Ocultos por más de 80 años documentos nazis en Argentina
El material propagandístico nazi fue encontrado de manera fortuita, por tareas de mudanza para el ulterior Museo de la Corte Suprema nacional.

También se conoce que en agosto de 1941, la embajada alemana intentó recuperar el envío, pero el juez federal Miguel Jantus ordenó su incautación, como consta en la Comisión Especial Investigadora de las Actividades Antiargentinas, presidida por el diputado Raúl Damonte Taborda. La Corte Suprema recibió el material en septiembre de 1941, por involucrar a un Estado extranjero; de esta manera quedaron ocultas hasta el reciente hallazgo.
27 de julio de 2025 Hora: 05:18
El hallazgo de cajones olvidados en una sala del cuarto piso del edificio judicial de Argentina abrió nuevamente ‘la caja de Pandora’ más allá de la metáfora griega.
Cuando el presidente de la Corte, Horacio Rosatti, presenció la apertura formal de las cajas, junto a Jonathan Karszenbaum, director del Museo del Holocausto de Buenos Aires, al Gran Rabino de Asociación Mutual Israelita Argentina, Eliahu Hamra y a Marcia Ras, investigadora, entre otros testigos, sabían que el tema se desataría nuevamente como fantasmas salidos del sótano.
El derrotero del nazismo en Argentina, que -según se conoce- comenzó en la década de 1930, tiene una larga cola. El diario La Gaceta dijo que material propagandístico nazi y otros documentos, olvidados por 84 años en el edificio de Tribunales, fueron encontrados de manera fortuita, por tareas de mudanza para el ulterior Museo de la Corte Suprema nacional.
Por su parte el periódico La Nación de Argentina, lo tituló así: “Hallan cajas con pasaportes y fichas de afiliación nazis en un subsuelo del Palacio de Tribunales”. Precisó que el material ingresó al país en 1941, momento en que fueron incautadas por la Justicia y podrían echar luz sobre el Holocausto y la ruta del dinero nazi.
Para su preservación, se crea un inventario que identifique datos inéditos sobre el Holocausto o las redes de financiamiento del nazismo. De acuerdo con un convenio del 2024, entre la Asociación de Abogados Judíos de Argentina, la Fundación Memoria del Holocausto y la Corte, el trabajo contará con la colaboración del Museo del Holocausto.

La historia de esas cajas se remonta al 20 de junio de 1941, con la llegada a Argentina -a bordo del vapor japonés Nan-a-Maru- de 83 bultosenviados por la embajada alemana en Tokio.
Ante la Aduana nacional, la representación diplomática alemana solicitó su libre despacho, mientras declaró el contenido como “efectos personales”para sus miembros. En cambio, la Aduana detuvo su ingreso y permitió la intervención del entonces canciller Enrique Ruiz Guiñazú, ante el riesgo de afectar la “neutralidad” argentina frente al conflicto europeo.
También se conoce que en agosto de 1941, la embajada alemana intentó recuperar el envío, pero el juez federal Miguel Jantus ordenó su incautación, como consta en la Comisión Especial Investigadora de las Actividades Antiargentinas, presidida por el diputado Raúl Damonte Taborda. La Corte Suprema recibió el material en septiembre de 1941, por involucrar a un Estado extranjero; de esta manera quedaron ocultas hasta el reciente hallazgo.
La historia que brota
Tras casi un siglo de evidencias de la violencia política, se revive la historia. El Grupo Argentino del Partido de los Trabajadores Nacional Socialista Alemán, fundado en 1931, Clubes que propagaban el ideario nazi, empresas que echaban a los empleados judíos, atentados contra redacciones de periódicos y teatros, un banquete VIP en el Jockey Club o las confesiones del embajador alemán von Thermann, prisionero de los aliados tras la caída de Berlín.
Hubo desfile de la Revolución de Mayo, con discreta participación de las camisas pardas y la cruz gamada. El representante diplomático alemán fue reemplazado por sus antecedentes judíos y el ataqueen el Luna Park contra manifestantes de organizaciones judíasen marzo de 1933, reunidas para denunciar la liquidación del Parlamento y la oposición política en Alemania.

En aquel tiempo Adolf Hitler estaba al frente de la Cancillería, como exigencia de quien era dirigente del Partido Nazi, popular en Alemania. Aunque estaba vigente la constitución democrática de esa nación, algunos políticos conservadores querían aprovechar la popularidad del Partido Nazi para sus propios fines.
