Juan Calzadilla, el de Orituco

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En resumen, se tiene que Juan Calzadilla, el “impertinente” como a sí mismo se llamaba con agrado, cubrió el extenso tapiz de la cultura en Venezuela siendo enteramente un gestor de la misma.


20 de junio de 2025 Hora: 02:36

Sin lugar a dudas, Venezuela acaba de perder a un hijo irreverente, contestatario tanto en la poesía como en el arte en general. Parte a los 93 años después de haber vivido a plenitud en su mundo de creaciones e interrogantes con hermoso sentido crítico, y de compromiso.

Había nacido el 16 de mayo de 1930 justamente en el granero de Venezuela, en Altagracia de Orituco, en el estado Guárico, el que tiene forma de corazón justo en el centro de este país latinoamericano. Supo de las faenas del campo y quienes le conocieron a profundidad siempre hablaron de su natural terquedad, esa que le hizo perseverar en el camino escogido.

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A los 20 años Juan, el de Orituco comenzó a publicar por sus medios sus primeras obras: Primeros poemas (1954), La torre de los pájaros (1955) y Los herbarios rojos (1958). Vendría entonces el viaje confrontativo para encontrarse con Caracas, con la urbe y con todo lo que esa complicada y densa década de los sesenta iba mostrando en todo el mundo y en Venezuela. Fueron tiempos duros, de rebelión y represión. Tiempos de música, guerras e irreverencias. Fueron los tiempos en que un grupo de artistas, escritores fundaron El Techo de La Ballena. Juan Calzadilla describió el contexto así: “La creación de El Techo de la Ballena ocurrió en un momento en que las vanguardias plásticas alcanzaban en Venezuela un clima tenso e insoportablemente hipócrita. El hecho de que en el grupo militaran pintores y críticos de arte precipitó aún más, a través de manifiestos y exposiciones, la alianza de la literatura y el arte para propiciar un resultado que nunca hubiera llegado a un punto tan candente y radical si cada disciplina hubiese marchado separadamente, o si no se hubiesen complementado de la manera en que lo hicieron. La integración de ambas manifestaciones, literatura y arte, puede apreciarse desde un primer momento en el lanzamiento del grupo en marzo de 1961, a través de la exposición “Para restituir el magma”, cuya intención, más que mostrar obras, aun si fueran de signo experimental, fue provocar un escándalo. Un escándalo a partir de la declaración a la prensa de un supuesto robo de cuadros de la exposición producido justamente antes de la inauguración de ésta.

“A partir de los años sesenta —escribió Jotamario Arbeláez— toda América fue una gran conmoción poética. Cuba era un foco de soles sobre la esperanza del hombre nuevo. En todos los países se fundaron movimientos y revistas que llevaban los aires de la renovación del lenguaje y la atronadora sensibilidad del momento que era este siglo. Así se dio en Colombia y en Venezuela, este país que amamos tanto como si parte de él fuera nuestra, ese milagro de la expresión contestataria, con toda la violencia de un humor pérfido y una confrontación carnicera, que en Venezuela se llamó El Techo de la Ballena y en Colombia el Nadaísmo”.

Habla Juan Calzadilla

Con Juan Calzadilla estuvieron, entre otros Caupolicán Ovalles, Salvador Garmendia, Edmundo Aray, Jacobo Borges y Adriano González León, todos de vanguardia, luchadores por una mejor vida cultural en Venezuela. Desde 1961 hasta 1964 dieron la batalla efectiva y luego se manifestaron en esporádicos eventos hasta 1968, pero marcaron una etapa, y esa marca dura hasta hoy. En ese techo las artes plásticas hicieron peso junto a las letras en momentos álgidos de la política en Venezuela y no solo en la política sino en el debate intelectual, musical, plástico, artístico, social, pues.

De escritos y labores

Ya para la década de los setenta Juan Calzadilla, en Caracas asumía a la ciudad desde una óptica bastante personal, pudiéramos decir que mimetizado con ella, observándola, sacando sus frustraciones y sus sueños sin temores ni afeites.

