Una cuestión de vida o muerte


13 de septiembre de 2024 Hora: 18:00

Urge la incidencia política y la inversión de recursos para el fortalecimiento de sistemas de salud resilientes, la atención primaria de la salud y las acciones en la salud reproductiva, materna, neonatal e infantil.

Falta luz sobre la tierra, cuando muere un niño. Qué decir cuando un frío cálculo anuncia, que unos 59 millones de niños y jóvenes fallecerán antes de 2030 y casi 16 millones de bebés nacerán muertos hasta ese año, por falta de inversión pública destinada a salvarlos.

La advertencia de UNICEF cargada de buenas intenciones, también nos dice que detrás de estas cifras hay millones de menores y sus familias, a los que se les niega su derecho básico a la alimentación y a la salud. Esto significa también que unos 35 millones de niños y niñas morirán antes de cumplir los cinco años de aquí a 2030.

Un gran número de víctimas recaerá sobre las familias de África Subsahariana y Asia Meridional, entre otros de países de ingresos bajos y medianos bajos, sometidos al mayor riesgo de mortalidad infantil del mundo, 15 veces superior al de los niños de Europa y América del Norte.

Paralelamente ha salido una noticia delicada. El informe de la OPS de 2024, dijo que el número de niños y niñas que murieron antes de cumplir cinco años alcanzó un mínimo histórico en 2022, al descender a 4,9 millones, según consta en las últimas evaluaciones del Grupo Interinstitucional de las Naciones Unidas para la Estimación de la Mortalidad Infantil. Lo que demuestra que cuando se asignan recursos a la atención primaria de salud y el bienestar infantiles, es posible revertir la situación. Por ejemplo, desde el año 2000 en Camboya, Malawi, Mongolia y Ruanda, se ha reducido la mortalidad de menores de 5 años,
en más de un 75%.

Es largo camino para poner fin a las muertes -infantiles y juveniles- evitables. Impacta saber que casi la mitad de los mencionados 4,9 millones de vidas perdidas antes de los 5 años, eran de recién nacidos. Por ese gran dolor, también pasaron quienes perdieron a otros 2,1 millones de niños y jóvenes de entre 5 y 24 años.

Solamente si las mujeres tuvieran atención médica de calidad durante el embarazo y el parto, podrían evitarse más del 40% de las muertes prenatales, que se producen durante el nacimiento. Como si no bastase, de sobrevivir esos recién nacidos, deben enfrentar -más allá de sus primeros 28 días- el riesgo de enfermedades infecciosas como la diarrea, la neumonía, y el paludismo.

América Latina y el Caribe es la única región a nivel global donde no se ha observado un avance sostenido en la tasa de mortalidad materna. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), la mayor parte de las muertes maternas son evitables.

En la región, para el 2022 se estimaron en 152.000 las defunciones de menores de 5 años, lo que representa –sin embargo- un descenso de 60% en las últimas dos décadas. La prematuridad, asfixia, sepsis/infecciones y anomalías congénitas, causaron la muerte al 57% de los menores de 5 años en los primeros 28 días de vida, mientras que a nivel mundial esta cifra es del 47%.

Las mujeres y los niños son los más perjudicados por las crisis económicas. Baste decir que existen más de 36 millones de menores de cinco años gravemente desnutridos en 32 países, de acuerdo con las agencias de la ONU.

Los mayores detonadores son los conflictos existentes en 20 países, que reúnen a 135 millones de personas con hambre; los eventos climáticos extremos que impactaron en 57 millones de personas y los embates económicos que causan estragos sobre 75 millones de personas, de 18 países.

Otro factor considerable que empeoró la desnutrición aguda, fueron los conflictos y desastres, que han incidido directamente en las personas desplazadas, donde viven muchos de los más de 450 millones de niños y niñas que padecen un sufrimiento inimaginable, debido a la violación o denegación de sus derechos. Por todas estas razones, el Informe Mundial sobre Crisis Alimentaria, expuso que 281, 6 millones de personas sufrieron hambre el año pasado.

Se reconoce la probabilidad de salvar a miles de vidas, con una nutrición adecuada, vacunas y agua potable. Muestra de ello es la reducción de la desnutrición crónica en casi un 40%, desde 1990. Sin embargo, por la falta de estos elementos, mueren cerca 2.800.000 niños al año y se encuentran afectados 162 millones de niños en todo el mundo.