La historia dice que se equivocaron al pensar que podrían controlar a Hitler, quien transformó a Alemania por medio de la manipulación del sistema político democrático y la creación de una dictadura.
Desde entonces la representación alemana en la Argentina, asumida por el barón Edmund von Thermann, se mostraba con el uniforme de las SS, la formación paramilitar de la “élite racial” del Tercer Reich. La Schutzstaffel o “escuadras de protección”, a partir de 1939 asumieron la responsabilidad de “resolver” el llamado problema judío y planificaron la “solución final” desde 1941, para la aniquilación de los judíos europeos o el conocido Holocausto.
La Asociación Alemana de Empleadores, convertida en el Frente Nacional del Trabajo en 1936, fue el punto de apoyo del nacionalsocialismo, infiltrado en las instituciones deportivas y culturales argentinas. Igualmente, la embajada alemana indicó a las empresas germanas locales una campaña de “desjudaización”, lo que fue un proceso dificultoso porque los judíos estaban bien integrados en la comunidad.
Formaron a la juventud hitleriana, atacaron a los diarios y a periodistas críticos de su política, calificándolos de “judeo-comunista” y arrojaron bombas incendiarias a la redacción.
Mantuvieron también una expansiva política en la educación. El historiador Marcelo Larraquy refirió que de 13.200 alumnos inscriptos en las escuelas alemanas -alrededor de doscientas- tres de cada cuatro estudiantes eran argentinos, el once por ciento era alemán y el resto, de otras nacionalidades, cuyas clases se impartían con una bibliografía impresa en Alemania, para rendir culto al Führer.
Asimismo, excluyeron a los judíos, atacaron a los no simpatizantes e indicaron la lectura de Mi Lucha, que promovía los componentes fundamentales del nazismo, mientras el Himno Nacional era cantado con el brazo en alto.
En marzo de 1938 llenaron el Luna Park, festejaron en el Club Alemán la anexión de Austria al Tercer Reich ante 3500 personas. Hubo desórdenes, muertos. En forma paraoficial meses más tarde el Tercer Reich, incentivó la primera agresión física colectiva a los judíos, que eran el dos por ciento de la población argentina. Hubo incendios, saqueos a comercios, ataques a sinagogas y viviendas. Cien muertos y 26 000 personas fueron detenidas sin orden judicial.

El gobierno argentino confiscó bienes a los judíos, también impidió la inmigración de los que no respondieran a la agricultura como perfil productivo. Huyendo del nacismo arribaron de forma clandestina, unos 30 000 judíos como turistas de primera clase. Un millar de niños judíos quedaron detenidos en Londres por no cumplir con los reglamentos de visado a Argentina.
El 1º de mayo de 1939, colocaron banderas con esvásticasen las instituciones germanas. Roberto Marcelino Ortiz, Presidente de la Nación Argentina (1938–1942) prohibió las actividades nazis por decreto, cuando la evidencia de la infiltración ideológica de Hitler provocó la denuncia ante el Congreso del diputado socialista, Enrique Dickmann.
Se difundió que cuando eran visitados los directores de las escuelas, por inspectores escolares, colocaban en sus oficinas un retrato del expresidente Domingo Sarmiento, que en el reverso tenía la imagen de Hitler.
Fueron cerradas seis escuelas alemanas, entretanto el Ministerio de Educación hizo voto de reforzar los símbolos nacionales y desterrar las prácticas racistas.A ello se opuso la Iglesia católica en Argentina, porque consideró discriminatoria la resolución del gobierno de Ortiz.
En fin,el nazismo siguió maniobrando con una estructura de inteligencia y el nacional-socialismo se extendió hacia otros países sudamericanos, por lo que la penetración ideológica nazi, era seguida con atención. La aparente “neutralidad” argentina estaba muy monitoreada por el Foreign, Commonwealth & Development Office británico y por el Departamento de Estado norteamericano.
Tras varios incidentes graves, Ortiz relegó la Presidencia en julio de 1940, que asumió provisionalmente el conservador Ramón Castillo, a quien la embajada alemana describió: “era lo mejor que podía esperarse entre los políticos argentinos”.
Frente a sectores nacionalistas del Ejército, Castillo se comprometió a mantener la neutralidad de la Argentina en la Segunda Guerra Mundial. El 7 de diciembre de 1941, Japón bombardeó la base naval de Pearl Harbor, en Hawái; los Estados Unidos entraron en guerra y propusieron que los países de América Latina rompieran relaciones con el Eje.
