Nicolás Maduro y la formalidad del 10 de enero de 2025
Foto: VTV.
Por: Omar Hassaan Fariñas
8 de enero de 2025 Hora: 14:15
¿Qué pasará el 10 de enero de 2025 en Venezuela? La calma durante el mes de diciembre de 2024 tiene sus razones, pero primeramente resaltamos las que se escuchan desde los sectores violentos: no se puede hacer mucho hasta el momento en que sea oficial la transición de un período presidencial a otro, el 10 de enero de 2025.
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Hasta la fecha indicada, no se amerita ninguna actividad. Adicionalmente, la temporada navideña es de inmensa importancia para los comerciantes venezolanos, así como para los pequeños y grandes distribuidores. En este sentido, provocar interrupciones en las ventas con el llamado a las movilizaciones políticas, los “paros” y la violencia callejera por parte de estos sectores desestabilizadores, provocarían pérdidas millonarias que los dueños de los medios de producción (o de distribución, en el caso venezolano) no estarían dispuestos a asumir, considerando además que la economía venezolana suele “enfriarse” en enero y febrero, después de la temporada navideña.
A pesar de la reiteración de estos argumentos, en realidad, estos alegatos no encajan perfectamente con la situación existente. Según estos mismos sectores desestabilizadores, el actual período presidencial de Nicolás Maduro —de 2019 a 2024— es “ilegítimo”, carece de legitimidad, al igual que su anterior mandato y todos los mandatos presidenciales de Maduro (y de Chávez) y de todas las instituciones del Estado, desde 1999. La Asamblea Nacional, así como el Consejo Nacional Electoral (CNE) y todos los poderes públicos son inválidos e ilegales, por lo cual, el inicio del proceso de “derrocamiento del gobierno” puede darse en cualquier momento, y en realidad no requiere de una fecha de inicio como el 10 de enero, ni ningún otro día.
Si fuera por legitimidad, entonces la Asamblea Nacional —donde debe ser investido el próximo presidente— no puede otorgar la investidura a ninguna otra persona que no sea la declarada invicta en un proceso electoral organizado por un “poder” muy específico de los cinco poderes existentes del Gobierno venezolano: el Consejo Nacional Electoral (CNE). En realidad, el acto protocolar en la Asamblea Nacional es precisamente eso: un acto, pues la toma de posesión del cargo de Presidente se decide no en la Asamblea Nacional, sino a través del pronunciamiento del CNE y sus boletines oficiales, así como de la Corte Suprema de Justicia, en el caso de solicitarse su opinión por una de las partes del proceso electoral, asunto que efectivamente sí ocurrió en el 2024, y la respuesta de la Corte Suprema coincide perfectamente con la respuesta del CNE, por lo que no hay “debates” jurídicos ni institucionales sobre el carácter o la legalidad de la investidura que debe realizarse el próximo 10 de enero, en la Asamblea Nacional, por tratarse de una mera formalidad de un evento constitucional.
Es interesante para quien suscribe, que el excandidato de la oposición violenta y su jefa insisten en la ilegitimidad del proceso electoral, del CNE, del Tribunal Supremo de Justicia, y de todas las entidades públicas, incluyendo la Asamblea Nacional electa en el 2020. No obstante, ambos siguen insistiendo que el excandidato estará en Venezuela para su “investidura” el 10 de enero de 2025, en la misma Asamblea Nacional ilegitima y carente de carácter democrático que tanto él como sus seguidores condenan cada día. Sin duda alguna, es un asunto que no carece de incoherencias, disparates e ironías.
Cuando hubo que resistir violentamente la decisión de impedir que se proclamara al candidato invicto, fue precisamente cuando el CNE lo declaró como el ganador, en una ceremonia en la sede del CNE, a pocos días del propio proceso electoral de julio de 2024. En efecto, fue entonces cuando se dieron los disturbios y los asesinatos que marcaron al país, alentados por los mismos actores de la oposición violenta, pero bajo la guía de sus superiores en Washington. Sin embargo, nada sustancialmente político se logró con toda esa violencia, salvo avanzar un poco más el plan del gobierno estadounidense de sentar las bases para una deslegitimación del gobierno de Nicolás Maduro, lo que podemos llamar el “plan de cada proceso electoral”, ajustado a las realidades del momento, claro, pero sin novedad alguna.
En realidad, es importante recordarnos que de acuerdo a la narrativa estadounidense y de sus socios minoritarios, el gobierno de Nicolás Maduro del periodo 2019-2024 ya era “ilegítimo”, y simplemente se ha mantenido esa posición, al negarle legitimidad que provenga de un proceso electoral, al actual gobierno de Caracas.
