La guerra marítima en el Caribe ayer y hoy
Los barcos patriotas y corsarios que protagonizaron eventos a favor de la Independencia, enfrentaron una feroz gesta entre 1820 y 1824 en el Mar Caribe. Foto: EFE
Por: Aldemaro Barrios Romero
1 de octubre de 2024 Hora: 17:42
Existe una literatura histórica abundante sobre la guerra de Independencia en Suramérica y El Caribe y sobre todo las luchas que se libraron al interior del continente, en los campos, montañas, llanuras y planicies suramericanas, sin embargo poco se ha descrito sobre los tormentosos escenarios de vibrantes y encarnecidas batallas marítimas en el Mar Caribe.
Los barcos patriotas y corsarios que protagonizaron eventos a favor de la Independencia enfrentaron una feroz gesta entre 1820 y 1824, las flotas de guerra o barcos mercantes españolas no pudieron con las avanzadas de naves armadas que zarpaban de manera subrepticia desde las costa atlántica norte de Estados Unidos en ruta al Caribe, subvirtiendo los acuerdos diplomáticos que suscribió España y ese país a partir de 1819, conocido como Tratado Adam-Onis. Los reclamos de Quincy Adams, Secretario de Estado, a las aduanas y fiscales de puerto en Maryland y Baltimore compilaban quejas, amenazas y multas a los empresarios portuarios para tratar de evitar el zarpe de corsarios que iban tras las naves españolas. Era patética la furia del embajador español Luis de Onis, representante de su majestad el Rey de España ante el gobierno norteamericano.
Las quejas de Quincy Adams sobre los funcionarios en Baltimore eran muy duras, a decir del autor Charles C. Giffin: “Según Adams, el fiscal de distrito, Elias Glenn, además de ser ‘un débil, hombre incompetente «, tenía» un hijo preocupado en los corsarios «; el director de correos, John Skinner, había sido «acusado de estar interesado en los piratas corsarios»; el recaudador de aduanas, James McCulloh, era «un entusiasta de los sudamericanos, y fácilmente engañado por bribones ”; los «Inspectores de Hacienda tenían la costumbre de recibir obsequios de los comerciantes importadores ”; y de alguna manera, los corsarios nunca fueron sorprendidos contrabandeando su premio mercancías en Baltimore”.(C. Giffin, Historical Magazine 1,4, 1940)
Baltimore, era, para entonces, una de las ciudades portuarias con mayor poderío marítimo por la capacidad industrial de construcción de goletas conocidas como las “Baltimore Clippers” o Tijeretas de guerra, pero además era una ciudad con una mixtura étnica multicultural significativa que desde mediados del siglo XVIII fue ocupada por inmigrantes europeos: “…ingleses, alemanes y escoceses. Los agricultores de origen irlandés nacidos en Estados Unidos ocuparon tierras en el área que ahora abarca Carroll, Harford, Frederick y los condados de Washington en Maryland” (Giffin).Estas circunstancias hicieron que la población fuera autónoma, irreverente y partidaria de la independencia suramericana.
Simón Bolívar tuvo información de esto y encomendó al almirante curazoleño Luis Brión para articular un arco de defensa marítima con fuerza y poder a tal punto que en 1823, el ministro de asuntos exteriores de Gran Bretaña George Canning, advirtió secretamente a la monarquía portuguesa asentada en Brasil de no provocar a Bolívar, en el entendido de que los portugueses se encontraban solos en un vasto continente que estaba abriéndose paso a la forma de gobierno republicano. (H. W. V. Temperley .The Later American Policy of George Canning. The American Historical Review , Jul., 1906, Vol. 11, No. 4 (Jul., 1906), pp. 779- 797.) Esas estrategias incluyeron los eventos bélicos marinos en el Pacifico Sur en asedios como las del puerto de El Callao en Perú en 1824.
El resultado fue el debilitamiento de las fuerzas militares españolas y en consecuencia la ventaja para los ejércitos libertadores del sur en tierra firme. Hay que precisar que hubo en esos años sobre cien embarcaciones corsarias asechando y capturando barcos españoles en el Caribe, el Atlántico y el Pacífico sur, con un número de marineros que superaba el millar de soldados, eran hijos del pueblo norteamericano y caribeño, insurrectos, que además se comportaban mediante un código ético de salvaguardar la vida de la tripulación capturada y certificar su traslado a un puerto seguro en tierra firme y luego entregar sus botines a los almirantazgos patriotas en Cartagena, Margarita o Angostura (Guayana) y recibir un porcentaje de los bienes confiscados muchos de ellos cambiados luego en Saint Thomas.
Es una historia que debe ser profundizada pero no con el enfoque narrativista tradicional como hasta ahora se ha hecho, sino con la hermenéutica del tiempo real presente y la prospectiva histórica que nos convoque a entender las dinámicas del Caribe, del comportamiento de sus pueblos ante la guerra y ante el reto de sostener la paz en la región.
Si en el siglo XIX fue posible entablar combates como los del lucitano Joseph Almeida, bajo la visión estratégica de Bolívar, articular junto al pueblo marinero norteamericano, caribeño o multiétnico, ¿qué nos impide pensar que los herederos de aquellos independentistas viven en un mar de pensamientos comunes a los anhelos de justicia de los pueblos de Nuestra América y el Caribe? Tenemos naves con capacidad de autonomía ante el asedio del control de nuestras mentes desde que los sicarios digitales provocan marejadas de incertidumbres y coacción imperial para acechar a América Latina y El Caribe, eso no es nada nuevo, estos pueblos están acostumbrados a luchar por sus derechos, cuando la conciencia histórica despierta los huracanes de liberación se desatan aún navegando en un mar digital tormentoso de mentiras y trampas comunicacionales.
Autor: Aldemaro Barrios Romero
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