En la Conferencia de Río de Janeiro de enero de 1942, sólo la Argentina y Chile se mantuvieron neutrales. Cuando en 1945, cayó Berlín y fue hecho prisionero el exembajador alemán Edmund von Thermann -se fue de Argentina a inicios de 1942- fue interrogado por el Departamento de Estado de los Estados Unidos.
Entonces von Thermann dijo que la embajada le daba fondos al gobernador Manuel Fresco, para proyectos que favorecían la causa alemana, aunque creía que era un corrupto. También compraban artículos de prensa e hizo descripciones de los militares argentinos simpatizantes, con los que se vinculó y a partir de junio de 1943, habían usurpado el poder con un golpe de Estado.
Lejos de la tierra de los ancestros
El Embajador argentino en Alemania, Eduardo Labougle Carranza, comenzó el ejercicio de ser un equilibrista, cuando presenció de cerca los sucesos que el mundo contemplaría durante aquellos aciagos años, mientras Hitler se disponía a iniciar su meteórica carrera hacia el poder en Alemania.
El diplomático argentino sabía que el germen hitleriano había comenzado a propagarse hacia su nación y de eso tenía pruebas. Se opuso a las demostraciones políticas, al avance sobre la educación germana en escuelas argentinas, al adoctrinamiento rígido y casi marcial dictado hacia ciudadanos argentinos de origen alemán, desde organizaciones nacionalsocialistas radicadas en el país y a la implantación de cualquier sistema o entidad ajena a la República Argentina y a sus costumbres nacionales, refirió el investigador Julio B. Mutti.
Disímiles informes enviados a Buenos Aires consumían su preocupación, mientras los nazis avanzaban en la organización de sus súbditos alemanes, tanto como los germano-argentinos y el gobierno de Buenos Aires se hacía de la vista gorda.
Cabe destacar el hecho de la extraña película de una hora de duración, que comenzó a conocerse durante el Congreso de Alemanes en el Extranjero de 1937, dos años antes de que comenzara la Segunda Guerra Mundial. Fue proyectada con entusiasmo por los delegados sudamericanos de la AO (oficina de la Auslands-Organisation), sobre la cual Labougle había desarrollado una clara aversión.
Se trataba del primer documental propagandístico filmado fuera de Alemania, realizado por encargo de la Organización Exterior. La primera exhibición fue en febrero en el Gran Cine Florida, y la siguiente en marzo en el Teatro Grand Splendid de la avenida Santa Fe, durante los festejos por el Día del Pueblo Alemán.
Ese mismo año se presentó en distintas localidades de Alemania, incluida la sexta ciudad más importante del país, Stuttgart, durante el 5º Congreso de los Alemanes de Ultramar del Partido Nacionalsocialista, celebrado en septiembre.
Cuando el diplomático Labougle pudo ver Fern vom Landder Ahnen: “Lejos del país de mis antepasados”, se enteró de que la nación elegida para “la prueba”, era la República Argentina.
Las puestas en escena o tomas forzadas con objetivo propagandístico pretendíanmostrar la supuesta superioridad de la población alemana en la Argentina y el avance del nacionalsocialismo.
Muestran de forma manipulada a negocios e instituciones alemanas en Buenos Aires, que no necesariamente tenían vínculos con el nazismo. Se superponen imágenes de supuestos entrenamientos de las Juventudes Hitlerianas, cientos de asistentes -incluyendo niños- que levantan su brazo derecho en saludo fascista, durante un acto organizado por la Unión Alemana de Gremios en el tradicional estadio cubierto de Buenos Aires, el conocido Luna Park.

Las imágenes corresponden al encuentro de los trabajadores de la Unión Alemana de Gremios, el 1º de mayo de 1936 en el Luna Park, dos años antes del realizado el 10 de abril de 1938, para celebrar la anexión nazi de Austria, el cual quedó registrado como el más multitudinario.
Argentina aparentaba la neutralidad ante la inminente Segunda Guerra Mundial (1939-1945), mientras quedaba enterrada bajo miles de trabajos de la propaganda del nazismo. No se sabe, si el régimen nazi retiró o siguió exhibiendo la película. Luego de la derrota alemana en 1945, el largometraje fue incautado por el Departamento de Guerra de los Estados Unidos, y posteriormente archivado. La copia está en el Archivo Federal de Berlín.
