Miles de personas hambrientas, víctimas del permanente asedio israelí que ha privado a Gaza de alimentos y medicinas durante casi 90 días, asaltaron este martes el centro de distribución de la Fundación Humanitaria de Gaza (GHF) —en Rafah, al sur de la Franja— un proyecto conjunto israelí-estadounidense, calificado por organizaciones internacionales como «una parodia cínica y una distracción deliberada que convertirá la ayuda en un arma».

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La Oficina Gubernamental de Información en Gaza denunció que el proyecto sionista intentó administrar el hambre mediante corredores cerrados y zonas de aislamiento racial, excluyendo deliberadamente a los organismos humanitarios internacionales.

«Esto no es ayuda, es otra forma de tortura colectiva», señaló el comunicado oficial, que responsabilizó directamente a Tel Aviv de la crisis alimentaria que empuja a la población a actos de desesperación.

De acuerdo con Al Mayadeen, la empresa estadounidense encargada perdió totalmente el control de la situación. Guardias de seguridad respondieron con disparos de munición real ante la avalancha de personas hambrientas, en una escena que organizaciones de derechos humanos calificaron como «el resultado previsible de usar el hambre como arma de guerra».

Una investigación exclusiva del diario Haaretz dio a conocer que el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, eligió personalmente —sin licitación ni supervisión—, a la compañía estadounidense que opera el centro, empresa con vínculos documentados con empresarios sionistas.

La denominada Fundación Humanitaria de Gaza (GHF) ha sido protagonista de un fuerte rechazo de organismos internacionales. Tom Fletcher, coordinador de ayuda humanitaria de la ONU, advirtió que este proyecto será «un encubrimiento para mayor violencia y desplazamiento» de palestinos en el territorio.

Fletcher calificó a la fundación como «una parodia cínica y una distracción deliberada que convertirá la ayuda en un arma».

El caos registrado en el centro de distribución de alimentos de la GHF en Rafah fue denunciado por Chris Gunness, exportavoz de la Agencia de la ONU para los Refugiados Palestinos (UNRWA), quien, por su parte, lo atribuyó a la «extraordinaria ingenuidad, amateurismo e inexperiencia» de esta iniciativa conjunta israelí-estadounidense.

Gunness la describió como «humanitarismo de sillón en su peor expresión». Asimismo, afirmó «esto no se hizo con seriedad. Lo impusieron las mismas potencias que cometen genocidio contra este pueblo».

Ante este escenario, el exfuncionario exigió el restablecimiento urgente de la UNRWA. «Necesitamos que su personal internacional regrese a Gaza, que se reinstaure el orden y que haya una distribución de alimentos adecuada. Solo la UNRWA puede garantizarlo».

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