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“Nosotros no estábamos en el mundo real…”
Publicado 27 noviembre 2014



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En el 2001 Afganistán era "el Estado más fallido del mundo" y la administración de Bush fue hostil sobre la construcción de la nación.

La Guerra continua en Afganistán, y los Talibanes están, relativamente en buen estado.

Trece años después del derrocamiento de los Talibanes y Afganistán permanece en un estado de desesperación. A pesar de estar en guerra con la única superpotencia del mundo y las fuerzas aliadas de la OTAN durante más de una década, los Talibanes están relativamente con buena salud. La escala actual de violencia en Afganistán es difícil de determinar con precisión, debido a lo difícil que resulta políticamente, medir con cifras la violencia, pero la insurgencia, sin duda, va en aumento. Un buen indicador de la gravedad de la situación es que el Ministerio Afgano de Defensa ha dejado de revelar cuántas bajas está sosteniendo su ejército (ANSF). Sin embargo, se cree que más de 4.000 soldados y policías Afganos han muerto en la lucha en lo que va del año. El mes pasado las tropas de combate británicas y estadounidenses fueron retiradas sin previo aviso, para evitar la vergüenza de salir bajo fuego de los Talibanes.

El General Wall de Gran Bretaña, al comentar sobre la retirada de las tropas británicas del Campamento Bastión en la provincia de Helmand, señaló que: "El impacto duradero que hemos tenido es ... haber sido testigos y ser un acicate para un cambio social significativo, con mejoras en la economía, con puestos de trabajo y con muchas oportunidades agrícolas de desarrollo, en contraste a los narcóticos”. Es de suponer que Wall no tenía conocimiento del reciente informe de la Oficina de la ONU contra la Droga y el Delito, según el cual, el cultivo de amapola ha alcanzado niveles "sin precedentes". El informe reveló que más de 200 mil hectáreas de tierra estaban bajo producción el año pasado, y el valor de la economía de la droga ha aumentado en un tercio, de $ 2 mil millones en 2012 a US $ 3 mil millones el año pasado. Provincias declaradas 'libre de amapola', como la de Nangarhar, en el noreste del país, ahora son contribuyentes importantes al tráfico de drogas. En respuesta al informe de la ONU el Departamento de Estado de Estados Unidos declaró: "Estamos haciendo un buen progreso en la capacidad de enseñar a nuestros socios afganos como diseñar, liderar, administrar y sostener en el largo plazo estrategias y tácticas antinarcóticos que aborden todas las etapas del tráfico de drogas ... "

Por supuesto, el corolario de las drogas es la corrupción, que es endémica en las principales instituciones del Estado Afgano. El país ocupa el puesto 175 en el Índice de Percepción de la Corrupción de Transparencia Internacional – compartiendo el último lugar con Somalia y Corea del Norte. La economía está en un estado desesperadamente frágil con alrededor del 60 por ciento del presupuesto del gobierno proveniente de la comunidad internacional. La retirada de las tropas extranjeras (cuya presencia ha actuado como un estímulo parcial a la economía) la falta de inversión extranjera junto con la fuga de capitales debido a la insurgencia continua, significa que hay pocas razones para ser optimistas sobre las perspectivas económicas de Afganistán. La explotación de los abundantes recursos minerales de Afganistán podría ofrecer alguna manera de salir del marasmo económico, pero la continua insurgencia  es probable que bloquee tales perspectivas. Un acuerdo de varios millones de dólares entre Afganistán y la mayor compañía minera de China para establecer una mina de cobre ha estado en espera desde el 2008, debido a los temores de seguridad.