Ante la crisis diplomática ocasionada, sólo pudo verse en dos funciones privadas en 1937. Los videos fueron recuperados a fines del 2020, por la socióloga y traductora Jacqueline Rajmanovich, quien los subtituló al español y los entregó al museo en Argentina. El hallazgo se produjo mientras investigaba desde Buenos Aires, el pasado de su abuelo, un empresario textil húngaro que logró escapar de Budapest antes del conflicto bélico.
La historia de este documental debe ser conocida por el gran público. Es un material muy poderoso para las nuevas generaciones. Ahora nos toca a los nietos cuestionar este pasado, precisó Jacqueline Rajmanovich.
Para “tener un mejor entendimiento de la época y del impacto del fenómeno nazi en nuestro país”, el Museo del Holocausto de Buenos Aires publicó cuatro fragmentos, explicó su director y nieto de sobrevivientes, Jonathan Karszenbaum. Argentina recibió por entonces a 45 mil judíos que escaparon del nazismo, y muchos de los sobrevivientes trasmitieron su testimonio, para mantener viva la memoria de la Shoá, término hebreo de “Holocausto”.
La organización del nazismo en el exterior ordenó la repatriación de la mayor cantidad posible de alemanes a las agrupaciones afiliadas, en interés de ocupar territorios que el Führer planeaba conquistar. También con la intención de presumir un supuesto avance del nazismo en Argentina, se financia esa película de propaganda.
Según un rumor de la época, citado por el investigador alemán Philipp Stiasny en su trabajo “Hitler hören in der Pampa” (Escuche a Hitler en La Pampa), un funcionario del gobierno nazi le dijo que tenía razón, pero que el objetivo era que ningún alemán quisiera emigrar a la Argentina.
Gerhard Huttula, un inmigrante alemán fue elegido para producir la película, junto a Félix Schmidt -el guionista- entonces un hombre de confianza del nacionalsocialismo, que en 1939 sería el jefe de propaganda de la Oficina de Asuntos Exteriores del Partido en Berlín.
Fue en diciembre de 1935 y en julio de 1936, que detallaron cada plano a filmar en Misiones, Chaco, Entre Ríos, La Pampa y Buenos Aires, con la intención de reflejar la resiliencia de los colonos alemanes en una Argentina empobrecida, donde los alemanes proveen el progreso a un país atrasado.
El relato en off resalta al nazismo, sobre muchas escenas forzadas. “Mientras los nativos talan los árboles, los alemanes trabajan en sus aserraderos de madera”, dicen y exageran la influencia del partido en la comunidad alemana y en las escuelas con las imágenes de Hitler.
Aparecen casillas de madera y carros arrastrados por vacas en la “selva”, donde “a más de 1.500 kilómetros de la sede del Partido Nacionalsocialista”, los colonos alemanes arman altares en honor a Hitler con fotografías recortadas “fácilmente encontradas en cualquier diario”; niños que van a la escuela montados de a tres a caballo o las cataratas del Iguazú exploradas por adolescentes nazis.
“Entre los héroes argentinos, la foto del Führer decora el aula”, relata la voz en off, en un plano que avanza primero sobre un retrato de San Martín, para luego mostrar uno de Hitler y luego otro de Sarmiento. Relata la periodista Agustina Ordoqui.
Hacia el final se explica que el título del filme surge de una canción, que los productores escucharon a los niños de origen alemán: «Lejos de la tierra de nuestros antepasados/vamos por el mundo bajo mil banderas como Dios manda/ aunque la tierra de nuestros antepasados haya desaparecido/ estamos unidos por el lazo de la sangre alemana (…)/Somos alemanes y seguiremos siéndolo/ ¡alemanes hasta la muerte!”.
En la película se muestra a gente que llega a escuchar un discurso de Hitler, a pesar de la falta de energía eléctrica en condiciones improvisadas, según describe el narrador, proyectan un fragmento del discurso en el que el Hitler llama a crear una nueva raza aria. El cierre ofrece planos de distintos lugares del país con las estrofas del himno nacional alemán.
Cuando el Embajador argentino en Alemania, Eduardo Labougle Carranza, vio el documental se acrecentaron sus temores que, por contrariado, no pudo ocultar al consejero gubernamental del Ministerio de Propaganda alemán, el doctor Leichtenstein, interesado en su impresión.
Se trataba evidentemente de una película de propaganda, no solamente en lo que concerniente a las ideas del nacionalsocialismo, sino principalmente, porque había sido rodado con marcada intención que, si no era maligna, resultaba desconsoladora para un público que no tenía idea cabal de lo que era la República Argentina, recordó Labougle Carranza.
