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La realidad política pos golpe abrió el camino para que se disparara la violencia criminal.

La realidad política pos golpe abrió el camino para que se disparara la violencia criminal.

Publicado 3 julio 2016



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A continuación se presentan los tres golpes blandos que han tenido éxito en América Latina, durante el siglo XXI, según las expectativas de las minorías privilegiadas y partidos políticos opositores locales asociados a intereses transnacionales y guiados por los mandatos -oficiales y extraoficiales- de la política exterior estadounidense.

El politólogo estadounidense Gene Sharp argumenta sobre la posibilidad de implementar estrategias de “acción no violenta” en las que no se necesita la fuerza bruta para hacerse con el poder. Esto se debe a que “la naturaleza de la guerra en el siglo XXI ha cambiado (…) Nosotros combatimos con armas psicológicas, sociales, económicas y políticas” [1]. Esta concepción se asocia a las nociones de poder blando y poder inteligente desplegadas durante los gobiernos de Obama. Uno de sus ideólogos, Joseph Nye, entiende al poder blando como la capacidad de recurrir a otros medios diferentes a los militares para lograr los objetivos de política exterior a través de la “atracción” en lugar de la coerción [2].

A continuación se presentan los tres golpes blandos que han tenido éxito en América Latina, durante el siglo XXI, según las expectativas de las minorías privilegiadas y partidos políticos opositores locales asociados a intereses transnacionales y guiados por los mandatos -oficiales y extraoficiales- de la política exterior estadounidense [3].

Los grupos que tradicionalmente han ostentado el poder económico y político en Honduras, Paraguay y Brasil consiguieron utilizar la institucionalidad del Estado de Derecho en contra de gobiernos que cometieron la osadía de cuestionar el status quo interno y externo en favor de las mayorías. Estos tres golpes han demostrado que el diseño institucional de nuestros sistemas políticos formalmente democráticos y representativos sigue siendo permeable a la capacidad de dominio de las minorías privilegiadas: ya no parece ni necesario ni adecuado usar la fuerza para quitarle el poder del Estado a gobiernos que resultan incómodos. Basta que la correlación de fuerzas políticas en al menos dos de los tres poderes del Estado sea favorable al cambio en la jefatura del Ejecutivo para que cualquier acción de gobierno termine considerándose como delito. Con la gran prensa de aliada maquillando la realidad a favor de dicho propósito y el condicional apoyo de los poderes financieros e industriales extranjeros –sobre todo estadounidenses-, sólo es cuestión de generar y utilizar la oportunidad más adecuada. Este ha sido el gran hallazgo golpista de siglo XXl.

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