El camino a ninguna parte

Tras los atentados del 11 de septiembre del 2001, los Estados Unidos utilizan las fuerzas especiales, la fuerza aérea y el armamento de la Alianza del Norte para acelerar la caída del régimen Talibán. Mientras que la estrategia ha demostrado su eficacia en la expulsión de los Talibanes del poder, tuvo consecuencias que permitieron el resurgimiento de los Talibanes y garantizan la continua inseguridad de la población Afgana. Debido a que los estadounidenses tenían muy pocas tropas sobre el terreno, los líderes Talibanes y gran parte de sus tropas fueron capaces de escapar intactas a la región fronteriza entre Afganistán y Pakistán. Desde allí fueron capaces de reconstituir sus fuerzas para fomentar la insurgencia. Al armar a la Alianza del Norte, los Estados Unidos esencialmente tomaron lado en una cruenta guerra civil, caracterizada por los abusos horrendos de Derechos Humanos en ambos lados. Los estadounidenses fueron canalizando equipo militar y fondos para las mismas fuerzas que habían devastado Afganistán tras la retirada de los soviéticos y la desaparición de su régimen. En 1996, la situación del país era tan horrible que los Talibanes fueron bienvenidos por gran parte de la población Afgana, ya que fueron capaces de ofrecer al menos una apariencia de orden. Tras la derrota de los Talibanes, la CIA (que probablemente merece ganar el premio de 'actor externo más maligno en Afganistán del 2001 - presente) contrató a  los Señores de la Guerra para que les ayuden en la búsqueda de Al Qaeda. En septiembre de este año uno de los Señores de la Guerra más notorio, Abdul Rashid Dostum, se convirtió en vicepresidente del país. Entre otras hazañas, Dostum es responsable de la masacre de 2001en Dasht-i-Leili, en la que miles de prisioneros Talibanes fueron asesinados por las fuerzas aliadas a Estados Unidos y leales a él.

En el 2001, Afganistán era, como un comentarista lo describió, "el estado más fallido del mundo". Sin embargo, la administración Bush fue inicialmente hostil a todo concepto de construcción de la nación, carecía de los instrumentos institucionales para llevarla a cabo, y vio todos los esfuerzos de ayuda y reconstrucción a través del prisma de su guerra contra Al Qaeda. Sin embargo, la Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad (ISAF) se estableció en diciembre de 2001 y la Misión de Asistencia de las Naciones Unidas en Afganistán (UNAMA) en el 2002. Estos movimientos parecían mostrar que la comunidad internacional estaba dando, tardíamente, alta prioridad a la reconstrucción del Estado Afgano. El número de actores externos en Afganistán, sin embargo, no se correspondía con el grado necesario de compromiso. El importe de la ayuda extranjera prometida para los esfuerzos de reconstrucción fue significativamente menor que las cantidades prometidas para la reconstrucción en otros lugares. La corporación RAND estima que se requiere un mínimo de 100 dólares per cápita para estabilizar un país que sale de un conflicto. En Bosnia, la cantidad prevista era de $ 679, $ 526 en Kosovo y Timor Oriental $ 233. En los dos primeros años posteriores a la caída de los Talibanes, Afganistán recibió sólo $ 57 por habitante.

La reconstrucción fue fatalmente socavada por la falta de capacidad de construcción del gobierno Afgano. En lugar que los fondos de reconstrucción se canalicen directamente a través del Gobierno, gran parte de la ayuda fue utilizada para pagar a contratistas externos. Esa estrategia amenazó la capacidad de desarrollo del Estado mientras no reducía el desempleo, como un programa de reconstrucción controlada por el gobierno podría haberlo hecho. Por otra parte, la "ONG-ización" de la reconstrucción significó que la población Afgana tuvo muy poca participación y supervisión en relación con los proyectos favoritos de las ONGs. Esto último debilita aún más al naciente estado, pues escogen a muchos de los más educados y capaces empleados estatales afganos, quienes podían ganar salarios mucho más altos trabajando para las ONGs que en el gobierno.

Aunque las encuestas de opinión encontraron que la población Afgana considera la seguridad como su principal preocupación, la ISAF se limitó inicialmente a Kabul, no se desplegó en el resto del país hasta el año 2005. A través de una combinación de negligencia, incompetencia y corrupción no se pudo formar una fuerza policial eficaz, ni un Poder Judicial. El resultado fue la inseguridad rampante y la creación de una fuerza policial monumentalmente corrupta, profundamente implicada en el tráfico de heroína. Sometido a las depredaciones de los Señores de la Guerra, aliados de la CIA, y a merced de la rivalidad entre tribus, cada vez, más Afganos llegaron a simpatizar con los 'Talibanes' [1].  El despliegue eventual de la ISAF en el sur en el 2005 hizo de una mala situación, algo peor. El relativamente pequeño número de tropas terrestres desplegadas condujo a una creciente dependencia de la fuerza aérea y obviamente muchos "daños colaterales", que se convirtieron en uno de los impulsores clave de apoyo a la insurgencia.

