Yo tejo tu historia


13 de mayo de 2024 Hora: 20:52

¿Cómo es la paz? Nadie mejor que una niña de 13 años para soñarla. «Mi dibujo representa la
tierra que nos une». Anja Rozen, una estudiante de la República de Eslovenia, en Europa
Central, fue elegida entre 600.000 niños alrededor del mundo para mostrarlo.

La ganadora del concurso internacional Plakat Miru, dijo: «Los humanos están tejidos juntos.
Si alguien se rinde, otros caen. Todos estamos conectados a nuestro planeta y unos a otros,
pero, desafortunadamente somos poco conscientes de ello. Otras personas tejen junto a mí, mi
propia historia; y yo tejo la suya».

Este es el mundo imaginario e ideal, que todo niño merece.

 


 

A través de la historia, las mujeres han sido agentes de cambio y trabajan consistentemente en
favor de la paz. El impacto de la guerra o la vida precaria desde la infancia, las convierte en
seres vulnerables. Un trauma infantil durante los primeros años, podría permanecer toda la
vida.

También la historia da cuenta de quiénes -por lo general- hacen la guerra y cómo todas las
mujeres viven con las consecuencias. No hay nada más patriarcal que una guerra, evitables
bajo cualquier circunstancia, porque son ética y humanamente inadmisibles.

Las mujeres “queremos construir un mundo nuevo con vosotros, donde reinen la verdad y la
paz, queremos la justicia dentro de todos los espíritus y amor dentro de todos los corazones”.
Afirmó el 1848, la socialista francesa Jeanne Deroin.

¿Quién formula la paz?

En el campo de la investigación social sobre la guerra, es más clara la categoría de género.
Para analizar las causas de la guerra y la violencia, preguntemos -por ejemplo- a las mujeres
palestinas, quienes viven un pulso diario contra el dolor, como víctimas silenciadas por la
agresión y el bloqueo israelí.

En el actual conflicto en Gaza, los abusos contra niñas y mujeres, incluyen el trato inhumano
y degradante durante las detenciones, las ejecuciones arbitrarias y violaciones en cautiverio;
denunciaron recientemente expertos de Naciones Unidas.

Horroriza conocer los detalles de las denuncias. Torturadas por asaltos sexuales u obligadas a
desnudarse para ser registradas por soldados israelíes. Violadas o amenazadas, fotografiadas
en situaciones indignas, con la difusión a través de internet de algunas imágenes. Se les ha
golpeado, negado el alimento, la medicina, el acceso a paliativos o productos para la higiene
menstrual.

Lo peor ha sido el asesinato extrajudicial contra mujeres y niñas; allí mismo, donde habían
corrido en busca de amparo portando unas banderas blancas. Más de 20 mil mujeres y
menores sucumbieron en la Franja de Gaza, desde el estallido del 7 de octubre del 2023, cifra
que representa el 70 por ciento de los muertos.

Ellas sufren las consecuencias expuestas y las invisibles. En los Territorios Palestinos
ocupados, casi una cuarta de las mujeres casadas, asegura haber estado expuestas a abusos
físicos; el 62 % a violencia psicológica y el 10 por ciento a violencia sexual, reporta un informe de la
Organización de las Naciones Unidas. Incluidos el genocidio, ejecuciones, desapariciones,
deportaciones, así como los arrestos forzados y arbitrarios.

La Oficina Central de Estadísticas reveló que, como resultado del fuego agresor y el
desplazamiento para salvar la vida, cinco mil mujeres parieron en condiciones insalubres. Es
importante documentar la memoria histórica de las mujeres afectadas por el conflicto armado.
Con el apoyo del movimiento internacional de mujeres y la comunidad de países que se
oponen a la guerra, es necesario insistir en la denuncia. Expresar la injusticia en que viven, el
daño moral y material generado por crímenes de lesa humanidad.

Paz

La paz es mucho más que la ausencia de una guerra. El empoderamiento de las mujeres en la
cotidianidad, las hace visibles como protagonistas de la reconciliación humana.