Se residenció en Maracaibo, y también en Mérida como si estuviera huyendo de la capital que al final lo atrapó.

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Promovió publicaciones como “La Gaveta Ilustrada” y en la segunda etapa de una revista tan importante como “Imagen”, del Consejo Nacional de la Cultura (CONAC), la dirigió.

Poeta, pintor, dibujante, investigador de las Artes Plásticas en Venezuela fue un renovador en la crítica del arte venezolano. Fue un reconocido investigador de la obra de Armando Reverón, entre otros pintores nacionales.

El Reverón de Juan

Conocedor y profundo amante del lenguaje literario, Juan Calzadilla fue (es) un poeta de muy alto vuelo. “Entre los poetas de su generación -afirma el escritor venezolano Lubio Cardozo- Juan Calzadilla ofrece una obra bien estructurada, sostenida por una lúcida concepción de lo artístico y lo literario. Pocos como él han dedicado tanto pensamiento a la fenomenología de la creación poética comunicada en sus mismos textos líricos, aforísticos, testimoniales.” El título de su primera antología, editada en 1970, resume su concepción militante y cívica de la poesía: “Ciudadano sin fin”.

En resumen, se tiene que Juan Calzadilla, el “impertinente” como a sí mismo se llamaba con agrado, cubrió el extenso tapiz de la cultura en Venezuela siendo enteramente un gestor de la misma.

Entre sus obras se cuentan: Dictado por la jauría, 1962; Malos modales, 1962; Ciudadano sin fin, 1970; Manual de extraños, 1975; Oh smog, 1977; Tácticas de vigía, 1982; Una cáscara de cierto espesor, 1985; Principios de urbanidad, 1997; Diario sin sujeto, 1999; Aforemas, 2004; Protofixiones, 2005, Manual para inconformistas, 2005; Libro de las poéticas, 2006; Golpes de pala, 2017; Formas en Fuga, 2010; Poesía por mandato, 2014; Precipicio sin bordes, 2016; Poéticas de los malos modales, 2021, entre otras.

Aunque muchos no llegamos a ser parte de su alumnado directo, sí lo fuimos desde las filas de la admiración por su eterna terquedad, su claridad ideológica y su fértil creatividad.

Juan Calzadilla, al final de la historia supo atrapar la ciudad, y exprimirla, como antes se pensó que ella lo exprimiría. Quijote sin Rocinante, el de Orituco lega a su país la bondad de sus letras y la reflexión permanente, ruda, sin concesiones. Así era él.

Despedida

 
EN LA CIUDAD YA NI LA CIUDAD MISMA ENTRA

En esta ciudad ya no cabe más gente.
Por poco las plazas como globos revientan.
La ciudad como si fuera un difunto
va en hombros de sus gentes.
En la calle ya ni la calle misma entra.
Ni un alma más cabe en los medios de transporte.
Los matarifes y los asesinos están de pláceme
pues la verdad y la mentira están
hasta el tope viendo que de ellas todos hacen sopa.
Para ti también la medida está colmada.
Pobre de ti, ay, que sientes que tu vida
no es como una suma, sino como una resta.
Y después que no me digan
que no vivimos en crisis.

(Calzadilla, 2019,)

MÁSCARA DE LATÓN

En la ciudad resuelvo llevar una máscara de latón.
Qué tal si, por el contrario, es una forma
de quedar bien ante el público
que me rechaza con la rapidez de la flecha
clavada en el blanco.
Qué tal si lo inesperado es siempre lo que se espera.
Qué tal si mi salud externa trasluce bajo su coraza

a un espíritu débil apto para desmoronarse a las primeras.
Qué tal si mis dudas se tejen con prisa
alrededor de la soga que me saca de preocupaciones
¿Qué tal si el arrojo fuera la parte
del amago que en mí
no alcanza a dar la cara?

(Calzadilla, 2019)

Autor: teleSUR - Lil Rodríguez