Salvador Allende: la paz de un pueblo es su dignidad

Su trágico asesinato se convirtió en laboratorio para el capitalismo neoliberal, globalizado y unipolar. Foto: Cubaperiodistas.
Por: Kemy Oyarzún
26 de junio de 2025 Hora: 21:38
Este 26 de junio, el presidente chileno Salvador Allende cumpliría 117 años. Hoy se siente su presencia. Es símbolo afectivo y efectivo de las luchas por la responsabilidad social del Estado, por la democracia, el socialismo, por la autodeterminación de los pueblos del Sur Global y la paz mundial. Su trágica muerte hace 52 años marca las vidas de todo un pueblo en su intento por frenar en Chile las instituciones neoliberales y dar curso al desarrollo sostenible en el seno de una renovada, tensa e intensa guerra fría, agudizada en el mundo hoy.
Su “Yo Acuso” ante la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1972 es trágicamente vigente hoy para toda Nuestra América en el contexto de la entonces campaña de la ITT y la actuación de la CIA: “denuncio que mi país es víctima de una grave agresión: un ataque siempre oblicuo, subterráneo,
sinuoso, pero no por eso menos lesivo.” Anti colonialista, se vio forzado a romper las amarras con el Fondo Monetario Internacional dada la grave asfixia que éste montaba en Chile. Son “fuerzas que operan en la penumbra, sin bandera, con armas poderosas apostadas en los más variados lugares de influencia”, denunciaba antes del Golpe Militar que lo derrocara finalmente, con el conocido costo de miles de desaparecidos, algunos quemados, degollados y la violación sistemática de derechos humanos durante 17 años.
Elegido con el sólido Programa de la Unidad Popular (UP) y sus 40 medidas (similares en lo grueso a las 100 medidas de la Cuarta Transformación de Morena en México), su trágico asesinato se convirtió en laboratorio para el capitalismo neoliberal, globalizado y unipolar. Bajo la UP el Estado jugaba un rol social, regulador y fiscalizador en la economía. Se planteaban jubilaciones justas, previsión para todos, el “medio litro de leche” para todos los niños, consultorios materno-infantiles en las poblaciones, medicina gratuita en los hospitales, derecho a becas en la enseñanza básica, media y universitaria.
Gran admirador de México y Lázaro Cárdenas, sus medidas abarcaron la nacionalización de la gran minería del cobre (Anaconda y Kennecot), la reforma agraria, la ampliación de la educación y la salud, la distribución de la riqueza, la redistribución de la tierra. Su gobierno luchó por regular el sistema financiero, orientarlo hacia el desarrollo y la industrialización, la creación de empresas estatales y la inversión pública en sectores estratégicos como la educación, la vivienda, la cultura y las artes. Se buscó
la participación ciudadana en la toma de decisiones. Salvador Allende creó el Primer Ministerio de la Mujer del país, aunque su Ministra, Carmen Gloria Aguayo, se vio obligada al exilio sin alcanzar a inaugurar su programa.
¿En qué aspectos nos expresa y convoca la figura de Salvador Allende hoy? ¿Autodeterminación, paz, dignidad? ¿Exilios, migraciones? En el seno de la desmemoria histórica de hoy, Salvador Allende es nuestro paisaje epocal. Lo derrocó una dictadura cuyo lastre en derechos humanos, culturales, sociales y sexuales sigue al acecho. México dio un ejemplo señero frente a los exilios de la España republicana, el Chile de la Unidad Popular, los exilios latinoamericanos. El hecho es hoy tristemente replicado para el propio México en sus fronteras al norte.
Quisiera concluir con las propias palabras de Allende ante la ONU, cuando dijera ayer, como anunciando nuestro mundo de hoy: “Son los pueblos, todos los pueblos al sur del Río Bravo, que se yerguen para decir: “¡Basta a la dependencia! ¡Basta a las presiones! ¡Basta a la intervención! Continúan activas las agresiones y disputas en diversas partes del mundo: el conflicto en el Medio Oriente, el más explosivo de todos, donde todavía no ha podido obtenerse la paz”.
“Habrá paz”, concluye, “¡Pero, ¡qué dejan estas guerras tan crueles, tan prolongadas y tan desiguales! Millones de muertos y de huérfanos; ciudades enteras desaparecidas; cientos de miles de hectáreas de tierras asoladas, sin vida vegetal posible; y destrucción ecológica”.
La paz es la dignidad. Sin dignidad no hay paz.
*Kemy Oyarzún, Premio Amanda Labarca, Universidad de Chile.
Autor: Kemy Oyarzún
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