Siempre está presente la amenaza del retroceso, después de conquistar uno a uno los derechos
de la mujer. Lo mismo da si tienes 25 o 45 años, esta es la historia de nuestras madres y
abuelas.

Los derechos de la mujer están en riesgo. Tienen menos recursos para protegerse, aunque
representan, junto a sus hijos, la mayor parte de las poblaciones desplazadas y de refugiados.
Casi nunca están presentes en las negociaciones de paz, aunque sabemos que existen mujeres
capaces de liderar estos movimientos e impulsar la recuperación de las comunidades después
de un conflicto.

Su exclusión limita el acceso a las oportunidades de obtener justicia plena, ante la violación
de sus derechos, tanto como de participar en la reconstrucción y las reformas de las
instituciones públicas.




De nada sirven los discursos, si no se combate el modelo económico que pesa sobre las
mujeres y sus familias. Cada lucha femenina contiene un proceso histórico, un significado
propio. Cada una tiene su vivencia dura y cruda, también su cualidad y aporte para combatir
el modelo económico que arraigó las desigualdades. 

Preguntémonos todos los días, qué pasos han de darse en tiempo de paz, para impulsar
liderazgos sociales entre mujeres y hombres, que propicien cambios de estructura económica.
No de apariencias. 

En regiones donde los conflictos bélicos están a la orden del día y en muchos países del
mundo, las mujeres enfrentan desafíos por su derecho a la vida, la educación, la salud, el
trabajo, la familia. 

A partir de la década de los 1980, un grupo de mujeres pacifistas se unieron en la lucha en
contra de la carrera armamentista y el uso de armas nucleares. La Asociación de Mujeres
Parlamentarias por la Paz, encabezada por la eurodiputada sueca, Maj Britt Theorin, como
presidente de la organización de la Comisión de Naciones Unidas sobre el Desarme de armas
nucleares y guía del Grupo de Expertos sobre la Mujer, fue esencial en este propósito. Para
lograr la incorporación de las mujeres en los procesos de paz, se destinó el 24 de Mayo, como
Día Internacional de las Mujeres por la Paz y el Desarme.

La paz, la sociedad libre de enfrentamientos bélicos y guerras injustas, aún son objetivos
pendientes.

Desigualdad 

Las decisiones políticas, hacen que las mujeres sean económicamente desiguales respecto de
los hombres; estas medidas sólo son reversibles, si no bajamos los brazos. 

Un estudio afirma que necesitaríamos cerca de 300 años para lograr la plena igualdad de
género, cuando estiman que en 2030, unas 342 millones de mujeres y niñas -8 por ciento de
la población mundial- vivirá en pobreza extrema. 

Un número similar al de las mujeres que habitan América Latina y el Caribe (332 millones),
de un total poblacional de 655 millones de personas. Aportamos este dato, para visualizar la
imagen. Ese 8 por ciento de la población mundial, sería como si la totalidad de las mujeres
latinoamericanas vivieran en pobreza extrema. 

Ser mujer en América Latina implica peligro. Es la región con la mayor brecha de género, si
se tienen en cuenta las condiciones de discriminación, la desigualdad y violencia.
En el 2023, la tasa promedio de pobreza se situó en un 30,3 por ciento; o sea, por encima del
promedio anterior a la pandemia de 2020. Es conocido que en la región, el 28,6 por ciento de las
mujeres no tienen ingresos propios, informa la Comisión Económica para América Latina y
el Caribe (CEPAL).

Ningún país de esta área geográfica ha alcanzado la igualdad de género, lo que reafirma la
necesidad de reconocer el papel de la mujer para el desarrollo social, económico, político y
cultural. 

Veamos los mayores indicadores negativos, por falta de ingresos económicos en las féminas:
en Guatemala (51 por ciento), Honduras (43,5 por ciento), El Salvador (39,3 por ciento) o Costa Rica 35,8 por ciento). Incluso en 2020, los hombres tenían un 69 por ciento de participación laboral; la femenina cayó hasta el 46 por ciento. Un 45 por ciento del total de países, no establecen la igualdad de remuneración por un trabajo de igual valor, más de un tercio de los países no otorgan licencia por maternidad, conforme a las normas de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

Son las mujeres quienes llevan a sus espaldas las necesidades del hogar. Un 93 por ciento de ellas,
asumen la mayor parte del trabajo doméstico remunerado, del total de -hasta- 18 millones de
personas, que se dedican a estas labores en América Latina.

