José Martí, todo convida a tu recuerdo


9 de febrero de 2024 Hora: 20:22

Justo cuando transitamos el aniversario 171 del natalicio de José Martí (1853-1895) el quizás más grande pensador político hispanoamericano del siglo XIX, es inmortalizado en decenas de países a través de monumentos en homenaje a su memoria y obra, lo que también le hace trascender como el cubano más universal. 

En Cuba, la importancia de su estudio desde edades tempranas, lo es por ley constitucional y sobre todo, por el ejemplo ético que representa su vida en la historia de la mayor isla antillana. Es “el centro de nuestra historia y de nuestro proyecto cultural revolucionario, no creo que tengamos más segura tabla de salvación nacional”; así lo expuso el destacado intelectual y poeta Cintio Vitier, aferrado a las esencias en los difíciles días de 1994, cuando los cubanos sobrevivían al llamado Período Especial.

Recientemente tuvo lugar la tradicional Marcha de las Antorchas en La Habana, en ocasión del natalicio del Apóstol de la independencia de Cuba. Durante la peregrinación, miles de estudiantes insertados en el pueblo, realizaron una caminata desde la escalinata de la Universidad hasta la Fragua Martiana, donde el joven Martí realizó trabajo forzado durante varios meses en 1870, después de ser condenado por sus ideas anticolonialistas contra el régimen español.

Martí rebasó las fronteras de su época, dejando una huella indeleble en los lugares y en las personas que tocaba. Para organizar la guerra de independencia, trabajó por la unidad de la emigración cubana en Estados Unidos, fue escritor en importantes publicaciones periódicas y representante diplomático de naciones latinoamericanas, porque su elevado nivel cultural y sensibilidad humana, distinguían la belleza de su personalidad y oratoria.

Su existencia fue breve y profunda. Apenas vivió 42 años, tres meses y 19 días; más de la mitad de su vida en el destierro, desde donde legó una vasta obra escrita. 

Para comprender cómo se conformó la personalidad del más universal de los cubanos, se conservan, además de su obra, los monumentos históricos que recuerdan al caminante foráneo o nacional, las circunstancias en que vivió y murió José Martí, de los cuales citaremos solo algunos. Por ejemplo, la mayor colección de objetos que sobre él se atesoran en Cuba, se encuentran en la conocida “casita de Martí” de la Calle Paula (Museo Casa Natal); en la arteria renombrada como Leonor Pérez, en honor a su madre, fue donde nació José Julián en 1853 y vivió hasta los tres años.

A escasos metros quedan los restos de la Real Cárcel de La Habana, precisamente en la calle Cárcel entre Zulueta y Prado, donde estuvo confinado a los 16 años de edad. Cumplía una condena de seis años a trabajos forzados por el delito de infidencia. La penosa sanción cuando apenas era un adolescente endeble, le impuso, junto a otros reclusos, la obligación de llevar un grillete de forma permanente fijado al tobillo de la pierna derecha, unido a una cadena con largos eslabones que rodeaba su cintura y arrastrarlos por la calle San Lázaro desde la cárcel a la cantera. Aquí fue develada la escultura del admirado artista José Villa Soberón, creada en bronce y de tamaño natural. En ella se ve casi niño, con su cabeza rapada, el traje de preso y una cadena de hierro de la cintura al tobillo. Fue nombrada “El Preso 113”.

En Cuba se recuerda cómo por gestiones familiares, el jovencito con los tobillos desgarrados por los grilletes y la salud quebrantada, fue trasladado a la finca El Abra en la antigua Isla de Pinos. La estancia perteneció al maestro de obra de importantes construcciones civiles de La Habana, José María Sardá, amigo de don Mariano Martí (padre), quien fungió como celador de buques en el puerto de Batabanó, desde donde se abordaban las escasas embarcaciones para esta isla cubana. Al día de hoy, la casa adyacente sigue habitada por algunos descendientes del hombre que acogió al adolescente Martí y está situada unos 3 km al suroeste de la ciudad de Nueva Gerona. En ella permaneció recuperando su salud por espacio de dos meses, hasta que partió al destierro en España. 