Los esfuerzos para desarrollar la economía Afgana parecían tener más éxito - la economía creció bastante rápidamente después de la caída de los Talibanes del poder. Sin embargo, los datos eran engañosos - debido a la extrema pobreza de Afganistán, incluso la actividad económica muy pobre se traduce en estadísticas aparentemente impresionantes. Las cifras enmascaran el hecho de no reconstruir la infraestructura de Afganistán - en especial la la red de carreteras y la generación de energía. Increíblemente se tomó un año completo y una constante súplica del presidente Karzai, antes que la administración Bush construya su primera carretera en Afganistán. Quizás el fracaso más calamitoso fue el abandono del sector agrícola. En su defecto, para reactivar la economía rural, la comunidad internacional sentó las bases para la rápida expansión de la economía de la droga y toda la violencia y corrupción que eso conlleva. Inicialmente los Estados Unidos ignoró en gran medida la producción de opio, y se negó incluso a permitir que sus fuerzas intercepten a los traficantes, pero una vez que el cultivo de amapola se reconoció como un problema grave por las fuerzas internacionales, emprendió una estrategia de erradicación de amapola desastroso. Enfurecidos por la destrucción de su medio de vida, y al ver poco de los fondos de compensación prometidos, los agricultores Afganos fueron empujados, previsiblemente, a apoyar a los Talibanes y a otros grupos insurgentes.

El resurgimiento de los Talibanes se activó aún más, por Pakistán. Hacía mucho tiempo la doctrina militar paquistaní que, debido a la vulnerabilidad de Pakistán a un ataque de la India, Pakistán debe adquirir "profundidad estratégica" para el mantenimiento de un gobierno amigo en Kabul. La ISI de Pakistán (Dirección de Inteligencia Inter-Servicios) consideró que los estadounidenses no estarían en Afganistán por mucho tiempo. Ellos creían que era, por lo tanto, prudente mantener a los Talibanes como una herramienta para asegurar una futura influencia en Afganistán. Pakistán aseguró la supervivencia de los Talibanes, mientras mantenía su alianza con los Estados Unidos, ayudando a la búsqueda de elementos de Al Qaeda pero al mismo tiempo protegiendo a los Talibanes de los estadounidenses.

Algunas particularidades de la región fronteriza Pastún hicieron la intervención Occidental especialmente imprudente. La región nunca se ha pacificado con éxito por ningún poder exterior y, en efecto, no se rige por leyes hechas en Islamabad o Kabul, sino por el código Pashtunwali. El código coloca una enorme importancia en la prestación de hospitalidad 'melmastia' y asilo 'nanawatai' a aquellos que lo buscan (incluso en el caso de forajidos). En consecuencia, los insurgentes fueron capaces de confiar en gran parte de la población local para recibir santuario. El Pashtunwali también pone gran importancia en la búsqueda de venganza por los desaires - lo que significa que no hay tolerancia alguna por los insultos y la violencia entre la población pastún. Por lo tanto, la noción de "ganar los corazones y las mentes", mientras se realizaba una campaña de contrainsurgencia violenta en la región, fue una quimera. El Pashtunwali es considerado por la población local, superior a las leyes impuestas desde el exterior; Por lo tanto, el área es inherentemente hostil a la extensión de control del gobierno, ya sea desde Kabul o Islamabad. El esfuerzo realizado para extender el gobierno de Kabul hacia el sur, casi garantizaba el alejar a los Pastunes de la Región Fronteriza.