Por ello, los “dirigentes” opositores han señalado ahora cuál es el objetivo de la “investidura”, alegando que quien debe ser investido es el candidato perdedor de las elecciones, y no Nicolás Maduro, y que éste viajará a Venezuela (actualmente en Buenos Aires, cuando se redacta este texto) para que se cumpla lo que corresponde y sea él quien sea proclamado. Naturalmente, aunque la Asamblea Nacional “quiera” hacerlo, no puede, pues hacerlo sería una violación sistemática de la Constitución.
Adicionalmente, circulan rumores de que en República Dominicana se estarían haciendo preparativos para proclamar al violento líder opositor como presidente de la República Bolivariana de Venezuela, aunque hasta la fecha y hora en que se escribió este artículo, no ha habido señales de la veracidad de esta noticia. Como indicaremos nuevamente al final, habrá que esperar y ver. Si así fuera, carecería de efectividad real, pues no se hizo ni siquiera dentro del territorio nacional de la República que estos pretenden gobernar, lo que significaría también que las capitales que acepten esta “farsa”, volverán a las realidades de los últimos años: reconocer a un gobierno inútil e impotente, mientras trabajan con otro (el que efectivamente está en el poder), y que sí tiene los medios y las capacidades.
Vale mencionar que la Señora que dice ser la “líder” de la oposición violenta —la que nunca logró ser la “candidata”— efectivamente convocó a un mitin político para inicios de diciembre de 2024 (la convocatoria se hizo el 28 de noviembre de 2024). Tomamos este texto del diario español El País: “El Comando con Venezuela, el movimiento político de María Corina Machado y Edmundo González Urrutia, ha convocado a una movilización en Caracas este domingo 1 de diciembre. Es la primera convocatoria que hacen desde finales de septiembre, cuando convocaron a protestas efímeras ‘modo enjambre’, en las que no lograron movilizar a mucha gente”. De hecho, la movilización del 1 de diciembre fue tan limitada —peor que las de fines de septiembre mencionadas en la cita anterior— que, por razones bastante obvias, nunca más se hicieron convocatorias después de aquella, hasta la que se realizó para el 09 de enero de 2025.
Las razones de la calma absoluta durante el mes de diciembre de 2024 en Venezuela son, de hecho, las enunciadas anteriormente: la falta de capacidad, por parte de la oposición desestabilizadora, para movilizar a sus seguidores y a otros; la ausencia física de sus “líderes” del país desde septiembre y noviembre de 2024; la necesidad de no interrumpir la temporada de ventas de diciembre, y la necesaria situación de espera que deben asumir, para tener precisión sobre la posición de Washington después del 20 de enero de 2025, una cuestión que será tan decisiva para la oposición y los factores de derecha en América Latina, como lo será para la guerra entre la OTAN y Rusia, que se está gestando en Ucrania.
Esta última cuestión de la posición estadounidense después del 20 de enero es bastante complicada. Por un lado, el próximo canciller estadounidense será Marco Rubio, una persona que estaría dispuesta a ver los cadáveres de miles de venezolanos y cubanos, con tal de lograr el “cambio de régimen” en ambos países latinoamericanos que tanto desea. Por otro lado, tenemos la siguiente noticia, publicada en El Universal el 4 de enero de 2025:
El senador republicano Bernie Moreno dijo que el presidente electo de EE.UU., Donald Trump, “trabajará con Nicolás Maduro —presidente venezolano— porque es él quien asumirá el cargo la próxima semana”. Moreno explicó que “EE.UU. no es quien elige quiénes son los líderes de estos países, ellos tuvieron una elección…”. [1]
Todos estos elementos generan inmensas incertidumbres para los actores de la oposición (y para el Gobierno Bolivariano también). Si cuentan con el apoyo irrestricto de Estados Unidos para derrocar al Gobierno Bolivariano, entonces las “manifestaciones pacíficas” convocadas para el 9 de enero serán bastante violentas, y se espera que sean el inicio de un proceso de intervención estadounidense (posiblemente, no es automático este asunto, aunque sí es probable), en el caso de que las fuerzas armadas no emprendan acciones violentas e inconstitucionales para exterminar al Gobierno Bolivariano, mediante un golpe de Estado en Caracas.
Pero, ¿qué pasa si no cuentan con el apoyo de Washington? Si Washington en cambio decide limitar su participación a operar con quienes están en Caracas —si fueran de la oposición violenta, que así sea, pero si fueran del Gobierno Bolivariano, igual— entonces, en este caso, ¿qué pasaría? Habíamos señalado antes el caso de Ucrania porque efectivamente ambos casos —Venezuela y Ucrania— tienen un elemento en común muy importante: Ambos requieren de la participación activa y agresiva de Washington, para lograr con éxito los objetivos generales de los opositores violentos, en el caso venezolano, y los del gobierno en Kiev, en el caso ucraniano. Sin el apoyo irrestricto de Washington, la posibilidad de éxito para Kiev, por un lado, y para la oposición violenta en Venezuela por el otro, es mínima.