Esta casa del Abra, hoy Museo de la Isla de la Juventud, expone la habitación que ocupó José Martí durante su estadía en el lugar y parte del ajuar doméstico que utilizó. También en ella se resguarda un libro autografiado por el patriota Fermín Valdés Domínguez, documentos de la familia y muebles originales. Allí está la réplica del infame grillete que usó Martí en las Canteras de San Lázaro, objeto que ayuda a comprender su sufrimiento y un crucifijo que el joven revolucionario regalara en gratitud, a su cuidadora Trinidad Valdés, esposa de José María Sardá. Ella fue la encargada maternal de curar las heridas del cuerpo del joven José Martí; se dice le ponía compresas en los ojos y en el cuerpo lastimado, le aplicaba remedios en las piernas magulladas hasta el hueso y se ocupaba de su alimentación. En el más puro agradecimiento, Martí le obsequió un crucifijo de ébano y bronce comprado en Madrid, poco tiempo después de su salida a España.

En el Parque Central de La Habana se yergue un indiscutible símbolo de la ciudad, la estatua de José Martí es obra del destacado escultor cienfueguero José Villalta Saavedra. Fue develada el 24 de febrero de 1905, en el mismo espacio donde se alzaba la de Isabel II. El acto solemne de develación fue presidido por el Generalísimo Máximo Gómez y por don Tomás Estrada Palma (entonces presidente de la República) en ocasión del décimo aniversario del Grito de Baire, levantamiento simultáneo organizado en unas 35 localidades por la independencia de Cuba. 

El monumento fue construido con impoluto mármol blanco, extraído de las canteras de los Alpes Apuanos en Carrara, Italia; está compuesto de pedestal, fuste y estatua en tamaño heroico, donde Martí prevalece de pie, como si pronunciara un discurso. Por aquí no falta un forastero o transeúnte local, que se extasíe frente al monumento o que lo lleve de recuerdo en las fotografías del centro histórico de la Habana Vieja. El monumento está custodiado por  veintiocho palmas, en homenaje al día de nacimiento del Héroe Nacional de Cuba.

Otro señalado, que no es un monumento propiamente, sino una tarja que perpetúa un momento trascendental, está ubicado a cincuenta metros del Parque Central. Al cruzar el Paseo de Prado, nos atrae el fabuloso Hotel Inglaterra, donde se recuerda la escena del ansia libertaria. En el “Café Le Louvre”, Martí pronunció un discurso en honor al periodista Adolfo Márquez Sterling en 1879, ante jóvenes con ideas separatistas e independentistas. Hoy “la acera del Louvre”, como es conocida, recuerda incontables historias.

Realmente muy cerca de allí se encuentra el antiguo Colegio San Pablo, actualmente escuela Rafael María de Mendive que conserva la algarabía de más de 400 niños cubanos, estudiantes de preescolar al sexto grado. Al traspasar su umbral, cada mañana los recibe una escultura del niño Martí y su Maestro -en tamaño real- obra del escultor José Villa Soberón. 

Hasta allí llega el olor a mar sobre La Habana Vieja y una hermosa visión panorámica que le fue cotidiana al niño Martí; aquella del final del Prado habanero y más allá, el Morro. Desde donde José Martí expresó sus primeras inquietudes independentistas, a través de la obra teatral “Abdala”, antes de cumplir 16 años; fruto de la formación de la conciencia patriótica junto a su maestro Mendive, del cual aprendió todo lo bello en sus clases de historia y poesía.

En la intersección de las calles Industria y San Miguel, vivió el niño a quien Martí llamó su “amigo del alma”. El inmueble número 320, (entonces con el número 122), fue la vivienda de la familia de Fermín Valdés Domínguez, muy frecuentada por el autor de “El Presidio Político en Cuba”.