Regreso al futuro

A pesar de su resistencia, es poco probable que los Talibanes sean capaces de lograr una rápida victoria tras la retirada definitiva de las fuerzas Occidentales en el 2016. La continuación de la ayuda militar al gobierno Afgano y la falta de simpatía por los Talibanes fuera de su feudo del sur debería posponer ese resultado, al menos por un tiempo. Más probable que una amplia victoria de los Talibanes es que se llegue a una situación de ‘punto-muerto’, similar al período posterior a la retirada de los rusos, cuando el gobierno del Presidente Najibullah hizo una fortaleza de Kabul, pero abandonó las zonas rurales de Afganistán a los Muyahidines.  

Si hay algo para ser optimistas al respecto, es que tanto los Talibanes como el gobierno Afgano están cada vez más abiertos a la perspectiva de las negociaciones. Ashraf Ghani, el recién elegido presidente, se ha ofrecido a iniciar conversaciones con los Talibanes y el segundo grupo insurgente - de Gulbuddin Hekmatyar Hizb-e Islami. Los Talibanes, por su parte han moderado significativamente su propaganda en los últimos años - hablan, de forma un tanto vaga, de un orden de posguerra más inclusivo. El retiro del extremista comandante en jefe militar de los Talibanes, Mullah Abdul Qayyum Zaker, en abril de este año, puede indicar que la facción pro-negociación de los Talibanes está ganando la partida. Por otra parte, la retirada de las tropas Occidentales podría alentar a los Talibanes a negociar, ya que la ausencia de las tropas extranjeras socavará uno de sus temas principales de propaganda (expulsar a los infieles extranjeros). Como Ahmed Rashid ha señalado, las negociaciones abortadas en el 2010 podrían haber tenido éxito si los estadounidenses no hubieran insistido en que las conversaciones ocurran bajo su égida sino a través de una tercera parte neutral. En junio del año pasado el general Nick Carter, comandante adjunto de la coalición liderada por la OTAN, informó a The Guardian que Occidente debería haber negociado con los Talibanes hace una década. Parece que después de más de una década de guerra, la realidad está finalmente metiéndose en las mentes de los políticos Occidentales y sus líderes militares.

Por lo general, los sectores con principios, de la izquierda europea y americana, se oponen a intervenciones militares Occidentales, principalmente porque reconocen que tales actos no se realizan por el bien de la población de los países destinatarios. Sin embargo, contemplando el alarmante nivel de incompetencia, arrogancia e ignorancia cultural, exhibida por Occidente en Afganistán, debería recordarnos lo desastrosas que son este tipo de intervenciones, incluso en sus propios términos. Por toda su indiferencia ante el sufrimiento de la población Afgana, por ejemplo, es difícil creer que los gobiernos Occidentales permitan la expansión masiva de la economía de la droga. El mes pasado el británico Lord Richards, comandante de las fuerzas de la ISAF en el período 2006-2007, comentó: "Yo no tenía los recursos que necesitaba ... Yo no tenía una reserva, yo ni siquiera tenía un avión para volar alrededor de mi propia parcela. Quiero decir que nosotros no estábamos en el mundo real". Esa última frase parece ser tan buena como cualquier epitafio para la guerra de Occidente en Afganistán.

Alex Doherty es un co-fundador del proyecto Nueva Izquierda y estudiante graduado en el Departamento de Estudios de Guerra del King College de Londres. Ha escrito para Z Magazine y Open Democracy, entre otras publicaciones. Lo puedes seguir en twitter @alexdoherty7

[1] En un artículo reciente sobre la cobertura de la BBC del conflicto, Ian Sinclair cita al parlamentario británico Adam Holloway: "Lo que llamamos Talibanes son, de hecho, cientos de grupos, la mayoría de los cuales no son más que musulmanes tradicionales afganos , hijos de los agricultores locales ... están unidos no por el Islam sino por la presencia de tropas extranjeras en su suelo, y por el odio a los gobiernos extranjeros ... Aproximadamente el 80 por ciento de aquellos que llamamos, el enemigo, mueren dentro de los 20 kilómetros de donde viven: ¿Eso te dice algo acerca de con quien estamos realmente luchando? "


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