Reverencia: Tributo a los intelectuales cubanos y republicanos españoles

La República Española y sus exiliados generaron gran respaldo entre la intelectualidad cubana.

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Foto: Cortesía de la autora.


18 de mayo de 2025 Hora: 08:32

La política oficial en Cuba no era afín a la causa española en 1936, ni se definía por la continuidad del ímpetu con que la movilización popular derrocó al tirano Gerardo Machado (1925 y 1933), presidente de la República neocolonial de Cuba.

Relatan algunos cronistas que este tránsito histórico preparó el camino para el «Gobierno de los cien días”, calificado de revolucionario por la actuación del líder antiimperialista Antonio Guiteras (1906-1935), una de las figuras imprescindibles de la Nación cubana, asesinado en Matanzas por el cuerpo represivo de Fulgencio Batista.

El Gobierno provisional, encabezado por Ramón Grau San Martín, tomó un grupo de medidas de carácter popular que le ganaron el apoyo del pueblo cubano. A propósito, uno de los biógrafos de Guiteras, dijo que él expresó: “(…) tengo la satisfacción de haber llevado a la firma del presidente Grau, los decretos que atacaban más duro al imperialismo yanqui”.

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La hostilidad de sectores políticos tradicionales, reformistas y reaccionarios, más la amenaza del gobierno norteamericano con la intervención al amparo de la Enmienda Platt, lograron el derrocamiento de Grau. Al frente de la reacción y para forzar el cambio de régimen, quedó el futuro sátrapa que llenaría de horror y muerte a Cuba, el jefe del Ejército Fulgencio Batista.

Surgió el gobierno Mendieta (figura decorativa) – Caffery (embajador yanqui) – Batista (hombre fuerte del imperialismo), mientras Guiteras fue obligado a pasar a la clandestinidad. Desde La Joven Cuba proclamó: “para que la ordenación orgánica de Cuba en Nación alcance estabilidad, precisa que el Estado cubano se estructure conforme a los postulados del Socialismo”.

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Foto: Cortesía de la autora.

Esa misma dominación que el imperialismo estadounidense ejercía desde la intervención de 1898, con la humillante complicidad de la Corona española, tuvo entre los lacayos a cubanos enriquecidos y obviamente contrarios a la independencia nacional. Entretanto, Batista aliado del imperio utilizó tácticas demagógicas de una mal entendida unidad nacional frente a determinados conflictos internacionales.

Llegado el momento, el testaferro del imperio empleó represalias violentas y criminales, émulas de las que en España practicó el caudillo de la sedición antirrepublicana.

El tratamiento oficial a los emigrados de la República española lo condicionaron los intereses imperialistas de los Estados Unidos y, en consecuencia, la política oportunista de los poderosos nativos, representados por el cabecilla Batista y sus acólitos en el servicio a tales intereses, describe en un análisis el periodista Luis Toledo Sande.

Pero no se podía soslayar el respaldo que en el pueblo cubano suscitaban la República y su exilio. Rosa María Pardo Sanz ha escrito que, en su mayoría, “la sociedad cubana se decantó en favor del Gobierno legal republicano”, y “la izquierda y el grueso de la intelectualidad” fueron especialmente activos en ese apoyo.

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Foto: Cortesía de la autora.

“Con el otro bando solo se alinearon ciertos medios económicos (algunos hacendados, comerciantes, abogados e industriales) y políticos conservadores muy restringidos”.

La propia autora sostiene: «Fuentes oficiales franquistas estiman que más del 95 % de la sociedad cubana era contraria a su causa. Seguramente porque los grupos que en otras repúblicas americanas constituían el grueso de los simpatizantes de Franco, en Cuba no tenían tanta relevancia: la Iglesia Católica era poco influyente tras la independencia, la oligarquía terrateniente estaba mucho más vinculada a los Estados Unidos y los ideales nacionales cubanos eran opuestos a lo que el nacionalismo franquista representaba”.

Republicanos en Cuba

Sin embargo, no fueron pocos, ni de escasa significación, los emigrados de la República española, que prolongada o de forma definitiva, se establecieron en Cuba.

Constan en la historia numerosos nombres de profesionales relevantes del exilio español. En igual sentido cabe destacar a México, donde contribuyeron a la creación del célebre Colegio de México y del Fondo de Cultura Económica. Es meritorio destacar que, en el contexto, la emblemática Universidad Autónoma llegó a tener un 70 % de profesores españoles.

Cabe citar el andaluz Adolfo Sánchez Vázquez, quien podría ser considerado uno de los más grandes filósofos marxistas de la segunda mitad del siglo veinte. El intelectual, desde México ofreció su colaboración intelectual y recibió años después el Doctorado Honoris Causa de la Universidad de La Habana, Cuba. Sus enseñanzas, recogidas en más de veinte libros e infinidad de artículos, aún son fuente de inspiración.