Fermín fue adoptado de la Casa de Beneficencia junto a su hermano Eusebio, por José Mariano Domínguez Salvajauregui, capellán militar en el Castillo del Príncipe. El noble sacerdote poseía una nutrida biblioteca, con textos de las ideas que inspiraron la Revolución Francesa de 1789. Esos libros fueron leídos por Martí y Fermín, cuando coincidieron en el Colegio San Pablo y San Anacleto.

Fue cuando Fermín Valdés Domínguez protegió a su amigo Martí, ante el tribunal militar español que los juzgó en 1869, impugnado por escribir una carta donde definió como traidor a un condiscípulo: Carlos de Castro y de Castro, recientemente incorporado a los cuerpos de soldados voluntarios españoles. El contenido de la misiva llevó a Martí a prisión calificado de apóstata; pero antes, para sorpresa de los jueces, ambos dijeron ser autores de la carta. Martí fue declarado culpable por sus acreditadas posiciones independentistas y condenado a seis años de encierro, Fermín a seis meses; hechos que fueron narrados en la película cubana “Martí, el ojo del canario”, del director Fernando Pérez. 

Tras cumplir su condena, Valdés Domínguez reinició sus estudios, pero no abandonó su pensamiento independentista. En 1871 figuró entre los estudiantes de primer año de medicina, acusados de una presunta profanación en el cementerio de Espada, de la tumba del periodista y director de ‘La Voz de Cuba’, el vocero del cuerpo de voluntarios Gonzalo de Castañón y nuevamente corrió el riesgo de ser ejecutado por las autoridades peninsulares. Ocho estudiantes del primer año de Medicina de la Universidad de La Habana fueron fusilados, otros 35 alumnos recibieron penas de presidio, entre ellos Fermín, quien fue deportado en 1872 a España, tras cambiarle su condena de seis años en prisión.

Durante el exilio, Fermín se reúne en Madrid con José Martí. Tiempo después, también coinciden en Cayo Hueso, Estados Unidos. El médico de resolución política independentista, nunca claudicó en sus principios y murió con la certeza de que fue el mejor amigo “del alma de José Martí”.

Bien cerca de la casa de Fermín se estableció José Martí años después, en la calle Amistad entre Neptuno y Concordia de la vieja Habana. Una humilde casa marcada con el número 42 y que hoy no tiene numeración, fue la residencia de Martí en l879, junto a su esposa Carmen Zayas Bazán. 

Fue a través de Rosa, la hermana de Carmen, que Martí la conoció en México. Su padre la envió a tierra azteca para alejarla de la difícil situación de la Guerra de los Diez Años en Cuba, que fue más intensa en la zona de Camagüey, antiguamente Puerto Príncipe de donde eran naturales. Pero, de lo que huyes, te persigue. Rosa contrajo matrimonio con el mexicano Ramón Guzmán, dueño de los ferrocarriles mexicanos y entre otros negocios, también del edificio donde residían en la planta alta; en los bajos de estos radicaba la revista ‘Universal’, donde José Martí era el más brillante y polifacético periodista. 

Carmen y Martí se enamoraron apasionadamente. “No me oculto a mí mismo que para emprender e imaginar, para alentar con fe y obrar con brío, la presencia de Carmen me es indispensable”, dijo Martí a su amigo Manuel Mercado. Era una joven hermosa, culta y con un estilo extraordinario de escritura. Hoy, no siempre justamente recordada por no haber sido ‘la compañera ideal’ para el prócer, a quien amó y también abandonó; pero apenas conocemos de ella. Tras la muerte en combate de José Martí el 19 de mayo de 1895, exigió valientemente al gobierno español el cadáver del Apóstol y mantuvo su recuerdo hasta su propia muerte.