De nacer vivos, es necesario intervenir en sus dos primeros años de vida, lo que se conoce como los 1.000 días críticos, porque ello incide en su proceso formativo, el desarrollo de su capacidad de pensamiento, verbal, emocional y en sus aptitudes sociales.

Urge la incidencia política y la inversión de recursos para el fortalecimiento de sistemas de salud resilientes, la atención primaria de la salud y las acciones en la salud reproductiva, materna, neonatal e infantil. Para ello, resulta imprescindible el involucramiento de las familias y comunidades con el objetivo de reducir la mortalidad en niñas y niños menores de 5 años. 

El término “conflicto”, es un eufemismo en el caso palestino. El genocidio de Israel, tiene consecuencias en los niños que quedan vivos. Hace menos de un mes, la ONU confirmó 650 niños desnutridos en Gaza. Un aumento del 300% en la agudización de todas las limitaciones para acceder a suministros esenciales, productos frescos y carne. A ello se suma un deficiente acceso al agua potable y el saneamiento, por lo que se propagan las enfermedades.

En julio pasado, otras voces denunciaron que solamente un 8% recibió alimento, de los casi 50 mil niños que los necesitan. Tienen hambre y solo reciben bombas, hasta en las escuelas. “Hay que hacer todo lo posible, y quiero decir todo, para evitar que esta situación se convierta en un abismo, que sólo tendrá consecuencias aún más terribles para los civiles”, afirmó el alto comisionado para Derechos Humanos de la ONU, Volker Türk.

Las cifras de la CEPAL de 2023 indican que el 29% de la población de América Latina y el Caribe vive en situación de pobreza, pero este número sube a 42,5% si se considera solamente el total de niñas, niños y adolescentes de 0 a 17 años.

Llaman la atención los niveles de desnutrición crónica cercanos al 40%, en países como Guatemala u Honduras. Prevalente en la población indígena y los descendientes africanos. La desnutrición infantil es especialmente preocupante en el caso de Haití, cuando a nivel de país, 1,4 millones de haitianos enfrentan el hambre. Un informe de este año 2024, sobre la desnutrición aguda de la CIF (Clasificación Integrada en Fases de la Seguridad Alimentaria) indica cifras alarmantes. Casi 300.000 niños, menores de 2 años, enfrentan la malnutrición aguda o la sufrirán antes de fin de año, que se suman a los 125,000 niños que ya están severamente desnutridos.

Considerado otro grave problema de salud en muchas regiones, crece el sobrepeso. La obesidad genera que el niño comience a padecer diabetes, presión arterial y colesterol altos. Pasó del 7,4% en 2012 a 8,6% en 2022, ratificó la FAO al finalizar 2023. En América Latina y el Caribe (ALC), la prevalencia de sobrepeso infantil, afecta a más de cuatro millones de niños y niñas menores de 5 años, y a casi 50 millones de niños, niñas y adolescentes entre los 5 y 19 años de edad.

Los entornos alimentarios obesogénicos, denotan la influencia de los factores sociales, culturales y económicos, donde se promueve el consumo de fácil acceso a productos no saludables, altos en azúcares, grasa y sal. Estos entornos abundan especialmente en áreas urbanas, donde se calcula que viven más de 165 millones de niños, niñas y adolescentes de la región. Muchos de ellos deben escoger, entre comer o comer sano. Probablemente desconozcan el perjuicio.

«Hay muchas inequidades que deben ser prioridad para los Gobiernos, llegar a los que más sufren, que son los niños pobres, con madres con baja escolaridad y muchos de ellos de minorías étnicas como los indígenas», dijo a Luisa Brumana, asesora en Salud de Unicef para Latinoamérica y el Caribe, al citar el informe “Reducir las diferencias: El poder de invertir en los niños más pobres”. «Claramente tenemos una región desigual, con marcada inequidad para madres y niños en sus propios países», afirmó.

Resulta imposible concebir esta crueldad. En América Latina muere cada tres minutos y por causas prevenibles, un niño menor de 5 años. Se estiman 196 mil niños que fallecen cada año (menores de 5 años); de los cuales 167 mil (85 %) tienen menos de un año. A lo que agrega el documento: «De las 1,1 millones de vidas salvadas en los 51 países estudiados durante el último año, casi el 85 % se encontraba entre los pobres».

