Turquía: ayer como hoy | Blog | teleSUR
3 agosto 2016
Turquía: ayer como hoy

El intento del 15 de julio en Turquía de un golpe de Estado militar  –alentado por, lo que parecen ser, unos pocos apoyos civiles- puso sobre el tapete incógnitas, preguntas y dudas y una ùnica categórica respuesta: el beneficiario del momento de la fallida asonada fue Recep Tayyip Erdogan.

El primer ministro turco, Binali Yildirim (d), y el jefe del Estado Mayor del Ejército, Hulusi Akar (i), el pasado 28 de julio

La primera reacción oficial que partió de Ankara fue que se trataba de la intentona de una pequeña facción militar, digitada desde el exterior por el clérigo islamita Fethullah Gülen -de quien se sabe que es agente de la CIA, lo que no ignoraba el gobierno turco- y al que reclama a Washington en extradición.

El movimiento insurreccional sólo abarcó a parte de Ankara –donde se vio alzado a blindados apoyando a un par de contingentes de comando –pertenecientes a la 2a. división del ejército; en las inmediaciones de Estambul al 3er. Cuerpo de las fuerzas de tierra –tenido por la OTAN como el de “reacción rápida” de Turquía-, y a parte de la fuerza aérea. En principio no tuvieron intervención los contingentes acantonados en las fronteras siria e iraní y cuando lo hicieron fue en la madrugada siguiente para dar su apoyo a “la legalidad” del gobierno de Erdogan. De su lado, el 7mo. ejército –que combate a los guerrilleros kurdos- hizo lo propio.

Si a lo anterior le sumamos el hecho de que en pocas horas fueron destituidos más de 2.700 jueces , en los siguientes días depuradas las fuerzas armadas y cesados 45 mil empleados públicos, lo que se da a entender  -por la celeridad de las medidas adoptadas- es que las listas ya estaban confeccionadas y, al darse por cierto este extremo, entonces los servicios secretos del Estado y el propio Erdogan –también conocido como el "Sultán"- sabían que se fraguaba un golpe y que éste contaba con escasas fuerzas, insuficientes para derrocar al gobierno.

Entre las cosas a dilucidar está el motivo que empujó a sectores castrenses a la insurrección pese a sopesar que sólo una parte de la institución y las policías se les unirían: ¿existió una mala evaluación?; ¿presumían que Erdogan los iba a pasar a retiro?; ¿los acuerdos con Israel motivaron este paso o fueron los indicios de un entendimiento con Rusia y el supuesto alejamiento de la OTAN, Europa Occidental y Estados Unidos lo que los impulsó? Por último, si los radares de la parte insurreccional de la fuerza aérea les estaban indicando que el avión presidencial –desde el cual el Sultán impartía órdenes y lanzaba proclamas- estaba en el aire y durante horas anduvo de un lado a otro –de acuerdo con una lógica golpista-, ¿no podían derribarlo?

A pesar de algunas expresiones postgolpistas de Erdogan al referirse a Estados Unidos y la Unión Europea, mantiene su interés por afiliarse a la parte occidental de ésta última como prolongación de un prolongado esfuerzo turco. En junio pasado, tras el atentado en el aeropuerto de Estambul atribuido a ISIS, se anunció por parte del ministro holandés de exteriores, Bert Koenders, que dirigió el Consejo de la Unión Europea, que estudiarán el eventual ingreso de Turquía a esa comunidad. Esto se siente como una suerte de retribución a Erdogan que ordenó a sus efectivos hacer de parapeto a la migración proveniente del Este y Oriente –conocido con el edulcorado término de “acuerdo migratorio”-, por el cual el país percibe 6 mil millones de dólares aportado por sus vecinos occidentales. Por otra  parte, recibió la promesa de que sus ciudadanos puedan ingresar sin visa a la Unión Europea, en una especie de extensión y adecuación del Acuerdo de Schengen, de 1995, que se refiere a quienes hayan entrado por una frontera exterior o residan en uno de los países que lo aplican. Esta aspiración turca – y sus postergaciones hasta hoy- se remontan a 1987, cuando no existía la Unión y se trataba de la Comunidad Económica.