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Foto: Cortesía de la autora.

Perdurable será el vínculo con Cuba de poetas como Concha Méndez, Juan Ramón Jiménez y Manuel Altolaguirre. Igualmente consta el aporte permanente de profesionales del ámbito de las ciencias, en un país de escaso desarrollo científico- técnico, tal es caso del eminente hematólogo Gustavo Pittaluga, de relevancia internacional.

Otros que no pudieron acreditar sus años de estudio de la medicina en España, tuvieron que recomenzar en la Isla como el asturiano Javier Fernández de Castro, quien laboró temporalmente en una imprenta. Posteriormente ganó un  curso por oposición de Alumno Externo en el Hospital Calixto García, en 1943. Se graduó en La Habana y fue miembro fundador de la Sociedad Cubana de Alergología desde 1947, igualmente obtuvo el título de Especialista de Segundo Grado en Alergología en el año 1967, desarrollando una destacada labor en la formación de nuevos profesionales durante la etapa revolucionaria.

Otro que llegó a Cuba como exiliado fue el odontólogo Luis Amado Blanco, quien decía: «Yo soy un cubano nacido en Avilés. Publicó numerosas obras de narrativa y poesía en España y en la Isla donde hizo familia y se desempeñó en el ámbito periodístico y teatral. En 1961, fue embajador de Cuba en Portugal, posteriormente en La Unesco y en el Vaticano desde 1962 hasta su fallecimiento en 1975.

Es importante destacar la acogida que les brindaron la Institución Hispano-Cubana de Cultura, la Escuela Libre de La Habana, el Instituto Universitario de Investigaciones Científicas y de Ampliación de Estudios, la Escuela de Verano de la Universidad de La Habana, el Lyceum, así como el programa radial Universidad del Aire y algunas publicaciones.

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Foto: Cortesía de la autora.

También fueron bien recibidos por personalidades como el Historiador de la Ciudad de La Habana, etnólogo y periodista Emilio Roig de Leuchsenring, así como por Jorge Mañach y Robato, eminente director y fundador del espacio radial La Universidad del Aire, programa pionero en Hispanoamérica en utilizar los medios masivos de comunicación en la difusión de la cultura cubana y universal.

Entre otros emigrados españoles de relevancia, reiteramos a América Castro, María Zambrano, José Gaos, Manuel Altolaguirre, Alejandro Casona, Wenceslao Roces, Fernando de los Ríos, Gustavo Pittaluga, algunos de los cuales pudieron ejercer en Universidad de Oriente, la segunda Universidad del país creada en 1947.

Integraron el claustro del alto centro de estudios del Oriente cubano, los eminentes: Juan Chabas, José Luis Galbe, Herminio Almendros, Julio López Rendueles, Andrés Herrera Rodríguez y Francisco Prat Puig, autores de libros de texto, antologías y otras publicaciones que contribuyeron al desarrollo cultural del país y dejaron una huella entrañable en la formación de múltiples generaciones de profesionales cubanos.

Por ejemplo, el poeta español Manuel Altolaguirre llegó a Cuba con una amplia experiencia como impresor-editor, iniciada en la rotativa malagueña Imprenta Sur.

Una de las primeras cosas que hizo en la isla fue comprar una imprenta —La Verónica— que estrenó con una versión ampliada del libro de ensayos de Juan Marinello (1898-1977), Momento español (colofón del 18 de julio de 1939).

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También alternó con la publicación a sus compañeros exiliados y cuentan más de doscientos títulos que dejó a su paso por la Isla; destacan los que forman la colección El Ciervo Herido, destinada sobre todo a poetas españoles clásicos y modernos.

Altolaguirre siempre contó con el apoyo de sus amigos cubanos Alejo Carpentier, Nicolás Guillen y Juan Marinello, a quienes había conocido en 1937 en Madrid, en el Congreso en Defensa de la Cultura, así como de Emilio Ballagas y otros escritores.

Publicó asimismo —entre otras muchas obras, cita Luis Toledo— las novelas Tilfn Garcia, de Carlos Enríquez, acaso el pintor con más fibra de genio que haya dado Cuba; y Aventuras del soldado desconocido cubano, del periodista Pablo de la Torriente Brau; así como los Cuentos negros de Cuba, compilados por la destacada folclorista y etnóloga Lydia Cabrera.

Igualmente imprimió revistas como La Verónica, guiada por el mismo impresor; Danza, animada por el movimiento de los bailarines y coreógrafos cubanos Alicia, Fernando y Alberto Alonso; y Nueva España, la primera publicación de exiliados españoles en América. También Espuela de Plata, a cargo del poeta José Lezama Lima y de sus amigos y compatriotas Guy Pérez Cisneros (crítico de arte) y Mariano Rodríguez (pintor).