Haití prevalece con la situación más crítica y la tasa de mortalidad neonatal más alta de la región, con 25 muertes por cada mil nacidos vivos. Le siguen República Dominicana (20) y Bolivia (16). Las cifras más bajas las reportan Cuba, Chile y Uruguay.

La tasa de cobertura de atención prenatal en Colombia, Haití, Nicaragua, Panamá y Surinam (debe ser por lo menos de cuatro visitas), es tres veces más baja entre las mujeres sin escolaridad. “Invertir en servicios de salud y nutrición de alto impacto y calidad», debe ser imperativo en la región, dijo María Cristina Perceval, directora regional de Unicef para América Latina y el Caribe.

En Paraguay, datos oficiales reportados entre 2020 y 2021, indican que la desnutrición crónica afectó al 12,6% de los niños menores de cinco años, cifra duplicada en las poblaciones indígenas. La obesidad afecta al 24,1% de niños menores de cinco años: 35% en escolares y adolescentes de 5 a 19 años y 50% en las embarazadas.

En la nación centroamericana de El Salvador, casi la mitad de la población sufrió inseguridad alimentaria moderada o grave en los últimos dos años. Un estudio de la ONU reseñó en el 2022, que el 7 % sufrió desnutrición y 46 % inseguridad alimentaria. Las personas que afrontan incertidumbre económica, en ciertas etapas del año están obligadas a reducir su cantidad y calidad de alimentos. Otros, en estado grave, podrían haberse quedado sin alimentos o pasan días sin comer.

La prevalencia de inseguridad alimentaria grave aumentó de un 13.8 % en el ciclo 2016-2024.

Uno de cada dos niños sufre desnutrición crónica en Guatemala; o sea, el 49,8% de los infantes. El triste panorama reporta un 3,4% de mortalidad infantil, causada por la neumonía y las enfermedades diarreicas agudas. Un 54% de estas enfermedades están asociadas a algún grado de desnutrición, que perpetúa el ciclo de la pobreza. Por ejemplo, se ha comprobado que disminuye la capacidad de concentración de los niños, por lo que desertan de las escuelas como consecuencia de la desnutrición.

A nivel de toda Latinoamérica, también es importante considerar el porcentaje de niñas y niños menores de 5 años, que alcanzó el 11,5% (2022) con desnutrición crónica infantil. Se mantiene la proporción de afectados en las niñas y niños que nacen con bajo peso, (9,5% en 2012 y 9,6% en 2022).

A pesar de la atención médica, la crisis económica y el impacto del bloqueo contra los cubanos, incide en el bienestar de la vida. Un problema que pone en riesgo lo más preciado para las familias y la sociedad es el bajo peso al nacer, porque puede generar complicaciones que conducen a la muerte de un bebé.

Durante 2023, en Santiago de Cuba nacieron 915 niños con tal condición, por debajo de 2.500 gramos, reportó el periódico local Sierra Maestra. Lamentablemente, fue uno de los factores que más incidió en la mortalidad infantil de 7.9 por cada 1.000 nacidos vivos, que presentó una disminución importante respecto a 2022, pero no se corresponde con el propósito para este indicador, en la oriental provincia de Cuba.

Esta difícil situación, también ocasiona gastos considerables al sistema de Salud y compromete el futuro de un territorio donde crece el envejecimiento poblacional y decrece la natalidad, refiere el periódico. La prioridad que se otorga al Programa de Atención Materno Infantil (PAMI) y la alta preparación de los profesionales del Hospital General Dr. Juan Bruno Zayas, centro de referencia para la atención a los neonatos con peso inferior a 1.500 gramos, fueron factores decisivos para lograr una alta supervivencia de los bebés.

Se trata de neonatos y lactantes que son más vulnerables a las enfermedades, y por tanto tienen mayor probabilidad de morir. En su desarrollo fetal no expresan toda la potencialidad genética de crecimiento; por tanto no ganan el peso adecuado para el tiempo de embarazo que la madre tiene al momento del parto.

“Aquí se ingresan a las gestantes con riesgo de parto pretérmino y otras complicaciones. Por eso durante 2023 tuvimos un índice bastante elevado de prematuridad. Sin embargo, logramos una supervivencia del 97% en el menor de 1500 gramos”, expresó el doctor Jorge Carlos Moreno Borrero, jefe del servicio de Neonatología de esa institución, quien destaca la alta preparación del equipo de médicos y enfermeras, especialistas, másteres sistemáticamente capacitados para afrontar las complejidades en la atención a la morbilidad del recién nacido.

