expiradas descansan al lado de un contenedor de basura de supermercado,  recolecciones rechazadas por una multitud de recientes refugiados económicos sin hogar por la crisis.

Nuestro momento actual exige algo más que éste estricto cuestionamiento político y económico

Este es el paisaje, la geografía física de la austeridad. Artículos de prensa e Innumerables estudios han sido escritos y reescritos una y otra vez para mostrarnos lo mal que está todo para la mayoría de nosotros (y sí, está muy malo). Pero nuestro momento actual exige algo más que éste estricto cuestionamiento político y económico. La geografía física de austeridad requiere urgentemente  que sus geógrafos revolucionarios y trabajadores culturales nos ayuden a todos a comprender el sentido de los tiempos, de los lápiz labiales rojos y de las latas de sopa de soledad, a prepararnos para la "la profunda reorganización de los ideales y de las instituciones y las relaciones humanas", como el filósofo Melvin Rader observaba en 1947 en una reflexión sobre la crisis cultural de la posguerra de América. De hecho, es el momento de preguntar cómo se ve, se siente, se huele y sabe la austeridad…

Pero, ¿cómo hacemos esto? ¿Cómo empezamos realmente  a saborear o sentir un poco de austeridad? Escribiendo en 1936, Walter Benjamin observó la naturaleza revolucionaria de la película, y en particular de la técnica del primer plano, un potencial mensaje de guía para los futuros geógrafos y técnicos culturales de la crisis. "Por primeros planos de las cosas que nos rodean",  Benjamin explicó, "poniendo énfasis en los detalles ocultos de objetos familiares, mediante la exploración de lugares ambientes comunes, bajo la dirección ingeniosa de la cámara, la película, por un lado, extiende nuestra comprensión de las necesidades que rigen nuestras vidas; por el otro lado, se las arregla para asegurarnos de un inmenso e inesperado campo de acción”. Primeros planos radicales de la austeridad en múltiples medios, pueden ayudarnos a tener una pista de sus reglas inadvertidas y, lo que es más importante aún, de las abundantes posibilidades de transformación social.

Hacia una producción cultural de la austeridad

En el momento en que llegué a Madrid a finales de 2012, la locura del dinero a cambio de oro ya había alcanzado su pico. Para el año 2010, en el apogeo de la crisis, las tiendas compra de oro se triplicaron a casi 500 en el sur de España, mientras que solo en Madrid había 700 tiendas en 2011. Familias españolas de clase trabajadora y de clase media luchando para llegar a fin de mes acudían en masa a las tiendas de compra de oro a través del país, a menudo el último y definitivo recurso financiero, el intercambio de sus preciados anillos de comunión y collares heredados, por euros que sirvan para pagar el aumento de las facturas de electricidad o de salud. Es un espectáculo muy emotivo, me dijeron  múltiples proveedores de dinero por oro, que al menos en España tienden a ser hombres inmigrantes de América Latina y que son considerados "los termómetros de la crisis", ya que su presencia continua significa que la economía está en problemas. Personas de todos los sectores de la vida vienen a ellos llorando, diciéndoles que en realidad no quieren vender sus collares o anillos, ricos en recuerdos y tiempo. Pero, como una señora de la limpieza, viuda y de la isla de Mallorca, llamada María José Rigo nos advierte, "no se puede comer oro”, despertándonos así de esa fetichista historia de amor con el material amarillo brillante. 'Manos a la obra', parece recordarnos María José Rigo.

Mientras tanto, en Grecia, otro frente de primera línea del imperio de la austeridad, militantes dirigen ataques contra las tiendas de compra de oro, destrozando escaparates, no sólo porque están acusados de «tomar-ventaja» de la crisis, sino también debido a los lazos con Amanecer Dorado, un partido fascista neo Nazi con creciente popularidad en todo el país. Un cartel en contra de las tiendas de compra de oro dice, que los propietarios compran oro porque;  "sé que usted está desesperado y no sabe cómo resistir, tiene miedo. Sé, por lo tanto, que usted va a tomar cualquier cosa que le ofrezca, y que incluso me dará las gracias por eso". En el libro,  La Venta de Nuestras Máscaras de Muerte, documento estos y otros cuentos de la vida actual de las elusivas tiendas de compra de oro, para sentir realmente lo que es la austeridad desde el interior de la tienda, conectando las tiendas de compra de oro en Madrid a las movilizaciones antifascistas en Grecia a la esclavitud en Colombia y a las viviendas hipotecadas en Detroit. Como el antropólogo Michael Taussig señala en el prólogo: "Los bancos demostraron la falsedad mística de lo que se llama ‘la economía’, mucho más místico que mitos de milenios que se relacionan con el oro".