Altolaguirre fue el poeta más joven entre los de la Generación del 27, impresor y productor cinematográfico, asociado al apogeo del teatro y la pintura en Cuba; brindó especial atención a su vocación mayor: la poesía, para la cual fundó dos colecciones. Una de ellas, El Ciervo Herido, principalmente para autores importantes ya desaparecidos.

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Foto: Tomada del Blog «Jaime Sarusky, un hombre providencial».

Rindió homenaje a los Versos sencillos, de José Martí; simultáneamente con Poemas escogidos, de Federico García Lorca.

La otra colección, Héroe, la dedicó a publicar poemarios de autores cubanos vivos, y en su catálogo sobresalieron Nicolás Guillen (Songoro cosongo y otros poemas), Emilio Ballagas (Sabor etemo), Regino Pedroso (Más allá canta el mar) y Manuel Navarro Luna (Pulso y onda).

Se ha mencionado el caso de Herminio Almendros, quien tras el triunfo de la Revolución cubana continúa su labor pedagógica por caminos más amplios. Dio un gran apoyo a las tareas del Ministerio de Educación cubano, y estuvo a cargo de la dirección de la Editora Juvenil.

Para esta preparó libros con el legado de José Martí, como La Edad de Oro, producción literaria dirigida a niños y niñas; destaca Nuestro Martí, una biografía concentrada dirigida al público infantil.

Ideario pedagógico fue un texto donde resumió páginas martianas fundamentales de atención para maestros. Igualmente Almendros y Alvero eran el binomio autoral del libro de texto Lenguaje español.

Más aportes

La narrativa cubana se vistió de largo con la presencia de un autor tan relevante como Lino Novas Calvo. Llegó antes que los demás, trabajó de dependiente gastronómico, empleado de limpieza, carbonero, en una fábrica de sombreros, también fue boxeador y taxista.

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Foto: Cortesía de la autora.

Conoce a Francisco Ichaso, uno de los coeditores de la Revista de Avance —mientras Novas Calvo ejercía como taxista— a quien entrega un poema suyo que le publican en el número de abril de 1928.

En la relevante Revista de Avance, posteriormente publicó más poemas, reseñas literarias, mientras publica en otros medios algunos cuentos, obras pequeñas de teatro y traducciones. Un hombre digno de admirar, en tanto estudiaba inglés en las noches y continuó su incansable labor periodística y literaria, superando una vida marcada por la pobreza, los desgarramientos de la Guerra Civil Española  y del proyecto republicano. Posteriormente emigró de Cuba y murió en los Estados Unidos.

A Manuel Isidro Méndez se debe a la primera biografía de Martí: José Martí. Estudio biográfico (1925). Llegó a Cuba antes de la proclamación de la República española, aunque permanece por el exilio provocado por la sedición y la victoria fascistas. 

Méndez, luego amplía el texto biográfico en Martí (Estudio crítico-biográfico (1941) y publica Versos libres. También destaca su conferencia de 1948 Acerca de La Mejorana y Dos Ríos.

El intelectual cubano Guillermo Rodríguez Rivera (1943- 2017), novelista, ensayista y poeta, en su prólogo al libro España poemas y crónicas de una guerra antifascista, describe la importancia de Nicolás Guillén, uno de los cubanos que participaron en el congreso de intelectuales por la defensa de la cultura celebrado en 1937.

Cita cómo Valencia, Madrid, Barcelona y París, la guerra por la República y ese congreso marcaron para siempre a Nicolás Cristóbal Guillén Batista (Camagüey, 10 de julio de 1902 – La Habana, 16 de julio de 1989) poeta, periodista cubano.

Guillén reivindica la cultura negra dentro de los procesos de mestizaje y transculturación, en lo que denominó el «color cubano», ni negro ni blanco: mestizo, rasgo distintivo de toda Latinoamérica.​ Se le conoce como el poeta del son, ritmo y baile típico de Cuba. En 1983 se convirtió en el primer galardonado con el Premio Nacional de Literatura de Cuba Está considerado el poeta nacional cubano.

Guillermo Rodríguez Rivera describe con sencillez por qué asistieron al Congreso por la libertad de la cultura, para reunir en Valencia a un grupo de intelectuales antifascistas, dice: «un trío de generales no resistió la victoria del Frente Popular y promovieron un golpe de Estado, el 18 de julio de 1936 para derrocar a la izquierda en el poder. Este movimiento no tiene el éxito esperado y días después ya está planteada la lucha entre republicanos y fascistas hasta febrero de 1939».

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Foto: Cortesía de la autora.

Los regimientos fascistas de Alemania e Italia apoyaron a sus pariguales españoles, mientras la Unión Soviética y miles de voluntarios del mundo, incluyendo a Cuba, se dispusieron a combatir a favor de la República española. Insiste en que las democracias burguesas europeas le temían a Hitler y a Mussolini, aunque reconocían la legitimidad del gobierno republicano electo por el voto popular.