El arte de salvar, es prever. “Después de que la mujer se embaraza, y ha sido clasificada previamente, comienza un seguimiento que incluye un sinnúmero de consultas, que hay que realizar para la prevención, desde la captación del embarazo. La familia juega un rol fundamental en la prevención del bajo peso y del parto pretérmino. Debe contribuir a que la gestante asista a sus consultas, se realice todos los estudios y cumpla los tratamientos y recomendaciones médicas, incluyendo el ingreso en el hogar materno, si es indicado”, aseveró la doctora María del Carmen Calzado Alcolea, responsable de Atención Primaria de Salud.

Es importante considerar el aseguramiento que significa el incremento de las camas en los hogares maternos. Durante 2023 se abrieron Hogares Maternos en municipios montañosos como Tercer Frente, San Luis, Guamá, así como en la cabecera de la provincia Santiago de Cuba, que suma 17 instituciones, con 500 camas para la atención médica integral a las gestantes con riesgo. Sin embargo es un acto voluntario, algunas pacientes no aceptan el ingreso y otras se van de la instalación sin el alta médica.

En este 2024, Cuba anunció el descenso en 2023 de la tasa de mortalidad infantil a 7,1 por mil nacidos vivos. Resume el desvelo de la familia cubana y el diario quehacer de los más de 400 mil trabajadores de la Salud.

Seis provincias cubanas reportan tasas inferiores a la media nacional y 25 municipios rurales no reportaron fallecidos menores de un año, correspondiendo 4 a Pinar del Río (Mantua, Sandino, San Luis y Guanes); 4 a Artemisa (Guanajay, Güira de Melena, Alquízar y Candelaria); 1 a La Habana (Regla); 1 a Mayabeque (San Nicolás) y 4 a Matanzas (Martí, Pedro Betancourt, Calimete y Los Arabos).

En la misma línea se posicionan felizmente las provincias centrales de Villa Clara, con 2 localidades sin decesos en menores de un año (Encrucijada y Quemado de Güines); Cienfuegos con 1 (Cruces); Sancti Spíritus con 1 (Jatibonico); Ciego de Ávila con 2 (Primero de Enero y Majagua); Camagüey con 1 (Sierra de Cubitas); Holguín con 2 (Antilla y Calixto García) y Granma con 2 (Media Luna y Pilón), declaro a la prensa, la doctora Catherine Chibás Pérez, Jefa Nacional del Programa Materno Infantil (PAMI).

La Dirección de Registros Médicos y Estadísticas del MINSAP, al cierre del año 2023 reportó 90.374 nacidos vivos, y una disminución de la tasa de mortalidad preescolar, de 4,1 a 3,6 por 10.000 habitantes, con 35 fallecidos menos en este grupo de edad; en tanto la escolar también reduce de 2,4 a 2,1 por 10 mil habitantes, representando 28 decesos por debajo con  respecto al 2022.

En América Latina, la tasa promedio de mortalidad infantil es de 16 por 1.000. Medios de prensa reportan a Uruguay entre los cinco países con los índices más bajos junto con Canadá, Chile, Cuba y Estados Unidos.

A nivel mundial, según reportes oficiales de los gobiernos, se conoce que el país con más baja tasa de mortalidad infantil, fue la Republica de Eslovenia (Europa Central) de algo más de dos millones de habitantes, que reportó 1,51 fallecimientos por cada 1.000 nacimientos vivos. En 2023, Singapur fue el segundo país, seguido de Islandia y Mónaco, con las tasas de mortalidad infantil más bajas.

Otro factor a considerar como un lastre, es el retraso del crecimiento. Para el 2030, alrededor de un tercio de todos los países están en camino de reducir a la mitad, el número de niños y niñas con esta dificultad. Más del 80% de los niños que, posiblemente, no lograrán revertir esta situación viven en África.

La tasa de mortalidad de menores de cinco años en el África subsahariana es de 74 por cada 1.000 niños. En 2021, ocurrió un 77% de las muertes fetales. La escasa o inexistente asistencia médica, ni acceso a medicamentos, la desnutrición y la falta de agua potable, son factores esenciales en sus cifras desalentadoras.