Por todos estos excesos nazis, el embajador argentino presentó enérgicas protestas ante importantes funcionarios oficiales, como, por ejemplo, el secretario de estado von Weizsäcker de manera personal y detalló las críticas a sus superiores en Argentina.
La indiferencia de sus gobernantes, decía el Embajador en esos mismos informes, daba a entender que “cada quien hacía lo que le parecía”. Al respecto Delia Labougle, hija del diplomático, dijo en diciembre de 2016 que él se encontraba profundamente indignado ante la política de neutralidad adoptada por Argentina, en la recordada conferencia de Río de Janeiro de 1942. A causa de esto, el embajador argentino renunció pocos meses más tarde y pidió intempestivamente su jubilación.
Cuentan que Buenos Aires se convirtió en el cuartel general del espionaje en América, al menos, hasta agosto de 1944. Indudablemente aquella reprochable postura argentina, encabezada por el canciller Enrique Ruiz Guiñazú y el presidente Castillo, resultó funcional a los intereses de Alemania.

Antecedente
En 1992, el entonces presidente de Argentina, Carlos Saúl Menem, ordenó la apertura de los archivos secretos relativos a criminales de guerra nazis y en un plazo no mayor de 30
días, la documentación se remitió al Archivo General de la Nación.
“Los documentos secretos cedidos al Archivo General de la Nación, son patrimonio ético de la humanidad”. Declaró el ministro del Interior José Luis Manzano a la agencia Reuter y un poco antes, ante emisoras radiales, Manzano admitió la responsabilidad de los gobiernos argentinos de Juan Perón (1946-1955), el régimen militar de la llamada Revolución Libertadora (1955-1958) y el del presidente constitucional Arturo Frondizi (1958-1962).
En el Archivo General de la Nación, lleva el nombre de: “Nazis en Argentina” y abarca desde 1957, hasta 1972. Está compuesto por informes, memorandos, expedientes, correspondencia, recortes periodísticos, fotos, solicitudes de extradiciones, antecedentes, impresiones de huellas digitales, pedidos de captura y prontuarios de diversos jerarcas nazis que estuvieron o se establecieron en Argentina.

El material fue producido por la DAIA (Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas), la Gendarmería Nacional, la Policía Federal Argentina y la SIDE (Secretaría de Inteligencia del Estado).
Al poco tiempo fue expedida parte de la documentación mencionada, porque es evidente que los dos legajos que en la actualidad guarda el Archivo, no pueden haber sido la totalidad de la documentación que estos diferentes organismos produjeron durante esos años.
La periodista María Teresa Fuster indica que, según los informes, es notable la cantidad de jerarcas y miembros del partido nazi que se establecieron durante el primer peronismo. El Estado argentino los recibió y protegió haciendo caso omiso a los reiterados pedidos de extradición de naciones extranjeras, precisó.
El fondo “Nazis en Argentina”, integrado por dos legajos ubicados con los topográficos: sala vii, legajos 3771-3772, informan sobre Josef Mengele, Adolf Eichmann, Rudolf Hess, Martin Bormann, Walter Kutscmann, Walter W. Flegel,Josef Franz Leo Schwammberger, Ante Pavelić, Edward Roschmann, Erich Rajakovic y Gerard Bohne, entre otros.
Impunidad
El director del Centro Simón Wiesenthal, Ariel Gelblung dijo que la publicación de estos archivos no aporta información nueva para los entendidos, pero sí permitirá que todos los interesados puedan formarse su propia opinión, a partir de la lectura de fuentes directas sobre esos años, en los que Argentina se convirtió en refugio de criminales prófugos.
“Acá se ve cómo la posición argentina respecto a este tema en los años cincuenta, sesenta y setenta era muy distinta, que tras el regreso de la democracia en 1983, cuando todos los criminales de guerra encontrados fueron extraditados”, insistió Gelblung.
Como suele suceder, fue accidentalmente mientras unos trabajadores limpiaban el sótano de la Corte Suprema de Argentina, que se produjo el sorprendente hallazgo. Esas cajas llenas de documentos de la época nazi, cuadernos con esvásticas, material propagandístico, entre otros objetos, llevaban almacenadas más de ocho décadas. La impunidad inicial es evidente al observar los documentos oficiales.
Quedan pendientes muchos temas de investigación, aunque por el momento la interrogante está planteada. ¿Por qué estuvo oculto durante tantos años?
Autor: teleSUR - Rosa María Fernández