Un camino de organización

Recorra cualquier zona popular de Venezuela, urbana o rural, no encontrará ninguna donde no exista alguna forma de organización. No falla. No es casualidad, es una manera de desarrollar la política que estuvo presente desde el punto cero de la revolución. Desde los primeros discursos de Hugo Chávez hasta sus últimas reflexiones, el llamado a la organización fue una constante. Era, junto a la resolución de la deuda histórica, la tarea imprescindible. Más aún, era a través de la organización que se podía dar respuesta a la avalancha de demandas ante las cuales se encontró el chavismo en sus primeros momentos y para lo cual la institucionalidad no tenía capacidad de respuesta.

Se puede construir una genealogía de las formas organizativas hasta llegar a las actuales. Desde las misiones sociales, casas de alimentación, mesas técnicas de agua, círculos bolivarianos, comités de tierras urbanas, fundos zamoranos, consejos comunales, comunas, consejos presidenciales de gobierno popular, hasta los comités locales de abastecimiento y producción (Clap). Cada una de las experiencias respondió a las necesidades materiales y políticas de ese momento, fue parte de un aprendizaje y creación colectiva.

Puestos a ordenar, con el peligro de todo orden en un proceso multitudinario y heterogéneo, se podría hablar de tres momentos. El primero, desde 1999 hasta 2006, marcado el proceso constituyente que puso el tiempo de la refundación nacional, seguido de la resolución de la deuda histórica en agua, salud, educación, cedulación, comida, con el vuelco masivo a procesos organizativos sectoriales/reivindicativos. Para cada necesidad se construyó un proceso de participación. Fue la etapa en que la revolución se enfrentó a los asaltos golpistas de la derecha, que llegó a paralizar la industria petrolera, es decir casi el país.

El segundo momento puede marcarse hasta 2012. Época de derrotas y desvaríos estratégico de la derecha, es cuando Chávez está consolidado en el gobierno, como líder, la economía crece, y aparece el horizonte socialista. Ya no se trata de impulsar experiencias organizativas en clave reivindicativas/sectoriales, sino, a partir de toda esa fuerza acumulada y conteniéndolas, ensayar formas de organización que carguen la potencia de la transición al socialismo. Son centralmente los consejos comunales y las comunas, que deben poner en pie gobiernos de la comunidad en sus territorios.

Finalmente, la etapa actual, aparecida como quiebre con la muerte de Chávez en el 2013 hasta la actualidad. Es un periodo marcado, entre otras cosas, por un asedio de guerra que ha disparado sobre todos los frentes. En ese cuadro aparecieron nuevos ensayos de la transición y el cogobierno, como los consejos presidenciales de gobierno popular, y en la última parte, una centralización en los Clap, una decisión que puede leerse en términos pragmáticos ante la necesidad de dar una respuesta a la urgencia económica, así como bajo el predominio de una mirada política que descree de la posibilidad comunal.

El hilo conductor entre los tres períodos reside en el llamado por parte del liderazgo/gobierno a la organización. En ese proceso permanente se formó una de las dimensiones centrales del chavismo, que es su experiencia de colectiva organización. Hablo de decenas de miles de consejos comunales o de Clap, por ejemplo.

Es una parte esencial de la revolución política, que se adelantó a la económica. Tomaron la palabra pública hombres y mujeres, que nunca habían participado políticamente, ni desarrollado experiencias previas. Se trató de la irrupción democrática de los excluidos, su conformación como sujeto histórico, a la vez que, en ese movimiento, de la emergencia de nuevas formas de la democracia, en particular en las comunas, “expresión de una nueva cultura política”1. Organización, formación, y movilización: la triada revolucionaria, el encuentro entre un llamado y una necesidad. Con una flaqueza: la casi siempre dependencia material de la organización con las instituciones, lo que se tradujo también en dependencia política, en imposibilidad de autonomías necesarias, planteadas por el mismo Chávez. ¿Hasta qué punto es poder el poder popular?

La unidad entre identidad política y procesos organizativos le otorga al chavismo una radicalidad para avanzar y resistir esta época. Así como se puede realizar la genealogía de las formas de organización, se puede investigar qué ha quedado en los territorios, qué predomina en estas circunstancias de adversidades que buscan, ese es su plan, descomponer ese inmenso tejido. Algunas experiencias fueron integradas a otras, en particular a consejos comunales y comunas, otras han regresado por las necesidades, como las casas de alimentación, mientras que los Clap tomaron la centralidad de manera acelerada en las comunidades. No podía ser de otra manera: son una respuesta alimentaria parcial cuando la comida escasea o está a precios inaccesibles. Difícilmente se podrían haber puesto en marcha en esa magnitud sin toda la experiencia anterior acumulada.

Es bueno ir más allá en el análisis y entrar en debate acerca de las perspectivas que cargan diferentes formas organizativas. Los Clap han sido pensados como mecanismos paliativos en situación de emergencia, no como formas de ensayo socialistas en una perspectiva de transición. Eso pueden y deben ser las comunas, que son la territorialización del socialismo, el ensayo de asentarlo sobre gobiernos comunales con capacidad de autogestión, de ser una nueva institucionalidad con capacidad de ejercicio de un poder comunitario y nacional. Una red articulada de comunas cubriendo el país por-venir, más allá de partidos, movimientos, instituciones. Para decirlo al revés: sin desarrollo comunal ¿dónde está el socialismo del siglo xxi? ¿Qué es el socialismo del siglo xxi? Es la pregunta por el proyecto estratégico.

Sin esa organización en constante crecimiento no hay posibilidad de fundar lo nuevo. Es la fórmula Chávez.

Marco Teruggi