Aunque el asesinato político y los políticos mandando a asesinar a inermes, son prácticas muy viejas, la manera grotesca y sádica como la que la están practicando ahora en Venezuela los vástagos de los partidos de los oposicionismos, son formas inusitadas, porque apenas estamos presenciando la graduación sicarial y criminal, como resultado de quince años de reclutamiento, entrenamiento y equipamiento de asesinos profesionales, promovidos desde universidades que están comprometidas con el derrocamiento del Comandante Hugo Chávez y, ahora, con “la salida” del Presidente Nicolás Maduro.

Se trata de todas aquellas universidades nucleadas en la autodenominada AVERU, cuyas autoridades universitarias están atornilladas en dichos cargos, con la ayuda de la negligencia expresa y el retardo procesal del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), por lo que rectores, vicerrectores y profesores tarifados por la NED y la CIA, han tenido los recursos necesarios esquilmados al Estado venezolano, más la mampara de académicos y la coordinación del Departamento de Estado y la U.S. Embassy en Venezuela, para reclutar a tantos jóvenes que han servido como estropajos autómatas para asesinar a quienes sus jefes los manden.

Hoy, las consecuencias son nefastas y vomitivas. Urge, por la paz social, por nuestros hijos y los ajenos, que asumamos con urgencia la transformación universitaria y su democratización, para conjurar estas fábricas de asesinos y convertirlas en espacios de vida y paz. No podemos caer en la práctica fascista e hipócrita, que no llama las cosas por su nombre. En estas prácticas criminales, hasta los jesuitas están comprometidos. Todos tienen nombres y apellidos. Ellos deshonran a las universidades.