El magnicidio imperialista de Fabricio Ojeda: un combatiente revolucionario de talla global

La frustración democrática lo llevó a la radicalización. En 1962, renunció a su curul para sumarse a la lucha armada, asumiendo el liderazgo en el Frente de Liberación Nacional (FLN). Foto: @Caracascuentame.
Por: José Luis Alcalá Ojeda
21 de junio de 2025 Hora: 23:58
La figura de Fabricio Ojeda (1929-1966) trasciende la historia venezolana para erigirse como un combatiente revolucionario de talla global, cuya vida y muerte encarnan la lucha contra el imperialismo en el convulso siglo XX. Su asesinato, orquestado por fuerzas hegemónicas, lo consagra como un mártir y magnicidio, reflejo de una batalla por la soberanía y la justicia social en un mundo marcado por la crisis capitalista y la injerencia extranjera.
Los inicios de Ojeda en la Creole Petroleum Corporation le revelaron la explotación imperialista, forjando su conciencia política desde temprana edad. Su activismo lo llevó a la Unión Republicana Democrática (URD) y al periodismo, donde operó clandestinamente para socavar la dictadura de Pérez Jiménez. Como líder de la Junta Patriótica, presidió la resistencia civil que culminó el 23 de enero de 1958, catapultándolo a la arena política nacional e internacional. No obstante, denunció el Pacto de Punto Fijo por excluir a las fuerzas populares, previendo la traición a los ideales democráticos.
A partir de 1958, Fabricio Ojeda consolidó su proyección global. Su extensa gira por América Latina ese año, documentada en una carta desde São Paulo, lo estableció como un interlocutor clave. Su amistad con la Revolución Cubana, cultivada incluso antes de su triunfo, se selló con la emblemática llegada de Fidel Castro a Venezuela el 23 de enero de 1959. Fabricio lo recibió y, en un emotivo discurso en la Plaza O’Leary en zona de El Silencio, proclamó la unión entre Cuba y Venezuela, instando a la liberación de los pueblos oprimidos. Participó en el homenaje a Fidel en el Congreso y en encuentros con figuras de la talla de Pablo Neruda, Rómulo Gallegos y Alejo Carpentier, lo que subraya su profunda inserción en los círculos intelectuales y culturales de la época.
Sus viajes constantes a Cuba le permitieron estudiar a fondo la Revolución Cubana y el pensamiento de José Martí, plasmando sus análisis en ensayos como «Cuba: Esperanza de América Latina» y «Presencia Revolucionaria de Martí» (1962). Desde el Congreso, Ojeda demostró una aguda perspicacia geopolítica, defendiendo la Revolución Cubana frente a las críticas, denunciando dictaduras como la de Trujillo y la injerencia estadounidense en Venezuela. Abogó por la revisión del Tratado de Reciprocidad Comercial con EE.UU., propuso un Mercado Común Latinoamericano y apoyó la Conferencia del Petróleo en El Cairo, precursora de la OPEP, buscando la soberanía económica.
Su compromiso internacional se evidenció con su participación como invitado de honor en el Primero de Mayo de 1959 en Cuba, su papel clave en la fundación de Prensa Latina ese mismo año, junto a figuras como Ernest Hemingway y el Che Guevara, y su rol como orador en la clausura del VII Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes en Viena (1959). Además, en 1959, viajó a la República Popular China, visitando la Asamblea Popular y conociendo de cerca sus experiencias revolucionarias, industriales y agrícolas. Sus visitas a China, Europa del Este y la Unión Soviética le abrieron los ojos a la posibilidad de que los pueblos tomaran las riendas de su propia política sin injerencias externas, consolidando su visión de un mundo multipolar. El 1 de enero de 1960, ascendió al Pico Turquino con Fidel Castro, quien le otorgó el rango de Teniente del Ejército Cubano. Su discurso del 26 de julio de 1960 en la Plaza de la Revolución de La Habana, donde denunció la «política entreguista» del Gobierno venezolano de Rómulo Betancourt, y su participación en el Congreso Latinoamericano de Juventudes ese mismo año, evidencian su liderazgo y capacidad de articulación.
Ese año, su respuesta en el Congreso Nacional a Octavio Lepage, quien lo tildó de «perturbado mental» por sus viajes a Cuba, fue una vehemente reafirmación de su visión global. Ojeda no se inmutó, aceptando el «diagnóstico» si su lucha por los desfavorecidos y contra el imperialismo significaba «perturbación». Justificó sus viajes a Cuba como una necesidad de estudio e investigación, argumentando que «un político que no viaja, estudia e investiga las realidades universales es un político fracasado». Invirtió el argumento de servir a intereses extranjeros, cuestionando si los verdaderos agentes foráneos eran quienes entregaban las riquezas nacionales.