Fue en la residencia habanera donde vivieron con su pequeño hijo José Francisco, quien lo inspiró en los versos de su poema “Ismaelillo”. El primer libro editado de toda la producción poética de José Martí, fue escrito en 1881, en Caracas, Venezuela y publicado al año siguiente en Nueva York. Está compuesto por 15 poemas conocidos como manifestación de la poesía modernista en América, en cuya tierna dedicatoria le dice: “Hijo: Espantado de todo me refugio en ti. Tengo fe en el mejoramiento humano, en la vida futura, en la utilidad de la virtud, y en ti”.

Por aquellos días habaneros en que disfrutó de su único hijo, Martí se desempeñó como pasante de abogacía en el bufete de Miguel F. Viondi y de Nicolás Azcárate, de la calle Empedrado número 2, mientras conspiraba junto a Juan Gualberto Gómez contra el colonialismo español. Cuentan que los agentes secretos del régimen colonial, estrecharon la vigilancia sobre Martí, desde que en l879 pronunció un encendido discurso patriótico en el Liceo Artístico y Literario de Guanabacoa ante el Capitán General español de la isla de Cuba, quien expresó a sus acompañantes: «Este Martí es un loco, pero un loco peligroso».

Fue detenido en su casa de la calle Amistad y conducido a la antigua jefatura de la Policía, en Empedrado y Monserrate, de cuyas celdas partió hacia su segundo y último destierro. Hasta hoy el Museo Municipal de Guanabacoa en La Habana, guarda el podio desde que pronunció aquella vehemente oratoria.

Tampoco hay modo de ser ajeno al sobresaliente Memorial José Martí de la Plaza de la Revolución de la capital cubana, donde millones de personas se han reunido desde 1959, vinculados con grandes momentos como la Campaña de Alfabetización, el acto multitudinario con motivo del crimen de Barbados, las concentraciones populares por el Primero de Mayo o para escuchar al líder Fidel Castro, en el lugar donde pronunció muchos de sus discursos. 

El Memorial fue declarado Monumento Nacional en 2010. Está integrado por una torre en forma de estrella de 142 metros de altura, delante de la cual está José Martí, cuya imagen pétrea en posición sedente y actitud reflexiva, alcanza los 18 metros de altura. La obra es del escultor matancero Juan José Sicre, fundador de la vanguardia escultórica cubana, quien formó parte del diseño del Templo Martiano que ganó el primer lugar de un concurso en 1943.

Emilio Roig de Leuchsenring, historiador de La Habana en aquella época, fue quien propuso el sitio más idóneo e insistió en que se erigiera un monumento con el concepto de memorial. Como miembro de la Comisión Pro-Monumento a Martí, aseguró que el dinero aportado para su construcción por empleados públicos, instituciones privadas, ascendió a 132 630,08 pesos, por lo que no hubo contribución alguna por parte de los congresistas de turno.

Cuando el visitante sube a la corona, se desplaza en las cinco galerías de observación a 142 m de altura sobre el nivel del mar y con una visibilidad aproximada de 50 km hacia el horizonte de la ciudad capital de Cuba. En la base del monumento, recibe una amplia información a través de fotografías, grabados, ediciones de obras martianas, facsímiles de documentos históricos y reproducciones de objetos de la vida y obra de Martí.

Asimismo existe un sobrio monumento, que dice del arrojo en la víspera del sacrificio final de José Martí y está ubicado en la entonces inhóspita región de Playitas de Cajobabo, Guantánamo. Por estar en una playa, sólo a través de una visita coordinada con el municipio de Imías, el visitante podrá obtener más detalles del desembarco de Martí y Máximo Gómez el 11 de abril de 1895.

Fue el 25 de marzo de 1895, que el Apóstol envió la última carta a su madre. “Ud. se duele, en la cólera de su amor, del sacrificio de mi vida —le confiesa—; y ¿por qué nací de Ud. con una vida que ama el sacrificio? Palabras, no puedo”. Después le escribe: “El deber de un hombre está allí donde es más útil”. 

