Venezuela 2025: el nuevo mundo que quiere nacer

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Foto: Telegram de Freddy Ñáñez.


Por: Juan Carlos Monedero

28 de mayo de 2025 Hora: 15:45

Mientras en la política venezolana Nicolás Maduro juega al ajedrez, calculando las jugadas para ir varios pasos por delante, la oposición sigue jugando al parchís, atenta al movimiento inmediato, jugándoselo todo a un golpe de suerte y, encima, dejando que le echen los dados desde afuera, es decir, desde los EE.UU. Tampoco es extraño el revolcón que han sufrido. El chavismo ha obtenido el 82.6% de los votos en la Asamblea, 256 asientos de los 285 en disputa (29 para la oposición) con una participación del 42.63%.  Igualmente, el chavismo ha ganado en 23 Estado y la oposición, solamente en uno.

Mientras que el Gran Polo Patriótico Simón Bolívar ha ido junto a otras doce fuerzas políticas, la oposición ha ido una vez más dividida —10 fuerzas opositoras— y con posiciones encontradas hasta respecto de las reglas de juego. Mientras que el chavismo ha configurado un frente amplio y siguen, como vienen haciendo desde 1998, cuando Hugo Chávez ganó las elecciones, cumpliendo con el hilo constitucional, una parte de la oposición, la más jaleada internacionalmente, sigue apostando a patear el tablero porque no le salen las cosas como quisieran. Actores políticos de la oposición como Manuel Rosales o Henrique Capriles, que habían participado del frente opositor, decidieron participar en las elecciones. Han sido expulsado de la MUD y María Corina Machado, si pudiera, les mandaría a una cárcel en El Salvador.

Ese sector de la oposición quiso que no se convocaran estas elecciones para poder legitimar el marco de que en Venezuela no se respeta la democracia. De hecho, hicieron circular una información falsa, con el membrete del Consejo Nacional Electoral, donde supuestamente se anulaban las elecciones. Con mucho dinero, lo extendieron de manera masiva por las redes sociales. También quisieron que, como en otros países latinoamericanos, hubiera violencia e, incluso, algunos miembros de esa oposición violenta se complotaron para atentar, sin éxito, durante la jornada electoral. Como ya no tienen apoyo popular, fueron rápidamente detenidos y sus intento volvió a fracasar. Así que la baza de la violencia tampoco les funcionó.

Insistieron en que las elecciones no son legítimas, que hay fraude, que el Consejo Nacional Electoral es de parte, pero una vez más se presentaron partidos de la oposición que, pese al mal resultado, vieron cómo los votos que recibieron se transformaron en puestos en la asamblea nacional, en asambleas legislativas y en la gobernación de un estado, Cojedes, donde el mismo CNE que descalifican validó el triunfo de un opositor.

Hay cuatro puntos de enorme relevancia en estas elecciones que la prensa internacional ha intentado silenciar y luego invalidar pretendiendo una abstención que solo está en los deseos opositores de María Corina Machado. La negación de la realidad de esta señora solo se entiende por la insistencia de los medios en presentar como reales sus ensueños y por lo funcional que resulta a algunas cancillerías una aliada dispuesta a defender incluso la intervención armada de otros países en Venezuela.

En primer lugar, constatar que mientras la oposición sigue dividida, el chavismo ha creado un Frente Amplio que hace que el Gran Polo Patriótico Simón Bolívar se parezca más a Venezuela que cualquiera de los demás partidos aislados.

Y esto, segundo punto, es relevante, porque Venezuela ha cambiado, algo que la oposición no termina de entender y que se traduce en sus dificultades para contactar con su pueblo. Si no entiendes a tu pueblo, ¿cómo te van a votar? Esa transformación tiene que ver con el cambio generacional que lee el mundo de manera diferente (por ejemplo, mientras el chavismo incluye a mujeres, cinco gobernadoras, la oposición sigue teniendo enormes problemas con esto). Igualmente con la proliferación de las tecnologías digitales que han horizontalizado las relaciones; también con el sufrimiento del pueblo por las sanciones y el bloqueo,  que les hace más exigentes; con la experiencia obtenida al salir del país y que genera un contraste al regresar —el venezolano siempre regresa a su patria— y, nada desdeñable, la emergencia en Venezuela de una clase empresarial que nació como respuesta al bloque y las sanciones.

En tercer lugar, hay nuevas exigencias que tienen que ver con el cambio geopolítico que vivimos en el mundo. Lo territorial está ganándole peso a lo ideológico, o dicho de otra manera, la defensa de los intereses nacionales en el contexto del mundo postglobalización, pesa más que el tradicional eje “derecha-izquierda”. No es que desaparezca el eje izquierda-derecha, sino que, en muchas ocasiones, se subordina a las demandas de los territorios. Un ejemplo claro está en las alianzas en bloques en América Latina, donde no necesariamente se comparte la ideología del bloque de los BRICS y, sin embargo, hay alianzas con esos países como manera de frenar las pretensiones hegemónicas de los EE.UU. y la OTAN.