En 1961, la revista «Life» lo etiquetó sin rodeos como el «promotor número 1 de Castro en Caracas», revelando la profunda preocupación de Estados Unidos por su influencia en Venezuela. «Life» sentenció: «Si URD gana el poder por medios legales, Ojeda tendrá un puesto importante en el gabinete de gobierno. Y si lo gana por la violencia, él y Fidel van a terminar en el asiento del conductor».
El fallecimiento de su esposa, Dalia Díaz, el 10 de junio de 1961, añadió una dimensión profundamente humana a su figura y resaltó los sacrificios inherentes a su lucha. Fabricio la trasladó a Cuba para su tratamiento contra el cáncer, confiando en el sistema de salud de la Revolución Cubana y en la protección de Fidel Castro, con quien mantenía un estrecho lazo de hermandad. Pese a sus esfuerzos y constantes viajes entre Venezuela y Cuba, Dalia falleció en Caracas. Sus hijos fueron confiados a familiares maternos, quienes sufrirían el hostigamiento de los organismos de seguridad venezolanos. La condolencia expresa de Fidel Castro, a través de un telegrama, demostró la profunda relación personal que los unía, consolidando aún más la talla internacional de Ojeda.
En su obra «Presencia Revolucionaria de Martí», publicada en La Habana en 1962, Fabricio Ojeda cristalizó sus profundas reflexiones sobre el pensamiento del Apóstol cubano, José Martí, las cuales había cultivado durante sus constantes viajes a Cuba y su inmersión en la Revolución Cubana.
La frustración democrática lo llevó a la radicalización. En 1962, renunció a su curul para sumarse a la lucha armada, asumiendo el liderazgo en el Frente de Liberación Nacional (FLN). Su fuga de la Cárcel Nacional de Trujillo en 1963, y su posterior reorganización del FLN y la fundación del Partido de la Revolución Venezolana (PRV) el 23 de abril de 1966.
La relación de Fabricio Ojeda con el Che Guevara es un punto crucial en su proyección continental. Una anécdota en el campamento guerrillero resalta la conexión con Fabricio: al preguntarle a «Alberto» quién venía, Fabricio, ilusionado, preguntó: «¿Quién viene, el Che Guevara?». Informes de inteligencia venezolana de junio de 1965 ubicaban a Fabricio Ojeda en Colombia con la misión de facilitar la entrada del Che Guevara al territorio venezolano. Esta conexión evidencia la profunda sintonía ideológica y estratégica entre ambos líderes revolucionarios.
La ascendente figura de Fabricio Ojeda y su claridad antiimperialista lo convirtieron en un objetivo ineludible. Su asesinato el 21 de junio de 1966, simulado como suicidio, fue un crimen de Estado perpetrado bajo la tutela del imperialismo. Clodosbaldo Russián, amigo cercano, desmintió la versión oficial, enfatizando la firmeza de Ojeda hasta el final. El gobierno cubano, reconociéndolo como Teniente del Ejército Cubano, decretó duelo oficial. Un cable de 1967 del Ministerio de la Defensa de Venezuela al Pentágono, publicado por «Casa de las Américas», reveló que el gobierno de Leoni sugirió a Bolivia fabricar el suicidio del Che Guevara usando al «mismo experto» del caso Fabricio Ojeda, lo que comprueba la naturaleza del magnicidio y la complicidad imperialista en la eliminación de líderes revolucionarios.
El aniquilamiento de la izquierda política global por parte de la CIA y dictaduras afines resultó en miles de desaparecidos y asesinatos de líderes extraordinarios como Patrice Lumumba, Mehdi Ben Barka y Salvador Allende. La inclusión de Fabricio Ojeda por el Che Guevara entre los «mártires que figurarán en la historia americana» subraya su rol fundamental en la lucha antiimperialista continental. En 2012, el Tribunal Supremo de Justicia anuló la versión del suicidio, y sus restos fueron trasladados al Panteón Nacional en 2017, consolidando su legado.
Fabricio Ojeda, un patriota valiente y desprendido, demostró una inquebrantable dignidad y pureza. Su legado es un llamado a la unidad y a la superación de divisiones sectarias para la liberación de los pueblos. Su ejemplo, reconocido por el Che, crece con el tiempo, guiando a las nuevas generaciones en la búsqueda de la emancipación plena. Con su consigna «¡Luchar hasta vencer!», Fabricio Ojeda perdura como un estandarte de dignidad para todos los seres humanos explotados por el imperialismo.
Autor: José Luis Alcalá Ojeda
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