Estas mujeres disminuyen las horas que consagran al trabajo no remunerado en el hogar, para
dedicarse en su mayoría a labores domésticas y cuidados dentro del ámbito privado. Suponen
que esta modalidad de trabajo doméstico, significa un 14,3 por ciento del empleo de las mujeres en la región. De ese total, más del 90 por ciento son mujeres afrodescendientes, indígenas o migrantes.
Por ejemplo, se dedican al trabajo doméstico, en Paraguay (17,2 por ciento), Argentina (16,2 por ciento) y Brasil (14,4 por ciento). Un bajo porcentaje de mujeres en estos sectores, están afiliadas o cotizan a un sistema de seguridad social, o sea, cuando la espalda no les dé más, tampoco tendrán amparo para la vejez. 

Son 14 países de América Latina, dentro de los 25 países con las tasas más altas de
feminicidios del mundo, perpetrados por su compañero íntimo o exparejas de las víctimas. Se
conoce que más de 400 menores, en 2022 perdieron a su madre o cuidadora por feminicidio.
Destaca negativamente: Honduras (4.7), República Dominicana (2.4) El Salvador (2.1),
Bolivia (2.0) y Brasil (1.6) por cada 100 mil habitantes.

Una de cada cuatro mujeres, carece de autonomía para tomar decisiones sobre su salud o para
negarse a mantener relaciones sexuales. El 89 por ciento de las mujeres, pueden decidir sobre el uso
de anticonceptivos. Para garantizar las leyes sobre los derechos sexuales y reproductivos, se
necesita voluntad política, asignación presupuestaria, la formación del personal sanitario y la
sensibilización pública en relación al aborto, la vacuna contra el virus del papiloma humano
(VPH) y la educación sexual. 

En 119 países, las mujeres enfrentan leyes discriminatorias o ausencia de legislaciones, para
la protección jurídica a todos sus derechos humanos. Es repulsiva la cifra de que el 55 % de
los países, carece de leyes que prohíban explícitamente la discriminación directa e indirecta
contra la mujer; y el 60 % no cuenta con leyes que definan la violación basándose en el
principio de la aprobación o consentimiento. 

En los últimos 25 años, en América Latina y el Caribe no han disminuido los matrimonios
infantiles. Es la tercera región del mundo con este comportamiento, después de África Subsahariana y Asia Meridional. Los mayores porcentajes de Latinoamérica están en
República Dominicana (36 por ciento), Nicaragua (35 por ciento), Honduras (34 por ciento). Al ritmo actual, más de 9 millones de niñas contraerán matrimonio para el año 2030 en todo el mundo.
La tasa de embarazo adolescente en América Latina y el Caribe es de 66.5; mundialmente se
estima en 46 nacimientos por cada 1.000 niñas, como promedio.

Para romper las barreras, se requiere liderazgo político, reformas normativas integrales. Ha
de ser contrarrestado de manera integral y desde una mirada interseccional, desde las políticas
públicas o necesitaríamos 140 años para que las mujeres estén representadas de manera
igualitaria en cargos de poder. 

En América Latina y el Caribe, sólo un 32,1 por ciento de mujeres, son ministras juezas o
magistradas. Aunque sigue siendo bajo, existe un incremento de participación en el ámbito
parlamentario; según reporte de la ONU, destacan Cuba (53,2 por ciento), Bolivia (53.1 por ciento), México (48,2 por ciento), Nicaragua (45,6 por ciento) y Costa Rica (45,6 por ciento). 

La equidad beneficiaría a toda la sociedad. Las cifras de la Cepal explica que, con iguales
tasas de participación en la economía, la pobreza en 18 países de América Latina podría
reducirse entre uno y 12 puntos porcentuales, mientras que la desigualdad podría caer entre
uno y cuatro puntos.