Tras una pausa en Cabo Haitiano, otra vez regresaron a la caribeña Isla Inagua, donde compraron un bote por cien pesos, con el que se echaron al mar cuando cayó la noche, con las armas y los pertrechos de guerra. Con casi 60 años el dominicano conocido como El Generalísimo Máximo Gómez, protagonista de la Guerra de los Diez Años y jefe de las tropas revolucionarias cubanas en la Guerra de Independencia, es parte de esta hazaña que describe al abordar el bote: “caen dentro de él seis hombres; que cualquiera diría que eran seis locos”.

Cuando ya todos están en tierra cubana, Martí es el último en brincar desde la pequeña embarcación. “Salto. Dicha grande”. Hay poco trecho entre la orilla del mar y un farallón altísimo de roca viva. A partir de ahí se recrudece el sacrificio de la marcha forzada, la intemperie y el frío, la precariedad y la persecución. En el escaso minuto de reposo para su lírica descripción de la naturaleza al paso, escribe en las páginas del Diario de Campaña.

Gómez lo nombró Mayor General del Ejército Libertador; jornadas después sucede una cumbre histórica al reunirse los tres principales dirigentes político-militares en la finca La Mejorana, contando con la presencia del “Titán de Bronce” Antonio Maceo. Dos semanas más tarde Martí cayó en Dos Ríos. Fue la muerte más trágica de la guerra, que él mismo presintió. “Yo alzaré el mundo. Pero mi único deseo sería pegarme allí, al último tronco, al último peleador: morir callado. Para mí, ya es hora”.

Fue allí en Dos Ríos, donde se unen el Cauto y el Contramaestre, al nordeste del actual municipio oriental de Jiguaní. El sitio exacto fue identificado por la sangre coagulada sobre la tierra, a través de un campesino con quien Martí había compartido poco antes de su muerte. Cuba tuvo grandes héroes, pero un solo Apóstol, para quien se erigió en aquel lugar un Obelisco en forma piramidal de 10 metros de alto, por 16 metros cuadrados de base, rodeado de rosas blancas. Fue declarado Monumento Nacional el 19 de mayo del año 1980.

Para quien llegue hasta aquí, le será difícil no dirigirse al cementerio Monumento Nacional de Santa Ifigenia, en Santiago de Cuba donde descansan sus restos. El conjunto funerario fue concebido con todos los detalles simbólicos, alegóricos a la vida y pensamiento martiano. Tiene 26 metros de altura, en su interior el túmulo de bronce al centro, con una base que delinea una estrella de cinco puntas. El lucernario da paso directo a los rayos solares sobre la urna funeraria: «morir de cara al Sol».  

Está cubierto con una bandera cubana; en la base una jardinera en forma de libro mantiene las flores frescas, tal como lo deseó. “Yo quiero cuando me muera/sin Patria, pero sin amo/ tener en mi tumba un ramo/ de flores y una bandera”. Solo a unos pasos de Martí, una sencilla piedra de la Sierra Maestra con el nombre de Fidel, conserva ahora sus cenizas.

El adalid de la independencia recibió un último regalo de La Habana el 20 de octubre de 2017, Día de la Cultura Nacional, cuando fue emplazado en un lugar privilegiado: el Parque 13 de Marzo de La Habana Vieja, la única escultura ecuestre de José Martí en Cuba.

Es una réplica exacta de la esculpida por la artista estadounidense Anna Hyatt Huntington (1876-1973), situada desde 1950 en la Avenida de las Américas de Nueva York. El monumento original fue erigido en 1958 y colocado siete años más tarde en el famoso Central Park de Manhattan.

Según el historiador de La Habana, Doctor Eusebio Leal Spengler (1942 – 2020), el monumento es el sublime tránsito entre la vida y la muerte, de un destino presentido. “En la obra lo primero que se nota es la fuerza de la criatura, el caballo espantado por el fuego frontal que recibe y Martí se desploma serenamente de su corcel, pisoteando lirios y la hierba que él había evocado en la presunción de su muerte: mi verso crecerá bajo la hierba y yo también creceré. Ahí está también la firma de la escultora”.