Eso no quiere decir que con el apoyo irrestricto y violento de Washington, el éxito de los violentos estaría garantizado. En el caso ucraniano, las victorias rusas en el campo de batalla son las que determinarán el futuro de este desafío geopolítico global. En el mismo sentido, la Venezuela del 2019, la que dependía altamente de su entorno latinoamericano, la que enfrentó el COVID en el 2020, la que tuvo pocas alternativas y margen de maniobra para colocar su petróleo en los mercados internacionales, ya no es la misma Venezuela del 2025. Incluso, hasta si Washington decide retomar políticas de máxima presión contra Caracas —con medidas coercitivas unilaterales más agresivas que las de los periodos presidenciales de Trump I y Biden—, Caracas está mejor preparada para los ataques estadounidenses, de lo que estuvo en los años 2019 a 2021.
Sin embargo, alternativamente, en el caso de máxima presión, Venezuela no podrá sostenerse indefinidamente, mucho menos sin sus aliados tradicionales. El abandono por parte de Caracas de uno de sus aliados tradicionales en este momento crucial —teniendo en cuenta que la nueva administración política estadounidense está liderada por un sujeto altamente “mercurial” e “inestable”— podría tener consecuencias catastróficas para el Gobierno Bolivariano. Por ello, incluso si se llega a una dinámica de “coexistencia” entre Washington y Caracas, esta debe ser vista como una de carácter coyuntural y breve, en la que en cualquier momento pudiera regresar a una dinámica de alta hostilidad abierta, y quizás Caracas no podrá sobrevivir sin el apoyo activo de sus aliados tradicionales.
Otra cuestión que complica las aspiraciones de la oposición violenta es que ambos supuestos “líderes” se encuentran fuera del país, y supuestamente no pueden ingresar al país de manera clandestina, y, más importante aún, el supuesto “candidato” que dice haber ganado las elecciones, ha recibido asilo político por parte del gobierno en Madrid. Con este asilo, no se entiende exactamente cómo pretende regresar e ingresar al país, así como tampoco se explica si pretende ingresar a pesar de la orden de captura que el Gobierno Bolivariano ha girado en su contra ante la Interpol.
Alternativamente, un llamado a la movilización política para el 9 de enero de 2025, que ya ha sido emitido por la “líder” femenina de los violentos, tendrá grandes limitaciones para captar la atención de los medios de comunicación y de sus seguidores, si ambos “líderes” se encuentran cómodamente fuera del país, y exigen a sus seguidores enfrentarse violentamente al aparato de seguridad del Estado, mientras ellos se encuentran en la comodidad y seguridad de la ciudad de Madrid y/o de otra ciudad latinoamericana.
Así, de todos los elementos expuestos, podemos extraer dos conclusiones generales: en primer lugar, el nivel de incertidumbre sobre el caso venezolano sólo puede medirse tomando en consideración los siguientes cuatro factores, a saber:
- Si los “líderes” opositores entran o no al país antes del 10 de enero de 2025, y cuál será su situación, una vez que lleguen al punto de entrada del país;
- El grado de concentración de los manifestantes —que sin duda serán violentos mientras alegan ser “pacíficos”, con el fin de ganar la atención de los medios internacionales y de los aliados en Washington—, así como el grado de violencia que logren generar;
- El nivel de impacto que los líderes opositores —en realidad, Washington (tanto el de Biden como el de Trump)— tengan para convencer a elementos de las Fuerzas Armadas Bolivarianas de organizar un golpe de Estado (quizás el factor más peligroso);
- La posición de Washington en relación al actual Gobierno Bolivariano en Caracas, después del 20 de enero de 2025 (toma de posesión de Trump), entre un posible “pragmatismo” con Caracas, o el retorno a una posición de “máxima hostilidad”, con el fin de lograr un “cambio de régimen”.
Tal como estamos hoy, 6 de enero de 2025, nadie tiene respuestas claras y precisas a todas las cuatro cuestiones señaladas anteriormente, por lo que sólo podemos especular y hablar de posibles escenarios. ¿Habrá violencia (punto 2 de la lista anterior), el 9 o el 10? Es muy probable, pero si esta violencia no se coordina con una respuesta positiva (positiva para la oposición violenta, naturalmente) a los otros 3 puntos mencionados anteriormente, entonces esta violencia sólo servirá como un truco de Relaciones Públicas, con pocos resultados tangibles para los objetivos generales del Cambio de Régimen. De nuevo, como hemos mencionado antes y debemos seguir insistiendo, solo se puede esperar, y ver.
Autor: Omar Hassaan Fariñas
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