En cuarto lugar, aunque la gran victoria del chavismo le da tranquilidad al gobierno y lanza una advertencia a Donald Trump de que no le va a resultar tan sencillo poner de rodillas a Venezuela, el gobierno también sale desafiado. ¿Por qué? Yo creo que el presidente Maduro lo sabe. Comparemos un momento dos países, Argentina y Venezuela, Javier Milei y Nicolás Maduro y que el diablo me perdone. En Argentina se están retirando tareas al Estado y se están entregando a lo que se llama la gobernanza económica, que es una manera elegante de decir que se están entregando al mercado. Por supuesto, ahí están también las privatizaciones, la desregulación y la intervención policial para frenar las protestas de los trabajadores que se ven perjudicados por esa política a favor de las empresas.

Enfrente, tenemos a Venezuela que también retira competencias que son del Estado y se las entrega, no a las empresas, sino a los consejos comunales, es decir, le inyecta democracia al gobierno representativo, hace participativa la democracia. En el caso de Milei, el estado se desentiende y deja a los ciudadanos que arreglen cuentas en el mercado, de manera que el que no triunfe, sea un perdedor que asuma su fracaso y no le reclame nada a nadie sino a lo que entenderá que es su mala suerte, su destino o su castigo por no esforzarse lo suficiente.

Por el contrario, en el caso de Venezuela hay una voluntad de que el pueblo se responsabilice. Tenemos, en primer lugar, que ha sido el pueblo el que ha elegido en un proceso de primarias a los candidatos que, luego, ha elegido este 25 de mayo. Si le das al pueblo la confianza de elegir quiénes se postulan para presentarse a las elecciones, es más fácil que ese pueblo termine la tarea eligiendo al candidato o candidata que ha seleccionados. Además, los consejos comunales van a decidir sobre una parte del gasto público, de manera que igualmente se comprometen en decidir en qué se utiliza el dinero de todos.
Es verdad que en este primer momento, el nivel de complejidad no es muy alto y los consejos comunales no pueden ahora mismo decidir, por ejemplo, qué respuestas dar a los aranceles o las sanciones norteamericanas. Pero el pueblo ya a ha empezado a tomar decisiones. Se trata de ir probando, ensayando, ajustando. Pero es evidente que el camino que se ha elegido es el democrático, porque es del pueblo, mientras que el del mercado y el de las empresas, está siempre viciado por las enormes desigualdades de partida y las que genera.

Pero decía que ese pueblo que empieza a participar en la economía y en la política de manera nueva, o con ímpetus renovados, también está aprendiendo a exigir al Estado que sea diferente al Estado tradicional venezolano heredado de la colonia, en realidad una capitanía general porque Venezuela no tenía minas y no fue un virreinato, un estado que se vio debilitado aún más por los conflictos durante el siglo XIX y, que finalmente, fue construido de manera rentista y como una herramienta de las élites en el siglo XX con la gestión del petróleo.

A ese Estado le va a exigir esa nueva burguesía empresarial que ha emergido como respuesta al bloqueo y a las sanciones, una mayor eficiencia, que no sea corrupto y ayude a los que hacen trampas, y también que no entregue el mercado venezolano que tanto les ha costado construir a los intereses norteamericanos. Por eso la nueva burguesía venezolana no está con la oposición, que depende de los EE.UU., sino del gobierno.

Y también el pueblo, al que se la he entregado la capacidad de tomar decisiones, que se ha empoderado, le va a exigir al Estado cosas similares: eficiencia, lucha contra la corrupción y que les escuchen. Añadamos que esos venezolanos y venezolanas que han hecho el esfuerzo de irse del país por culpa de las sanciones y el bloqueo, cuando regresen lo harán como quien regresa de una guerra, y serán muy exigentes tanto con los que les expulsaron de su país apoyando las sanciones y el bloqueo, como con la dirección política del país.

La participación electoral, decíamos,  ha sido alta para comicios que no son presidenciales. El 42%, contando además con la gente que está fuera, es una alta participación que ha superado la de hace cuatro años. Los que critican a Venezuela se olvidan de que en las elecciones locales en los EE.UU. participa menos del 20%. No el 42%, sino menos del 20%.

Intuyo que empieza una nueva etapa en la política venezolana, acorde con la nueva Venezuela nacida de estos años, nacida de las dificultades y de la superación de las dificultades, en un contexto mundial igualmente de cambio. La oposición ha visto que la población venezolana no les apoya, de manera que tendrán que reinventarse. A la muerte de Franco, los franquistas siguieron queriendo volver al franquismo desde la democracia. Manuel Fraga, ministro de Franco, fundó Alianza Popular, pero no tuvo ningún éxito hasta que dio paso a una generación que no tenía nada que ver con la dictadura. Todo lo contrario de lo que le ocurre a la oposición venezolana, que sigue siendo la misma que dio el golpe de Estado contra Chávez hace más de 20 años.

Y el gobierno deberá hacer más eficiente el Estado, deberá luchar contra los malos funcionarios públicos y, como tarea esencial, deberá colaborar en la formación de un pueblo al que le está entregando responsabilidades para las que debe tener conocimiento. La universidad de las comunas, donde se podrán formar los comuneros y las comuneras, va en la buena dirección, igual que es importante que el Estado forme a funcionarios que den respuesta a las nuevas demandas populares. Para dirigir, por ejemplo, empresas públicas, es importante tener la preparación adecuada.

Si un viejo mundo no termina de marcharse, el nuevo mundo que quiere nacer, a diferencia de lo que veía Gramsci en los años 30, parece que está empujando en la dirección correcta y va emergiendo.

Autor: Juan Carlos Monedero

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