La pieza de bronce que pesa ocho toneladas y media, fue colocada en La Habana sobre un pedestal de mármol negro y llegó a Cuba tras dos décadas de iniciarse las primeras conversaciones para lograrlo.  

Sobre ello relató el historiador: “Cuando vi la escultura por primera vez hace 22 años, comenzó la gestión para pensar en la posibilidad de tener esa escultura en La Habana. Allí conocí la historia. Estuvo a punto de ser inaugurada el 10 de octubre de 1959. No va a ser hasta 1965, después de varios pugilatos entre los emigrados patriotas y los que trataban de apoderarse de ella, cuando se logra colocar en su monumento. La autora recibe la medalla de oro de la ciudad de Nueva York y la colocación de la escultura se debe a un empeño de ella y de la ciudad de Nueva York. Fue colocada junto a Bolívar y a San Martín, el libertador y protector de los pueblos libres”.

“El primer obstáculo fue tramitar con el gobierno de Estados Unidos los permisos para hacer esa escultura para Cuba. El segundo obstáculo fue el económico si no existía una relación diplomática con ese país, si la misión cubana en Estados Unidos era una misión sitiada, no se podía hacer una colecta. El tercer obstáculo era el tecnológico, ¿cómo hacer una reproducción sin tocar la escultura, una condición que pondría la ciudad de Nueva York más tarde? Se hizo una copia escaneada como si fuera un calco a la cera perdida”.

Las condiciones se hicieron propicias durante el restablecimiento de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos. Eusebio fue autorizado a hablar personalmente con el alcalde de la ciudad de Nueva York, quien manifestó agrado con la idea, también el Secretario de Estado John Kerry preguntó qué se oponía a un propósito de tipo cultural. Igualmente  se le planteó al presidente Obama durante su visita a Cuba.

Esto fue posible por el gran empeño y la persistencia de Eusebio Leal, quien describió: “El museo del Bronx fue el ‘partner’ en Estados Unidos, rostro institucional para hacer la colecta”. Dijo que no fueron pocas las instituciones norteamericanas sumadas al empeño, porque se necesitaban dos millones de dólares, a lo que contribuyó la emigración patriótica cubana. En Google transmitieron una entrevista a Eusebio Leal, vista por millones de personas, porque no podían contribuir económicamente de forma directa y, finalmente, “una dama mexicana donó la suma necesaria que completaría lo que se requería”, acotó Leal.

 “Como en un ritual se colocó bajo el emplazamiento la caja de memorias con las monedas, las inscripciones y toda la historia de la estatua más o menos resumida. En su entorno se hizo un bello jardín que en la avenida de las misiones recuerdan los páramos del mundo donde estuvo el apóstol. El olivo del mediterráneo, las palmas de las Antillas, las araucarias de centro américa, los agaves de México, y el dagame y el fustete ante el cual se derrumbó José Martí el 19 de mayo de 1895”.

El Héroe Nacional murió defendiendo la idea de que una Revolución no se podía concebir sin una teoría revolucionaria. Por eso creó el Partido Revolucionario Cubano, para dirigir una guerra de liberación nacional. Martí interpretó las razones que perdieron las Guerra de los Diez Años y logró algo que parecía imposible, las condiciones para lograr la Guerra Necesaria.

Gonzalo de Quesada Aróstegui, abogado de profesión que participó en la fundación del Partido Revolucionario Cubano (PRC) en Tampa y Cayo Hueso junto a José Martí, dijo acerca de él, que fue: “Apóstol de la independencia de Cuba, guía de los pueblos americanos y paladín de la dignidad humana, su genio literario rivaliza con su clarividencia política, nació en La Habana el 28 de enero de 1953, vivió 15 años de su destierro en la ciudad de Nueva York y murió en combate en Dos Ríos, en la provincia de Oriente, el 19 de mayo de 1895”.

 


 

Autor: teleSUR - Rosa María Fernández

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