Si esta hipótesis anida en la cabeza de Erdogan, entonces su estrategia política de hacer del país una “bisagra Este-Oeste”, manteniéndose como principal filtro migratorio hacia el occidente europeo, tendrá una reformulación táctica que lo acercará por un lado a Rusia y por el otro a Israel y donde el principal cometido es impedir el crecimiento kurdo allende frontera siria, aún a costa de un entendimiento con Damasco, con Bashar el Assad y un alejamiento de las simpatías pasadas hacia los rebeldes de ese país y los extremistas de ISIS.

El acuerdo con Israel es realidad desde finales de junio de este año y supone que ese país permitirá a los turcos llevar ayuda humanitaria, construir hospitales y una planta de electricidad a través del puerto judío de Ashdod: el gas que los israelíes explotan en el Mediterráneo, sobre el cual tienen interés en Ankara, es el motivo de fondo para olvidar lo pasado hace 6 años. Según esta versión, el presidente palestino, Mahmud Abás, está informado y contento.

El renovado diálogo con Rusia tuvo su momento inicial también a fines de junio cuando el Sultán le escribió a Vladimir Putin expresando pesar por la muerte del piloto ruso del caza Su-24, que Turquía derribó en la frontera con Siria, agregando una especie de disculpa por ello.

De esta forma –se dice- obtuvo el visto bueno del Kremlin y a partir del próximo diciembre 63 mil millones de metros cúbicos anuales de gas natural llegarán a Turquía a través del nuevo gasoducto ruso, anunció el principal de Gazprom, Alexey Miller.

Azuzados por “la mano que mece la cuna”, los medios masivos de información de la derecha se enfilaron contra Erdogan, señalando que nunca antes cuando se superó un intento golpista las consecuencias fueron tan malas para el sistema democrático: como ejemplo, leer La Nación de Buenos Aires del 25 de julio, con el sugerente título “Turquía se adentra en un peligroso túnel”.

Mientras antes nada decía la “gran prensa” acerca del régimen y sus medidas liberticidas -que no iniciaron con el intento golpista-, ahora califica negatividades y lanza invectivas :”(...)quizás porque ya hace tiempo que su presidente, Recep Tayyip Erdogan, parece haberse alejado del sentido común”.

Lo anterior lo callaban cuando convalidaban la inflexibilidad gubernamental represiva, de limitaciones a las libertades elementales; la sustitución de laicidad con religiosidad, o cuando la Unión Europea alentaba a Erdogan como policía para frenar y deportar  refugiados sirios, iraquíes y afganos.

Ahora, con su zigzagueante política exterior lo exhiben como el autócrata que es y lo denuncian por cerrar 45 diarios, 15 canales de televisión y apresar periodistas. Cuando Erdogan amenaza con restaurar la pena de muerte, Francia, Alemania y Estados Unidos, sostienen que no se le debe “dar un cheque en blanco”, que se crean “dudas sobre su compromiso con el proceso democrático” (¿?) y hablan de “venganza arbitraria", sin dejar de sospechar, sugerir y suponer, que el Sultán recurra a un –me parece, a la distancia- innecesario autogolpe.

Por supuesto que el papel de equilibrista que el neo-otomanismo pretendido por Erdogan lo pone en una situación difícil frente a las naciones capitalistas centrales por lo que puede erosionar y dañar la noción que quiere dar al mundo el "Occidente democrático" y su sistema político y económico.

Es evidente que Erdogan ha “salvado” a sus conciudadanos de un gobierno dictatorial, pero eso no lo vuelve siquiera aceptable, ni se lo puede entender como democrático en el sentido que lo definen los gobernantes de las naciones atlánticas: Turquía de ayer y de hoy no es más que una satrapía que se bambolea en la esquina de un mundo desarrollado pero inestable que sigue teniendo en él y en su régimen a un indeseable.

Entretanto, los renovados “amigos” de Turquía se aprovechan como antes lo hicieron otros.


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Perfil del Bloguero
Periodista uruguayo que en Montevideo trabajó en CX 8 - Radio Sarandí (1972-76). En el exilio (1976-19859 escribió en El Día, México; El Nuevo Diario de Nicaragua y Agencia Nueva Nicaragua (1983-90). Asimismo, en México lo ha hecho en Novedades, La Jornada y Aldea Global de México (1998-2014). En la actualidad, escribe regularmente en Uruguay para el Semanario Voces.



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