Pero las tiendas de compra de oro son sólo una señal en este difícil terreno económico, y otros también han producido primeros planos de letreros restantes de austeridad. Tome, por ejemplo, el popular drama de comedia Británica y falso documental, Derek (2012), escrita y dirigida por el cómico Británico Ricky Gervais, el creador original del famoso programa de televisión The Office (2001). Liderados por Derek, un dulce y torpe ayudante cuidador con necesidades especiales, interpretado por Gervais, el espectáculo se desarrolla en un hogar de ancianos en algún lugar de la actual clase trabajadora de Inglaterra y documenta el mundo cotidiano de los ancianos residentes, cuidadores y trabajadores. Sin embargo, los residentes también sienten los efectos de la austeridad, cuando el personal confronta el recorte de fondos y la amenaza constante de tener que cerrar por completo, ya que la crisis se abre paso en el hogar de ancianos. De hecho, en el Reino Unido, los hogares de ancianos cada vez se cierran con más frecuencia y hay un aumento de los recortes de los servicios sociales para adultos. Olvídate de los EE.UU., el país de las maravillas del capitalismo Occidental, donde se recortaron las comidas para las personas mayores y trabajadores sociales para lograr un presupuesto sólido saludable. "No es agradable, realmente, no lo es-pasar hambre" expresó Jo Ann Murray una enfermera retirada, entonces de 66 años de edad, que vive de la seguridad social y cupones de alimentos en Michigan. Sin comidas para personas retiradas, su nevera sólo contiene pan y mantequilla. ¿Es esto, entonces, lo qué la austeridad (o debo decir, el capitalismo tardío) sabe, a una bofetada de mantequilla fría untada con torpeza sobre un pan?
¿O se parece a la mujer inmigrante, étnicamente ambigua escapando de fascistas en un callejón oscuro lleno de grafiti en Atenas, una de las escenas de una reciente película de quince minutos escrita por los cineastas griegos Yiorgos Bakalis y Eliana Kanaveli? El cortometraje invita a los espectadores a conectar las luchas superpuestas de los migrantes y los anti-fascistas en la Grecia neoliberal.

¿O la crisis huele como el fuego, cuyas llamas de color rojizo-anaranjados son capturadas por el artista de California Alex Schaefer en su pintura al óleo de 22-por-28 pulgadas de un Banco Chase quemándose en Los Ángeles?  Schaefer fue visitado por la policía, quienes le preguntaron si era terrorista. Él dijo a Los Ángeles Times que su pintura, "Chase Burning", es una "metáfora visual de los estragos que las prácticas bancarias han causado a la economía".

¿O es encontrar en las treinta "instantáneas" documentadas en, ¿ ‘El fin del mundo tal como lo conocemos? Crisis, resistencia, y la era de la austeridad’ (AK Press, 2014), uno de los pocos estudios, reciente, crítico sobre la crisis y los movimientos en contra, editado por el sociólogo Deric Shannon. Con treinta ensayos escritos por una serie de personas - activistas, organizadores, académicos y otros trabajadores - el objetivo de la antología es no, como señala Shannon, "contar toda la historia de la crisis o varias respuestas a la misma, sino más bien una forma de compartir historias y análisis en un solo lugar, por lo que podríamos aprender unos de otros".

Ha llegado el momento de cavar más profundo, de pedir con urgencia y comenzar a responder estas preguntas, calcular el significado social de la venta de lápiz labial, las aulas vacías, las caras cada vez más desnudas del capitalismo. ¿La austeridad, utilizando palabras de Benjamin, tiene un "culto secular de la belleza"? ¿Cuáles son las políticas estéticas de la crisis? ¿De dónde la narrativa económica de "apretarse el cinturón" coincide con los políticos ‘gordo-fóbicos’ y con obsesiones culturales con la delgadez mortal? Y ¿de qué color es el capitalismo tardío? ¿Es más blanco y más blanco, al igual que las ciudades estadounidenses, a donde los nietos de los blancos-luchadores están escapando de nuevo, o más negro y más café, como los suburbios en los EE.UU. con sistemas de transporte dañados y alarmantes índices de pobreza?

Nuestra generación requiere urgentemente una radical, producción cultural de la austeridad. "Necesitamos un análisis de la cultura, de la construcción del significado, de la vida cotidiana junto a una comprensión general de las instituciones y estructuras que organizan en gran medida la experiencia de la vida diaria", me dijo Deric Shannon recientemente. "Es de esta manera que los movimientos sociales son capaces de transformar los actos individuales de rechazo y resistencia a procesos colectivos necesarios para modificar las formas de vida disponible para nosotros en cualquier momento histórico dado. Un enfoque cultural que no puede hacer ese tipo de conexiones puede llevar fácilmente a una forma de boutique de la actividad, relegada a contraculturas marginales. Pero sin una comprensión de la cultura, y sin compromisos con significado de decisiones, nos arriesgamos a aburrirnos hasta la muerte con detalles estructurales sin nunca entender cómo se reproducen y, sobre todo, cómo pueden ser alterados".

**Yesenia Barragán es candidata al doctorado en Historia de América Latina en la Universidad de Columbia. Con sede en Nueva Jersey / Nueva York, es la autora de “Vendiendo Nuestras Máscaras de la Muerte: Dinero por Oro en la Era de la Austeridad” en Zero Books.


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