De qué  le sirvió proclamar la neutralidad en una guerra que fue el ensayo de la que iniciaría Hitler en 1939. Casi seguidamente Francia fue ocupada y Londres bombardeado.

Sobre Nicolás Guillen destaca su obra la “Balada de los dos abuelos”, un análisis donde describe al amo español y al esclavo, donde prevalece “la igualdad del aporte al perfil nacional y el derecho a igual reconocimiento”.

Nicolás Guillen, dice, siempre prefirió llamar a Cuba “mulata”. Estuvo del lado de España, de la que Machado llamó: “de la rabia y de la idea”. Ese Guillen que había conocido a Lorca en La Habana, días después de que un 20 de abril de 1930 salieron publicados sus Motivos de Son. Aparentemente la admiración mutua impulsó al poeta andaluz a publicar su “Poema de cante jondo”, editado en 1931. Guillen publicó en México, apenas semanas después “España. Poema en cuatro angustias y una esperanza”. Su cuarta angustia era Lorca.

Tal como con Antonio Machado, el pueblo español en guerra, le provocó a Guillen simultanear la poesía y la prosa que emergió de las batallas y le servía de trinchera. Machado triplicó su prosa, frente a su obra poética. Son fundamentales los discursos que Guillen pronuncia en el Congreso por la libertad de la Cultura, que en 1937 presidió en Valencia Antonio Machado.

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Foto: Cortesía de la autora.

El Gobierno de la República se trasladó, en plena guerra civil, desde un Madrid asediado por las tropas franquistas a Valencia. La ciudad fue capital de la República durante 11 meses, tiempo en que congregó a la intelectualidad internacional más comprometida. Así fue que 200 escritores se dieron cita en el congreso de 1937.

En la última de las sesiones, Antonio Machado pronuncia un discurso ante los intelectuales y escritores antifascistas que se han reunido con el fin de apoyar a la República española en combate contra las fuerzas golpistas interiores y contra las potencias fascistas exteriores. Las palabras de Machado, sintetizan las líneas esenciales de su pensamiento expresado tanto en los artículos de la serie de Mairena, como en sus numerosas intervenciones públicas durante la guerra.

No puede olvidarse el recuerdo de Miguel Hernández (1910-1942), joven poeta español perteneciente a la generación literaria del 36 y muy vinculado también a la Generación del 27, quien murió encarcelado por el franquismo, en memoria del cual fue efectuado en enero de 1943 un homenaje en La Habana.

Tal como sucedió en la inmensa mayoría de los países de acogida a los exiliados republicanos españoles, sucedieron actos en deferencia al poeta, tanto en Europa como en América. En La Habana fue “un hermoso acto en homenaje a la memoria de Miguel Hernández, el gran poeta español muerto en una cárcel franquista”, celebrado el 20 de enero de 1943 “en el salón de recepciones del Municipio de La Habana”, organizado por «el Frente Nacional Antifascista y el Comité de Homenaje a Miguel Hernández». El Instituto Cervantes refiere que participaron los exiliados republicanos españoles Juan Chabás y Félix Montiel, así como los cubanos Nicolás Guillén, Juan Marinello y Enrique Serpa.

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También en enero de 1960, Guillén publicó en el diario Hoy una evocación a Pablo de la Torriente Brau (1901-1936), hijo de español, escritor y periodista conocido como el mayor cronista de su época. Nacido en Puerto Rico, no dudó un segundo que su destino estaba en España, en la defensa de la República Española donde fungió como periodista, comisario político y combatiente. Decía que en la revolución española era donde palpitaban las angustias de los oprimidos del mundo entero.

El cadáver de Pablo fue encontrado en una trinchera de los Cerros de Majadahonda, cuando acababa de cumplir 35 años de edad. La mayoría de sus artículos testimoniaron el heroísmo del pueblo español en guerra y solidaridad. De los 1412 cubanos internacionalistas participantes en la guerra civil española, más de cien murieron combatiendo, entre ellos se cuenta a Pablo de la Torriente Brau.

España estaba en Guerra, lo publicaron en Mediodía, revista de izquierda española de la cual estaban a cargo el propio Guillén y Carlos Rafael Rodríguez. Desde 1934 en que publica West Indies Ltd. Entonces, Guillén tenía muy clara su relación con España. 

Al día de hoy, debemos agradecer el aporte que numerosos emigrados republicanos dieron a Cuba, y a otros pueblos del mundo, aparejado con la conciencia de esa gran contribución.

A los ejemplos ya mencionados de españoles republicanos vinculados al pueblo cubano a lo largo del tiempo, habrá que añadir otros que también participaron en la Revolución y crearon en Cuba sus respectivas familias.

Autor: Rosa María Fernández - teleSUR