Un niño africano tiene diez veces menos probabilidad de vivir, que un niño de un hogar empobrecido de otro continente. De cada 1.000 niños nacidos vivos, un promedio de 45 niños muere por enfermedades comunes o por atención médica ineficiente. De hecho, en países muy pobres como Somalia, la mortalidad por cada 1.000 niños nacidos vivos es de 63, indica un reporte del sitio Web “Acción contra el Hambre”. En África, se registra el 57% de todas las muertes maternas del mundo. Si el niño logra sobrevivir a la madre, imaginemos su desgraciada suerte.

Si bien las desigualdades, han tenido históricamente los niveles más altos en países subdesarrollados de América Latina, el Caribe y África Subsahariana, el panorama es drásticamente contrastante en Estados Unidos, el país más rico del mundo, donde la inequidad en está firmemente ligada al tema racial.

El Departamento de Agricultura de EEUU informó en el 2023, que más de 34 millones de personas en EE.UU., incluidos 9 millones de niños, sufren precariedad alimentaria. Entre los 20 y 75 años de edad, aproximadamente el 60 % de estadounidenses experimentará estar debajo de la línea oficial de pobreza, por lo menos un año. Otros no saldrán de ahí.

Se trata de la falta de acceso constante a los alimentos, para llevar una vida saludable y activa. En el 2021, 53 millones de personas recurrieron a programas de apoyo alimentario, y el 100% de los Condados tienen habitantes con esta situación de falta de acceso a los alimentos, en un nivel más alto que en el periodo de la pandemia. Se trata de la inflación, que ha colocado el precio de los alimentos, por encima del 10 por ciento, respecto al 2022.

Uno de cada ocho hogares estadounidenses pasaron hambre en el 2022, y 13,4 millones de niños vivían en hogares con inseguridad alimentaria. Al menos 12 millones de niños en Estados Unidos están sufriendo algún tipo de desnutrición e inseguridad alimentaria, una tendencia en ascenso desde la pandemia del Covid-19 y que ha traspasado los estratos sociales.

Las tasas de inseguridad alimentaria fueron más altas para los hogares afroamericanos y latinos. Un 33,1% de las familias afectadas son monoparentales, encabezados por mujeres latinas y de ascendencia afroamericana.

Según Save the Children, un 17% de los niños -al menos- no están recibiendo los alimentos, ni los cuidados necesarios, por falta de recursos económicos, la pérdida de un empleo y efectos de la inflación que afectan a millones de niños, debido a la injusticia racial sistémica. En situaciones de pobreza, los niños en EE. UU se enfrentan a la violencia, la drogadicción y la falta de educación, que varía de un estado a otro: de 8,1 % (Utah) a 27,7 % (Mississippi). Este último también aparece con los índices más altos de desnutrición, junto a Louisiana y Nuevo México. Aunque hay diferencias regionales, el hambre es un problema creciente en el sur y en las zonas rurales.

“Estas cifras son más que estadísticas”, declaró el Secretario de Agricultura Tom Vilsack. “Pintan un cuadro de cuántos estadounidenses se enfrentaron el año pasado, al desgarrador desafío de luchar para satisfacer una necesidad básica para ellos y sus hijos, y las respuestas a la encuesta, deberían ser una llamada de atención para aquellos que quieren hacer retroceder aún más nuestros programas contra la pobreza y el hambre”, agregó.

Más de 6,7 millones de mujeres, niños pequeños y bebés dependen de los servicios del Programa Especial de Nutrición Suplementaria para Mujeres, Bebés y Niños (WIC). Las cifras no deberían sorprender, dijo Nell Menefee-Libey, gerente de políticas públicas de la Asociación Nacional de WIC, ya que llegan justo después del reciente informe sobre pobreza de la Oficina del Censo, indicador de que la pobreza infantil se duplicó con creces de 2021 a 2022. Los estados tendrán que tomar “decisiones terribles” en 2024, sin fondos adicionales, que implica poner a las familias en listas de espera o negar el beneficio a los hogares empobrecidos.

Los bancos de alimentos de Estados Unidos, registraron 50 millones de visitantes el año pasado y cerca de esa cifra en el 2023, una demanda extremadamente alta, considerando que ya es un tercio más que antes de la pandemia. En el 2024, aumentará el precio de los alimentos y aumentará la tensión en las familias.

La pobreza infantil es una grave realidad en el mundo, que compromete la defensa de los derechos humanos y el futuro de cualquier sociedad, que no ubique a los niños en el primer plano de atención. «Sin los niños no se puede vivir, como no puede vivir la tierra sin luz». (José Martí).

Autor: teleSUR - Rosa María Fernández

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *