¡Quiebra, Morocho!: La sonrisa oriental del Bandolín

31 de julio de 2025 Hora: 06:18
El 7 de mayo de 1995 (se cumplieron 30 años) se efectuó en Caracas un homenaje nacional a Gualberto Ibarreto uniendo este evento con la festividad venezolana de la Cruz de mayo. Fue una fiesta inolvidable a la que acudieron prontamente entre otros el grupo Guaco (sin gaitas, sólo con danzas zulianas, todo un reto), Anselmo López, gran rescatador de la bandola llanera, Serenata Guayanesa en todo su esplendor, Carota, Ñema y Tajá con toda la sabrosura de los aires del estado Lara y la picardía de Adelis Freitez, José Montecano, gran cantor hermano de Alí Primera, Luis Mariano Rivera y su orientalidad absoluta, al igual que Rafael Montaño, Lilia Vera con toda su conciencia y voz, Hernán Marín con su canto cumanés y oriental, Cecilia Todd con su solvente repertorio y condición vocal, los niños decimistas de San Agustín dirigidos por Totoño Blanco, Cristóbal Jiménez y su canto llanero recio y María Rodríguez, la Sirena de Cumaná.
Con María llegaba a Caracas Remigio Morocho Fuentes, su mandolinista, excepcional músico, orgullo del oriente venezolano y entonces cátedra viviente de la mandolina, que en oriente llaman el Bandolín.

Cuando los músicos de Caracas supieron que todos esos cultores se encontraban en el hotel “Las Taparitas” la alegría no se pudo contener, ni la llegada de decenas de melómanos ansiosos por conocer a las verdaderas luminarias, compartiendo y aprendiendo con ellas. Gualberto Ibarreto y la Cruz de mayo fueron los convocantes en aquél largo y feliz concierto acaecido en un Poliedro de Caracas lleno a pesar del silencio mediático cuando de figuras nacionales de la provincia se trataba en aquél entonces.
Remigio Morocho Fuentes resultaba impresionante por el fervor con el que se le acercaban los otros músicos, y la alegría. Y es que en Venezuela todos saben quién es quién. Siempre ha funcionado el “Radio Bemba” que ahora el mundo comienza a comprender.
Fue así como nos acercamos a la grandeza de este hombre tan sencillo, que partió físicamente y del que es necesario y urgente hacer valoración para la historia de la música oriental y de tradición en Venezuela.
En más de una ocasión pudimos conversar con él, en diversas circunstancias, incluso en los momentos más críticos de su salud, que finalmente claudicó.
Traído por Tves a Caracas 2007
El Morocho
Efectivamente fue morocho. Nacieron los hermanos el 1º de octubre de 1954 en un caserío sucrense llamado Piedra de Molé, y fueron bautizados como Remigio Rafael y Remigio Antonio, pero Rafael falleció apenas con nueve meses de vida producto de un problema respiratorio. La madre, llorando la pérdida le dio al otro morocho cuanta pócima ancestral encontró, y aquellas yerbas, más los rezos, funcionaron. En diversas oportunidades dijo que eran tan parecidos él y su morocho que los identificaban con cordones de colores, y Morocho siempre adjudicó su gracia en la música a la energía que le había dejado su hermano, su morocho fallecido. Y si él lo decía… pero parece que su morocho traía bajo su brazo el bandolín, porque ese el Morocho Remigio Antonio no lo soltó más y su vida musical la comenzaría con apenas siete años de edad.

Se fue criando en otro caserío llamado El Chirero donde pudo apreciar la destreza de su padre, Diego Fuentes, ejecutando el cuatro venezolano. Contaba Remigio que su padre era muy celoso con el cuatro pero él, niño, se las ingeniaba para tocarlo contando con la complicidad de su madre, Ifigenia Natera.
Tenía ocho años cuando topó con uno de los músicos del gran cultor de Cumanacoa, José Julián Villafranca. Era bandolinista y le apodaban “el albino”, pero este músico le prestaba las maracas al niño pues intuía que ese muchacho llegaría lejos y había que apoyarlo, que cultivarlo. Así fue como llegó a toparse también con los hermanos Salazar quienes le enseñaron mucho más acerca del cuatro, de las maracas y de las parrandas, la escuela viva de esa zona oriental. Así con esos primeros rudimentos musicales, viajó a Cumaná, la capital de su estado, Sucre, y conoció a Francisco Cortesía, el legendario Chico Mono. Se le destapó entonces al Morocho la vena de autor, y refiere que a su primera composición la tituló “El cumanés”.
El cumanés. Homenaje al Morocho.
No tardó mucho en mudarse a Cumaná y comenzar a trabajar, primero en una de las más prestigiosas pesqueras cumanesas, “La Gaviota” y luego en la Universidad de Oriente. Para este momento ingresó al conjunto de “La Sirena” María Rodríguez, quien ya hacía vida cultural en la máxima casa de estudios del oriente de Venezuela.

El profesor Benito Irady, presidente del Centro de la Diversidad Cultural de Venezuela estaba en ese entonces en actividades en esa institución educativa y de alguna manera propició tanto el ingreso de María como el del Morocho a la expansión de la música oriental por el mundo. A partir del encuentro de María Rodríguez y el Morocho Fuentes el estribillo se vistió con otros colores y brillantes sonoridades.
Cuba, Estados Unidos, China, Portugal, Puerto Rico, e Inglaterra los recibieron y aplaudieron con gran agrado. Lo de Inglaterra y Portugal fue en octubre de 1986, siempre María con su “mantra” musical al lado, es decir Ramigio Morocho Fuentes.
En Washington
Aportes para el final
Es que no solo se trató de sus aportes en tanto que compositor e instrumentista. Es que Remigio Morocho Fuentes también fue recogiendo, recopilando buena parte de ese repertorio de su tierra natal, que estaba desperdigado por los campos, montañas y costas de Sucre, para ofrecerlo, rescatado, a todo el pueblo venezolano que también lo admiró y aplaudió en las numerosas giras que hizo por todo el país, bien como solista o acompañando a figuras de la talla de Renzo Nazaret, Gualberto Ibarreto, Hernán Gamboa, Daisy Gutiérrez, Francisco Pacheco, Hernán Marín y José Julían Villafranca, entre otros.

Jamás lo abandonó su sonrisa de oriental agradecido. Nunca de sus labios salió una queja aunque su mirada profunda delatara el descontento o la angustia. Ya venía luchando por su salud, y mientras tanto grababa, enseñaba y compartía los aires de su tierra natal. El carisma de este músico siempre descansó en su humildad, genuina, de las que ya no abundan.
Miles batallamos con él por la recuperación de su salud, conciertos y aportes en físico incluidos, pero parece que el cielo lo quería junto a su eterna compañera en el estribillo, el cotorreao, el joropo oriental, María Rodríguez, y Morocho Fuentes se llevó el bandolín el 2 de marzo de 2022.
El canario. Morocho Fuentes.
Francisco Cortesía (Chico Mono), Ricardo Sandoval, Ismael Querales, los herederos de Cruz Quinal, Cristóbal Soto, Jorge Torres, Pedrito Marín, en fin, la excelente escuela de mandolinistas con que cuenta Venezuela, soltó el llanto, aunque otros como José Atanasio Rodríguez “el Chiguao”, y la propia María Rodríguez, desde arriba comenzaron a preparar el gran sarao.
No se iba solo un mandolinista brillante. Se iba una escuela viva, una sonrisa contra viento y marea. Partía Remigio Morocho Fuentes. Y todavía duele.
Como le decía María Rodríguez:
¡Quiebra, Morocho!
Autor: teleSUR - Lil Rodríguez