El panorama no es exclusivo para países subdesarrollados latinoamericanos. El grupo de
personas en riesgo de pobreza y/o exclusión social, conocido por las siglas en inglés Arope
(At Risk of Poverty and/or Exclusión), indica que los niveles de pobreza del 2024 en España,
son mayores en las mujeres (27,5 por ciento) que entre los hombres (25,5 por ciento). 

Se perpetúa la brecha de género en detrimento de las mujeres, para los hogares
monoparentales y de los cuales más del 80 por ciento están a cargo de una madre, lo que refleja el
mayor grado de vulnerabilidad en mujeres en situación de violencia, de edad avanzada,
discapacidad, con menores o personas dependientes a cargo, personas racializadas y en
especial, migrantes que se encuentran en situación administrativa irregular. 

En mayor medida, las mujeres soportan el peso en condiciones de pobreza, para compensar
las carencias materiales e inmateriales de sus entornos. A veces por falta de responsabilidad
compartida con los hombres u otros actores, como el Estado y sus administraciones, siempre se espera de ellas que aporten más que otros al bienestar familiar, a costa de su propia calidad
de vida. 

En las actuales circunstancias, se suma como agravante la deplorable situación económica,
debido a la interrelación de las crisis: incremento del costo de vida, guerras en curso, crisis
climática, entre otras. 

Círculo vicioso

Para acabar con el círculo vicioso de la pobreza y su feminización, es fundamental la lucha
contra los estereotipos, la corrección de la desventaja socioeconómica de las mujeres, la
violencia, y el fortalecimiento de la voz y el poder de participación de las mujeres.

Muchos enfoques han de ser cambiados, en virtud de la realidad en que vivimos. Es seguro
que no dependería solamente de empoderarse con mejores salarios, sino también en la
socialización de los derechos, atenciones y cuidados justos. Mucho más si se considera, que
la sociedad del futuro, depende en gran medida de familias monoparentales, cuya cabeza es la
de una mujer.

La monoparentalidad aumentó 53 por ciento en las últimas décadas en América Latina, cuya mayoría está constituida por madres solas con sus hijos. Un porcentaje que podría aumentar, si se
incluye a las madres sin pareja que viven con miembros de la familia extendida.

Las familias constituyen una realidad cambiante. El incremento de las separaciones, es la
primera causa del aumento de las familias monoparentales, comandadas por mujeres, que
significan los mayores indicadores en Bolivia con un 28 por ciento; 26 por ciento en Colombia y 24% en Perú.

En el esquema familiar de Occidente, hasta un 40 por ciento de los niños vive además con otros
parientes, como abuelos y tíos. El Pew Research Center, dice que alrededor de un 7 por ciento de los
menores de todo el mundo viven hoy en hogares monomarentales.

Han valorado la situación en más de cien países, porque la distribución de este tipo de
familias, no es uniforme. Refieren que un 23 por ciento de los menores viven a cargo de una única
adulta en Estados Unidos, en Reino Unido el 21 por ciento, en Rusia el 18 por ciento, en Francia un 16 por ciento. En España alrededor del 11 por ciento. Lo que sí es homogéneo, es que estas familias están encabezadas fundamentalmente por féminas. 

¿Se puede decir que somos un poco más libres? Definitivamente, queda mucho por hacer. La
libertad pasa por afrontar socialmente el alto riesgo de exclusión y pobreza para la mujer.
Abordar las barreras estructurales que las expone a la vulnerabilidad, a través de la
redistribución y reconocimiento del trabajo de cuidado no remunerado. Ampliar la voz y
participación en la toma de decisiones; así como garantizar el acceso igualitario a la
educación, trabajo y salarios equitativos, a la propiedad, a la protección de una vida libre de
violencia y en salud. 

Si de algo sirve el recuento, es para recordar que los avances de la mujer se han logrado al
luchar colectivamente por su derecho a vivir dignamente y en paz. Una historia, tejida con los
sueños de cada una.

Autor: teleSUR - Rosa María Fernández

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